Idiomas y ritos
Al ser traductor, con frecuencia me pide la gente sugerencias para aprender un idioma. Entre otras muchas cosas, cuando la persona que me lo pregunta es católica, le suelo aconsejar que rece el rosario o, si puede, que vaya a Misas celebradas en ese idioma. De esa forma, con frases que a uno le resultan familiares y que se repiten una y otra vez, se va acostumbrando a pensar y hablar directamente en el idioma que sea, en lugar de pensar en español y luego traducir. Yo mismo lo he hecho así muchas veces y he rezado innumerables rosarios o la liturgia de las horas en inglés, francés, alemán, italiano, griego o latín y he asistido cuando he podido a Misa en las parroquias inglesa o francesa de Madrid.
Según me han dicho en varias ocasiones los que han seguido mi consejo y según yo mismo he experimentado, una ventaja adicional de esta práctica consiste en redescubrir como algo nuevo lo que se está diciendo. Desgraciadamente, la rutina hace que muchas veces repitamos las oraciones sin pensar en lo que decimos y el pequeño esfuerzo de utilizar otro idioma nos puede ayudar a mantenernos atentos y en la tensión propia del que está orando, en lugar de balbucir palabras sin sentido.