InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categoría: Secularización interna de la Iglesia

16.09.24

No hay salvación en ningún otro

«…no hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos»
Hechos 4,12

Ríos de tinta han corrido desde que Francisco dijo que todas las religiones llevan a Dios. No algunas, sino ¡TODAS! Artículos de opinión, blogs, vídeos, mensajes en Redes Sociales, etc. Ahora bien, ¿saben ustedes de algún obispo que haya dicho algo al respecto? Hasta donde yo sé o hasta que estoy escribiendo este post, ninguno ha abierto la boca. De hecho, cuando Francisco firmó la declaración de Abu Dhabi en la que se puede leer…: 

«El pluralismo y la diversidad de religión, color, sexo, raza y lengua son expresión de una sabia voluntad divina, con la que Dios creó a los seres humanos. Esta Sabiduría Divina es la fuente de la que proviene el derecho a la libertad de credo y a la libertad de ser diferente».

… sólo Mons. Athanasius Schneider hizo oír su voz para constatar que tal declaración es contraria a la fe cristiana y católica. La declaración fue modificada precisamente en Kazajistán años después, aunque el original permanece inalterado. En cualquier otro momento de la historia habría sido impensable que un Papa firmara algo así, pero sobre todo, habría sido imposible que el episcopado mundial en pleno hubiera permanecido en silencio. La crisis arriana no fue nada comparada con la que hoy asola la Iglesia.

Leer más... »

11.09.24

Si fuerais ciegos, no tendríais pecado

Sordos, oíd, y vosotros, ciegos, mirad para ver.
Isaías 4,18

Jesús les respondió: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; mas ahora, porque decís: Vemos, vuestro pecado permanece.
Juan 9, 41

Cristo es la luz del mundo, la luz que alumbra a todo hombre. Y eso ha de ser especialmente cierto en aquellos que han recibido el don de la fe, una fe viva, que va acompañada de obras.

Sin embargo, hay una terrible ceguera espiritual en torno a lo que está ocurriendo en la Iglesia.

Ciego está quien no ve que Amoris Laetitia es el fin de la moral católica. Sus frutos son hoy muy claros. Ciego está quien no ve que Fiducia Supplicans es una blasfemia al pretender que Dios bendice el pecado. No es solo que se use el nombre de Dios en vano, sino que se profana de forma repugnante. Y todo ello viene de Roma.

Ciego está quien no ve que el falso ecumenismo supone el fin de la fe católica. Digo falso porque hay uno bueno, como es el caso de los ordinariatos anglocatólicos, que vienen a ser parecidos a los católicos de rito bizantino. Pero quien pretende que puede darse una comunión real entre quienes no profesan la misma fe, es porque le importa un bledo esa fe.

Ciego está quien no ve que el sincretismo lleva instalado en la Iglesia desde hace décadas, algo que este pontificado no hace otra cosa que reafirmar y, si cabe esa posibilidad, empeorar. Tan pronto se acepta sin más que un Papa reciba un rito animista o rece al lado de politeístas, como que se firme una declaración en la que se dice que Dios quiere que haya muchas religiones, o que se celebre un rito pagano en el corazón del Vaticano.

Ciego está quien no ve que Cristo ha sido destronado de las naciones que fueron cristianas, con la bendición de las más altas instituciones eclesiásticas. Ciego quiere estar quien no ve que se idolatra la Ilustración masónica, la democracia liberal y las constituciones ateas, aunque sus frutos sean tan espantosos que hasta cuesta creer que no haya un mínimo de reacción: familias destruidas, holocausto abortista, degeneración sexual, eutanasia, locura satánica de género. A veces parece que ni el mismísimo Satanás es capaz por sí solo de inventar tantos males como los que salen de los parlamentos que han sido votados por los ciudadanos.

Se me dirá, y no sin razón, que no es posible que la fe católica desaparezca. Tan cierto es eso como que Cristo lanzó la pregunta de si habría fe en la tierra a su regreso. Señal inequívoca de que habrá más bien poca.

Siempre quedará un remanente fiel. El Señor no se va a quedar sin testigos. Pero será eso, un remanente. No sé lo que pasará en los próximos años o décadas, pero sí sé que debemos pedir al Señor el don de la perseverancia final. Porque sin ese don, estamos perdidos.

Y le he dado tiempo para que se arrepienta, pero no quiere arrepentirse de su fornicación. He aquí, yo la arrojo en cama, y en gran tribulación a los que con ella adulteran, si no se arrepienten de las obras de ella. Y a sus hijos heriré de muerte, y todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriña la mente y el corazón; y os daré a cada uno según vuestras obras.
Ap 2,21-23

El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía.
Ap 22,11

Soli Deo gloria

Luis Fernando Pérez Bustamante

26.08.24

Sin hijos, sin futuro

Los que hace mucho que pintamos canas recordamos cuando en los 70 se hablaba mucho de la liberación de la mujer que iba a suponer su acceso al mercado de trabajo. Las mujeres podrían «realizarse» trabajando fuera sin tener que dedicarse solo al hogar. Maravilloso, ¿verdad? Pues hete aquí que hoy no tienen esa libertad. No pueden elegir trabajar o quedarse en casa. Tiene que trabajar sí o sí. 

La gran mayoría de los de la generación boom nacieron en una familia de clase media donde trabajaba solo el padre. Y en España, con más o menos holgura, llegaban a fin de mes. Algunos incluso aprovechaban la extra de junio para irse de vacaciones en verano. Hoy eso solo lo pueden hacer las familias ricas.

A eso se le llama progreso. Así lo explica un artículo del diario El País en su edición de hoy: Acercarse a los 40 y no tener hijos: “Ya no sé si es que no quiero o no quiero porque no puedo ni planteármelo”

Hay quien piensa que con políticas de apoyo económico a las familias, la natalidad puede despegar. Hungría está demostrando que eso no es así. Tras dedicar ni más ni menos que el 5% de su PIB a fomentar los nacimientos, estos se mantienen estables e incluso bajan.

Seamos claros, en Europa la gente no quiere tener hijos. La secularización y la apostasía están muy extendidas y también llegan a países como Hungría y Polonia. Las razones económicas son solo un factor que explica lo que está ocurriendo. Pero lo que de verdad está convirtiendo al continente en un país de viejos, es la adopción masiva de los métodos anticonceptivos y, en no poca medida, el aborto. Europa no solo no quiere hijos, sino que en casi todos los países los mata a mansalva antes de nacer. 

Leer más... »

7.07.24

En tiempos de desolación

Ni el más optimista de los modernistas del siglo XX podría haber pensado que justo cuando estamos a las puertas del primer cuarto del siglo XXI, la Iglesia parecería estar en manos de aquellos que luchan denodadamente por poner fin a más de veinte siglos de Tradición.

¿Quién de esos modernistas podía imaginar que hoy se daría de comulgar a adúlteros y amancebados?; ¿quién de ellos habría previsto, incluso bajo intoxicación etílica, que se bendecirían uniones homosexuales?; ¿cuántos sospecharon por un momento que, tras una reforma litúrgica pergeñada por masones, la Misa tridentina iba a ser perseguida e incluso prohibida?; ¿qué modernista de mediados del siglo pasado habría soñado con ver un altar profanado por budistas en Asís, un culto pagano en los jardines vaticanos, o un documento sincretista firmado por un Papa?

Y sin embargo, ese es el panorama al que se enfrentan los católicos que quieren ser fieles a Cristo y la Tradición de la Iglesia. Católicos que son perseguidos, insultados, despreciados y arrinconados por quien tiene el ministerio de confirmar en la fe. Se hace uso de la autoridad no para preservar a la Iglesia del error, sino para intentar destruir a los que quieren seguir creyendo hoy lo que siempre ha creído la Iglesia, a los que quieren celebrar la Misa como la celebraron miriadas de santos. Es la perversión de la autoridad. Algo bueno se corrompe para obrar el  mal.

Esa perversión de lo bueno se extiende a muchos ámbitos de la Iglesia. Por ejemplo, la misericordia se ha convertido en vía libre a la vida de pecado. La gracia se ha pisoteado ignorando la enseñanza del apóstol:

“Entonces, ¿qué? ¿Pecaremos, ya que no estamos bajo la Ley sino bajo la gracia? De ninguna manera”
(Rom 6,15)

Siendo así las cosas es hasta cierto punto normal que muchos tengan la tentación de salir corriendo. Ahora bien, ¿hacia dónde?. San Ignacio de Loyola tiene una frase muy oportuna para este tiempo: 

«En tiempo de desolación nunca hacer mudanza, mas estar firme y constante en los propósitos y determinación en que estaba el día antecedente a la tal desolación, o en la determinación en que estaba en la antecedente consolación. Porque, así como en la consolación nos guía y aconseja más el buen espíritu, así en la desolación el malo, con cuyos consejos no podemos tomar camino para acertar».

¿A qué nos llama el santo? No solo a no salir corriendo en tiempos como los actuales, sino a permanecer firmes en la consolación de andar por gracia en la verdad.

Leer más... »

26.06.24

O tempora, o mores

Cito de la obra Apologia pro vita sua de San Juan Enrique Newman. Habla de lo que era la Iglesia Católica del siglo XIX y establece una comparación con lo que era en tiempos patrísticos:

En conjunto, pues, tenemos razones para decir que si hoy día existe una forma de cristianismo que se distingue por su organización cuidadosa y el poder que se deriva de ella, si está extendida por todo el mundo, si destaca por el celoso mantenimiento de su propio credo, si es intolerante hacia lo que considera erróneo, si está ocupada en una guerra incesante con todos los demás cuerpos llamados cristianos; si, y sólo ella es llamada “católica” por el mundo, más aún, por aquellos mismos cuerpos, y si tiene en estima dicho título, si los llama heréticos y les previene del infortunio que se acerca, y los llama uno a uno para que se conviertan a ella, sobrepasando cualquier otro vínculo. Y si, por otra parte, ellos la llamaran seductora, ramera, apóstata, Anticristo y demonio, si la consideran su enemiga a pesar de lo mucho que difieren unos de otros, si se esfuerzan en unirse contra ella y no pueden, si solo son locales, si continuamente se subdividen y ella permanece una, si ellos caen uno tras otro, y preparan el camino para nuevas sectas y ella permanece la misma, esa comunión religiosa no es diferente al cristianismo histórico tal y como se nos presenta en la Era Nicena.

Y:

Luego, si ahora existe una forma de cristianismo tal que se extiende por todo el mundo, aunque con medidas diversas de importancia o de prosperidad en lugares distintos. Que se halle bajo el poder de soberanos y magistrados ajenos a su fe de diversos modos. Que naciones florecientes y grandes imperios, que profesan o toleran el nombre de cristiano se sitúen en contra suya como adversarios. Que escuelas de filosofía y de estudio apoyen teorías y lleven a cabo conclusiones hostiles a ella, y establezcan un sistema exegético subversivo sobre sus Escrituras. Que haya perdido iglesias enteras a causa del cisma y se le oponen hoy día comuniones poderosas que una vez fueron parte suya. Que haya sido del todo o casi desterrada de algunos países. Que en otros esté oculta su línea de enseñanzas, su grey oprimida, sus iglesias ocupadas, sus propiedades ostentadas por la que podría llamarse una sucesión duplicada. Que en algunos de sus miembros sean degenerados y corruptos, sobrepasados en diligencia, en virtud y en dones intelectuales por los mismos herejes a los que condena. Que abunden las herejías y haya obispos negligentes sin la autoridad propia. Y que entre sus desórdenes y sus temores haya una sola voz cuyas decisiones espera con confianza el pueblo, un nombre y una sede a la que miran con esperanza, y aquel nombre sea Pedro y aquella sede la de Roma, tal religión no es distinta del cristianismo de los siglos V y VI.

Leer más... »