Qué me importan los dogmas (San Atanasio)
Hoy se celebra la memoria litúrgica de San Atanasio y, en honor de este gran santo, doctor de la Iglesia y defensor infatigable de los dogmas definidos en Nicea, recupero este artículo que escribí hace casi diez años, titulado “Qué me importan los dogmas".
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Desde que escribo en este blog, he recibido multitud de comentarios que, más que negar un dogma u otro, lo que hacen es prescindir enteramente de los dogmas. Se afirma que lo único importante es querer a los demás o, como mucho, que basta con saber que Dios es nuestro Padre y que nos quiere. Lo demás, se dice, son “barroquismos”, “cosas de teólogos”, “antiguallas” que alejan el cristianismo de la gente y que no tienen ni ninguna importancia.
Mi primera impresión ante todo esto es que resulta curiosísimo que, en dos mil años de historia de la Iglesia, sólo ahora nos hayamos dado cuenta de que todo eso de los dogmas no tenía ninguna importancia. ¿A nadie le sorprende que, generación tras generación, la Iglesia haya vivido pendiente de los dogmas como algo que afecta al núcleo de la vida cristiana y, de repente, ahora descubramos que era irrelevante? La Iglesia de todas las épocas, incluida la primera Iglesia de los Apóstoles, ha considerado que el que no profesaba la fe de la Iglesia se separaba de ella: