(InfoCatólica) Bruno Moreno acaba de publicar la novela Yo fui secretario de León XIV. Memorias de un futuro próximo en la editorial Vita Brevis. Se trata de la historia emocionante, divertida y entrañable de un sacerdote de pueblo español, elegido papa en un futuro cercano, y de su secretario, un humilde fraile franciscano más hábil con la escoba que con la pluma.
Humanamente hablando, la Iglesia que tiene que pastorear el nuevo papa León XIV está hecha un completo desastre: abandonada por gran parte de los fieles, acosada por sus enemigos y sin dinero ni medios para nada. Entre intentos de asesinato, clérigos traidores que quieren cambiar la fe católica para adaptarla al Panmundialismo, la desgana de los católicos que quedan y el Vesubio haciendo de las suyas, el pontífice se pregunta, comprensiblemente, por qué Dios le tuvo que elegir precisamente a él.
D. Bruno, ¿por qué se le ha ocurrido escribir una novela? ¿Es que no sabe que no dan dinero?
En cierto modo, me he visto obligado a escribirla, como me ha pasado con todos mis libros.
¿Obligado? ¿Por qué?
Porque es lo que me gustaría leer y veo que nadie lo escribe. Al menos no exactamente. Así que tengo que escribirlo yo. Qué más quisiera que otros hicieran el esfuerzo y a mí solo me tocara disfrutar del resultado.
Esta novela en particular, en el escenario de un futuro más o menos cercano, responde a las preguntas que tantos católicos nos hacemos: ¿y si las cosas se pusieran aún peor en la Iglesia? ¿Y si los próximos papas no supieran o no pudieran atajar la crisis en la que ya estamos?
¿O sea, que es como un desahogo?
Casi un exorcismo. Entre los que queremos permanecer fieles a la fe, la tentación más frecuente hoy es la de la desesperanza y el desánimo por los problemas de la Iglesia. Tendemos a quejarnos mucho y rezar poco. En ese sentido, imaginar una situación aún peor que la actual, si se hace desde la fe, puede ayudar a recuperar la esperanza. Pero ojo, que la esperanza cristiana no se parece en nada al optimismo del mundo. Ave Crux, spes unica!
¿Entonces se trata de escapismo, de una fantasía en la que el autor puede huir de la realidad que no le gusta?
No, todo lo contrario. Si fuera ese tipo de fantasía, la novela habría salido muy mal, porque quizá su tema fundamental es el de la gracia en medio del fracaso de los buenos. La larga derrota del cristiano, como decía Tolkien.
De hecho, renuncia a la escapatoria más común en estas materias, que es pensar que las cosas van mal en la Iglesia porque los obispos el Papa o quien sea son torpes o malos y, si hicieran las cosas como se debe, todo iría bien. En cambio, la novela se pregunta: ¿y qué pasa cuando los que dirigen la Iglesia hacen las cosas bien y, aun así, el resultado es el fracaso?
No nos tenga en ascuas, ¿qué pasa entonces?
Lea la novela.
Estoy en ello, estoy en ello. Y me está gustando. ¿Cómo describiría la novela para los que no la han leído?
Es difícil de describir… Quizá como un apocalipsis de andar por casa.
Con eso no termina de quedar muy claro. Díganos a qué se parece para que nos hagamos una idea.
La acción transcurre en el Vaticano, pero situándose confortablemente, como decía, a un nivel muy de andar por casa… Es una mezcla de las historias de don Camilo y el Señor del Mundo de Benson, con algunos toques de Historia de un cura rural.
Entonces, ¿se puede decir que es una novela apocalíptica?
El tema del fin de los tiempos está presente en toda la novela y León XIV se esfuerza por explicar que en el libro del Apocalipsis está la clave para entender la totalidad de la historia de la Iglesia. Los personajes, sin embargo, como nos sucede a nosotros, no saben si el fin está llegando o no y a la mayoría ni siquiera se les ocurre pensar en ello. Que es exactamente lo que sucederá cuando vuelva Cristo, como Él mismo nos advirtió.
Ahora que lo dice, me ha llamado la atención que se mezclan temas escatológicos sobre la Iglesia, Dios o los últimos tiempos, con ocurrencias y peleas cotidianas de los personajes.
Claro, porque siempre ocurre así en la historia de la Iglesia: se mezclan lo divino y lo humano. Basta leer los evangelios para ver que, cuando el Hijo de Dios se encarnó, los que estaban a su alrededor andaban preocupados por tonterías: quién sería el primero, las disputas entre judíos y samaritanos o si Israel iba a ser por fin la nación más poderosa. Los seres humanos somos así: tenemos miras muy cortas. Y sin embargo, la fuerza de Dios se manifiesta en nuestra debilidad.
Pues a mí las riñas entre el secretario y la monja me han resultado muy entretenidas. Es una de las cosas que más me están gustando de la novela. Además del gato, claro.
Me alegro, mi esposa dice lo mismo. Y, si algo me han enseñado los años de casado, es que ella siempre tiene razón [risas].
Ahora que menciona a su esposa, he notado que los tres ilustradores tienen el mismo apellido, que es el suyo…
Sí. Algunos de mis hijos querían aprender a hacer ilustraciones y pensé que era una buena idea matar dos pájaros de un tiro. Así que les enseñé a hacer dibujos rápidos estilo Quentin Blake, que son los más fáciles para empezar, y nos divertimos mucho dibujando a los principales personajes de la novela. Espero que la portada dé una idea de lo que es la novela, que trata temas serios, pero intenta hacerlo de forma amena y con humor.
A mí me ha encantado: el guardia de seguridad gordo, los niños, la monja y el secretario discutiendo, nuestra Señora y el dragón… y el papa rezando. ¿Es significativo que el papa esté rezando en la portada?
No lo había pensado, pero sí lo es. A veces creemos que el único que importa en la Iglesia es el papa y que es él quien tiene la solución a todos los problemas y todas las respuestas. Me temo que esta idea viene menos de la teología que del hecho el papa sale en la televisión [risas]. Lo cierto es que quien dirige la Iglesia es Cristo y no los hombres. El papa, al igual que el último fiel, vive entre misterios que le quedan grandes y experimenta cada día su propia debilidad y miseria. Estamos llamados a esforzarnos e incluso dar la vida siguiendo a Cristo, pero la solución de nuestros problemas siempre, siempre, siempre viene del cielo y la lección más importante que todos debemos aprender, incluidos los pontífices, es dejar hacer a Dios.
No se me ocurre una forma de terminar mejor que esa.
Ni a mí tampoco.
Yo fui secretario de León XIV
480 páginas
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