En marzo del 2010 escribí un artículo sobre la “muerte digna”, que es el eufemismo que los defensores de la eutanasia utilizan para suavizar la indignidad de su postura. Dije:
Creo que todos estamos de acuerdo en que cuando alguien está en una fase terminal de una enfermedad, es apropiado aliviarle los sufrimientos si así lo pide. Ahora bien, no es lo mismo estar muriéndose que querer morir porque la vida que se lleva es muy “complicada” por causa de una enfermedad….
… el Estado no puede dedicarse a ayudar a morir a los que no quieren vivir. Por esa misma regla de tres, una persona que haya perdido mujer, hijos, padres o hermanos en un accidente, puede decidir que su vida no merece la pena ser vivida y pedir al Estado que le ayude a quitarse de en medio. Si dejamos en manos del hombre cuándo merece vivir y cuándo no, abrimos la puerta a la justificación social del suicidio y todo tipo de eutanasia. Y llegará un momento en que sea el Estado, y no la persona, quien tenga la última palabra sobre quién merece seguir viviendo y quién no.
En octubre del año anterior, 2009, le dediqué otro post al tristemente famoso, y ya fallecido, doctor Montes, a quien se acusó de dedicarse a sedar hasta la muerte a pacientes que él consideraba que no deberían seguir viviendo. Entonces escribí:
El doctor Montes es un médico peculiar. Partidario de la eutanasia, tenía como costumbre el practicar sedaciones propias de los enfermos terminales a los ancianos incautos que caían en sus manos en el servicio de urgencias del hospital Severo Ochoa de Leganés. Algunos de ellos murieron aunque, por lo que tengo entendido, la falta de una autopsia a tiempo impidió que se pudiera demostrar la relación directa entre la sedación y las muertes. Juzgado por ello salió indemne, a pesar de que los peritos médicos reconocieron que en no pocos de esos casos su praxis médica había sido inadecuada.
…. la figura del doctor Montes es el paradigma de lo que nos espera cuando el zapaterismo dé el siguiente paso en su «solución final» para lanzar a España por el abismo de la cultura de la muerte. Una vez que aprueben el aborto, es cuestión de tiempo que se metan con la eutanasia. Y aunque nos venderán que la misma será sólo legal por petición de los pacientes o sus familiares -cuando aquellos no puedan expresarse-, se abrirá la puerta para que los médicos sin escrúpulos decidan cuándo, cómo y a quién aplicar sedaciones «montesinas».
No fue Zapatero quien legalizó la eutanasia. Ha sido el gobierno de Pedro Sánchez, que es una versión aún más maléfica del primero. Por supuesto, el Tribunal Constitucional ha cumplido su papel de ser la voz de su amo dando el visto bueno a esa ley, como daría el visto bueno a otra que decretara que las personas altas y obesas deben ser sacrificadas. No se puede dar credibilidad a ese tribunal político, que sirve al gobierno de turno.
Cuando querían justificar la aprobación de la ley, insistían en que solo se aplicaría en casos muy extremos. Siempre hacen lo mismo. Lo hicieron con el aborto (hoy derecho), luego con las primeras leyes de parejas de hecho homosexuales (hoy matrimonio), y lo hacen con la eutanasia (mañana eugenesia). Lo que iba a ser una excepción se convirtió en la norma.
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