Esperaban el martirio, pero no estas otras pruebas
Llenos de confianza, S. Juan y Santiago pidieron al Señor puestos de honor en Su Reino, y en respuesta, según el Evangelio del XXVIII Domingo de Tiempo Ordinario, Jesús les pregunta:“¿Sois capaces de beber el cáliz que voy a beber…? (Mc. 10, 38) Para agradar al Señor, eso precisamente le pidieron los 6 sacerdotes jesuitas y 2 laicos asociados a ellos que fueron martirizados en Norteameríca de 1642 a 1659. Escribe el P. Juan de Brebeuf:
“Dios mío y salvador mío, ¿qué podré ofrecerte a cambio de todo lo que Tú has sufrido por mí? Quisiera alejar de Ti el cáliz e invocar tu nombre… Mi Señor Jesús, yo hago voto solemne de no rechazar de mi parte la gracia del martirio si, en tu bondad infinita, un día cualquiera me la llegaras a conceder a mí, tu indigno servidor… Y en consecuencia, Jesús mío, yo te ofrezco alegremente desde hoy mi sangre, mi cuerpo y mi alma, de suerte que yo pueda morir sólo por Ti, si Tú me concedes esta gracia, Tú que te has dignado morir por mí. Hazme capaz de vivir de tal manera que Tú puedas finalmente otorgarme esta muerte“.
El Señor les preparó a esos 8 mártires para que fueran capaces de beber Su Cáliz, llevándoles por caminos que no se esperaban.
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1) René Goupil (1608-1642)
Aunque quiso hacerse jesuita, no fue aceptado en varias ocasiones por enfermedades que sufrió y por eso sirvió a los jesuitas como seglar. Pero, tras ser capturado, poco antes de su martirio, pidió al P. Isaac Jogues tomar los votos simples de la Sociedad de Jesús.
2) P. Isaac Jogues (1607-1646)
Le pidió al Señor: “Señor, dame a beber abundantemente el cáliz de tu pasión” y fue capturado y torturado, pero no le mataron entonces y escapó a Francia casi un año después. Deseó volver y antes de partir por última vez, confió a un amigo: “Me tendría por feliz si el Señor quisiere completar mi sacrificio en el mismo sitio en que comenzó. […] Rece para que Dios me una a Él inseparablemente.”
3) Juan Lalande (?-1646)
En 1639, unos laicos quisieron ofrecerse a servir para siempre a los jesuitas en Nueva Francia, pero no fueron aprobados hasta 1644. Se les pidió no tomar votos ni llevar hábito, y se añadió que podrían ser despedidos y que no esperaran nada a cambio, excepto cuidados en caso de enfermedad o de vejez. S. Juan Lalande aceptó los cambios y sirvió lealmente al P. Isaac Jogues, acompañándole en el martirio (muriendo al día siguiente).
4) P. Antonio Daniel (1601-1648)
Poco después de llegar a Huronia, se enteró de que un hurón a quien había educado en Francia con los jesuitas había perdido la fe. Pero, organizó una escuela para otros jóvenes hurones. De los 12 que se apuntaron, sólo 3 partieron, al cambiar de opinión las demás familias. En dos ocasiones no pudo continuar sus viajes misioneros por la guerra entre las tribus indígenas y por enfermedad. Pero, dió muestra de su valor al morir intentando salvar a los hurones de los iroqueses que les atacaban.
5) P. Juan de Brébeuf (1593-1649)
Comienza sus instrucciones a los misioneros con: “Deben amar a estos hurones, rescatados por la sangre del Hijo de Dios, como hermanos.”, pero también da consejos muy prácticos tras haber experimentado de primera mano lo duro que era viajar con los hurones, durmiendo a la intemperie y sin poder comunicarse bien con ellos. Al principio no querían llevarle por su gran tamaño.
Aconseja no hacerles esperar al embarcar, comer lo que se les ofrezca y “todo lo que puedan, porque podrían no comer de nuevo por horas”, comer al amanecer porque los hurones sólo comen al amanecer y al ponerse el sol cuando están de camino, “No hagan muchas preguntas, el silencio es oro” y mostrarse siempre alegres, ayudando con la carga del viaje.
También recomienda: “No comiencen a remar a no ser de que tengan siempre la intención de remar”. Este santo comenzó a remar por el Señor y no dejó de hacerlo, sin dejar de predicar a los que le torturaron terriblemente.
6) P. Gabriel Lalemant (1610-1649)
Estudió el idioma de los indios amaericanos en preparación para una extensa labor misionera, pero fue martirizado a los seis meses de llegar a Huronia. Estuvo con el P. Brébeuf sólo un mes antes de ser martirizados los dos. No tuvo buena salud a lo largo de su vida, pero sufrió largas horas de tormento, falleciendo horas después del P. Brébeuf.
7) P. Carlos Garnier (1606-1649)
Escribió: “En este país nos consideran plagas – todos nos miran como si fuéramos a matarles… nos urgieron a sacar esa plaga del país” (Carta de 1638), refiriéndose al sarampión. A pesar de tener formación como cirujano, escribió: “No practico la cirugía, sino que me ocupo de una multitud de pequeñas heridas y quemaduras.” Lamenta además la soledad de los misioneros, que apenas se ven.
“En Francia piensan que tenemos mucho tiempo libre (aquí) para dedicar a nuestros amigos, y en eso se equivocan. Con frecuencia no puedo encontrar 15 minutos para estudiar durante el día por la frecuentes visitas que tengo que hacer y las muchas interrupciones de los indios cuando estamos en nuestra cabina […] Acabamos de empezar a recobrar el aliento y se equivocan los que piensan que lo único que tenemos que hacer para convertir a los indios es enseñarles un crucifijo. Es más difícil de lo que piensan.”
8) Natalio Chabanel (1613-1649).
A pesar de tener muy buena memoria y haber sido profesor de retórica en Francia, tuvo mucha dificultad aprendiendo los idiomas de los indios americanos y tras 5 años de estudio apenas se podía hacer entender, lo cual le humillaba mucho. Sus últimas palabras fueron: “Esta vida vale poco; en cambio, la felicidad del cielo no me la podrán arrebatar los iroqueses”, pero fue un hurón apóstata el que le mató.
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A pesar de todas las dificultades que enfrentaban, escribían: “el principal obstáculo es la dificultad en que nos encontramos de rezar y de conseguir un poco de descanso lejos del ruido. También está la deprivación de la Misa, que o no podemos celebrar o sólo rara vez.” Esos mártires deseaban el martirio, pero lo buscaron obedeciendo en lo posible al Señor primero en lo pequeño,, en los deberes cotidianos y las frustraciones que podemos experimentar sin siquiera salir de casa, aceptando las propias limitaciones y debilidades.
[Foto del santuario de los mártires en Auriesville (EE.UU.), donde fueron martirizados: Andrew Balet en Wikimedia Commons]
[Más detalles en inglés de las vidas y martirios de los mártires haciendo click sobre sus nombres (fuentes de información del post)]
Preguntas del día [Puede dejar su respuesta en los comentarios]: ¿Tiene deseos de beber el cáliz del Señor? Si es así, ¿cuál es el principal obstáculo que encuentra para hacerlo? ¿Cree que uno puede merecerse el martirio?
Mañana: Sta. Irene – “’Sí podemos’” (Mc. 10, 39)
19 comentarios
Y en otro orden de cosas, gracias por el post, yo no conocía la historia de estos hermanos mayores. Ayer me dí cuenta de la importancia que tienen, era el tema común de la blogosfera católica-USA.
Hay que estar dispuestos a dar la vida por el Señor,pero no todos de modo violento,solo los que Dios tenga en sus designios.Hace unos días comentábamos acerca de Theresita,y,ella sin salir de un convento vivió el martirio de uan manera callada.El sufrimiento no se lo ocasionaban los indígenas canadienses,hurones o iroqueses,sino que eran ...sus propias hermanas.
El martirio callado,sacrificado por darnos a los demás,sin esperar recompensa,ése es nuestro martirio y nuestra ofrenda;lo otro,estar abiertos pero pasando por el martirio diario y oculto,siempre alegres,además,que la alegría contagia evangelio.
El cáliz lo bebemos cada vez que comulgamos,no hay sacrilegio posible;otra cosa es buscar la muerte por la muerte misma como plena justificación,eso es masoquismo y...sacrilegio.
"Ella nunca podría ser una santa, pero pensó que podía ser una mártir si la mataran rápido",ironías británicas.
Gracias por ahorrarme el trabajo de traducir la cita de Luis y también por la corrección sobre la Compañía. Un saludo.
No eran temerarios, buscando su muerte. S. Isaac Jogues rezó antes de fugarse al encontrar una oportunidad para hacerlo, pero por obediencia a sus superiores aceptó volver. En el fondo lo deseaba, pero consiguió el martirio obedeciendo. Un saludo.
Gracias por la explicación que me dio en el artículo del Masón y Sta Teresita, perdone que hasta ahora no me haya sido posible agradecérselo.
María Lourdes
Tomar el cáliz de la forma en que lo hicieron estos santos espero que no llegue.
El cáliz del día a día siempre estoy pensando en descansar de él, este cáliz me supone no tener tiempo para lo que me gusta y llena, al comienzo del día tengo que hacer grandes esfuerzos para empezar otra vez la rutina, es un cáliz del que podría alejarme con facilidad pero pienso ¿Tengo derecho a desaprovechar los talentos que Dios me ha dado?
Saludos
En un comienzo nada fue,Un saludo.
solo la idea y nada más,
tantos temores había que enfrentar...
la luz que le brillaba me daba el valor.
Hoy ya no es un ideal,
es una inmensa realidad.
Yo necesito de un amigo al caminar
y creo que al fin lo encontré.
Coro: Señor, quiero ser madera,
madera que sustente tu dolor,
la leña que avive tu fuerza y tu calor,
madera que reviva contigo en la cruz.
Señor, ya tiene un lugar.
Yo necesito más de ti.
Ayúdame a ser más pequeño para así
seguirte con entero corazón.
Desde la cruz me ayudarás,
a comprender mi realidad,
quiero cargar contigo aquella cruz,
la cruz de mis pecados y mi salvación.
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