Los tiempos son lo que somos nosotros
David en Pixabay

Los tiempos son lo que somos nosotros

No tiene sentido la expresión: «¡Cómo es posible que en pleno siglo XXI ocurran estas cosas¡». Si el hombre moderno no es moralmente bueno, pueden ocurrir cosas aún peores a las ya acaecidas.

Es famosa la frase: «No son treinta pesos, son treinta años». Ahora hablamos de los cincuenta años. Los medios de comunicación nos ponen al tanto del intenso debate suscitado por todo lo que esto significa. Y en nuestra Región de La Araucanía está el recuerdo de su incorporación al Estado chileno hace más de ciento sesenta años, con sus consecuencia duraderas hasta hoy.

San Agustín de Hipona escribió en el siglo V: «Dicen que los tiempos son malos, difíciles. Vivamos bien y los tiempos se volverán buenos. ¡Nosotros somos los tiempos! ¡Los tiempos son lo que somos nosotros!».

La mirada retrospectiva de la propia vida y de la sociedad muestra la dimensión moral de la historia. Sus acontecimientos son fruto del libre obrar humano. Detrás de cada hecho hay decisiones de personas de carne y hueso. Hay actos heroicos que engrandecen a sus protagonistas y a su tiempo. Y hay actos viles, que los envilecen

El tiempo humano -pasado, presente y futuro- no puede reducirse al transitar de los años. Tampoco se puede considerar como el despliegue necesario de eventos determinados por la naturaleza de las cosas, en la que el ser humano es un engranaje más, carente de verdadera libertad.

La comprensión moral del tiempo y de la historia ayuda a evitar una mirada maniquea, dialéctica y determinista. En lo profundo está el misterio del hombre. Los tiempos pasados no son buenos ni malos por ser pasados, ni por ser otros los que vivieron en ellos. Y el tiempo presente no es bueno ni malo por ser presente, ni porque nosotros seamos los que vivimos en él. No siempre «todo tiempo pasado fue mejor». Y no tiene sentido la expresión: «¡Cómo es posible que en pleno siglo XXI ocurran estas cosas¡». Si el hombre moderno no es moralmente bueno, pueden ocurrir cosas aún peores a las ya acaecidas.

La historia es una realidad moral del hombre. Nadie es el mal -el mal no tiene entidad, es pura ausencia del bien debido-, ni es tampoco el Bien, pues eso solo Dios lo es. El hombre es un ser bueno, pero cuyo obrar se puede volver malo, al no orientarse al fin último, que es Dios. En nuestra realidad histórica concreta y contingente, marcada de hecho por el pecado, nada es tan malo que no pueda tener algo de bueno, ni nada es tan bueno que no tenga algún desorden.

Por la fe, sabemos que toda persona está imposibilitada de cumplir todo el bien que le es debido, ni puede alcanzar su fin último, que es gozar de Dios en el Cielo. Para ello es necesaria la gracia redentora de Cristo.

Del mismo modo como miramos y juzgamos el pasado lo hemos de hacer con nuestro presente. Nuestro tiempo será mejor si como personas somos mejores. Cuando a una sabia mujer le preguntaron qué cambiaría de la sociedad, respondió: «A mí misma»(Santa Teresa de Calcuta). Cambiemos nosotros y cambiará Chile.

 

1 comentario

Roberto Ibarra V
Amen.
14/09/23 4:48 PM

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