Carta a mi hemano que se va a casar
Hola Hermano
Desde que nos avisaste hace medio año que te ibas a casar, he venido pensando algunas cosas que me gustaría hablar contigo acerca del matrimonio. Ahora faltan apenas un par de meses y no creo que tengamos la ocasión de sentarnos a conversar, así que te las escribo. Ojalá te sirvan.
Punto uno, hombres y mujeres son diferentes. A veces nos reímos de esas diferencias, otras las sufrimos. En general esas diferencias no son relevantes, en el trabajo, el deporte, los estudios etc. El único lugar donde sí importa es precisamente en la relación entre hombres y mujeres. Verás: las mujeres invierten mucho más en cada relación que los hombres. No es culpa de nadie ni tiene que ver con el cariño en la pareja, simplemente es producto de la naturaleza.
La mera posibilidad del embarazo establece una gran diferencia. Para que decir si esa posibilidad se convierte en una realidad. Incluso si deciden no tener hijos por ahora, el solo paso del tiempo conlleva un costo para la mujer que el varón no soporta. También desde el punto de vista laboral, que la mujer esté en una relación conlleva un estigma que el varón no recibe. A veces le van a preguntar si quiere tener hijos, otras no, pero lo van a pensar, y eso se traduce en una desventaja frente a otros postulante.
Por así decirlo, una relación de pareja a la mujer le cuesta $100 y al hombre solo $50. El matrimonio viene a igualar esa relación. Para el varón, casarse prácticamente no tiene beneficios directos. Lo hacemos, no solo por amor, sino por justicia. Al casarnos reconocemos públicamente, ante su familia y amigos, que lo que ellas nos entregan es maravilloso. Su vida, su cariño, sus hijos, es mucho más valioso de lo que nosotros jamás podríamos ofrecerles. Por eso, la única respuesta que nos corresponde en justicia es nuestra promesa de perpetuo servicio, respeto y protección. No alcanza a igualar lo que ellas nos dan, pero es lo mejor que podemos ofrecer.Esa es, entonces, la naturaleza del matrimonio para un hombre.
Punto dos, el matrimonio es indisoluble. No porque Dios lo diga (que lo dice) sino porque el amor lo exige. Antiguamente el matrimonio era un contrato entre dos familias, y como todo contrato podía disolverse cuando dejaba de ser mutuamente beneficioso. Hoy todavía hay gente que se presenta ante el oficial civil con esa actitud, pero no están realmente casados, simplemente intercambian servicios.
El amor cambia todo eso. Decir “me caso por amor” equivale a “me caso por el bien de ella”. Por lo mismo, lo que tú puedas obtener del matrimonio se vuelve irrelevante. Lo que sea el bien de ella puede cambiar con el tiempo (incluso comprende situaciones en las que sea necesario dejar de vivir juntos), pero es evidente que nunca podrá ser el que tú la abandones por otra persona.
Esa es una promesa difícil de cumplir, pero hay personas en este mundo que se la merecen, por ser maravillosas. Estoy seguro que Javiera no se merece nada menos que esa promesa de amor eterno.
Punto tres. No pienses ni por un momento que eres un adulto. Aunque el matrimonio se asocia con la adultez, estás a punto de comenzar un viaje que te cambiará para mejor. Tu esposa te va a enseñar mucho y tus hijos te harán madurar en direcciones que no habías imaginado. Por ejemplo, te vas a dar cuenta que ir conduciendo un auto de noche, con un niño llorando de sueño y aburrimiento en el asiento trasero, mientras su madre pierde la paciencia intentando tranquilizarlo… es algo muy parecido al cielo.
Por lo mismo, recuerda ser dócil a todas las cosas que el matrimonio intenta enseñarte, atento a todo lo que ella necesite, obediente a todo lo que te pida.
Eso por ahora. Ya sabes como los hombres en nuestra familia opinan de todo y tienden a alargarse en los discursos, así que dejémoslo ahí. Cuando tenga sobrinos podremos conversar de algunas cosas más. Un fuerte abrazo y un gran beso.
Tu hermano que te quiere.
PAS
8 comentarios
Dios es sabio y ha separado por miles de km a estas dos personas, tú y yo. Y no por riesgo de matrimonio, que no hay ni podría haber ninguno (de sobra sé que tú tampoco te habrías casado con una mujer como yo, así que te ahorro decírmelo), sino porque ni tan siquiera habría podido contar entre nuestras amistades a una persona que hable del matrimonio en esos desoladores términos.
Deseo la mayor felicidad del mundo a tu hermano y a su esposa, deseo que para cumplirse, creo que pasa por no opinar que la fidelidad es una condena, que la desigualdad que imprime la naturaleza es tal que jamás un hombre puede compensarla, que para un hombre el matrimonio prácticamente no tiene beneficios...
Ojalá no te hagan demasiado caso y el día a día les demuestre que en la esencial igualdad de varones y mujeres reside la clave de una felicidad conyugal que ninguna de las diferencias que hay -naturalmente que las hay- puede empañar y convertir en ese desasosegante panorama que pintas. Al contrario, salpimentan la complicidad entre ambos cónyuges.
@ Ana Luisa: Gracias por tus palabras. Si un novio no considera que su novia se merezca una promesa de amor eterno, yo diría que no está enamorado, y le recomendaría que no se casara. Todo esto, en abstracto, por supuesto.
@ Yolanda: ¡Mi querida Yolanda! No esperaba que todavía vistaras por acá. Como siempre, me gustan mucho tus comentarios porque aportas una perspectiva diferente. Si tu particular interés en que todos juren en el altar de la igualdad es lo peor que encontraste aquí, me quedo tranquilo.
Espero que tu hermano no te haga ni caso y que no comiencen, él y su esposa, el camino apasionante que se les abre, con esas perspectivas tan chatas y desasosegantes que presenta tu post.
Qué vida desperdiciada la de un matrimonio con un hombre que, de entrada, anuncia una concepción del matrimonio en la que el predominio absoluto de las mezquindades masculinas se absuelve gracias a la conmiseración paternalista debida a la mujer en desventaja "natural".
Qué pocos vuelos para empezar una empresa que podría ser una vocación enorme y gloriosa.
Respecto a los puntos 2 y 3 no tengo problema. Estoy totalmente de acuerdo.
Lo que me resulta hasta molesto es que digas que "Su vida, su cariño, sus hijos, es mucho más valioso de lo que nosotros jamás podríamos ofrecerles". Lo siento pero no lo veo. Yo voy a entregarle a mi esposa mi vida, mi cariño y, si Dios así lo quiere, tb mis hijos. Vamos, me voy a entregar yo con todo lo que soy, quemando las naves. Tal y como lo escribes parece que lo que el hombre tiene que dar en el matrimonio no vale nada, es casi despreciable.
Que conste que aborrezco todas estas tendencias actuales que quieren equiparar al hombre y a la mujer como si fueran idénticos en todo, pero me resulta doloroso ver escrito que mi entrega vale menos que la suya.
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