(InfoCatólica) Entrevistamos a Gerardo González Martínez, nacido en las Alpujarras de Granada (España), casado, padre de cuatro hijos, doctor en Medicina, especialista en Psiquiatría y Diplomado en Filosofía. A su larga dedicación al ejercicio de la psiquiatría en Zaragoza, ha añadido en los últimos años en esa ciudad su colaboración como psiquiatra con el ministerio del Exorcismo, y también en algunas diócesis vecinas. Es integrante al mismo tiempo del Grupo de Oración que ayuda al exorcista de Zaragoza.
No sé si conocerá la noticia aparecida en Religion en Libertad el pasado 2 de enero, en la que se informaba sobre la presencia del Arzobispo de Modena, Erio Castelluci, en la realización de un exorcismo, llevado a cabo por uno de los dos exorcistas de dicha diócesis. Me extrañó que en la entrevista Mons. Castelluci declaraba que era la primera vez que asistía a un exorcismo.
Sí, yo también leí la noticia y me alegró, por lo inusual del tema. Pero no se extrañe de esa inexperiencia del Sr. Obispo en cuanto a los exorcismos. El Padre Gabriele Amorth, natural de Módena, precisamente, fallecido el pasado mes de septiembre, con frecuencia insistía en cómo se negaba la existencia del Demonio por parte de sacerdotes, obispos e incluso algún cardenal.
Hoy en Misa se nos leyó el Evangelio de Marcos1: Jesús «curó a muchos enfermos y echó muchos demonios»... Parece que son dos acciones distintas.
Efectivamente, aunque lamentablemente algunos progres hoy lo niegan. Los Evangelios nos muestran a Cristo como predicador, taumaturgo y exorcista. Y en ellos queda patente que en Jesús curar enfermos es una acción netamente diversa de arrojar demonios. Por eso es una aberración reducir los exorcismos de Jesús a meras curaciones de enfermedades. El Evangelio dice otra cosa muchas veces y claramente.
¿En su experiencia personal piensa también que el mayor éxito del Demonio sea que no se hable de él, y que incluso se niegue su existencia?
Sin duda. No se combate contra el poder del demonio si no se cree en su existencia. O si al menos no se cree en su acción maléfica sobre ciertas personas. Le informo de un dato curioso. En el mes de abril de 2014 existían en España sesenta y nueva diócesis, más el Arzobispado Castrense. Llamé personalmente a cada una de las diócesis y, tras una breve presentación, solicité hablar con los Vicarios Generales para formularles la siguiente pregunta: ¿existen en su diócesis exorcistas?
La respuesta fue afirmativa solamente en un 23,8% de las diócesis, cifra que aún se redujo aproximadamente a un 20%, ya que en algunos casos la respuesta afirmativa fue más formal que real. Mi impresión personal es que el ministerio de los exorcismos está en España muy subdesarrollado.
Entonces, ¿existe el Demonio?
En mi larga experiencia de Discernimiento he podido comprobar y sigo comprobando personalmente su presencia, su actuar, en definitiva su maldad. En relación con el Demonio, recomiendo la lectura de los tres artículos que sobre el tema publicó el Padre José Maria Iraburu Larreta en su blog de InfoCatólica [pueden verse aquí, aquí y aquí].
¿Es preceptivo que el exorcista sea ayudado por un médico psiquiatra?
En relación con el Sacramental de los Exorcismos, el discernimiento médico no es vinculante, pero sí muy recomendable. Yo vengo realizando con regularidad desde hace años el Discernimiento en relación con las diferentes manifestaciones del Demonio. Discernir es distinguir entre dos realidades, señalando sus diferencias. En el caso que nos ocupa es distinguir entre la enfermedad y las influencias demoniacas.
Cuando una persona presenta manifestaciones «extrañas», infrecuentes, siempre penosas, un médico, lógicamente católico y a ser posible psiquiatra, estudia dichas manifestaciones y se pronuncia diciendo si lo que ocurre en la persona afectada, es explicable con los conocimientos actuales en Medicina, y en el caso de que no lo sea es cuando se inicia la acción sacramental del Exorcista.
¿Esa distinción es clara, segura, fácil de realizar?
La respuesta no es «blanco o negro», ya que existen los «grises», con diferentes matices, de diferentes intensidades, que el Demonio trata de manejar siempre en su provecho.
En su caso, ¿su relación con el Sacramental queda reducida al Discernimiento?
En la asesoría que ofrecen los médicos en esta cuestión frecuentemente es así. Pero no en mi caso, ya que el seguimiento, la ayuda que como psiquiatra se puede prestar a las personas que tanto sufren es muy beneficiosa. Personalmente mantengo con ellas conversaciones regulares, y que, si no tienen inconveniente, comparto luego con el exorcista.
Tengo entendido que en los exorcismos ayuda también un Grupo de Oración.
Así es. En la realización de los exorcismos es de gran importancia la existencia de un Grupo de Oración. La ayuda que los voluntarios que lo integran prestan al Ministerio de Exorcismo y Liberación es clave para su desarrollo. Esta necesidad tiene incluso un fundamento evangélico: «Cuando Él entró en casa, sus discípulos le preguntaron aparte: ¿Porqué nosotros no pudimos echarle fuera? Y Él les dijo: Este género de demonios con nada puede salir, si no es con oración y ayuno (Mc 9:28-29; también Mt 17,21).
El Ministerio de Exorcismo y Liberación es un sacramental cuya realización corresponde al obispo o al sacerdote en quien él delegue, nombrándole exorcista. Él por tanto actúa en nombre de la Iglesia y es a él a quien le compete el ejercicio del Ministerio. El Grupo de Oración se identificará con lo que él diga.
El Ministerio se asienta sobre tres pilares: la humildad, la oración y la mortificación. Por consiguiente el exorcista y las personas que colaboren con él, deberán esforzarse por vivir la virtud de la humildad, tener una intensa vida de oración y cultivar el espíritu de mortificación, manteniendo todos una intensa unidad. El enemigo intenta dividir para vencer; de ahí que la unidad del grupo sea esencial.
El Ministerio está movido y asistido por el amor y la misericordia de Dios. Es indudable que el mandamiento del amor encuentra en este Ministerio una de sus máximas expresiones. El Grupo debe distinguirse por ese gran amor a las personas que por él sean atendidas. A todas ellas se les tratará con sumo cariño. En realidad el Exorcismo es un «Ministerio de amor y misericordia», porque en él se manifiestan estas dos grandes realidades divinas.
¿Quiénes pueden integrar este Grupo de Oración que ayuda al exorcista?
Los fieles cristianos que componen el Grupo de Oración han de tener una adecuada formación cristiana, fieles a las verdades dogmáticas de la Santa Iglesia. Deben llevar una fuerte vida de piedad, asistiendo si es posible diariamente a la Santa Misa y participando frecuentemente del sacramento de la confesión. No puede estar en el Grupo quien no lleve una vida sacramental sería y constante.
Tampoco puede pertenecer al grupo quien realice prácticas contrarias a la fe cristiana. No es compatible la verdad con la mentira. El demonio es el padre de la mentira y de la confusión. Conviene recordar que el demonio es un «espíritu caído», un ángel contrario a Dios. Y por ser espíritu tiene cualidades muy superiores. Por eso nos atacará sobre todo en nuestros aspectos más vulnerables. Esto hemos de tenerlo muy presente.
Los miembros del Grupo compartirán un profundo espíritu de unidad entre ellos y con el exorcista. No vivirán el Ministerio como un «espectáculo», aunque en él puedan ocurrir cosas «espectaculares», «extraordinarias». Al mismo tiempo que una intensa vida espiritual, necesitan una estabilidad psicológica que no se altere y trastorne asistiendo a los exorcismos –a veces el paciente grita, vomita, se retuerce en convulsiones–. Incluso algunos de los voluntarios han de tener una considerable fuerza física para mantenerlo sujeto. Por eso conviene saber que no todas las personas, por buenas que sean, son capaces de perseverar en el Grupo.
Más cualidades que necesitan...
Han de guardar una discreta reserva en relación con el Ministerio, procurando que en su vida de piedad el exorcismo esté presente en sus oraciones, en sus mortificaciones personales, recordando que el ayuno, posiblemente sea una de las mortificaciones más eficaces.
Siempre que sea posible y conveniente, con naturalidad y con sencillez, recordarán que la existencia del demonio es una verdad de fe y que la persona que conscientemente la niegue se sale de la fe católica.
Las personas que integren el Grupo deberán estar durante la realización del Ministerio en obediencia con exorcista y no hará nada que él no solicite. Durante el exorcismo deberán estar siempre en profunda oración, esencial para no abrir «ventanas» por donde el enemigo pueda atacarles.
Hay que evitar todo comentario personal que pueda afectar al Ministerio y evitar con todo cuidado dar cualquier información sobre las personas que reciben el exorcismo. El Grupo guardará total confidencialidad sobre estas personas. Cuando el exorcista se refiera a algún caso concreto de exorcismo o liberación, será porque la persona lo autorizó, buscando dar testimonio del amor, de la misericordia y del poder de Dios.Toda duda se resolverá personalmente con el exorcista.
Finalmente es un riesgo del Grupo que «en todo se vea algo demoniaco», o por el contrario que se trate de entenderlo todo desde la razón, ya que el discernimiento lo realiza la persona que ha sido designada para ello.
Otra pregunta: ¿sobre qué actúa el Demonio?
La persona humana es de naturaleza encarnada, no así las personas angélicas y las Personas divinas. Y la naturaleza encarnada supone la corporalidad, la afectividad, el pensamiento y la voluntad, y es sobre todas estas manifestaciones de la condición encarnada donde el Demonio actúa. Pero nunca sobre la persona. Aunque la persona sí que puede vender su alma al demonio, también en estos casos realmente extremos, pero existentes, el Sacramental del Exorcismo se muestra eficaz.
Para terminar ¿podría indicarnos algunos criterios diagnósticos de la posesión?
Me parecen bastante exactos los que tiene redactados el Padre Fortea. Los criterios diagnósticos que ha de presentar un sujeto para que sospechemos que padece una posesión serían los siguientes:
1.-Ante lo sagrado o lo religioso se da una gama de sensaciones que van, según el sujeto, desde el fastidio hasta el horror, desde la leve expresión de molestia hasta la manifestación de ira y furia.
2.-En estos casos más extremos, el horror lleva a accesos de rabia, acompañados normalmente de blasfemias o insultos dirigidos contra el objeto religioso que se ha situado en la proximidad.
3.-El poseso en los episodios agudos de manifestación de ira furiosa, pierde la consciencia. Cuando vuelve en sí no recuerda nada. La amnesia es total y absoluta. Sin embargo, aunque no recuerde nada el sujeto durante el episodio ha padecido un cambio de personalidad mientras ha durado esa crisis de furia. Durante esa crisis una segunda personalidad emerge.
4.-Esa segunda personalidad siempre tiene un carácter maligno. Es frecuente que durante esos momentos las pupilas se vuelvan hacia arriba, o hacia abajo, dejando los ojos en blanco. Los músculos faciales se ponen frecuentemente en tensión. También las manos muestran crispación. En esos momentos de crisis, a veces la persona articula la voz llena de odio y rabia.
5.-Acabada la crisis furiosa, la persona vuelve lentamente a la normalidad, y el tránsito de vuelta a la normalidad es prácticamente similar en cuanto al tiempo y al modo al tránsito que se observa de la vuelta del estado de hipnosis al estado normal de conciencia.
6.-Fuera de las crisis furiosas en que emerge la segunda personalidad, la persona lleva una vida completamente normal, sin que esta patología afecte para nada ni a su trabajo ni a sus relaciones sociales. El sujeto aparece como una persona perfectamente cuerda. En todo momento distingue perfectamente entre la realidad y el mundo intrapsíquico, y no observa una conducta delirante.
7.-En algunos casos sí exponen cosas que parecen alucinaciones sensoriales. Concretamente exponen que, esporádicamente, ven sombras, sienten una difusa sensación extraña en alguna parte concreta del cuerpo, oyen quizá ruidos o crujidos. Por el contrario no oyen voces internas.
En fin, como decía el beato Pablo VI el mundo diabólico es en sí mismo obscuro y tenebroso, difícil de conocer y de describir.
Que Dios nos guarde.
Recordemos el salmo 90: vivimos «al amparo del Altísimo», protegidos por su ángeles. Y recordemos también que a la Virgen María le ha dado Dios el poder para pisar y vencer al enemigo: «Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios».