(InfoCatólica) El cardenal Koch ha concedido una interesante entrevista a Die Tagespot en la que aborda la crisis que está sufriendo la Iglesia por el ataque a la fe católica desde dentro de la propia institución eclesial. Preguntado por si sigue teniendo vigencia su lema episcopal, Cooperatores veritatis, y si tenía razón Benedicto XVI al denunciar la dictadura del relativismo, responde:
«Esta dictadura está muy extendida hoy en día. Porque uno de los supuestos básicos del zeitgeist (ndr:espíritu del tiempo) es que las reivindicaciones de la verdad se equiparan inmediatamente con el adoctrinamiento y la intolerancia, con el fundamentalismo y el fanatismo».
Más adelante, el purpurado suizo recuerda que:
«La fe cristiana es el replanteamiento disciplinado de lo que Dios ha pensado y dicho antes que nosotros. No podemos disponer de esta verdad revelada; sólo podemos recibirla y transmitirla con humildad. Ahí radica la verdadera fuerza vinculante de la verdad revelada por Dios».
Ante la posibilidad de que la Iglesia Católica en Alemania tome un camino distinto al del resto de la Iglesia, creando una especie de iglesia nacional, el prelado responde que ningún cristiano puede ir por libre:
«El primer destinatario de la revelación de la verdad de Dios no es simplemente el cristiano individual. Porque no puede creer por sí mismo, sino sólo con la Iglesia. El cristiano individual sólo puede vivir su fe en la comunidad de fe de la Iglesia. El primer destinatario de la verdad revelada por Dios es, pues, la Iglesia, es decir, la Iglesia universal. El anuncio y la teología son fecundos cuando sus agentes creen y piensan junto con toda la Iglesia y se orientan al verdadero «origen» de la fe cristiana, es decir, a la revelación de Dios y su transmisión en la tradición viva de la Iglesia.
Cuando la revelación ya no es la medida del anuncio y la teología, sino que, por el contrario, el propio pensamiento quiere decidir lo que pertenece a la revelación de Dios, surge el impulso irresistible de desarrollar una teología y un anuncio originales. Lo que el Concilio Vaticano I dijo sobre el Papa se aplica también a todos los católicos: «El Espíritu Santo no fue prometido a los sucesores de Pedro para que sacaran a la luz una nueva doctrina por medio de su revelación, sino para que con su ayuda conservaran e interpretaran fielmente la revelación transmitida por los apóstoles o el legado de la fe» (DS 3070)».
Y ante la tesis, difundida en Alemania incluso entre obispos, de que podría haber más fuentes de la revelación además de las comunmente aceptadas, como sería el caso de los «signos de los tiempos», el Prefecto del Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos es tajante:
«Me irrita que, además de las fuentes de revelación de la Escritura y la Tradición, se acepten nuevas fuentes; y me asusta que esto ocurra -de nuevo- en Alemania. Pues este fenómeno ya se produjo durante la dictadura nacionalsocialista, cuando los llamados «cristianos alemanes» vieron la nueva revelación de Dios en la sangre y la tierra y en el ascenso de Hitler. La Iglesia Confesante protestó contra esto con su Declaración Teológica de Barmer en 1934, cuya primera tesis dice: «Rechazamos la falsa doctrina como si la iglesia pudiera y debiera reconocer otros eventos y poderes, figuras y verdades como revelación de Dios aparte y además de esta única palabra de Dios como fuente de predicación».
La fe cristiana debe interpretarse siempre de forma fiel a sus orígenes y contemporánea. La Iglesia está, pues, obligada a tomar buena nota de los signos de los tiempos y a tomarlos en serio. Pero no son nuevas fuentes de revelación. En el proceso de tres pasos del conocimiento fiel -ver, juzgar y actuar- los signos de los tiempos pertenecen al ver y de ninguna manera al juzgar junto a las fuentes de la revelación. Echo de menos esta necesaria distinción en el texto de orientación del «Camino Sinodal».
Por último, el cardenal advierte del peligro de separar la libertad de la verdad:
«Veo el mayor peligro hoy en día en el hecho de que la verdad y la libertad ya no se ven juntas, sino que se desgarran. En la teología alemana actual existe una fuerte tendencia a asumir que la libertad es el valor más alto para el ser humano y a juzgar a partir de ella lo que puede seguir considerándose verdad de fe y lo que hay que tirar por la borda. En cambio, la fe cristiana se enfrenta al reto elemental de mostrar de forma nueva y sobre todo de vivir que no puede haber libertad más allá de la verdad de la fe, en la medida en que la verdadera libertad consiste en avanzar por el camino de la verdad».