Otra buena lectura postsinodal: San Atanasio
Hace un par de semanas recomendé el libro Santa Mónica. Las lágrimas de una madre como buena lectura postsinodal, para desintoxicarse un poco. Otra vida de santo que creo que conviene leer en estos momentos, también recientemente publicada por la Editorial Vita Brevis, es San Atanasio contra el mundo, obra de la misma autora, F.A. Forbes.
Si el lector ha tenido alguna vez la sensación de que está (casi) solo en un mundo que ha abandonado la fe católica, si se siente angustiado por los triunfos de la heterodoxia, si ha observado con horror que muchos de los encargados de defender la fe se avergüenzan de ella y la sustituyen por versiones aguadas y políticamente correctas, que lea esta vida de San Atanasio y se verá confortado. En efecto, descubrirá a un santo que se encontró en una situación similar pero aún peor, en la que la fe católica parecía irremediablemente condenada a desaparecer, devorada por las heterodoxias y aplastada bajo la dura bota del poder político.
La vida de San Atanasio fue apasionante, una verdadera vida de novela. Siendo aún un joven diácono, asistió al Concilio de Nicea, convocado por el Emperador Constantino, en el que se condenaron las tesis de Arrio. Los arrianos consideraban que Cristo no era realmente Dios, sino sólo una criatura; la más excelsa de las criaturas de Dios, pero criatura al fin y al cabo. En un momento emocionante de la historia de la Iglesia, los obispos reunidos en el concilio, muchos de los cuales habían sufrido torturas y persecución, rechazaron indignados el arrianismo y defendieron la fe católica en la Encarnación del Hijo de Dios.
San Atanasio nunca lo olvidó, a pesar de que el arrianismo, con el apoyo de los siguientes emperadores, se extendió como la pólvora, en lo que Newman llamó el “huracán arriano”, ya que en definitiva se trataba de una religión creada a medida de la mentalidad de la época y resultaba mucho más fácil de aceptar para los paganos. Además, los arrianos intrigaban constantemente para conseguir que césares, gobernadores o pseudosínodos desterrasen, depusieses o torturasen a los clérigos fieles a la fe con las excusas y acusaciones falsas más variopintas, de manera que, en unos pocos años, apenas quedaban obispos católicos. Como dijo San Jerónimo, “el mundo se despertó arriano”.
Entre todos los obispos católicos, a quien más odiaban los arrianos era a San Atanasio, que ya era patriarca de Alejandría, en Egipto. Fueron innumerables las falsas acusaciones, complots y atentados que planearon y ejecutaron para acabar con él (algunos curiosísimos, como el caso de la mano cortada). En varias ocasiones, logró escapar milagrosamente, ya fuera huyendo en barco por el Nilo o en las mismas narices de sus perseguidores.
De hecho, gran parte de sus años como obispo transcurrieron en la clandestinidad, perseguido por los emperadores y oculto entre sus amigos, los monjes y ermitaños del desierto egipcio de la Tebaida (ya que él mismo, en su juventud, había sido monje y discípulo de San Pacomio). Sin embargo, incluso en esos años, el incansable Atanasio no dejaba de escribir obras defendiendo la fe católica en la divinidad de Cristo.
Muchos no entenderán hoy a este santo. Más aún, lo tacharán de fundamentalista y pensarán que era absurdo por su parte enfrentarse así a tantos de sus “hermanos” sólo porque tenían opiniones teológicas diferentes, en lugar de dialogar y respetar el pluralismo de ideas. Precisamente por eso, es un santo que todo católico de hoy debe conocer, ya que su vida revela las miserias del indiferentismo y la tibieza en la fe que son característicos de nuestra época. San Atanasio es el mejor ejemplo de lo que debe ser la fe para un católico: algo en lo que nos jugamos la vida y que debe conservarse como un tesoro a toda costa.
San Atanasio también es un signo de esperanza para nosotros, de modo que sepamos que, como prometió Cristo, las puertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia Católica, por mucho que se multipliquen sus enemigos, tanto externos como internos. Tres siglos fueron necesarios para acabar con el arrianismo (cuyos últimos reductos se encontraban en España e Italia), pero la fe católica venció y el arrianismo desapareció.
San Atanasio contra el mundo es un libro sencillo, de introducción, que apenas llega a las cien páginas, de modo que está al alcance de cualquiera y se puede leer con gusto y sin esfuerzo. Ciertamente, por su sencillez, no es un libro aconsejable para los que ya conocen bien a este santo, pero sí para hacerse una primera idea de quién fue y disfrutar un relato ameno y muy interesante de la vida de un gran doctor de la Iglesia.
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El libro puede adquirirse en Amazon.com, Amazon.es, Amazon México, iTunes, Scribd o a través de la página web de la Editorial Vita Brevis, tanto en formato papel como electrónico (aunque en algunos países no puede conseguirse en versión Kindle).
7 comentarios
- San Pío X. El Papa Sarto, un papa santo
- San Vicente de Paúl. Entre príncipes y mendigos
A mi entender, eso es muy cierto del "arrianismo" actual, pero no tengo claro que lo fuera del arrianismo clásico, para el que la revelación a través de Cristo tenía la autoridad de Dios, aunque no fuera Dios mismo quien la hubiera protagonizado.
El comentario me parece muy perspicaz en lo referente al "arrianismo" moderno. Yo diría que la mayoría de los autores que atenúan, deforman o directamente niegan la divinidad de Cristo odian la misma idea de Revelación, porque les impone límites y, desde que eran adolescentes, les han enseñado que "nadie puede decirles lo que tienen que hacer". Por supuesto, ellos nunca lo dicen así, pero generalmente lo muestran sin darse cuenta. Las herejías actuales tienden a ser la versión "eclesial" del relativismo ambiente, que odia la Verdad y, por lo tanto, tiende a odiar sin saber por qué a la Verdad encarnada.
En ese sentido, aunque la herejía siempre es un rechazo de (parte de) lo revelado y por lo tanto de la Verdad, los herejes antiguos eran diferentes de los modernos porque no vivían en ese ambiente de profunda desconfianza frente a la idea misma de Verdad que (tristemente) caracteriza nuestra época.
Vicente Bretal
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