–Parece que esto se acaba.
–Acierta usted esta vez, cosa rara. Termino ya con las Horas y con la serie Liturgia. Laus Deo!
Ya traté del Inicio de la Hora y el Gloria (320), y también de Los Himnos (324). Continúo con los otros elementos que integran el esquema común de Laudes y Vísperas.
–Salmodia. La comunidad está en pie durante el inicio de la Hora y el Himno, y se sienta para rezar los salmos. En Laudes la salmodia se compone de un salmo, un cántico del Antiguo Testamento, y otro salmo de alabanza. En Vísperas integran la salmodia dos salmos y un cántico del Nuevo Testamento. Ya dediqué un artículo a esta parte del Oficio divino, Siempre en salmos (312), y no me alargo ahora sobre este tema.
El salterio expresa con maravillosa plenitud los pensamientos, los deseos, los estados de ánimo de Cristo y de la Iglesia: alabanza, gratitud, petición, dolor por el pecado, confianza en la Providencia divina, celo por la glorificación de Dios en el mundo, belleza del mundo de la gracia… La Iglesia, los cristianos, no nos cansamos de rezarlos: «siempre en salmos». Al paso de los años la fuerza que tienen para estimular la oración crece más y más en nosotros. Y tengamos en cuenta que el salmo, como un cohete, asciende siempre hacia el cielo, y finalmente explota en el Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, donde consigue expresar todo lo que intentaba decir y suscitar.
«El Espíritu Santo, bajo cuya inspiración cantaron los salmistas, asiste siempre con su gracia a los que creyendo con buena voluntad, cantan estas composiciones poéticas» (OGLH 102), y las cantan ahora con un corazón cristiano, a la luz de Cristo, iluminados y movidos por el Espíritu Santo, y de este modo los salmos realizan en plenitud su fuerza orante. «Quien recita los salmos en la Liturgia de las Horas no lo hace tanto en nombre propio como en nombre de todo el Cuerpo de Cristo [la Iglesia], e incluso en nombre de la persona del mismo Cristo» (OGLH 108).
–Lectura breve. «La lectura breve está señalada de acuerdo con las características del día, del tiempo y de la fiesta; deberá leerse como una proclamación de la Palabra de Dios, qque inculca con intensidad algún pensamiento sagrado y que ayuda a poner de relieve determinadas palabras a las que posiblemente no se presta toda la atención en la lectura continua de la Sagrada Escritura» (OGLH 45). Son textos de la sagrada Escritura muy elegidos. Forman una antología bíblica difícilmente superable. Muy bien puede tomarse la lectura breve, sobre todo en los tiempos más fuertes y solemnidades, como centro meditativo de la oración personal y privada.
En la actual Liturgia de las Horas hay 561 lecturas breves. «Cuatro series semanales de lecturas breves per annum van incluídas en el salterio, de modo que cada día a lo largo de las cuatro semanas se cambie lectura. Hay además series semanales para el tiempo de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua. Y por último, lecturas breves para las solemnidades y las fiestas y algunas conmemoraciones, y también, una serie semanal para Completas» (157).
Cuando el rezo de la Horas es comunitario, puede seguir a la lectura breve una homilía (47), o bien un tiempo de silencio meditativo (48).
–El responsorio que sigue a la lectura breve viene a ser «como la respuesta a la palabra de Dios» (49), el eco que esa Palabra suscita en el alma. Suele tener una calidad extrema. Con el Gloria en medio, el canto responsorial, o el rezo, parafrasea con frecuencia lo más precioso de la lectura breve que se acaba de escuchar. También la oración personal privada puede hallar en el responsorio un alimento inapreciable para una repetición meditativa de forma jaculatoria, al estilo de la oración de Jesús, frecuente en los cristianos del Oriente. Por ejemplo:
«–Cristo, Hijo de Dios vivo * ten piedad de nosotros. –Cristo… –Tú que estás sentado a la derecha del Padre * ten piedad de nosotros. –Gloria al Padre… –Cristo, Hijo de Dios vivo»… (Laudes, dom. I semana).
–Cántico evangélico. Seguidamente «se dice, con su correspondiente antífona, el canto evangélico, que en los Laudes es el cántido de Zacarías, el Benedictus, y en las Vísperas el cántico de la Bienaventurada Virgen María, el Magnificat [y en Completas el Nunc dimmitis del anciano Simeón]. Tales cánticos, que la Iglesia Romana ha empleado y ha popularizado a lo largo de los siglos, expresan la alabanza y ación de gracias por la obra de la Redención». Deben rezarse de pie, pues son el evangelio proclamado en oración.
Las antífonas que, según tiempos y ocasiones, acompañan estos cánticos de Zacarías y de la Virgen María suelen ser muy intensas y apropiadas. Tienen una especial dignidad litúrgica, pues son el vínculo principal que une el Oficio divino a la fiesta del día o al tiempo litúrgico del presente. Cuando son antífonas propias, muchas veces hacen referencia al Evangelio de la Misa.
–Preces. «Con el nombre de preces se designan tanto las intercesiones que se hacen en las Vísperas, como las invocaciones hechas para consagrar el día a Dios en los Laudes matutinos» (182). Son las Preces en el rezo de estas Horas un momento de gran importancia, que va en paralelo a la Oración de los fieles que se reza en la Misa.
En la Hora de la mañana predomina en la petición de las preces la alabanza, la dedicación del día a la gloria del Señor; y en la Hora de la tarde, suele prevalecer la acción de gracias por el día que termina. Siempre las Preces piden la glorificación de Dios, la santificación de la Iglesia, la salvación del mundo. Se cumple así la norma apostólica de orar «por todos los hombres» (1Tim 2,1-6). Y en las Vísperas «siempre la última intención es en favor de los difuntos» (186). Todos los días, pues, al menos en dos ocasiones, la Madre Iglesia hace recuerdo orante de sus hijos difuntos: en el memento de la Misa y en aquí en las Vísperas.
Las Preces universales de la Misa tienen su analogía en las preces de Laudes y Vísperas. Vale, pues, para éstas lo que escribí sobre las primeras en un artículo (274) de este blog. Y en otro artículo, (265) La Oración de los fieles, edición española, hice una fuerte crítica del libro de preces elaborado por el Secretariado de Liturgia en España como subsidio para usarlo en la Misa. Buena parte de los 519 formularios que ofrece son bastante deficientes, sobre todo porque omiten o no integran suficientemente algunas peticiones extremadamente urgentes que hoy la Iglesia, y siempre, debería elevar al Señor. El lenguaje que emplea es eufemístico, desdramatizado, políticamente correcto, no alarmante ante los males del mundo y de la Iglesia. En modo alguno expresa el ardor suplicante de la tradición bíblica y litúrgica de la Iglesia. Es muchas veces horizontal, rehúye hacer peticiones sobre graves cuestiones: conversión de los pecadores, cristianos no practicantes, alejados de la Misa, anticoncepción generalizada, mundanización de los bautizados, divorcio, aborto y pornografía, debilitación de las Misiones, realidad del purgatorio, acción conjunta del diablo, del mundo y de la carne, etc. Añade a estas deficiencias otras doctrinales, como cuando se pide en varios formularios «la unión de todas las Iglesias», en lugar de decir «de todos los cristianos». Cristo no es polígamo: tiene una sola Esposa, la Iglesia católica, como tiene un solo Cuerpo.
Las preces de Laudes y Vísperas, que reúnen unas 2.000 intenciones, siguen en las ediciones vernáculas las admirablemente elaboradas en la edición típica de la Liturgia Horarum. En la construcción postconciliar de la nueva Liturgia de las Horas quizá sea la composición de las preces uno de los trabajos más valiosos. Con notable frecuencia, cada una de las preces es una paráfrasis de algún texto de la Escritura. La tonalidad bíblica y litúrgica se mantiene continua, bella y concisa en la gran mayoría de las preces. Y en ellas se logra una armonía admirable entre el celo doxológico y el celo soteriológico, al mismo tiempo que las peticiones se centran en aquellas necesidades espirituales y materiales que realmente son las más importantes en la Iglesia y en el mundo. Obviamente, pueden servir también como base muy valiosa para la oración personal privada.
La traducción al español de las preces latinas es bastante libre, como conviene. Y en ocasiones, pocas, hallamos ciertas deficiencias o carencias doctrinales. Un ejemplo: la última de las preces de Laudes en el Oficio de varios mártires pide «vencer las obras del mundo y de la carne». Falta evidentemente la referencia al «diablo», para aludir a la trinidad maléfica. Pero consultado el texto latino, vemos que la deficiencia procede ya del mismo original: «da nobis, Domine, omnes insidias [diaboli] carnis mundique devincere». Una buena ocasión perdida para hacer alusión orante a las «insidias diaboli», hoy habitualmente silenciadas, aunque son más peligrosas aún que las del mundo y la carne, con las que, por otra parte, van siempre unidas.
–El Padrenuestro es sin duda la cumbre de la oración en Laudes y Vísperas. Mérito de la renovación postconciliar de las Horas es la decisión de que el Padrenuestro «se dirá solmnemente tres veces al día: en la Misa, en los Laudes matutinos y en las Vísperas» (OGLH 195). Se recupera así una santa tradición iniciada ya en el siglo I: «Así oraréis tres veces al día» (Didajé VIII,3). La Oración Dominical, es decir, la Oración del Señor, es la cumbre y la síntesis de toda oración cristiana privada o litúrgica. Del Padrenuestro traté en dos artículos al exponer la celebración de la Eucaristía (277-278).
–La oración conclusiva, según los casos, suele ser propia o la de la Misa del día. También al tratar de la Misa hice la explicación y el elogio que las oraciones colectas del Rito romano merecen (273). Son una maravilla. No pocas veces proceden de los Sacramentarios antiguos (siglo IV y siguientes), y cuando así es, suelen ser con frecuencia la expresión orante de aquellos cánones de los primeros Concilios que trataron especialmente de la gracia. Como es obvio, pueden ser en la oración privada objeto de meditación y de reiteración piadosa.
«Señor, que tu gracia inspire, sustente y acompañe todas nuestras obras, para que nuestro trabajo comience en ti, como en su fuente, y tienda siempre a ti, como a su fin. Por nuestro Señor Jesucristo (Laudes, I sem. T. O.). Lex orandi, lex credendi…
–La bendición final concluye el rezo de la Hora, como también lo hace en la Misa. No quiero repetir lo que al tratar de los sacramentales explique acerca de Las bendiciones (222). Me limitaré a citar al liturgista Julián López Martín que en su obra Oración al paso de las Horas (Fund. GRATIS DATE, Pamplona 1998, pg. 54) escribe:
«Por último, el ministro ordenado, que preside [el rezo de la Hora] en el nombre de Cristo, bendice a la asamblea y la despide, es decir, la envía (cf. Mt 6,46). No tiene, pues, sentido que, alterando la fórmula y diciendo “descienda sobre nosotros", el ministro oculte al Cristo que él debe expresar en la asamblea litúrgica, y cambie así la bendición en una mera súplica».
Con esta bendición final termino ya la serie de artículos sobre la Liturgia, que han sido 35.
«La bendición de Dios todopoderoso, + Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros».
José María Iraburu, sacerdote
Índice de artículos sobre la Liturgia
1.–La Oración de los fieles, edición española (265)
2-3.–Misa de cara al pueblo (266-267)
4.–De pie, de rodillas, sentados (268)
5.–Jesucristo, sacerdote eterno de la Liturgia de la Iglesia (269)
6-19.–Eucaristía: Los sacrificiosde la A.A. (270). El sacrificio de la N.A. (271). El sacerdocio eucarístico y lo sagrado (272). Lugar de celebración y Ritos iniciales (273). Liturgia de la Palabra (274). Liturgia del Sacrificio (275). Pro vobis et pro multis (276). El Padrenuestro (277-278). Paz, Fracción del pan, Cordero de Dios, Comunión (279-282). Final de la Misa (283)
20-24.–La Adoración eucarística. Presencia real de Cristo en la Eucaristía (284). Historia (285-286). Los santos (294). Fundamentos doctrinales (295).
25-35.–Liturgia de las Horas. Para sacerdotes, religiosos y laicos (301). Historia, en la Iglesia primitiva (302). Historia, hasta hoy (303). Es la oración de Cristo con su Cuerpo (304). Es oración vocal (309). Es oración bíblica (310). Inicio de la Hora y Gloria (320). Himnos (324). Salmodia, lectura, cántico evangélico, preces, oración (325). Conviene añadir a esta serie:
–Los sacramentales (221). Las bendiciones (222). El Bendicional y el signo de la cruz (223). El agua bendita (224). Los exorcismos (225-227).
Índice de Reforma o apostasía