Lo que no es una homilía
El domingo pasado, por razones de horario, fui a la Eucaristía en una iglesia a la que no suelo asistir. Fue una Misa rapidísima para ser un domingo, apenas duró veinticinco minutos. Eso sí, de esos veinticinco minutos, unos quince correspondieron a la homilía.
Tengo que confesar que, además, la homilía me gustó más bien poco. Para no cansar a los lectores, resumiré lo que no me gustó de aquel sermón, recordando la propia conclusión del mismo, que fue algo así como: Y todo esto le vendría muy bien escucharlo a muchas autoridades; especialmente a muchas autoridades religiosas.
Nunca deja de sorprenderme que haya sacerdotes que no sepan lo más básico con respecto a una homilía. La homilía no es un discurso, ni una catequesis, ni mucho menos una soflama político-eclesial. Lo que intenta es ayudar a los fieles a comprender cómo la Escritura que se ha proclamado dice algo a sus vidas. El sacerdote, con la autoridad de la Iglesia, parte para los cristianos el pan de la Palabra de Dios, para que puedan experimentar que Dios tiene algo que decirles.