(InfoCatólica) Manuel Infante, párroco de la de San Juan Bautista de la Concepción en La Solana, Ciudad Real, ofreció una charla sobre la participación de las mujeres en la Biblia en la sede de la Asociación de Mujeres y Familias del Ámbito Rural. En ella defendió el sacerdocio ministerial femenino, cuestión que consideró «una asignatura pendiente». Su opinión defendida públicamente contradice el magisterio ordinario y universal infalible de la Iglesia sobre esta cuestión.
Manuel Infante fue presentado por la presidenta local de la asociación, Dolores Manzano, quien dijo que iba a explicar figuras femeninas clave para los creyentes, como Eva, que la Biblia presenta de forma bien distinta a la imagen que habitualmente se tiene de ella, la Virgen María como centro neurálgico, además de María Magdalena, Noemí o Ruth, entre otras.
Trató de destacar las cualidades de esas mujeres en la fe, recordando que la cultura del pueblo hebreo siempre fue muy machista «mientras en la Biblia aparecen estas y otras mujeres que participan de forma muy contundente en los designios de Dios». Es más, aseguró, cuando aparece una mujer «es para cambiar el rumbo perdido del pueblo de Dios».
En opinión de este sacerdote, el dominio del hombre en el control de la Iglesia es un hecho: «la iglesia siempre ha sido muy masculina y hemos decidido los varones». Para corroborar su afirmación, contó que tenía una amiga que, en tono irónico, le decía que la autoridad en la iglesia la tienen los hombres mientras ellas hacen lo verdaderamente importante. Y añadió que «el 99 por ciento de los formadores en la fe son mujeres; nosotros los curas salimos en la foto pero el peso de la comunidad lo llevan ellas».
En cuanto al sacerdocio femenino, Manuel Infante no tuvo inconveniente en posicionarse a favor. Entre sus razones esgrimió la de que «no he encontrado razones teológicas profundas para pensar que una mujer no tiene cualidades o capacidad para ser sacerdote». Y añadió que si ejercer ese ministerio «es un don de Dios, los dones de Dios no tienen género ni sexo». Concluyó afirmando que «de momento está difícil, pero llegará».
Ignora o se opone al magisterio definitivo e infalible de la Iglesia
Lo cierto es que la Iglesia Católica ya se ha pronunciado sobre esa cuestión de forma definitiva e infalible por medio de su magisterio ordinario. En el año 1976 la Congregación para la Doctrina de la Fe publicó la declaración "Inter insigniores" en la que se explicaba todas las razones teológicas que llevan a la Iglesia a no aceptar la ordenación sacerdotal de las mujeres.
Posteriormente, en el año 1994, el Papa Juan Pablo II publicó la carta apostólica "Ordinatio sacerdotalis", que concluía con la siguiente declaración solemne:
Por tanto, con el fin de alejar toda duda sobre una cuestión de gran importancia, que atañe a la misma constitución divina de la Iglesia, en virtud de mi ministerio de confirmar en la fe a los hermanos (cf. Lc 22,32), declaro que la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia.
A pesar de la claridad y la contundencia del magisterio pontificio, un grupo de fieles elevaron a la Congregación para la Doctrina de la Fe una pregunta sobre "si la doctrina que debe mantenerse de manera definitiva, según la cual la Iglesia no tiene facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres propuesta en la Carta Apostólica Ordinatio sacerdotalis, se ha de entender como perteneciente al depósito de la fe". La respuesta fue igualmente clarificadora:
Sí.
Esta doctrina exige un asentimiento definitivo, puesto que, basada en la Palabra de Dios escrita y constantemente conservada y aplicada en la Tradición de la Iglesia desde el principio, ha sido propuesta infaliblemente por el Magisterio ordinario y universal (cf. Lumen gentium, 25,2). Por consiguiente, en las presentes circunstancias, el Sumo Pontífice, al ejercer su ministerio de confirmar en la fe a sus hermanos (cf. Lc 22,32), ha propuesto la misma doctrina con una declaración formal, afirmando explícitamente lo que siempre, en todas partes y por todos los fieles se debe mantener, en cuanto perteneciente al depósito de la fe.
El Sumo Pontífice Juan Pablo II, durante la Audiencia concedida al infrascrito Cardenal Prefecto, ha aprobado la presente Respuesta, decidida en la Reunión ordinaria de esta Congregación, y ha ordenado su publicación.
Roma, en la sede de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el 28 de octubre de 1995, en la fiesta de los Santos Simón y Judas.
Joseph Card. Ratzinger
Prefecto