La enfermedad occidental que nos está matando: «Yo lo quiero y ya, yo estoy convencido, yo sé más que vosotros, yo soy yo, yo lo valgo, yo me empodero, yo soy mejor, yo ya, yo siento, yo estoy por encima de las leyes, yo...».
Esta semana hemos tenido varias muestras de esa enfermedad que nos envenena, que es el deseo de niño malcriado de hacer lo que se le antoje. No podemos ennoblecerlo ni con el vocabulario de Nietzsche y otros filósofos: la voluntad.
Es que se puede invocar la voluntad y los precedentes de Lucifer y Prometeo cuando hablamos de algo grandioso, como la rebelión contra Dios o contra toda la sociedad, pero no para hacerte un selfie en las Pirámides o para pedir un papel con sello oficial, que eso es el gaymonio, o para montar una Primera Comunión con banda de música.
Empecemos con la lista.
-Los padres que no vacunan a sus hijos porque ellos saben más que los médicos y la historia. Aunque luego viven en comunidad. Si viviesen en una cueva en el Pico del cuervo Negro, reconozco que no me importaría.
-Los amantes de los animales que no querían el sacrificio de Excálibur, aun a costa de poner en riesgo la vida de miles de personas.
-La prealcaldesa de Barcelona Ada Colau:
«Desobedeceremos las leyes que nos parezcan injustas»
(Esto tiene mérito cuando es un ciudadano particular, no cuando se es gobernante en una democracia.)
¿Y quién decide la ley que le parece (sic) injusta? ¿La Enviada?
-Los horteras que quieren que el Ayuntamiento de París les construya puentes sólidos para dejar rastro de su amooooor con un candado.
La actitud tolerante de las autoridades llegó a exasperar a más de uno. Dos residentes americanas en París, Lisa Anselmo y Lisa Taylor iniciaron una campaña por su cuenta: «No Love Locks». «Es algo esquizofrénico, una obsesión por el yo, yo, yo», decían. «¿Cómo puede alguien considerar esto romántico?: un lugar que es patrimonio mundial que está siendo comido por el ego de la gente, es horrible, feo, una enfermedad», explica Anselmo. La campaña no tuvo efecto en el amor borrego, que además es ciego como sugiere una turista australiana interrogada al respecto: «Deberían reforzar sus puentes para que puedan soportar nuestro amor», dice.
-Quienes quieren ser padres porque sí, a los 65 años de edad o por medio de vientes de alquiler. Y encima algunos de ellos, como este andaluz, no tienen dónde caerse muertos, pero le sacan en la portada de El Mundo.
Y luego algunos más quieren que se premie la violación consciente de las leyes españolas con la modifación de éstas.
-Paolo Flores d'Arcais nos resume con farfolla filosófica la frase luciferina de Zapatero: «La libertad os hará verdaderos».
«La democracia significa igualdad soberana, realización autónoma, es decir, autoconferirse leyes de-todos-y-de-cada-uno.»
(Bien, y esa «igualdad soberana», ¿me permite no pagar impuestos? Ah, no, que entonces a ver de qué iba a vivir Flores d'Arcais, que es profesor de una universidad pública.)
En resumen, así piensan millones de personas en Occidente:
Que la ley apruebe lo que YO quiero y que la sociedad me lo satisfaga. No acepto ningún límite a mi deseo, a mi autorrealización. Soy soberano de mí mismo. La naturaleza no existe, lo objetivo no existe, el dolor no existe. ¡Hasta el pasado se puede modificar para hacer justicia! Los demás están para ser espectadores de mi vida y para hacerme reír cuando se caen en la calle y lo veo en Youtube. ¡Que pago impuestos! Y si no se me obedece, lo tuiteo.
¿Creéis que en Rusia o China o Egipto o India se piensa así? ¿Que estos son países no son precisamente deseables? Vale, pero si seguimos chapoteando en la inmundicia y el egoísmo, los occidentales saldremos de la historia.
Pedro Fernández Barbadillo.
CODA: Monseñor Fernando Sebastián sobre la verdad y la libertad.
Publicado originalmente en Bokabulario