Dame un corazón de Buen Pastor
Continúo desglosando en estas sencillas meditaciones la oración de consagración de mi sacerdocio, que compartí hace unos días.Las anteriores meditaciones:
VII. Te consagro sobre todo mi corazón; este corazón frágil y pecador, pero que quiere arder en el fuego del Espíritu, para tener los mismos sentimientos del Buen Pastor.
Consagrarte el corazón es consagrarte ese núcleo más íntimo de mi persona, donde estoy solo ante Dios. Es entregarte mis recuerdos, mis afectos, mis expectativas, mis anhelos…
Este corazón -lo sé, lo sabes tan bien- es tan frágil… No es un corazón manso y humilde como el de Jesús. No es un corazón inmaculado como el tuyo. No es un corazón inocente como el de Teresita ni apasionado como el de Madre Teresa.
En este corazón frágil se suceden, Madre, las nobles aspiraciones y los bajos deseos. Se alterna la atracción por lo sublime y la tendencia a lo bajo y oscuro. Se entremezcla lo mejor y lo peor de lo que soy capaz…
Tú conoces mi corazón: te lo entrego así como es.
Y te pido que enciendas una y otra vez y avives en él el fuego del Espíritu, de ese Amor del Padre y del Hijo que ardía en el Tuyo desde tu Concepción, de ese fuego que Jesús vino a traer a la tierra y que en Pentecostés incendió los corazones de los Apóstoles, en tu presencia y con tu oración materna.
Yo también, Madre, quisiera traer Fuego a la tierra, como y en nombre de Jesús. Yo también, como Francisco Javier, oigo muchas veces en mi corazón las palabras de Ignacio al enviarlo al oriente: “Ite, inflammate omnia“. Yo también anhelo cumplir con las palabras que San Juan Pablo II, parafraseando a Santa Catalina, nos dirigió a los que en los albores del Tercer Milenio éramos jóvenes: “si son lo que deben ser, prenderán fuego al mundo”
Yo quisiera y necesito que Vos me ayudes a ser, como San Pío X, una llama ardiente que traiga a este mundo oscuro y frio la abundante luz y el calor transformante del Espíritu Santo.
Sólo si ese amor -y no mi pobre y egoísta amor humano- arde en mi interior seré un Buen Pastor.
Sólo entonces la caridad pastoral atravesará toda mi vida e inundará todas mis obras. Y me impulsará a buscar la oveja perdida, y vendar a la herida, y corregir a la rebelde, y alimentar a la pequeña. A ayudar a la que va demasiado rápido o lejos a no alejarse del rebaño, a alentar a la que camina demasiado lento a intentar ir más veloz.
Sólo podré ser Buen Pastor si tengo un Corazón absolutamente poseído por el Amor Infinito de la Cruz y de Pentecostés.
Gracias, Madre, por no cansarte de intentar modelar en mí ese corazón de Buen Pastor.
2 comentarios
Dejar un comentario