A lo largo de la Escritura el Señor nos muestra que lo más importante es ocuparse del alma antes que del cuerpo, sin embargo, nos resulta muy difícil, para algunos es completamente imposible.
Ocuparse del alma empieza por adentrarse en uno mismo para observar la conciencia y los estados de ánimo con el propósito de reflexionar sobre ellos bajo el criterio que Dios ha venido ofreciéndonos desde la creación del mundo: estamos hechos para Él y no descansaremos hasta que le pertenezcamos por completo.
Quiénes son los que hallan paz, conservan el amor y se mantienen cimentados en su fe y en la esperanza sino aquellos que buscan a Dios y lo prefieren a todo lo demás?
Pues, eso! Los santos!
Ahora bien, el mal dormir me ha llevado a rezar el Oficio de Lectura, lo que ha sido una bendición ya que del mismo he aprendido que la noche es el momento perfecto para hacer las lecturas y salmos que la Iglesia a esa hora nos propone.
No es por casualidad que el Oficio menciona el pecado como sinónimo de noche, oscuridad, persecución y enfermedad así como la Misericordia vinculada a la luz del día, al arrepentimiento, al perdón de Dios y a la salud del alma.
El Oficio, además, me ha ayudado a comprender la importancia de ocuparme del alma y de unirme a Cristo en la Santa Misa ya que es la forma suprema de la Liturgia con la que el Señor ha elegido zambullirse dentro nuestro de modo que ya no pidamos nada distinto de el.
“No pedimos que nos des cosa distinta de ti. Porque tú eres todo lo nuestro: nuestra vida, nuestra luz, nuestra salvación, nuestro alimento, nuestra bebida, nuestro Dios. Infunde en nuestros corazones, Jesús querido, el soplo de tu Espíritu e inflama nuestras almas en tu amor, de modo que cada uno de nosotros pueda decir con verdad: Muéstrame al amado de mi alma, porque estoy herido de amor” San Columbano, Instrucción 13, sobre Cristo, fuente de vida 2-3
Ninguna otra cosa llega a preferir el alma, ni una vida cómoda, ni la riqueza, ni la belleza, ni una salud envidiable, ni ser persona exitosa o carismática, querida o importante en la comunidad; al contrario, halla su paz en verse la última, pecadora y necesitada del auxilio divino.
De la Sagrada Liturgia se sirve Dios para hacernos comprender que nuestra alma es lo más importante.
Así lo entiendo del Oficio de Lectura como de la Santa Misa, particularmente en su forma extraordinaria debido a que para mí, a diferencia del novus ordo, ha constituido un radical “cara a cara” ante Dios debido a la conciencia que tengo de mi desvalimiento.
Dicho de otra manera, en la misa según el novus ordo me percibo como la atrevida hemorroisa; en cambio, con el vetus ordo, soy el paralítico quien, colgando del techo, en todo depende de Dios y de sus semejantes.
El Señor, conociendo sus motivos y necesidades les concede la salud pero de diferente modo; en dos de los tantos modos que posee por el mero hecho de ser Dios.
Quiera el Señor nos ocupemos de nuestra alma haciendo el camino de introspección al que nos mueve la Sagrada Liturgia en lo que tiene de inabarcable.
Amen