XLVIII. Muerte obediente de Cristo
1. La obediencia a Dios[1]
La muerte de Cristo fue también por obediencia a su Padre, «tal como se dice en la Escritura: «se hizo obediente hasta la muerte» (Flp 2, 8)»[2]. Santo Tomás, en el artículo siguiente, prueba con tres razones la conveniencia de la obediencia de Cristo al precepto de su Padre de morir en la cruz.
La primera, porque: «porque esto convenía a la justificación humana a fin de que: «como por la desobediencia de un solo hombre muchos fueron pecadores, así por la obediencia de un hombre muchos son hechos justos» (Rom 5, 19)»[3].
Al comentar estas palabras de San Pablo, de las que se desprende que el primer pecado del hombre fue de desobediencia, advierte Santo Tomás que podrían parecer dudosas, ya que: «según la Escritura que: «El principio de todo pecado es la soberbia» (Ecle 10, 15)».