(431) Un nuevo modelo de fe
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Desde los tiempos del modernismo combatido por San Pío X, su reanimación por las tesis del Personalismo y la Nueva Teología denunciadas por Pío XII —el neomodernismo—, y su consolidación en iglesias locales e instituciones docentes, se ha ido fraguando, como venimos viendo, un nuevo paradigma de fe. Se ha pasado del modelo de la no visión al modelo de la visión.
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Siempre se ha enseñado que la fe «es incompatible con la visión intelectual o sensible», porque de suyo es de non visis (Cf. Suma II-II, I-4). «Por eso en el cielo desaparecerá la fe, al ser substituida por la visión facial» (Antonio ROYO MARÍN, Teología de la perfección cristiana, Madrid, 1958, pág. 435).
Por eso, como aclara en nota a pie de página Royo Marín, «las visiones y revelaciones privadas, sobre todo si son claras y distintas, más bien sirven de estorbo que de ayuda a la fe pura, como explica hermosamente San Juan de la Cruz (Subida II y III). (Ibid., pág. 435)». Lo cual significa que las revelaciones privadas pueden no servir de ayuda si se entrometen y desordenan el hábito de la fe, suscitando deseos indebidos de visión e incluso una vana curiositas. No se niegan ciertas experiencias misticas de visión, sino que este ver místico pueda sustituir a la virtud de la fe, incluso en ausencia del estado de gracia.
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Por esto, usando una sabia pedagogía, los viejos catecismos recalcaban que la fe pertenece a un orden en que no se ve, sino que se cree. Un orden en que se adquiere un asentimiento firmísimo no en base a e-videncias, sino en base a la soberana autoridad de Dios, que no engaña.
Y así, se enseñaba, por ejemplo en el Catecismo de la doctrina cristiana del P.Astete:
P.: ¿Qué cosa es fe?
R: Creer lo que no vimos.
P.: ¿Visteis vos nacer a Jesucristo?
R: No, Padre.
P.: ¿Vísteisle morir o subir a los Cielos?
R: No, Padre.
P.: ¿Creéislo?
R:Sí lo creo.
P.: ¿Por qué lo creéis?
R: Porque Dios nuestro Señor así lo ha revelado y la Santa Madre Iglesia así nos lo enseña.
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Por contra, en el momento presente, se divulga un modo de entender la fe que incide, machaconamente, en que la fe es ver, mirar, relacionarse con alguien que se tiene delante, al que se puede sentir, escuchar e incluso acariciar sensiblemente. Las características de ciertas experiencias místicas, entonces, pasan a sustituir, descontextualizadas, a la virtud teologal de la fe, como si ésta fuera lo mismo que un fenómeno místico extraodinario. Se reemplaza lo ordinario por lo extraordinario y lo general por lo particular.
Y todo ello al margen del estado de gracia, como si la mística no formara parte normal del desarrollo de la gracia santificante en la vida del cristiano. Como si para la vida mística, también la que es rica en fenómenos extraordinarios, no fuera necesaria la fe teologal, sino sólo la experiencia sensible de lo nouménico y misterioso; como si no fuera necesaria, tampoco, la gracia santificante. Como si uno pudiera seguir estando obstinadamente en pecado y tener derecho, al mismo tiempo, a las experiencias místicas de los santos. Como si para la vida mística fuera innecesario el Credo. Como si la fe no consistiera en creer.
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En el fondo de este cambio de modelo no hay más que la influencia del protestantismo y del pensamiento neomodernista influido por él y por el pensamiento moderno. Influencia que se muestra en la devaluación de lo sacramental y de la Iglesia. Como si no fuera, ya, la Iglesia, la que nos da la fe, y nos educara en ella como Madre y Maestra. Como si el individuo solo se bastase con sus experiencias místicas extraordinarias, y no necesitase mediaciones. Como si solamente lo extraordinario, como una conversión tumbativa, digamos, o una revelación privada, o una experiencia mística extraordinaria, tuviera valor o fuera auténtica, y no el modo ordinario de creer, mediado por el Bautismo.
Las expectativas de la subjetividad, en el pensamiento moderno, son de tal magnitud, que no concuerdan del todo con un orden sacramental, en que existe un modo ordinario y mediato de hacer las cosas. El hombre moderno necesita una experiencia nouménica singular para sentir que es auténtica, conforme al paradigma kantiano. Por eso algo tan teologal como la virtud de la fe siempre estará, bajo está perspectiva, necesitado de subjetivismo.
18 comentarios
Saludos cordiales.
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A.G.:
Muy cierto Néstor, así es.
Precisamente, hoy se ignora o prescinde por completo del hecho de que las gracias gratis datae no implican la gracia santificante. En general los movimientos "católicos" exaltan la sensiblería o el carismatismo. La experiencia del "encuentro personal con Cristo" es lugar común de los "retiros" modernos y esa experiencia es "signo" de amistad con Dios, al margen de estar o no en gracia, noción ignorada casi por completo.
Asimismo, es asombroso cómo incluso académicos católicos, muchos hombres de bien, adolecen del complejo racionalista que reduce la Fe a explicaciones no sólo absurdas sino ridículamente opuestas al dogma. Olvidan que el argumento definitovo y conforme a la razón es la autoridad de la fuente, Dios revelante.
Dios y la Virgen Santísima lo guarden.
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A.G.:
En efecto, el estado de gracia es ignorado comúnmente, en pos de un experiencialismo que pretende ser místico, y que busca reemplazar la teologalidad de la fe por los fenómenos místicos extraordinarios, al margen de la gracia santificante.
Estas palabras son de José Ignacio Munilla:
"Han ido pasando los siglos y algunos dicen que es una advocación moderna, en el sentido de que Santa Margarita María y Bernardo de Hoyos son recientes, pero yo lo explico en que hemos creciendo en el conocimiento interno del amor de Cristo, no porque seamos muy inteligentes sino porque Dios mismo se ha ido revelando a través de la acción del Espíritu Santo y llegado a la plenitud de los tiempos, al igual que la Virgen María ha ido haciendo intervenciones en la historia en Fátima o Lourdes, el Corazón de Jesús también se ha mostrado a determinados santos para manifestar que Dios nos quiere y que esta gran herida afectiva que tiene nuestra generación, a la que le falta la autoestima y sufre mucho al no sentirse querida, tiene una respuesta en el Corazón de Jesús"
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A.G.:
No se trata de si hay revelaciones privadas provechosas o no, sino de su instrumentalización para reemplazar la fe por otra cosa.
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A.G.:
Exactamente
De allí se derivan, me parece, dos grandes problemas.
Primero, se desvirtúa lo que significa correctamente "un encuentro personal con Cristo", que no implica necesariamente la experiencia sensible, sino que de ordinario, es esa certeza, propia del niño, de saberse creatura amada y llamada a una vida plena en la eternidad. Se olvida que la interpelación que el Señor nos hace desde la fe, a la conversion y el seguimiento, siempre es encuentro personal, y que la atención caritativa con el prójimo (comenzando desde nuestro hogar) es el rostro y las manos que si podemos tocar y sentir.
Segundo, se produce un fenómeno similar al ciclo satisfacción-abstinencia del adicto o el psicópata, por lo que se busca casi desesperadamente, volver a "sentir" lo que se experimentó en tal o cual retiro o momento, cayendo frecuentemente en un agobio depresivo por inconstancia de la fe, con tristes o escandalosas. defecciones. Es el querer continuar "estarse bien en las tres tiendas", al margen de la vida de la Gracia.
Urge para el hombre de nuestros tiempos, una catequesis de la conversión, que muestre con sencillez evangélica la belleza del bien y la maldad del pecado. Que persiga la simple humildad del alma, desconfiada de sí misma y confiada plenamente en la Palabra amorosa del Padre al que se le debe amar sin reservas y obedecer como prueba de ese verdadero amor.
Bendiciones.
Y además lleva cierta connotación a "mi propia y exclusiva experiencia de Dios".
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A.G.:
Es que el subjetivismo, disfrazado de comunitarismo, está detrás de todo esto.
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A.G.:
El post no trata sobre si las revelaciones privadas son buenas o malas. Lo que se afirma es que no deben utilizarse para suplantar la fe teologal.
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A.G.:
Exacto, porque la fe viene por el oído, por la predicación.
Por una parte, está la revelación privada que afecta al vidente. En la medida que se trata de una experiencia mística, esta es incompatible con la Fé, pues el sujeto está viendo en alguna medida (si bien la Fé tiene grados, se tiene o no se tiene).
Por el otro, está nuestra Fé en las revelaciones privadas, que pueden exigir distintos grados de asentimiento, que van desde el nulo hasta uno muy alto, que podría calificarse como un hecho dogmático, semejante a una canonización. Pienso en casos como Lourdes o Fátima.
El contenido de dichas revelaciones nunca puede adicionar o mutar nada a la revelación pública, pero sí reafirmar un punto implícito de esta (como la Inmaculada) o versar sobre alguna amenaza a la Fé o pedir una devoción particular.
La situación que Usted describe en su acertado artículo, la entiendo en efecto como influencia protestantista-neomodernista, y como forma pelagiana en la que lamentablemente muchos católicos viven su fe, muchos inconscientemente.
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A.G.:
La fe es un acto humano, porque lo realiza el hombre, pero rebasa todas sus posibilidades, es una virtud sobrenatural.
"En efecto, de ahí esa tendencia post-conciliar de tratar a todos los bautizados como si fuesen otros tantos Santas Teresas o Santos Juanes de la Cruz, es decir, místicos, y hacer consistir la fe en "experiencias", "encuentros personales"
De ahí el énfasis actual, en los movimientos y grupos parroquiales, de la "espiritualidad" (que con frecuencia deriva en espiritualismo que coquetea con "espiritualidades" claramente protestantes o paganas), sin haber educado y fortalecido antes en las bases de la Fe.
Cristo se refería a los que habrían de creer por el testimonio de los que vieron. Tomás perdió una oportunidad, pero tanto los que no hemos visto, como los que vieron, nacemos inocentes, pero nos maliciamos pronto, o nos malicia el mundo, y entonces somos como Tomas: necesitamos ver, porque los que nos predican pueden no ser inocentes.
(Continúa)
Pienso que no se nos puede privar de llegar a la fe razonando, teniendo en cuenta que el Espíritu Santo actúa en nosotros de múltiple forma. Y porque muchos sienten no tener otro camino que la razón, (de ahí las cinco vías de Santo Tomás).
Bueno, tenemos el amor a Dios, que recuperamos recuperando la inocencia, pero se presenta con frecuencia como un círculo vicioso para el que busca la fe: amar a Dios se puede porque sabemos de su existencia, pero la oscuridad de nuestra mente puede ocultar la certeza de su existencia, por lo que no amamos a Dios porque podemos estar equivocados.
Por todo ello, educar en la fe está directamente relacionado con educar en la inocencia. Y eso lo saben los enemigos de la Iglesia, que por todos los medios quieren implantar sus modelos de educación en las escuelas, minusvalorando la inocencia o corrompiendo directamente a los niños y jóvenes, y entorpeciendo la libertad de los padres para escoger la educación que quieren para sus hijos.
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A.G.:
A la fe no se puede llegar razonando de forma natural. No deben confundirse el conocimiento natural y el conocimiento sobrenatural de Dios. No se dice en el post que creer sea producto de razonamientos o deducciones, sino que reside en el entendimiento, que acepta la verdad revelada por la autoridad divina, no por su evidencia.
Real Academia de la Lengua:
fideísmo
Der. del lat. fides, -ei 'fe1'.
1. m. Fil. y Rel. Tendencia teológica que insistía especialmente en la fe, disminuyendo la capacidad de la razón para conocer las verdades religiosas.
A una persona que busca, no se le puede decir que no razone para que su fe sea fe auténtica, porque se le deja indefenso. La razón nos ha sido dada por Dios para que sea servidora de la fe. No se puede prescindir de ella.
Chesterton decía que al entrar en una Iglesia había que quitarse el sombrero, no la cabeza.
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A.G.:
La fe es suprarracional. La razón lo que hace preambularla. El asentimiento de la fe, que radica en el entendimiento movido por la voluntad movida por la gracia, es sobrenatural. Por tanto no puede lograrse con fuerzas humanas. La fe ayuda a la razón y la ilumina, y la razón sirve a la fe. De armonizar ambas se encarga la sagrada escolástica, siguiendo el modelo de Santo Tomás de Aquino.
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A.G.:
La razón natural puede alcanzar cierto conocimiento de Dios Creador. Pero el conocimiento sobrenatural es infundido por Dios. La fe se recibe en el bautismo, con la infusión de la gracia santificante, y luego ha de crecer cual semilla.
¿puede explicarme mejor esta frase, sobre todo la referencia que hace de Kant?
"El hombre moderno necesita una experiencia nouménica singular para sentir que es auténtica, conforme al paradigma kantiano"
Gracias
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A.G.:
El paradigma kantiano en el pensamiento católico entiende que la Revelación es una manifestación del misterio inaccesible, y no una comunicación de verdades.
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