Propuesta para el Sínodo (IV): amor y enamoramiento
Una de las cosas positivas que ha tenido la polvareda levantada por el Sínodo de la familia es que ha sacado a la luz la deplorable situación de la catequesis sobre la familia en la Iglesia. A menudo, no ya los ateos y agnósticos, sino los mismos cristianos están a años luz de comprender lo que se discute en estos temas, porque nadie les ha enseñado los principios más básicos de la antropología cristiana. Son cosas que en otras épocas se podían dar por sobrentendidas, pero que ahora, tras de la falta de catequesis (o en algunos casos, anticatequesis) del último medio siglo, resultan absolutamente cruciales para el católico medio, que suele recibir su antropología de la televisión.
A mi entender, una de las grandes confusiones del mundo de hoy, que impide a millones de personas entender la doctrina católica sobre la familia, es la confusión entre amor y enamoramiento. Por eso tantos dicen que cuando un matrimonio ha “fracasado”, lo mejor es “rehacer su vida”. De ahí vienen también ideas como que el matrimonio “sólo es un papel” o que no tiene sentido la indisolubilidad del vínculo cuando “el amor se ha acabado”. En general, es una confusión que distorsiona por completo el concepto mismo de matrimonio, que es la base de la familia.


Por obra de la superficialidad de los medios de comunicación, tendemos a quedarnos con lo chocante e incluso lo grotesco y a olvidar lo importante. Por eso mismo, me temo que la parte de este viaje del Papa Francisco a tierras americanas que quedará en la memoria de muchos será la lamentable escena de Evo Morales entregándole un crucifijo hecho con una hoz y un martillo.
Durante el último año, en las conversaciones relativas al Sínodo sobre la familia, se han presentado diversas propuestas “pastorales” que afectan de lleno a la indisolubilidad del matrimonio. Así, hemos visto a algunos Padres sinodales y a otros obispos proponer
La Iglesia tiene como misión predicar la verdad: Id pues y enseñad a todas las gentes (cf. Mt 18,29). Si este encargo del mismo Cristo no se cumple, no sirve para nada el Sínodo, ni tiene sentido la Iglesia, ni merece la pena que yo escriba y los lectores lean este artículo. Proclamemos la verdad, enseñemos la verdad, disfrutemos de la verdad, no luchemos contra la verdad. El gran peligro del Sínodo es avergonzarse de la verdad, porque es el gran peligro de los católicos hoy. Nada hay peor que eso, puesto que avergonzarse de la verdad es lo mismo que avergonzarse de Cristo.



