Gastar mi vida para su Gloria
Finalizo con esta entrega las entradas en las que he ido desglosando la oración de consagración de mi sacerdocio, que compartí hace unos días.Las anteriores meditaciones:
X. Utilízame como cosa, posesión e instrumento tuyo. En tus manos tengo la certeza de cumplir la voluntad del Padre, de gastar mi vida para gloria suya, extensión del Reino de Cristo, y para tu regocijo. Madre, soy todo tuyo, y todo lo tuyo me pertenece, in saecula saeculorum.
A la Madre Teresa de Calcuta le gustaba decir: soy un lápiz en las manos de Dios. Así quería destacar que toda la obra la hacía el Creador, que ella era sólo instrumento. El único mérito que ella podía tener era, naturalmente, dejarse utilizar, ofrecer la menor resistencia posible. Decir siempre que sí.
Madre querida, tan solemne como sencillamente, quiero entregarme a Ti, no para descansar en tus manos, sino para que me uses, una y otra vez, para realizar en mí la obra de Dios, para que otros puedan conocerlo y amarlo. Quiero ser instrumento, intentando adecuarme cada vez mejor a la misión sacerdotal, pero sin olvidar jamás que todo lo bueno proviene del Vos y no de mí, que debo aprender a dejarme utilizar sin resistencias, sin temores, sin querer protagonismos excesivos.
Tengo la certeza, la sólida e inquebrantable certeza, de que, si no me suelto de tus manos, si no cierro mis oídos a tu maternal voz, puedo cumplir la voluntad del Padre con fidelidad. Quiero despojarme de mi propia libertad para hacer sólo su plan, su proyecto, su designio, y estoy seguro de que así será en la medida en que permanezca muy unido a vos.
Quiero gastar mi vida, sin guardarme nada, sin reservarme por las dudas, sin cuidarme más que lo mínimo que indica la caridad para conmigo mismo, para que muchos otros puedan descubrir el único amor perfecto, el que no falla, el que es capaz de transformar vidas. Porque la gloria de Dios es el hombre viviente, y quiero que esa vida en abundancia pueda ser experimentada por todos mis hermanos.
Quiero gastar mi tiempo en esta tierra como un soldado fiel de Cristo Rey, que en los Ejercicios Espirituales me dijo con prístina claridad: el que quiera venir conmigo, ha de vivir y sufrir como yo, para luego gozar junto a Mí.
Quiero extender tu Reino en el mundo, que es tu Iglesia, amándola y sacrificándome por ella, trabajando junto a mis hermanos sacerdotes, en comunión con el Papa y mi obispo.
Quiero vivir y morir así, Reina mía, y quiero hacerte sonreír; quiero regocijar tu Inmaculado Corazón, afligido tan a menudo por mis pecados y los de mis hermanos; quiero alegrar tu alma, quiero ser para Vos -como lo sos para mí- fuente de consuelo.
Madre, soy todo Tuyo, y todas mis cosas son tuyas, por los siglos de los siglos. Amén.
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