InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Moral

30.07.15

Propuesta para el Sínodo (IV): amor y enamoramiento

Una de las cosas positivas que ha tenido la polvareda levantada por el Sínodo de la familia es que ha sacado a la luz la deplorable situación de la catequesis sobre la familia en la Iglesia. A menudo, no ya los ateos y agnósticos, sino los mismos cristianos están a años luz de comprender lo que se discute en estos temas, porque nadie les ha enseñado los principios más básicos de la antropología cristiana. Son cosas que en otras épocas se podían dar por sobrentendidas, pero que ahora, tras de la falta de catequesis (o en algunos casos, anticatequesis) del último medio siglo, resultan absolutamente cruciales para el católico medio, que suele recibir su antropología de la televisión.

A mi entender, una de las grandes confusiones del mundo de hoy, que impide a millones de personas entender la doctrina católica sobre la familia, es la confusión entre amor y enamoramiento. Por eso tantos dicen que cuando un matrimonio ha “fracasado”, lo mejor es “rehacer su vida”. De ahí vienen también ideas como que el matrimonio “sólo es un papel” o que no tiene sentido la indisolubilidad del vínculo cuando “el amor se ha acabado”. En general, es una confusión que distorsiona por completo el concepto mismo de matrimonio, que es la base de la familia.

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16.07.15

Polémicas matrimoniales (XXVI): Tolkien y el matrimonio

Tolkien

Para variar un poco, en lugar de hablar de obispos y teólogos, hoy traigo al blog y a esta serie de “Polémicas matrimoniales” unas palabras de J.R.R. Tolkien. Se trata de una carta a su hijo Michael Tolkien, en la que Tolkien padre comparte sus opiniones y experiencias sobre el matrimonio y la relación entre hombres y mujeres.

A mi juicio, precisamente el hecho de no ser palabras de cara a la galería, sino el consejo sincero y de corazón de un padre a su hijo, otorga un valor especial al texto. Además, esta carta nos puede ayudar a comprender mejor los libros de Tolkien al vislumbrar cómo entendía su autor el amor, la fidelidad, el sacrificio y el compromiso, temas que son fundamentales en sus escritos.

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14.07.15

Humildad, protagonismo y liturgia

Hace poco, con ocasión de la memoria litúrgica de una (¡espléndida!) santa carmelita, el sacerdote de la parroquia donde asistí a misa predicó sobre la humildad. Por sus palabras, deduje que básicamente estaba a favor de la misma. Haciendo gala de un sentido lógico admirable, también se mostró en contra de sus vicios opuestos, la soberbia y el orgullo, que calificó con gran acierto como “algunos de los pecados más horribles que existen".

Unos minutos después, sin embargo, el mismo sacerdote se inventó por completo la plegaria eucarística, con la excepción de la consagración y la doxología final. Sustituyó el texto del misal por una nueva tanda de reflexiones propias de tipo buenista-moralista, una especie de segunda homilía claramente dirigida a los fieles que estábamos allí, en lugar de a Dios.

Como sabrán los lectores, el autor de estas líneas no es precisamente un experto en humildad, pero aun así sentí que había algo que chirriaba en esa yuxtaposición. En efecto, aunque se haga con buena intención, difícilmente podría encontrarse una actitud menos humilde que la de sustituir la liturgia de la Iglesia por las propias elucubraciones. Por tres razones.

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7.07.15

Propuesta para el Sínodo (III): el matrimonio para toda la vida

Durante el último año, en las conversaciones relativas al Sínodo sobre la familia, se han presentado diversas propuestas “pastorales” que afectan de lleno a la indisolubilidad del matrimonio. Así, hemos visto a algunos Padres sinodales y a otros obispos proponer indisolubilidades disolubles, caminos penitenciales que terminan en la aceptación del pecado por el que se hace penitencia, segundas uniones civiles “tan indisolubles como las primeras”, la invención de nuevas prerrogativas papales para disolver lo indisoluble, una vuelta a la ley mosaica, adulterios que son un “acercamiento a Dios” y el acceso a la comunión de aquellos cuya vida contradice gravemente la ley de Dios.

Todas estas propuestas incluyen referencias a “mantener la indisolubilidad”, al menos en teoría, así como diferentes eufemismos para no usar la palabra divorcio, pero creo que es importante que no nos engañemos. Por mucho que se quiera evadir la cuestión principal, la lógica no miente. O el matrimonio es para toda la vida o no lo es. Tertium non datur, no existe una tercera opción. Si se introduce la posibilidad del divorcio en la Iglesia, desaparece el matrimonio indisoluble, porque ambas cosas son contradictorias entre sí.

A veces se presenta la introducción del divorcio como misericordia para los que quieren divorciarse, pero nadie parece acordarse de tener misericordia con los demás, porque es algo que no sólo nos afecta, sino que es un ataque despiadado contra nuestros matrimonios. Si el divorcio se aceptase en la Iglesia, aunque fuera por la puerta de atrás, inmediatamente nuestros matrimonios dejarían de ser indisolubles y para toda la vida. No hablo del matrimonio “en general”, si es que eso existe, hablo de mi matrimonio concreto, del de mis padres, del de mis hermanos y del de todos los católicos que estamos casados. Me quitarían, nos quitarían, algo que es más precioso que el oro (cf. 1P 1,7).

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22.06.15

Propuesta para el Sínodo (II): predicar la verdad

La Iglesia tiene como misión predicar la verdad: Id pues y enseñad a todas las gentes (cf. Mt 18,29). Si este encargo del mismo Cristo no se cumple, no sirve para nada el Sínodo, ni tiene sentido la Iglesia, ni merece la pena que yo escriba y los lectores lean este artículo. Proclamemos la verdad, enseñemos la verdad, disfrutemos de la verdad, no luchemos contra la verdad. El gran peligro del Sínodo es avergonzarse de la verdad, porque es el gran peligro de los católicos hoy. Nada hay peor que eso, puesto que avergonzarse de la verdad es lo mismo que avergonzarse de Cristo.

Digo esto tan básico porque, cuando iba a celebrarse el Sínodo extraordinario del año pasado, me llamó la atención un pobre obispo, ¡Dios le perdone!, que dijo algo así como “no estamos aquí para volver a repetir lo mismo”. Es una de esas frases escalofriantes que uno lee dos veces, para comprobar que ha leído bien y que realmente provienen de los labios de un obispo católico. Como diría San Pablo, sin embargo, oportet haereses esse (cf. 1Co 11,19), que podríamos traducir libremente así: conviene que haya quien diga barbaridades para que quede claro que son barbaridades y haya ocasión de reafirmar la verdad contraria.

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