(424) Una necesaria ambigüedad
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La ambigüedad doctrinal es como clavadura en los pies de un caballo. El clavo ha penetrado la carne viva, el jinete anima al animal a que se mueva, pero éste cojea y cada vez está peor, la herida va comiendo por dentro al caballo y agobiando al jinete, que no consigue llegar donde debía. Si el hombre no reacciona y descubre la herida y extrae el clavo y la cura, el pus negro y oscuro va devorando al animal.
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Lo mismo puede pasar, está pasando, con la virtud de la fe. La Nueva Teología ha conseguido que hoy se hable ambiguamente de ella. Sin distinguir lo que es creer de lo que es amar, de lo que es esperar; de lo que es mera convicción adámica, de lo que es emoción religiosa, de lo que es experiencia subjetiva, de lo que es mera creencia humana, demasiado humana. Por eso hay que afirmar, hoy, tajantemente, que así como la caridad consiste en amar, y la esperanza en esperar confiando, la fe consiste en creer.
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El hombre moderno abomina de su propio logos, prefiere la voluntad. El católico neomodernizado, quiere conservar, como conservador que es, esta abominación por ser moderna, pretende mantenerla pero no del todo (no es progresista), por eso, sin llegar a negarla, se dice: creer, sí, vale, pero sobre todo y ante todo…. experimentar, sentir, confiar,…No así el católico tradicional. Y es que el Catecismo de San Pio X, 864, lo explica con grata concisión antimoderna: «¿Qué es Fe?.— Fe es una virtud sobrenatural, infundida por Dios en nuestra alma, y por la cual, apoyados en la autoridad del mismo Dios, creemos ser verdad cuanto Él ha revelado y por medio de la Iglesia nos propone para creerlo».
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En consecuencia, ser creyente es creer que es verdad cuanto Dios revela y propone para ser creído como verdadero a través de la Iglesia. Por esto la Iglesia es, como dice la Santa Vulgata, «columna et firmamentum veritatis», columna y firmamento, fundamento de la verdad (1 Tim 3, 15). Firmamentum, como traduce el Diccionario Vox es «apoyo, sostén; prueba, confirmación; […] firmamento, cielo». Mediante la fe recibida de Dios —por eso es teologal, porque procede de Él— a través de los sacramentos, la Iglesia nos ha de confirmar en la verdad; la Iglesia que debe ser nuestro sustento, y, también, el firmamento de nuestro anhelo de verdad. Nunca el velo que la oculta con ambigüedades. La Iglesia debe des-velar-nos la verdad, por ello ser docente, enseñarla y no ocultarla, porque la hemos de creer. Porque «Dios quiere que todo el mundo se salve, y llegue al conocimiento de la verdad» (1 Tim 2, 4).
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Por supuesto, la verdad es Nuestro Señor Jesucristo, Él ES la verdad, y también lo que dice ES la verdad. El es la Palabra que dice palabras verdaderas. La fe consiste en creerle. La verdad recibida y creída a través de la fe está propuesta, esto es, formulada, dada en conceptos adecuados a nuestra necesidad cognitiva, de manera que podamos creerla y salvarnos. Las verdades reveladas por Dios, esto es, la doctrina revelada, está adecuada a nuestra forma humana de conocer, y se ajusta a lo que necesita nuestro entendimiento. La gracia nos conforma a la mente de Cristo.
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La mentalidad neoteológica, sin embargo, insiste en que Dios sólo se revela a Sí mismo pero no tanto una doctrina, (eso para ellos es cosa humana, demasiado humana) y dado que el objeto de la fe es algo que nos supera completamente, no puede, según esta mentalidad, conceptualizarse en modo alguno inequívocamente, ni proponerse en forma de doctrina eficaz, porque el entendimiento humano es incapaz de ello. Es decir, que no hay verdad lógica. Pero silencia, o ignora, o ha dejado de creer, que Dios, sabiendo de nuestras limitaciones como Creador nuestro que es, revela SU doctrina atemperándola a nuestro logos, habilitando para ello nuestra razón con las luces teologales de la fe. Incluso nos proporciona el auxilio actual y habitual con que mover a nuestro entendimiento a creer en esa doctrina. Señor, auméntanos la fe.
Lo recuerda el Catecismo,177 «“Creer” entraña, pues, una doble referencia: a la persona y a la verdad; a la verdad por confianza en la persona que la atestigua». Y es que no se puede ser cristiano sin creer y profesar la doctrina de Cristo. Por eso, oportunamente, el Catecismo de San Pío X declara antimodernamente: 3.- ¿Quién es verdadero cristiano? - Verdadero cristiano es el que está bautizado, cree y profesa la doctrina cristiana y obedece a los legítimos Pastores de la Iglesia».
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El subjetivismo neoteológico, como hijo de la Modernidad que lo ha parido, desconfía del logos humano, y sólo se fía de su voluntad. No cree que la verdad pueda formularse inequívocamente, ni que podamos creerla lógicamente sin falsearla ontológicamente. Sumerge la doctrina en el velo de la ambigüedad, y reduce la fe a adhesión ciega de la voluntad por el afecto, el sentimiento, la experiencia. Entiende la revelación como Presencia del misterio divino, pero no, también, como una comunicación precisa y eficaz de verdades. Porque, en realidad, ha dejado de creer que se pueda conocer objetiva y eficazmente verdades morales y religiosas, tanto en el orden natural como en el sobrenatural. Desprecia, como todo pensamiento moderno, toda verdad lógica, y se queda sólo con la verdad ontológica. La fe, para la mente neoteólogica, ya no consiste en creer, sino en experimentar, confiar, sentir. Y esto lo acomete, recordemos, ambiguamente, ni tanto ni tan poco, sin decir que no, pero tampoco diciendo que sí. Porque el neotelogismo no quiere progresismo, sino conservadurismo. Mantenerse en lo moderno sin dejar de ser católico. Lo cual es imposible. Con doctrina o sin doctrina, no hay término medio.
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Con ello, clava el punzón hasta la carne viva, y la fe queda herida por la clavadura. Curar esta clavadura será absolutamente necesario para sanar nuestra fe. Y sólo se puede curar volviendo a creer que la Revelación es, también, una doctrina. Una doctrina cuyo conocimiento salva. Una doctrina que puede ser el firmamento de nuestra vida espiritual. Una doctrina que vuelve accesible la verdad que salva, una doctrina que creer con el socorro de la gracia, porque vale la pena. Porque en eso consiste la fe, en creer; y la caridad, en amar; y la esperanza, en esperar. Distinguir es vital. La gracia y la verdad vinieron con Jesucristo (Cf. Jn 1, 17). La verdad se debe amar pero también creer, porque no se puede amar lo que no se conoce. Y en este caso, en esta vida mortal, conocemos sobrenaturalmente por la fe. En el cielo, si Dios quiere, la fe ya no será necesaria.
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La fe, para la mentalidad neoteológica, por tanto, es sólo vivencia del misterio, no tanto conocimiento sobrenatural (oscuro, pero eficaz) de verdades. No es necesario, opinan, profesar la doctrina para ser cristiano, basta una experiencia de encuentro con el misterio cristiano. Y los sacramentos, sólo simbolizaciones, presencias, signos de ese misterio. Al reducir el objeto de la fe a la sóla Presencia misteriosa de Dios, reducen la evangelización a testimonio del propio encuentro con dicha Presencia. El elemento doctrinal queda omitido, por innecesario, por ineficaz. La apologética deja de tener sentido. La predicación también. El testimonio subjetivo se magnifica. Mirad, esto es lo que yo he vivido, sentido, experimentado. El subjetivismo se reafirma. El individualismo se absolutiza, se intenta mitigar, como hacen los liberales, con mucho comunitarismo, pero inútilmente. Lo doctrinal se minimiza, sólo queda el encuentro compartido de vivencias personales misteriosas. Y a ese compartir sin distinciones se lo denomina comunión.
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No es difícil constatar entonces el por qué del pluralismo: hay que hacer compatibles todas las experiencias personales del Misterio sin deformarlas con doctrinas, porque eso va contra la comunión. Por eso no se debe hacer proselitismo de lo propio, porque lo propio es sólo lo mío, y no puedo imponer lo mío a otros. Sólo compartirlo. Valen muchas formulaciones personales, muchos testimonios. Solo se precisa que no sean cacofónicos. La ambigüedad, de esta manera espuria, se vuelve necesaria, absolutamente necesaria para compaginar testimonios diversos en un solo cuerpo conceptual lo suficientemente confuso e indefinido como para no limitar el misterio. Pulverizando la doctrina, volviéndola equívoca, se resalta lo misterioso, y se acoge a todos sin descartar a nadie. La ambigüedad, al fin, se ha vuelto el pus negro de la fe.
LA CLAVADURA, I: Una necesaria ambigüedad,
13 comentarios
Saludos cordiales.
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A.G.:
Muy cierto. Hablar sobre eso de la reducción a fidelidad está pendiente.
Pero si esa verdad es tan lógica ¿para qué es necesaria la fe?
Saludos cordiales
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A.G.:
No es que se desprenda, es que son dos dimensiones. La verdad revelada es lógica en cuanto que se adecúa a nuestro logos para que podamos conocerla teologalmente, es decir, siendo significativamente recibida de Dios por vía sobrenatural.
La verdad revelada, natural y sobrenatural, es lógica, porque no es ilógica, es suprarracional pero no irracional; y se expresa en conceptos, también, para que el logos del hombre pueda recibirla y conocerla, y una vez conocida, sea amada y profesada. Es lógica, también, porque con auxilio de la gracia puede ser comprendida y defendida racionalmente, esto es, con palabras, con logos, comunicablemente, mediante la predicación.
Lo que trato de decir es que según lo que usted expone la fe es necesaria solo al principio, luego el grado de objetividad alcanzado la hace poco menos que irrelevante.
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A.G.:
Confunde Ud. los planos sobrenatural y natural. La fe es necesaria siempre, menos en el Cielo. Lo que ocurre es que la defensa racional de la fe es posible. La apologética es posible.Porque la fe ilumina la razón.
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No es que la apologética haya dejado de tener sentido. Más bien, es que la apologética ya no convence. Es difícil apologéticamente justificar la necesidad de la salvación del hombre por Cristo, cuando las personas no sienten la necesidad de ser salvadas en absoluto, como me dijo un obispo.
Al ver que la apología, al menos en su actual estado de cosas, no convence sino a los ya convencidos, la Iglesia ha tirado preferentemente por las otras dos vías que quedaban, que son la sentimental y la existencial.
O se convierten porque ven los sentimientos de Cristo en otras personas y ven como aman, y quieren esto para sus vidas; O se convierten porque tienen un encuentro misterioso con Jesús o María, por ejemplo, en Medjugorje, en un retiro de Emaus, o durante el camino de Santiago, o lo que sea.
En resumen, como la apología se ha quedado un poco retrasada, y teniendo en cuenta que en Occidente el cristianismo se apaga,
en la Iglesia se minimizan las diferencias teológicas porque pueden causar división en un cuerpo ya muy debilitado.
Y es que el público objetivo ha cambiado. La apología nació para convencer a unos paganos ciudadanos romanos que sí sentían la necesidad de salvación. Luego, la apología se transformó en una herramienta para el convencimiento de otros cristianos heterodoxos, que también sentían la necesidad de ser salvados.
El problema es que hoy no nos enfrentamos ni con romanos ni con heterodoxos, sino con personas que no perciben la necesidad de ser salvadas: ateos, agnósticos, e indiferentes
La Nueva Teología es más un síntoma que una causa del proceso de des-cristianización. Es más, se sobrevalora el Concilio tanto por unos como por otros. Sin el Concilio, o sin la Nueva Teología, la situación penosa de la Iglesia no diferiría de la actual.
Nietzsche sigue estando más vigente que nunca.
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A.G.:
La apologética siempre será necesaria, porque siempre habrá errores, y el ser humano tiene entendimiento. Hay que refutar errores y afirmar verdades. Hoy más que nunca.
Si nuestra participación o cumplimiento de esas verdades no aportan nada o casi nada a esa profundización de la fe, entonces, dicha fe, pasaría a un plano muy secundario. Sería algo así como cuando se descubre una fórmula física, lo difícil es dar con ella, una vez descubierta se aplica con toda tranquilidad, sin ningún problema y sin ninguna angustia existencial, porque si se tuviera quedaría evidenciado que el acto de fe inicial se realizó con falta de fe, ya que el entendimiento no captó la objetividad inequívoca de las verdades de fe.
A lo mejor he exagerado mi argumentación, pero lo que intento es profundizar en este tema, me parece muy importante.
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A.G.:
Manu, yo no he planteado esa cuestión. Ya no insista más por esa línea.
Debe Ud. leer mi artículo, si lo desea, ateniéndose a lo que digo y partiendo de las ideas que se pretenden transmitir. Pero le diré que el pensamiento moderno no quiere nunca descansar en verdades, prefiere estar siempre buscando y buscando y profundizando sin llegar a nada. Y es lo que tiene el personalismo y la Nueva Teología. Le parece mal encontrar puntos de reposo en verdades creídas. Si Ud. sabe, por ejemplo, que Cristo resucitó, que se transfiguró, que satisfizo por nosotros, aunque no conozca todo lo que ocurrió, descansa en esas verdades, que le vivifican, y esas verdades pasan a formar parte de Ud. Su vida reposa y se fundamenta en ellas, como en cimientos sólidos. Por gracia las ha recibido, y en ellas encuentra estabilidad.
La fe es supra-racional, pero no irracional. De esto se trata. La cosa es muy sencilla: Dios también comunica verdades para que podamos conocerlas. Y las comunica en una doctrina. Por eso la fe es creer en Él y TAMBIÉN en las verdades que transmite. Dios nos concede poder conocer y comprender cosas, por vía sobrenatural, y este conocimiento siempre aumenta, pero en las verdades que recibimos, se nos concede reposar y salvarnos, y cimentar en ellas nuestra existencia. Porque la doctrina es eficaz. Nos basta la autoridad divina para creer en ella. Si Ud. sabe por fe que Nuestro Señor satisfizo al Padre por nuestros pecados, este conocimiento es eficaz, es completo, es compacto, debemos creer en ello, reposar en esta verdad, fundamentar en ella nuestra vida, porque así, tal y como la conocemos, es salvífica. ¿Quiere Ud. saber más? Pida más fe, estudie el asunto, sobre todo pida los dones del Espíritu Santo para tener más inteligencia y ciencia del tema.
El cristianismo, precisamente, es concreto. ¡Es la religión de la Encarnación! ¿Hay mayor concreción que esa? ¡Dios hecho hombre!
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A.G.:
Es verdad, el lenguaje al uso es abusivo, por inconcreto.
Usted dice que las verdades de fe nos otorgan seguridad, me imagino que lo que usted quiere decir es que no se trata de una seguridad meramente lógica deductiva sino que esa seguridad es antes que nada una fuerte intuición (yo diría una intuición infinita) que nos posibilita discurrir racional y verdaderamente sobre ellas. Al desbordar el carácter lógico deductivo, esas verdades tocan también la psicología y la subjetividad humana, tocan el corazón.
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A.G.:
Es la seguridad de la fe, basada en que Dios no nos engaña.
La apologética siempre será necesaria, porque siempre habrá errores, y el ser humano tiene entendimiento. Hay que refutar errores y afirmar verdades. Hoy más que nunca.
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No dudo que la apologética sea necesaria. Lo que no creo es que la apologética diseñada para convertir paganos o heteredoxos vaya a servir para convertir a nuestros contemporáneos que son agnósticos, ateos, indiferentes,...
Casi el 50% de los niños que nacerán en 2020 no serán bautizados. Sus padres, quizá hayan sido bautizados, pero ni recibieron la confirmación, ni se confesaron, ni hicieron la primera comunión, ni asistieron a clases de religión en el colegio público en el que se educaron, y fueron a estudiar sociología en una universidad pública, cohabitaron y nunca se les pasó pasar por la Iglesia para casarse,...
Por todo eso no bautizaron al niño al que jamás le hablaron de Cristo ni en la familia ni el colegio. Ese niño no tiene conciencia de pecado, cree que por evolución venimos azarosamente a la existencia, que nuestro destino es desaparecer con la muerte, y que eso es lo natural, y que por tanto no hay necesidad de un salvador que te libre del pecado que no existe y de la muerte que es un proceso natural.
Esta es la situación de España. La de otros países de Occidente, en general, es peor aún. Y sinceramente, la nueva teología a penas tiene que ver con la situación arriba descrita. Si no hubiera existido dicha teología los resultados habrían sido los mismos.
Por eso le decía que la Nueva Teología es más un síntoma que una causa. Es un intento fallido de apologética, pero lamentablemente poco tiene que ver con la presente crisis.
Magistral como siempre Don Alonso Gracián, en este fragmento de su artículo se enmarca con absoluta claridad una respuesta a la confusión doctrinal, amelcochada y amanerada reinante el día hoy.
1. La Gracia nos conforma
2. La Fe nos permite recibir
3. La Verdad es revelada en Cristo y por medio de Cristo
4. Nuestro entendimiento por Gracia y Fe se conforma a la Verdad revelada
5. La Verdad revelada se trasmite INTEGRA, de entendimiento a entendimiento (Apologética) y es recibida solamente si el entendimiento receptor ha sido previamente conformado por la Gracia y la Fe
6. La verdad deformada no se "ajusta" al entendimiento conformado previamente por la Gracia y la Fe sino que se convierte en "pus negro"
Sencillamente magistral
Muchas gracias por las luces que, a través suyo, iluminan la noche.
Saludos desde Cuenca Ecuador
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A.G.:
Ese es el tema, amigo, que la verdad deformada, en su ambigüedad, no se ajusta al entendimiento, como Ud. dice, es un clavo en la carne viva, una herida en la fe del creyente que no le deja avanzar.
Me extraña que digas eso. El Concilio sí tuvo algo que ver, y aun mucho. ¿Diremos que sin él aún hubiera sido peor?
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¿De verdad lo cree?
El cardenal Newman, en pleno siglo XIX, ya advirtió en sus sermones sobre el Anticristo, que las jurisdicciones de inspiración cristiana a penas conseguían sujetar el espíritu de rebelión de los pueblos tras la Revolución francesa y sus epígonos que recorrieron el XIX. Todo esto es antes del Concilio Vaticano I y del II.
Eso que ya fue avisado por Newman en el plano religioso es lo que certifica posteriormente Nietzsche con la muerte de Dios. La degradación moral pavorosa a principios del siglo XX , antes y después de la 1º guerra mundial, confirmó sociológicamente lo que Nietzsche ya había advertido, y mostró que la cultura cristiana lo era solo nominalmente, y que había otra cultura que la había substituído.
De hecho, el bajón de moralidad (los locos años 20) fue tan evidente en los medios de comunicación populares - el cine - que la llegada de la Gran Depresión y la necesidad de elevar la moral hizo que entrara el código Hays vigente desde 1930 hasta .......¡1967!, pero solo en los EEUU. En Europa la degradación moral, no de las élites que ya se había producido antes, sino del pueblo prosiguió en el periodo de entreguerras. Y si está se ralentizó momentáneamente fue por las dos guerras mundiales y la posterior amenaza del comunismo soviético.
Todo esto es anterior al Concilio. De hecho, las fuerzas motrices son anteriores también a la nouvelle théologie. Ante ese panorama funesto de principios del siglo XX (Maritain y novia sopesaban suicidarse), unos jóvenes teólogos exploraron nuevas vías -la nueva teología que cristaliza en el Concilio Vaticano II- que es una reacción a la descristianización rampante.
Es decir, como la apologética convencional (diseñada para paganos o herejes) no estaba dando resultado, estos teólogos intentan una "nueva" apologética, que resultó fallida también. Pero no podemos confundir el hecho que la nouvelle théologie no haya podido revitalizar el cristianismo con que ésta teología sea la causa del desastre posconciliar. Ojala fuera así, pero no lo es.
Los fenómenos sociológicos descristianizadores en todo Occidente eran enormes antes de la II Guerra Mundial, pero después se volvieron exponenciales. Solo hay que leer a los autores americanos de la generación beat de los 50 para saber lo que se venía en los 60, hasta el punto de que en mayo del 68 es obvio que la Revolución cultural había triunfado.
Todo esto se profetizó en Fátima en 1917. En un momento de degradación moral enorme en Europa - con Portugal en manos de la masonería- la Virgen se aparece en una de las zonas más pobres de Europa, donde todavía no se evidenciaba la inmoralidad característica de las capitales europeas, para advertir "«Los pecados que más almas llevan al infierno son los pecados de impureza. Vendrán ciertas modas que ofenderán mucho a Nuestro Señor. Las personas que sirven a Dios no deben seguir esas modas»".
Esto no tiene que ver con la nouvelle théologie ni con el Concilio. Es más bien lo que Dostoievski - antes de la nouvelle théologie - ya había advertido en los Hermanos Kamarazov: sin Dios todo está permitido. Cualquier moda está permitida.
Que es lo que certificó Nieztsche. Que aquellas sociedades finiseculares decimonónicas eran solo virtualmente cristianas. Eran cristianos por inercia. Por eso, sus hijos en los años 20 son unos descreídos que van a vivir locamente aquellos años. Y sus nietos hará la revolución cultural de los años 50 y 60. Y antes que Nietzsche ya Kierkegaard había advertido que algo terrible estaba subvirtiendo el cristianismo.
El Concilio tuvo muy poco que ver. Esto ya viene del XIX. Los Papas de entonces, a penas pudieron contener el modernismo, porque la apologética, tanto la tradicional, como la de la Nueva Teología, no hace mella en la cosmovisión modernista.
La gente no siente la necesidad de ser salvados. No creen que puedan ser salvados. ¿Salvados de qué?. Usted cree que tiene que ser salvado de la muerte y de Satanás, pero es que nuestros contemporáneos creen que la muerte es algo natural -como decía Aristóteles- y no creen en Satanás. Luego, ¿para qué necesito un salvador? Algunos creen que hay bien y mal todavía, pero no creen que el mal sea un pecado.
Y esto no tiene que ver con el Concilio. La Iglesia ha dejado la apologética de lado porque no convence. Por eso se agarra a la vía de los sentimientos de Cristo y al encuentro existencial con Cristo, y se deja de lado la dimensión intelectual. El Papa Francisco es un buen ejemplo de esto último.
Evidentemente la Fe cristiana ha dejado de ser razonable para el hombre de hoy. La apologética es más necesaria que nunca, pero del lío en el que estamos no nos va a sacar una apologética diseñada para convertir paganos (antiguos) o a heterodoxos.
Por eso no creo que tenga mucho sentido criticar la nouvelle théologie. Es erróneo creer que si ésta no hubiera existido, la teología más tradicional sí habría sido capaz de revertir la situación actual.
Estos paganos pos-cristianos de hoy son una raza muy diferente a todo lo que ha habido que enfrentar antes.
Es tentador botar las culpas a la nouvelle théologie. Es fácil. Se buscan fallos -que los tiene- y se critican. Resulta tranquilizador. Nos convencemos que sin esta nueva teología la situación sería diferente. Pero luego uno mira criticamente los resultados de los pontíficados de JPII y B16 y observa que ni tan siquiera con los mejores Papas es posible disminuir el proceso de descristianización. Es más,. se aceleró a pesar de todos sus esfuerzos.
Francisco es más un síntoma que una causa. Como la apología no convence el Papa Francisco no quiere evangelización apologética. Quiere que la Iglesia crezca por atracción. Que los paganos vean desde fuera el amor que se tienen los cristianos (sentimientos de Cristo) porque han tenido un encuentro (misterioso) con Jesús que ha transformado sus vidas, es decir, su faceta existencial. Menos da un piedra, pero el enfoque es insuficiente porque no se puede cercenar en el proceso de conversión la dimensión intelectual del hombre.
Hoy hay divorcio, eutanasia, aborto, anti-concepción, eugenesia, homosexualidad, travestismo, animalismo, veganismo, vientres de alquiler, inseminación artificial, feminismo radical, clonación, nuevos modelos de "familia" ....etc etc.
Es ingenuo pensar que todo esto tiene algo que ver con la nouvelle théologie.
Pero respefto a este asunto la cuestión es: si hablamos de gente con verdadera fe ¿por qué no les basta simplemente anunciar el evangelio; Y, como dice Don David, sirviéndose del poso de la Tradición, que es donde se halla la roca firme? ¿Para qué las novedades si el resultado, en el mejor de los casos, es el mismo? ¿Por qué no les basta la alegría, la satisfacción de anunciar el Evangelio, con toda su riqueza, con toda su profundidad, con la carga de desafío que encierra?
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