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27.10.24

26.08.24

Sin hijos, sin futuro

Los que hace mucho que pintamos canas recordamos cuando en los 70 se hablaba mucho de la liberación de la mujer que iba a suponer su acceso al mercado de trabajo. Las mujeres podrían «realizarse» trabajando fuera sin tener que dedicarse solo al hogar. Maravilloso, ¿verdad? Pues hete aquí que hoy no tienen esa libertad. No pueden elegir trabajar o quedarse en casa. Tiene que trabajar sí o sí. 

La gran mayoría de los de la generación boom nacieron en una familia de clase media donde trabajaba solo el padre. Y en España, con más o menos holgura, llegaban a fin de mes. Algunos incluso aprovechaban la extra de junio para irse de vacaciones en verano. Hoy eso solo lo pueden hacer las familias ricas.

A eso se le llama progreso. Así lo explica un artículo del diario El País en su edición de hoy: Acercarse a los 40 y no tener hijos: “Ya no sé si es que no quiero o no quiero porque no puedo ni planteármelo”

Hay quien piensa que con políticas de apoyo económico a las familias, la natalidad puede despegar. Hungría está demostrando que eso no es así. Tras dedicar ni más ni menos que el 5% de su PIB a fomentar los nacimientos, estos se mantienen estables e incluso bajan.

Seamos claros, en Europa la gente no quiere tener hijos. La secularización y la apostasía están muy extendidas y también llegan a países como Hungría y Polonia. Las razones económicas son solo un factor que explica lo que está ocurriendo. Pero lo que de verdad está convirtiendo al continente en un país de viejos, es la adopción masiva de los métodos anticonceptivos y, en no poca medida, el aborto. Europa no solo no quiere hijos, sino que en casi todos los países los mata a mansalva antes de nacer. 

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26.06.24

O tempora, o mores

Cito de la obra Apologia pro vita sua de San Juan Enrique Newman. Habla de lo que era la Iglesia Católica del siglo XIX y establece una comparación con lo que era en tiempos patrísticos:

En conjunto, pues, tenemos razones para decir que si hoy día existe una forma de cristianismo que se distingue por su organización cuidadosa y el poder que se deriva de ella, si está extendida por todo el mundo, si destaca por el celoso mantenimiento de su propio credo, si es intolerante hacia lo que considera erróneo, si está ocupada en una guerra incesante con todos los demás cuerpos llamados cristianos; si, y sólo ella es llamada “católica” por el mundo, más aún, por aquellos mismos cuerpos, y si tiene en estima dicho título, si los llama heréticos y les previene del infortunio que se acerca, y los llama uno a uno para que se conviertan a ella, sobrepasando cualquier otro vínculo. Y si, por otra parte, ellos la llamaran seductora, ramera, apóstata, Anticristo y demonio, si la consideran su enemiga a pesar de lo mucho que difieren unos de otros, si se esfuerzan en unirse contra ella y no pueden, si solo son locales, si continuamente se subdividen y ella permanece una, si ellos caen uno tras otro, y preparan el camino para nuevas sectas y ella permanece la misma, esa comunión religiosa no es diferente al cristianismo histórico tal y como se nos presenta en la Era Nicena.

Y:

Luego, si ahora existe una forma de cristianismo tal que se extiende por todo el mundo, aunque con medidas diversas de importancia o de prosperidad en lugares distintos. Que se halle bajo el poder de soberanos y magistrados ajenos a su fe de diversos modos. Que naciones florecientes y grandes imperios, que profesan o toleran el nombre de cristiano se sitúen en contra suya como adversarios. Que escuelas de filosofía y de estudio apoyen teorías y lleven a cabo conclusiones hostiles a ella, y establezcan un sistema exegético subversivo sobre sus Escrituras. Que haya perdido iglesias enteras a causa del cisma y se le oponen hoy día comuniones poderosas que una vez fueron parte suya. Que haya sido del todo o casi desterrada de algunos países. Que en otros esté oculta su línea de enseñanzas, su grey oprimida, sus iglesias ocupadas, sus propiedades ostentadas por la que podría llamarse una sucesión duplicada. Que en algunos de sus miembros sean degenerados y corruptos, sobrepasados en diligencia, en virtud y en dones intelectuales por los mismos herejes a los que condena. Que abunden las herejías y haya obispos negligentes sin la autoridad propia. Y que entre sus desórdenes y sus temores haya una sola voz cuyas decisiones espera con confianza el pueblo, un nombre y una sede a la que miran con esperanza, y aquel nombre sea Pedro y aquella sede la de Roma, tal religión no es distinta del cristianismo de los siglos V y VI.

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23.06.24

De la resistencia debida a la necedad absoluta

Cualquiera que tenga fe católica y un poco de conocimiento de la Escritura y la Tradición sabe que Cristo llama adúlteros a los divorciados vueltos a casar, san Pablo enseña que los adúlteros y fornicarios no entrarán en el reino de los cielos y advierte que comulgar en estado de pecado acarrea condenación. Obviamente, y parece mentira que haya que explicar esto, uno no puede obtener el perdón de Dios si no se arrepiente de su vida de pecado. Trento convirtió todo eso en cánones.

Cualquiera que se llame cristiano sabe que las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo son abominables a los ojos de Dios, además de contrarias a la ley natural.

Cualquiera que, cristiano o no, tenga un poco de sentido común, sabe que no se puede bendecir el mal, sea de la naturaleza que sea.

Pues bien, resulta que cualquiera también sabe que el Obispo de Roma ha «autorizado» la comunión de adúlteros y fornicarios, la bendición de parejas homosexuales -que obviamente son parejas en cuanto que viven en pecado- y, de hecho, ha abierto la puerta a cualquier barbaridad en el ámbito moral desde que dijo que aunque alguien conozca la ley de Dios, puede incumplirla sin pecar. Así se indica en el punto 301 de Amoris Laetitia:

Por eso, ya no es posible decir que todos los que se encuentran en alguna situación así llamada «irregular» viven en una situación de pecado mortal, privados de la gracia santificante. Los límites no tienen que ver solamente con un eventual desconocimiento de la norma. Un sujeto, aun conociendo bien la norma, puede tener una gran dificultad para comprender «los valores inherentes a la norma» o puede estar en condiciones concretas que no le permiten obrar de manera diferente y tomar otras decisiones sin una nueva culpa.

Podría señalar muchas otras cuestiones que atentan contra el bien común de los fieles y la salvación de las almas, pero esto es un artículo en un blog y no un ensayo.

Ante esa realidad caben varias actitudes:

1- Aplaudir porque se está de acuerdo. Dentro de ese sector, hay dos grupos:

  • Los que aplauden y piden ir más allá de forma inmediata, desmontando por completo lo que queda de la fe y moral católica tradicional. 
  • Los que aplauden y esperan que más adelante, una vez todo el mundo asuma los cambios actuales, se pueda avanzar en la revolución. Estos son muy inteligentes porque saben cuál es la verdadera esencia del conservadurismo.

2- Aplaudir aunque no se esté del todo de acuerdo por la sencilla razón de que el Papa es Papa y hay que obedecerle siempre. Este gente es la misma que defiende con ardor una doctrina (p.e, Familiaris consortio) y exactamente la contraria (p.e Amoris Laetitia), siempre que el Papa de turno así lo disponga. Para ellos la Iglesia es una secta que sigue a su líder aunque dé bandazos de un lado para otro. Entre ellos hay algunos que se empeñan en convencer al personal que no hay contradicción entre enseñar una cosa y la contraria. Estos son especialmente peligrosos, porque quitan las defensas a los fieles contra el error, dejándolos en manos del padre de toda mentira. Y, créanme, llevan décadas actuando.

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11.06.24

La gran farsa

La archidiócesis de Madrid acaba de hacer un gran favor a los fieles católicos de todo el mundo, o al menos a los de España. Nos ha mostrado el verdadero rostro de la sinodalidad.

No sé bien cuál es el número de católicos de misa dominical, pero si hacemos caso al CIS, la cosa debe de andar entre trescientos mil y seiscientes mil. Pues bien, el número de participantes madrileños en las respuestas al cuestionario para la segunda sesión del sínodo sobre sinodalidad que se va a celebrar, si Dios no lo remedia, en octubre de este año, llega a la asombrosa cifra de 856. O sea, no llega ni al 0,3% y seguramente esté por debajo del 0,2%.

Que con una cifra así se hable del “dinamismo sinodal que ha implicado a todo el Pueblo de Dios” es una tomadura de pelo. Si extrapolamos esas cifras a toda España, y me huelo que en la mayoría de las diócesis el porcentaje de participación ha sido menor, estaríamos hablando de alrededor de 17.000 fieles. ¿Ese es todo el pueblo de Dios en España?

En realidad, todo lo relacionado con este sínodo mantiene los principios que ya se marcaron en sínodos anteriores. A saber, se monta un escenario artificial en el que ya se tiene predeterminado el resultado, para dar la imagen de que hay una verdadera iglesia sinodal y no una iglesia en manos de grupos de poder que quieren reformarlo todo para convertir nuestra Iglesia en un instrumento más del Nuevo Orden Mundial masónico. Y si algo no sale como lo tienen pensado, da igual. Ahí aparecen los resortes del poder para cambiar las cosas por las bravas. Es exactamente lo que ha pasado con Fiducia supplicans. Es lo que pasó con el cambio sobre la marcha de las normas sobre la Relatio Final en la primera sesión del sínodo sobre la Familia.

Otro ejemplo de esta gran farsa es la reunión cuasi secreta -como toda buena tenida- que tiene lugar en Roma a la que acuden 20 teólogos, de quienes no sabemos ni el nombre ni la procedencia, para “discernir” y preparar el sínodo. 

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