Propuesta para el Sínodo (IV): amor y enamoramiento
Una de las cosas positivas que ha tenido la polvareda levantada por el Sínodo de la familia es que ha sacado a la luz la deplorable situación de la catequesis sobre la familia en la Iglesia. A menudo, no ya los ateos y agnósticos, sino los mismos cristianos están a años luz de comprender lo que se discute en estos temas, porque nadie les ha enseñado los principios más básicos de la antropología cristiana. Son cosas que en otras épocas se podían dar por sobrentendidas, pero que ahora, tras de la falta de catequesis (o en algunos casos, anticatequesis) del último medio siglo, resultan absolutamente cruciales para el católico medio, que suele recibir su antropología de la televisión.
A mi entender, una de las grandes confusiones del mundo de hoy, que impide a millones de personas entender la doctrina católica sobre la familia, es la confusión entre amor y enamoramiento. Por eso tantos dicen que cuando un matrimonio ha “fracasado”, lo mejor es “rehacer su vida”. De ahí vienen también ideas como que el matrimonio “sólo es un papel” o que no tiene sentido la indisolubilidad del vínculo cuando “el amor se ha acabado”. En general, es una confusión que distorsiona por completo el concepto mismo de matrimonio, que es la base de la familia.