InfoCatólica / María Lourdes Quinn / Categoría: .... 3) S. Lucas

8.03.10

¿Con qué frecuencia se confiesan los católicos en los EE.UU.?

En el Evangelio del III Domingo de Cuaresma el viñador pide al dueño de una higuera que no da fruto que le de otra oportunidad a la higuera: “a ver si da fruto” (Lc. 13, 9).

Las almas en pecado mortal están espiritualmente muertas y no pueden dar fruto, pero después de recibir el Bautismo, el Sacramento de la Reconciliación es el medio ordinario por el cual recibimos el perdón de nuestros pecados mortales, reconciliándonos con Dios y la Iglesia. También podemos recibir el perdón de nuestros pecados veniales y gracia santificante para ayudarnos a dar más fruto.

Por eso la Santa Madre Iglesia manda:

““El segundo mandamiento (confesar los pecados mortales al menos una vez al año, y en peligro de muerte, y si se ha de comulgar) asegura la preparación para la Eucaristía mediante la recepción del sacramento de la Reconciliación, que continúa la obra de conversión y de perdón del Bautismo (cf. CIC can. 989; CCEO can. 719).” (“Catecismo de la Iglesia Católica, 2402″).

[Gracias al lector Mori por la corrección. Ver también post: “¿Por qué debemos obedecer los Mandamientos de la Iglesia?”]

El lector Sixto Comunicador comentó hace poco sobre este sacramento en un antiguo post:

“…sin ánimo de acusar o juzgar a nadie en concreto sino más bien metiéndome yo mismo en el saco de los que necesitan mejorar su praxis eclesial, habría que admitir […]que se hace verdaderamente difícil hacer comprender a muchos fieles católicos de nuestros días la necesidad de salvar ese sacramento, instituido por el mismo Jesucristo, guardado celosamente por la comunidad cristiana desde los orígenes mismos de ésta, inseparable, al menos para los católicos y ortodoxos, de todo proceso de conversión a Cristo y a su Iglesia.

“[…]no pocas de esas personas completamente reacias a buscar para sus vidas de creyentes la frecuencia de ese sacramento “salutífero”, espiritualmente hablando, esas personas comulgan y comulgan, durante meses, durante años incluso, sin jamás de los jamases confesar.”

En abril del 2008, el Centro para la investigación aplicada en el apostolado (CARA) de Georgetown University publicó los resultados de una encuesta muy extensa sobre prácticas católicas (descargable en inglés .pdf) encargada por el Departamento de comunicaciones de la Conferencia Episcopal Católica de los EE.UU. y hecha en febrero del mismo año a 1.007 adultos católicos en los EE.UU. El márgen de error de la encuesta es más o menos 3,1%. ¿Refleja bien la realidad el comentario de Sixto Comunicador?

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6.03.10

La mayor fuente de vocaciones sacerdotales en los EE.UU.


La voz de Dios Padre se oye en el Evangelio del II Domingo de Cuaresma declarando sobre Nuestro Señor Jesucristo: “Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle” (Lc. 9, 35). Los más de 500 capellanes (en 2008) de la Archidiócesis Castrense de los EE.UU. dan vivo testimonio de que en plena guerra se puede también oír la voz del Señor.

Según la página de la Archidiócesis (en inglés), “más vocaciones sacerdotales en los EE.UU. vienen de las fuerzas armadas que de cualquier otra fuente de vocaciones. Casi un 10% de los sacerdotes han servido en las fuerzas armadas, y otros 10% crecieron en hogares castrenses.” ¿Qué tiene de especial la Archidiócesis Castrense de los EE.UU.?

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4.03.10

27.02.10

¿Por qué debemos obedecer los Mandamientos de la Iglesia?

Antes de narrarnos las tentaciones del Señor, el Evangelio del I Domingo de Cuaresma resalta que: “Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto” (Lc. 4, 1). Nos muestra el Señor lo importante que es para el combate contra el demonio el Bautismo que nos llena del Espíritu Santo. “El don de la gracia eleva al hombre para cosas que están por encima de su naturaleza.” (Sto. Tomás de Aquino, “Suma Teológica”, 2-3, q. 171, a. 2 ad 3).

Nos exhorta el Ven. Papa Juan Pablo II en una homilía de Adviento que se puede aplicar muy bien también a la Cuaresma:

Comprometeos a vivir en gracia. Jesús ha nacido en Belén precisamente para esto: para revelarnos la verdad salvífica y para darnos la vida de la gracia. Comprometeos a ser siempre partícipes de la vida divina injertada en nosotros por el Bautismo. Vivir en gracia es dignidad suprema, es alegría inefable, es garantía de paz, es ideal maravilloso y debe ser también preocupación lógica de quien se llama discípulo de Cristo. […]

“Y si por debilidad de la naturaleza humana se ha perdido la vida divina a causa del pecado grave, entonces Navidad debe significar el retorno a la gracia mediante la confesión sacramental, realizada con seriedad de arrepentimiento, de propósitos. Jesús viene también para perdonar; el encuentro personal con Cristo es una conversión, un nuevo nacimiento para asumir totalmente las responsabilidades propias de hombre y de cristiano.” (“Homilía a los universitarios”,18-XII-1979).

Una gran responsabilidad de los católicos es obedecer los Mandamientos de Dios y de la Iglesia. Suele quedar muy claro la importancia de cumplir los 10 Mandamientos de Dios y el Nuevo Mandamiento que nos dio el Señor. Pero, ¿por qué debemos los católicos obedecer también los Mandamientos de la Iglesia? ¿No es suficiente obedecer los otros mandamientos?

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26.02.10

Crucifijo sangriento pintado por un santo

La Iglesia concede indulgencia plenaria los viernes de Cuaresma al rezo del Vía Crucis bajo ciertas condiciones, como “la piadosa meditación de la Pasión y Muerte del Señor” (Manual de indulgencias, 1986). Pero, S. Alfonso María de Lligorio, Doctor de la Iglesia y gran devoto de la meditación de la Pasión del Señor, se lamenta en “Preparación para la muerte”: “Habituados estamos a oír hablar de creación y redención, de un Dios que nace en un pesebre y muere en una cruz…” Por eso redactó en el s. XVIII un Vía Crucis muy popular (que muchos fieles rezarán esta Cuaresma en sus parroquias), que refleja esa preocupación por la insensibilidad de los fieles hacia el Sacrificio de Nuestro Redentor:

“Considera esta primera caída de Jesús debajo de la Cruz. Sus carnes estaban despedazadas por los azotes; su cabeza coronada de espinas, y había ya derramado mucha sangre, por lo cual estaba tan débil, que apenas podía caminar; llevaba al mismo tiempo aquel enorme peso sobre sus hombros y los soldados le empujaban; de modo que muchas veces desfalleció y cayó en este camino.” (Estación III)

“Considera cómo al ser despojado Jesús de sus vestiduras por los verdugos, estando la túnica interior pegada a las carnes desolladas por los azotes, le arrancaran también con ella la piel de su sagrado cuerpo. Compadece a tu Señor […]” (Estación X)

El santo contemplaba al Señor “consumido de dolores”, como muestra el sangriento crucifijo que pintó en su juventud [siguiente imagen] y que tan diferente es del crucifijo pintado por Diego Velázquez. Exclama S. Alfonso de Ligorio: “¡Oh amado Jesús mío, que para darme muerte feliz quisisteis sufrir muerte cruelísima en el Calvario!” (“Preparación para la muerte”)

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