En estos días ha sido portada y objeto de editoriales, artículos de opinión y análisis muy sesudos la destitución de Cayetana Álvarez de Toledo como portavoz del grupo parlamentario popular. El presidente del PP, Pablo Casado, ha puesto en su lugar a Concepción Gamarra (Cuca), ex alcaldesa de Logroño.
La diferencia entre ambas es que Cayetana es una liberal jacobina de manual. La segunda es una rajoyista/sorayista, igualmente de manual. La primera cree que hay que dar alguna batalla cultural a la izquierda, aun partiendo de principios liberales. La segunda asume gran parte de los principios culturales de esa izquierda. De hecho, se plantó en la última manifestación feminista cuando la pandemia ya estaba causando estragos. Y es autora de uno de esos mensajes en Twitter que sirven para que se entienda bien cuál es la ideología de una persona (*):
51 años de lucha a favor de la igualdad, de la diversidad, del respeto, de la libertad; 51 años luchando por normalizar lo que es normal. 51 años desde que, en Stonewall, se iniciará el movimiento #LGTBI. Ama a quien quieras. #DiadelorgulloLGTBI #Orgullo2020
Eso sí, ambas son partidarias de la despenalización del aborto, con todos los matices que se quieran (vean el de Cayetana, vean el de Cuca)-.
Cayetana aboga por dejar libertad de voto en temas moralmente delicados, Cuca es hija fiel y aplicada del sistema político del 78, en el que la disciplina de partido está por encima de cualquier consideración.
El que quizás sea el liberal más influyente en la opinión pública española, Federico Jiménez Losantos, ha escrito un artículo que deja bien a las claras por qué la causa del liberalismo pata negra está perdida, otra vez, en el PP.
De dicho artículo tomo una cita sobre una frase de Pablo Casado, actual lider de la “¿oposición?” en España:
“Un partido no puede pretender que una sociedad se parezca a él por mucha razón que tenga. Lo que debe hacer es parecerse a esa sociedad”
Como ven ustedes, el “no somos nadie” alcanza en Casado la perfección. En la Alemania de Hitler, el PP de Casado sería nazi, por eso de identificarse con la sociedad. Y en el Irán de los ayatollas, el PP de Casado sería la sección burguesa de los hijos de Jomeini.
Obviamente alguien así no se opone a nada. Es un mero ectoplasma russoniano que hace de tonto útil para el gobierno social-comunista.
La democracia, según Casado y el PP, es un mercado de votos. Por tanto, el cliente siempre tiene razón. Ese es su único principio. Ni valores ni nada. El que paga/vota, manda. Y si hay que cambiar, se cambia. Solo hay una excepción: cuando el cliente es católico. Entonces da igual sostener exactamente lo contrario de lo que se supone que quiere dicho cliente.
Y sin embargo, millones de los españoles que van a Misa seguirán haciendo un acto de apostasía votando ese engendro de partido y de ideología vacua e inane.
Concluyo. En el artículo de Losantos tienen ustedes argumentos para que un liberal no apoye a ese partido. De las razones católicas tradicionales, hoy ninguneadas y/o atacadas por la mayor parte de aquellos que deberían defenderlas y difundirlas, ya he escrito mucho. Hoy no toca.
Luis Fernando Pérez Bustamante
(*) Como en todas partes cuecen habas, conviene recordar que la estrella emergente de Vox, Macarena Olona -una especie de Cayetana bis-, tuvo a bien echar en cara a un sacerdote católico que escribiera algo contra la bendición de parejas “homosexuales".