(Settimo cielo/InfoCatólica) El arzobispo de Ontario recuerda el Magisterio de la Iglesia: «Los católicos divorciados y vueltos a casar no pueden recibir la sagrada comunión porque, con independencia de sus disposiciones personales o de las razones por las que se encuentran en esa situación, quizá conocidas sólo por Dios, persisten en un modo de vivir que está objetivamente en contradicción con el claro mandamiento de Jesús».
La clave es la intención de permanecer en pecado
El cardenal añade que «esta es la clave. La clave no es que ellos hayan cometido un pecado; la misericordia de Dios está asegurada de modo abundante para todos los pecadores. El homicidio, el adulterio y otros pecados, no importa lo graves que sean, son perdonados por el Señor, especialmente a través del sacramento de la reconciliación, y el pecador perdonado recibe la comunión. En materia de divorcio y de segundo matrimonio el problema está en la decisión consciente, por las más diversas razones, de persistir en una situación duradera de alejamiento del mandamiento de Jesús».
El purpurado canadiese explica que «aunque a ellos no les está permitido recibir los sacramentos, debemos encontrar mejores caminos para ayudar a las personas que se encuentran en esta situación, para ofrecerles una atención llena de amor».
Ayudarles desde la fidelidad a Cristo
El cardenal cree que «debemos reflexionar sobre las cosas que podemos hacer para ayudar a las personas que se encuentran en esta situación, con amor y de modo eficaz. Pero haciendo esto, hemos de ser también fieles al mandamiento de Jesús y a la necesidad de no poner en peligro la santidad del matrimonio, lo que tendría graves consecuencias para todos, especialmente en un mundo en el que la estabilidad del matrimonio ya está trágicamente comprometida. Si nosotros pusiéramos de manifiesto con hechos, quizá también con las palabras, que el pacto matrimonial no es efectivamente el que Jesús dice que es, esto ofrecería un alivio solamente momentáneo, al precio de un sufrimiento de larga duración. Si la santidad del matrimonio se fuese debilitando progresivamente, al final serán los hijos los que más sufrirán».
La Iglesia no puede cambiar su enseñanza
El prelado norteamericano recuerda que «en los años que precedieron a la encíclica del papa Pablo VI Humanae vitae, que reafirmó la constante enseñanza cristiana de que la contracepción no está de acuerdo con la voluntad de Dios, había una expectativa difundida de que la Iglesia iba a cambiar su enseñanza. Este tipo de expectativa se basaba en cierto modo sobre la idea de que la doctrina cristiana es como la política de un gobierno: cuando las circunstancias cambian, o cuando mucha gente sostiene una alternativa en lugar de otra, entonces la política cambia».
«Pero», añade, «la enseñanza cristiana se funda sobre la ley natural que está escrita en nuestros corazones por Dios, y especialmente sobre la palabra de Dios revelada. Nosotros descubrimos la voluntad de Dios, y las Escrituras y la fe viva de la Iglesia nos ayudan a cumplirla. Nosotros no modelamos la voluntad de Dios según lo que actualmente nos parece mejor».
El Papa tampoco puede cambiar la doctrina
Finalmente, el cardneal Collins explica que «cuando el papa Pablo VI no cambió lo que no estaba en su poder cambiar, sino que reafirmó la fe cristiana, mucha, mucha gente quedó contrariada, y simplemente decidió ignorar la enseñanza. Esta es nuestra situación presente. Yo espero de verdad que no tengamos que sufrir una repetición de lo mismo, ahora que se difunden expectativas infundadas sobre un cambio por parte de la Iglesia de la explícita enseñanza de Jesús sobre el matrimonio».