"Jesous ahatonhia": Villancico hurón de un mártir
El Evangelio de la Natividad del Señor dice sobre Nuestro Señor Jesucristo, la Palabra hecha carne: “Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.” (Jn. 1, 11). El mismo rechazo han sufrido sus discípulos a lo largo de los siglos anunciando la Buena Nueva de Dios. Los hechos de los apóstoles describe así el martirio del diácono S. Esteban (s. I), protomártir:
“Mientras le apedreaban, Esteban hacía esta invocación: ’Señor Jesús, recibe mi espíritu.’ Después dobló las rodillas y dijo con fuerte voz: ’Señor, no les tengas en cuenta este pecado.’ Y diciendo esto, se durmió.” (Hechos 7, 59-60)
S. Juan de Brebeuf (1593-1649) [enlace en inglés], uno de los primeros mártires de Canadá, imitó muy bien a S. Esteban predicando con entereza y animando a sus compañeros mientras los iroqueses le torturaban brutalmente durante horas:
“Mis hijos, levantemos nuestros ojos al Cielo en la altura de nuestras aflicciones; recordemos que Dios es el testigo de nuestros sufrimientos, y pronto será nuestra rebasante e inmensa recompensa. Muramos en esta fe; y esperemos de su bondad el cumplimiento de sus promesas. Tengo más lástima de ustedes que de mí mismo; pero manteneos con valentía en los pocos tormentos que quedan. Terminarán con nuestras vidas. La glora que las seguirá no tendrá fin.”