¿Cuándo empezamos a ser persona?
En la actualidad se están expandiendo en el mundo y en nuestra nación ciertas prácticas, como la Pastilla del Día Siguiente, el Aborto o la Fecundación in Vitro, que hacen referencia a un mismo problema filosófico: ¿en qué momento comienza a existir una persona?
O en otras palabras: esa primera unión del espermatozoide y el óvulo antes de empezar a tener aspecto humano, antes de haber anidado en el útero materno, antes de haber comenzado la primera división mitótica, antes incluso de concluir la formación plena del cigoto, ¿es ya una persona, o existe la posibilidad de que un ser humano biológicamente constituido no sea aún persona?
Sólo desde una atención coherente a esta pregunta es que podremos dar respuesta a esas prácticas que San Juan Pablo II no dudó en condenarlas en su carta encíclica Evangelium Vitae.
Sin lugar a dudas, esta cuestión es de suma vigencia e importancia para nuestro entorno, nuestra generación y el mundo que dejemos a las generaciones que nos sucedan.
‘Persona’ y ‘Ser Humano’, dos conceptos inseparables
Primeramente, nuestra atención se centrará en la Instrucción de la Congregación para la Doctrina de la Fe Dignitas Personae, en la cual se afirma que «A cada ser humano, desde la concepción hasta la muerte natural, se le debe reconocer la dignidad de persona» (Congregación para la Doctrina de la Fe, 2008).
Ya desde el primer número de esta instrucción se vislumbra la inseparabilidad de dos conceptos diversos: el de «ser humano» y el de «persona». Diversos en sus orígenes etimológicos y en sus implicaciones filosóficas. Sin embargo, no es labor de este trabajo desarrollar las diferencias, sino más bien evaluar hasta qué punto esta inseparabilidad nos demuestra que una simple célula ya posee la dignidad propia de la persona, y en qué modo.
En la filosofía actual
Ahora bien, sinceramente, pocos filósofos van a decir: «Amén» a lo que diga la Congregación para la Doctrina de la Fe. Por el contrario, la mayoría de los pensadores de las actuales corrientes filosóficas sostienen que una célula no es una persona, sino que la personalidad se fundamenta en la racionalidad. Esto es, que la esencia, lo que hace propio y distingue a la persona de los demás seres que habitan este mundo, es la capacidad de razonar, propia y única del ser humano.
En base a esto, podemos estructurar el argumento al que nos enfrentamos en este trabajo de la siguiente manera:
- La persona es de naturaleza racional
- La capacidad racional del ser humano se desarrolla en el cerebro
- Un cigoto no tiene cerebro
=> Un cigoto no es persona
Dicho de otro modo: si yo me corto una uña y le realizo un análisis de ADN, resultará que tiene un ADN humano; pero esa uña, por muy humana que sea, no es una persona. No lo es por el principio de unidad: Esa persona a la que hace referencia el ADN encontrado en la uña soy yo, que tengo autoconciencia de mí por mi capacidad racional; pero como esa uña no está unida a mi cerebro sino que ha sido separada, por mucho ADN humano que tenga, no es una persona, porque no tiene un cerebro humano desarrollado. Así invalidan el argumento del ADN.
¿Cuándo aparece el cerebro?
El origen más remoto del cerebro se da en el día 14 del desarrollo (Sadler, 1992 - Quinta Edición), aunque será en la semana 14 cuando tome su forma normal y seguirá desarrollándose hasta los 25 años de edad.
Si adoptamos el planteamiento expuesto arriba, deberíamos remitirnos a este dato para suponer que antes del día 14 es absolutamente imposible que exista ningún tipo de racionalidad en el embrión y que, por tanto, hasta ese momento no se puede sustentar que el embrión humano con un ADN humano completo sea considerado como persona. Es más, lo que tenemos aquí es una «línea primitiva» que se denomina así justamente porque es el principio de la generación del sistema nervioso central, que aún no está desarrollado en plenitud. No se puede decir que la línea primitiva sea muestra valedera de racionalidad.
De la misma manera que sería bastante absurdo argumentar que un ser humano de menos de 25 años no es una persona por el hecho de que su cerebro aún no está plenamente desarrollado, entenderemos que el desarrollo del cerebro no es la cuestión, sino su presencia que, como mencionamos arriba, surge en el día 14 desde la fecundación. Esa línea primitiva, que aún no es capaz de realizar ningún ejercicio de racionalidad humana, se marcaría entonces como el origen del ser persona, porque desde ese momento se adquiere la potencialidad de razonar.
Razonar y ser apto para razonar
Sin embargo, ¿acaso esa potencialidad se da recién en este momento? ¿Es que la línea primitiva surge «ex nihilo»? Ya desde el cigoto de cuatro células se sabe de cuál de ellas va a surgir la línea primitiva especializada y ya en el cigoto unicelular la línea primitiva se encuentra en potencia.
Ya desde la fecundación el cerebro está preparado para volverse acto y, por lo tanto, la racionalidad también. Si vamos un poco atrás en la historia y escuchamos al Doctor Angélico, quizás nos sorprenda con un mensaje que podría resolver esta tan actual disyuntiva: «El alma humana es, en cierta manera, todas las cosas, ya que es apta para conocerla todo» (Aquino, De Veritate, 1996).
No es que el alma humana lo sea porque conozca todas las cosas, sino porque es apta para conocerlas, porque tiene esa potencialidad. La racionalidad no es la posesión de conocimientos trascendentes, para lo que es necesario el desarrollo del cerebro; sino la capacidad de adquirirlos, capacidad que ya es real desde la fecundación. Un orangután jamás, por mucho que nos empeñemos, podrá conceptualizar el amor; un ser humano sí, y esa capacidad no surge como un añadido a su ser, sino que se da desde la misma generación de su ser.
«No es necesario que la substancia intelectual sea forma materia, aunque su ser esté en la materia (…) Pues no está en la materia como inmersa en ella o totalmente comprendida por ella» (Aquino, Summa Contra Gentiles). La racionalidad humana no se limita al cerebro material, sino que, como elemento de un alma inmaterial, lo trasciende.
Conclusión
Reducir el alma humana y el ser persona únicamente al hecho de tener cerebro es tan absurdo como reducir la esencia biológica del hombre al caminar sobre dos piernas. Es lo propio del hombre, lo que lo diferencia de los otros animales, su nota característica, pero no su única nota. De igual manera que un bebé gatea, pero ya tiene en su naturaleza todo lo necesario para en un futuro caminar erguido, igual sucede con el ser persona desde la fecundación.
Una persona no lo es por sus destrezas en acto, sino por la capacidad que tiene de desarrollar lo que le es propio. «La naturaleza de cada ser se manifiesta por su operación» (Aquino, Suma de Teología, 2001), pero los seres no manifestamos constantemente las operaciones que nos identifican. Son propias en cuanto tenemos la capacidad de realizarlas, ya en acto, ya en potencia.
Esa primera célula, desde el mismo momento de la unión del óvulo y el espermatozoide, ya posee en su naturaleza la potencialidad para operar todos los actos que identifican a una persona humana y, por tanto, es una persona humana. Si Descartes dijo: «Cogito, ergo sum», en la actualidad sería oportuno mantener: «Possum cogitare, ergo sum».
Javier G.F.-Cuervo
Trabajos citados
Aquino, S. T. (1996). De Veritate. Santiago de Chile: Ediitorial Universitaria S.A.
Aquino, S. T. (2001). Suma de Teología. Madrid: BAC.
Aquino, S. T. (s.f.). Summa Contra Gentiles. Obtenido de http://www.traditio-op.org/biblioteca/Aquino/Suma_ Contra_Gentiles_Sto_Tomas_de_Aquino_OP.pdf
Congregación para la Doctrina de la Fe. (08 de Septiembre de 2008). Dignitas Personae. Obtenido de http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_20081208_dignitas-personae_sp.html
Sadler, T. W. (1992 - Quinta Edición). Langman Embriología Médica. Carolina del Norte: Editorial Médica Panamericana.