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1.10.09

Burlas de un masón, densas tinieblas, fe heróica

En el Evangelio del XXVI Domingo de Tiempo Ordinario Jesús recuerda el castigo reservado para los que causan escándalo a: “uno de estos pequeñuelos que creen” (Mc. 9, 42). ¡Tan cerca de sí guarda el Señor a estos “pequeñuelos”! Entre ellos se encuentra Sta. Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz (1873-1897) con su “caminito de infancia espiritual”.

El lector Norberto comparte este enlace (donde se pueden descargar las obras completas de esta Doctora de la Iglesia), al igual que esta bella reflexión de la santa:

“Hay en la tierra un árbol maravilloso, cuya raíz, ¡oh misterio!, se encuentra en el cielo… Acogido a su sombra, nada ni nadie te podrá alcanzar; sin miedo a la tormenta, bajo él puedes descansar. El árbol inefable lleva por nombre «amor». Su fruto deleitable se llama «el abandono». Ya en esta misma vida este fruto me da felicidad, mi alma se recrea con su divino aroma. Al tocarlo mi mano, me parece un tesoro. Al llevarlo a la boca, me parece más dulce todavía. Un mar de paz me da ya en este mundo, y en esta paz profunda descanso para siempre… Sólo el abandono me entrega a tus brazos, ¡oh Jesús mío!, y es el que me hace vivir la vida de tus elegidos.” (Poesía 52)

Pero, la misma santa confía a la Madre María de Gonzaga, su superiora pocos meses antes de morir:

“Pues, a juzgar por las apariencias, ¿existe acaso un alma menos probada que la mía? Pero ¡qué extrañada se quedaría mucha gente si la prueba que desde hace un año vengo sufriendo apareciese ante sus ojos…! […]Esta prueba no debía durar sólo unos días, o unas semanas: no se extinguirá hasta la hora marcada por Dios…, y esa hora no ha sonado todavía…

También conmueve leer de esta santa:

“…debo de parecerle un alma llena de consuelos, para quien casi se ha rasgado ya el velo de la fe. Y sin embargo, no es ya un velo para mí, es un muro que se alza hasta los cielos y que cubre el firmamento estrellado… Cuando canto la felicidad del cielo y la eterna posesión de Dios, no experimento la menor alegría, pues canto simplemente lo que quiero creer.

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El lector Joserra comparte aquí un fragmento de “Maurice y Teresa. La salvación por la confianza” de Patrick Ahern [libro comentado en un artículo de Zenit], Voz de Papel, pág. 84-86, en la que se narra una humillación pública de Sta. Teresita causada por un masón, que probó la fe de la santa y de muchos otros católicos franceses:

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30.09.09

Carta a Leta que todos los padres deberían leer

En el Evangelio del XXVI Domingo de Tiempo Ordinario, el Señor advierte: “si tu pie te hace caer, córtatelo” (Mc. 9, 45). S. Jerónimo (347-420), gran penitente desde su conversión en 366, hizo caso de ese pasaje, usando sus pies para escapar de ocasiones de pecado.

Bautizado en 366 solía visitar las catacumbas con sus amigos. Solía viajar para ganar conocimiento, pero finalmente viajó para alejarse a la soledad del desierto, viviendo como eremita y dedicando su tiempo a la oración y al estudio tras un sueño en la que unos ángeles le flagelaban y el Señor no le reconocía como cristiano por los libros paganos que leía. Se dedicó desde entonces al estudio de la Sagrada Escritura, encontrando fuertes tentaciones hasta en el desierto.

En 382, volvió a Roma para asistir a un concilio sobre el cisma de Antioquía. El Papa le hizo su secretario, pero dándose cuenta de que allí sus duras correcciones no eran siempre recibidas por otros, S. Jerónimo dejó la ciudad en 385 para irse a la Tierra Santa, donde se estableció en Belén. Allí le escribió Leta, nuera de Sta. Paula y cuñada de Sta. Eustoquia (dirigidas por el santo), pidiéndole consejo sobre cómo formar a su hija, a quien había consagrado al Señor desde que rezaba pidiendo hijos.

La carta de S. Jerónimo en respuesta a Leta [enlace en inglés - citas traducidas en el post] reconoce que: “Habrá una regla para los que viven en el mundo y otra para las vírgenes [como Paula] y los monjes”, pero bastantes consejos son buenos para la educación de todos los niños.

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28.09.09

¿Qué sería un buen regalo para un sacerdote?

Antes que nada y sobre todo, uno debería rezar por los sacerdotes y apoyarles en su ministerio todo lo posible. Pero, aparte de eso, puede haber ocasiones en que uno desee regalarle algo a un sacerdote como muestra de agradecimiento, especialmente a lo largo de este Año Sacerdotal. Además de algún regalo espiritual como tarjetas expresando el regalo espiritual de oraciones y de Misas encargadas por las intenciones del sacerdote, por ejemplo, ¿qué sería un buen regalo para un sacerdote?

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27.09.09

"Escándalos" que no lo son

En el Evangelio del XXVI Domingo de Tiempo Ordinario, el Señor tiene palabras muy fuertes para: “El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen” (Mc. 9, 42). El que era “piedra de tropiezo y roca de escándalo” (1 Ped. 2, 8) para los no creyentes no se refería a todo escándalo, sino que condena el que hace daño espiritual a los que sí creen, a nuestros hermanos en Cristo. Así llegaría a decir S. Pablo:

“Bueno es no comer carne, ni beber vino, ni hacer nada en que tu hermano tropiece, o se escandalice, o flaquee. La convicción que tú tienes, guárdala para ti y para Dios. Dichoso el que a sí mismo no tenga que reprocharse lo que siente.” (Rom. 14, 21-22)

Por eso, en una cita compartida por el lector Luis en “‘Hay rumores de que no sé quién es no sé que’”, señala S. Gregorio Magno: “Cuando alguien se escandaliza de la verdad, mejor es consentir el escándalo que ocultar la verdad”. Siempre habrá personas que considerarán un escándalo el bien hecho por otros como hacían los fariseos con el Señor.

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25.09.09

“Hay rumores de que no sé quién es no sé qué”

El título del post lo dejó el lector José Ángel Antonio comentando cómo “para algunos blogueros el blog es ocasión de murmuraciones, chismes, rumores, quejas infundadas [….]”. Algo parecido nos dice Sto. Tomás de Aquino:

En la conversación ordinaria pecan a veces contra este mandamiento [VIII] cinco clases de individuos. 1) Los detractores […] 2) Los que escuchan a los detractores con gusto […] 3) Los chismosos […] 4) Los aduladores […] 5) Los murmuradores […]” (Sobre los mandamientos,1. c. , pp. 279-280).

Jesús observa a sus apóstoles conversando y les pregunta, según el Evangelio del XXV Domingo de Tiempo Ordinario: “¿De qué discutíais por el camino?” (Mc. 9, 33). Ellos callaron porque sabían que su conversación no era una muy santa, sino que se preguntaban quién era el mayor de ellos. Lo mismo preguntó el Señor a los discípulos de camino a Emaús [uno de los dos era S. Cleofás (s.I)]:

“Ellos se detuvieron entristecidos, y tomando la palabra uno de ellos por nombre Cleofás, le dijo: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no conoce los sucesos en ella ocurridos estos días? […]Y Él les dijo: ¡Oh hombres sin inteligencia y tardos de corazón para creer todo lo que vaticinaron los profetas! ¿No era preciso que el Mesías padeciese esto y entrase en su gloria? Y comenzando por Moisés y por todos los profetas, les fue declarando cuanto a Él se refería en todas las Escrituras.” (Lc. 24, 17-18. 25-27)

La conversación de los apóstoles y la de los discípulos entre sí no era siempre muy santa, pero ¡qué diferencia entre los efectos de esas conversaciones con las del Señor!: “¿No ardían nuestros corazones dentro de nosotros mientras en el camino nos hablaba y nos declaraba las Escrituras?” (Lc. 24, 32) ¿Qué hace que una conversación sea mala, frívola, útil o santa? ¿En qué categoría(s) se encuentran sus propias conversaciones por Internet?

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