17.11.25

XCII. Los méritos de Cristo y su poder judicial y regio

Merecimiento humano de Cristo de ser juez[1]

Después de ocuparse del poder judicial que tiene Cristo, Santo Tomás examina en el siguiente artículo de esta cuestión de la Suma, si le corresponde por sus merecimientos. Sostiene que lo tuvo por varios títulos, porque: «nada se opone a que una misma cosa le sea debida a alguien por diversos motivos; como la gloria del cuerpo resucitado le fue debida a Cristo no sólo por la congruencia con la divinidad y por la gloria del alma, sino también «por los méritos del abatimiento de la pasión». Igualmente se debe decir que el poder judicial le compete a Cristo hombre por razón por su persona divina y por la dignidad de cabeza, y por la plenitud de su gracia habitual»

Sin embargo, añade: «también lo obtuvo por sus merecimientos, de modo que, conforme a la justicia de Dios, fuese juez el que luchó y venció por la justicia de Dios, y el que injustamente fue juzgado. Por esto dice El mismo, en el Apocalipsis: «Yo vencí y me senté en el trono de mi Padre» (Ap 3, 21). Por «trono»se entiende el poder judicial, conforme a aquellas palabras del Salmo: «Se sienta sobre el trono y administra justicia» (Sal 9, 5)».[2]

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3.11.25

XCI. La potestad de Cristo en cuanto hombre

Conveniencia del poder judicial de Cristo hombre[1]

Probado que Cristo por Dios ha sido constituido juez de vivos y de muertos, en el siguiente artículo de esta última cuestión de la Teología de la vida de Cristo, tratado de la Suma Teológica, Santo Tomás se pregunta si este poder judicial le corresponde en cuanto hombre. La respuesta es afirmativa, porque claramente: «en dice en el Evangelio de San Juan «Le dio el poder de juzgar, por cuanto Él es el Hijo del hombre» (Jn 5, 27)»[2].

Sin embargo, indica el Aquinate seguidamente que: «San Juan Crisóstomo, en su Comentario al Evangelio de San Juan, parece asentir a la opinión de que el poder judicial no le conviene a Cristo en cuanto hombre, sino en cuanto Dios. Y la autoridad alegada de San Juan la expone del modo siguiente: «‘Le dio el poder de juzgar. Por cuanto Él es el Hijo del hombre. No os maravilléis’ (Jn 5, 27-28). No recibió, pues, el poder de juzgar por ser hombre», ya que la expresión «Hijo del hombre» no significaría otra cosa que «hombre».

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15.10.25

XC. El poder judicial de Cristo

Jesucristo, juez[1]

En el opúsculo Consideraciones sobre el Credo, al ocuparse de su artículo séptimo: «Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos», Santo Tomás inicia así su exposición: «Misión del Rey y del Señor es juzgar. «El rey que está centrado en el trono de Justicia con una mirada suya disipa todo mal» (Pr 20, 8). Puesto que Cristo subió a los cielos y está sentado a la diestra de Dios como Señor de todas las cosas, es evidente que juzgar es misión suya. Por eso ela profesión de fe católica afirmamos que «ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos». No sólo nosotros: «Los mismos Ángeles lo aseguraron: «este Jesús que entre vosotros ha subido el cielo, volverá como la habéis visto marcharse» (Hch 1, 11)»[2].

En la Sagrada Escritura, se afirma muchas veces. En el Evangelio de San Juan se lee: «El Padre no juzga a ninguno; todo el poder de juzgar lo ha dado al Hijo»[3]. En los Hechos de los apóstoles, San Pedro dice a al centurión Cornelio y a otros gentiles: «Jesucristo nos mandó que predicásemos al pueblo y que diésemos testimonio de que Él es quien Dios ha puesto por juez de vivos y de muertos»[4].

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1.10.25

LXXXIX. Superioridad de Cristo sobre ángeles y hombres

Conveniencia de la potestad de Cristo en cuanto hombre[1]

En el artículo tercero de la cuestión de la Suma teológica dedicada a la exaltación de Cristo, Santo Tomás prueba que estar sentado a la derecha de Dios Padre le conviene no sólo en cuanto a Dios, como se ha demostrado en el artículo anterior, sino también en cuanto hombre. Sin embargo, parece que no le conviene en cuanto hombre por tres motivos.

Primero: «Dice San Juan Damasceno: «llamamos diestra del Padre la gloria y el honor de la divinidad»(Fe ortod., l. 4, c. 2). Pero el honor y la gloria de la divinidad no convienen a Cristo en cuanto hombre; luego parece que Cristo, encuanto hombre, no está sentado a la derechadel Padre»[2].

Frente al mismo, reconoce Santo Tomás que: «La humanidad de Cristo,atendidas las condiciones de su naturaleza,no tiene la gloria o el honor de ladivinidad». Cristo es verdaderamente hombre y creado por Dios. Sin embargo, tal gloria o honor «lo posee en razón de lapersona a la que está unida», que es la segunda persona de la Santísima Trinidad.

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15.09.25

LXXXVIII. El encumbramiento de Cristo

Cristo a la derecha del Padre[1]

La siguiente cuestión, la penúltima de las treinta y tres dedicadas a la vida de Cristo en la Suma teológica, está dedicada a la exaltación de Cristo a la diestra del Padre. La afirmación se encuentra en el Credo, Símbolo Niceno-Constantinopolitano, el que se usa en la Misa, y en el artículo sexto del Credo Símbolo de los Apóstoles, que se profesa en la liturgia bautismal. Por otra parte: «está lo que se dice la Escritura: «El Señor Jesús, después de hablarles, subió al cielo, y está sentado a la derecha de Dios» (Mc 16, 19)»[2].

Santo Tomás da de ello la siguiente razón: «En la expresión «estar sentado»podemos entender dos cosas: una, la quietud, según el pasaje evangélico: «Permaneced aquí, en la ciudad» (Lc 24, 49): otra, la potestad regia o judicial, según aquello también de la Escritura: «El rey que está sentado en el trono del juicio, disipa todo mal con su mirada» (Pr 20, 8)».

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