Quiero marianizar totalmente mi sacerdocio
VIII. En una palabra te consagro todo mi ser. Quiero marianizar totalmente mi sacerdocio. Quiero en tus manos ser, con toda mi vida, fuente de agua viva, regazo materno para el afligido, puente entre el Cielo y la tierra, hostia viva que se ofrece para gloria del Padre, y se da como alimento al mundo.
“Totus tuus”, quiso imprimir con radical entrega tu Siervo Juan Pablo II, ya desde mucho antes de subir a la Sede de Pedro.
Totus tuus significa que no hay aspecto ni dimensión de mi ser cristiano ni de mi vida sacerdotal que no te pertenezcan. Mi pasado, mi presente y mi futuro. Mis proyectos personales, mis talentos, mis éxitos… y también mis debilidades, mis miedos y mis fracasos.
Totus tuus que en mi vida personal encontró un eco tan profundo como sugerente en el magnífico y programático consejo de monseñor Tortolo. Al finalizar una homilía en un Jueves Santo, y abriendo su alma sobre todo a su presbiterio, les dijo que si antes de morir ante un pelotón de fusilamiento le ofrecieran un minuto para decir unas palabras a sus fieles, les diría: “Orad, orad, orad… y conversad con Dios". Pero si los destinatarios de sus palabras fueran sus sacerdotes, su consejo sería: “orad y marianizad vuestro sacerdocio“.
Marianizar mi sacerdocio ha sido, desde el momento en que conocí esta honda expresión, uno de mis deseos más profundos.
Marianizar mi sacerdocio significa no hacer nada sin vos, María, y hacerlo todo en Vos, por Vos, como Vos y para Vos.
Significa confiar -como don Bosco- en que todo apostolado puesto bajo tu poderosa intercesión lleva siempre fruto, lo vea yo o no.
Significa darte un lugar de privilegio en cada obra, hacerte presente en cada catequesis, mencionarte e invocarte en cada homilía, presentarte como modelo en cada consejo, darte un espacio en cada confesión y en cada momento de dirección espiritual.
Marianizar mi sacerdocio significa intentar conducir a las almas -a todas y a cada una en particular- a confiar y a entregarse completamente a Vos, con la certeza de que esta entrega es signo infalible de fidelidad a Cristo y prenda de salvación eterna.
Significa intentar vivir el célebre consejo de San Bernardo: “no se aparte María de tu boca ni de tu corazón".
Intentando marianizar mi sacerdocio, quiero en tus manos ser, con toda mi vida, fuente de agua viva, donde las personas puedan encontrar abundantemente el Agua pura de la Verdad y de la Gracia, donde puedan beber la sana doctrina y recibir el Espíritu que brotó del Costado de Jesús…
Quiero ser regazo materno para el afligido, porque sé que si soy consolado por Dios y por Vos es para poder consolar a los que están en toda tribulación, porque al actuar in persona Christi debo ser capaz de decir yo también: “Vengan a mí los afligidos y agobiados, y yo los aliviaré".
Quiero ser puente entre el Cielo y la tierra, y ser utilizado siempre y sólo para llegar a la Patria… que nunca las almas se detengan en mí, que simplemente muestre el camino, uniendo en mi persona y en mi ministerio las dos orillas, la del tiempo y la de la Eternidad… Quiero ayudar a todos a alcanzar la Gloria, porque ¿de qué le vale al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida?
Quiero, marianizando mi sacerdocio, ser hostia viva que se ofrece para gloria del Padre, y se da como alimento al mundo… Ser hostia viva significa que la Eucaristía celebrada en el altar se prolongue a cada instante de cada jornada, en la intensidad del amor que hizo decir a San Alberto Hurtado “mi misa es mi vida y mi vida es una misa continuada". Ser hostia viva es no sustraer nada de la entrega, es intentar -según el decir de San Josémaría Escriva de Balaguer- “que el sacrificio sea holocausto".
Yo quiero entregar mi cuerpo como una ofrenda pura, aceptando los dolores físicos que el Señor quiera permitir como participación del sacrificio de la Cruz. Quiero ofrecer mi alma y todos los dolores morales y espirituales: las noches, los momentos de incertidumbre, los fracasos, las traiciones, las incomprensiones, con paciencia y serenidad, con el espíritu de Getsemaní.
Quiero vivir en un constante amor oblativo, sólo posible en la experiencia previa del Amor incondicional y fundante de Dios y en tu ternura de Madre. Dejándome amar por ustedes, deseo amar hasta dar la vida, servir y no ser servido, y llegar a ofrecerme -como el mismo Jesús- como alimento. Dejándome devorar por las necesidades de mi pueblo, en la medida que así lo disponga tu Providencia.
Todo esto es posible sólo y en la medida en que pueda marianizar mi sacerdocio… Haz que nunca lo olvide, Madre, y que siempre vuelva a elegirlo. Amén.
8 comentarios
Que Dios lo bendiga. Saludos
“Queridos hermanos y hermanas, la meditación sobre el itinerario humano y espiritual de San José nos invita a apreciar la magnitud de la riqueza de su vocación y del modelo que él representa para todos los que han querido consagrar su vida a Cristo, tanto en el sacerdocio como en la vida consagrada o en diversas formas de compromiso en el laicado. En efecto, José ha vivido a la luz del misterio de la Encarnación, no sólo con una cercanía física, sino también con la atención del corazón. José nos desvela el secreto de una humanidad que vive en presencia del misterio, abierta a él mediante los detalles más concretos de la existencia. En él no hay separación entre fe y acción. Su fe orienta de manera decisiva su acción” (BENEDICTO XVI, 18 de marzo de 2009, viaje a Camerún y Angola)
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