7.06.18

(497) Evangelización de América –39. México. La Virgen de Guadalupe, San Juan Diego y los indios apóstoles

 Basílica de Guadalupe, México

–Si no hubiera sido por la Virgen de Guadalupe…

–La providencia del Señor siempre sabe lo que conviene permitir y lo que debe promover. Todo está en su mano.

 

El Nican Motecpana

Al referir las fuentes documentales de Guadalupe y Juan Diego ya presenté el Nican Motecpana, texto en náhualt escrito hacia el 1600 por don Fernando de Alba Ixtlilxóchitl (1570-1649), bisnieto del último emperador chichimeca, y heredero de los papeles y documentos de don Antonio Valeriano (1516-1605). De esta notable obra transcribo algunos párrafos que informan sobre los milagros de la Virgen y la santidad de Juan Diego.

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28.05.18

(495) Evangelización de América –38. México. Guadalupe y Juan Diego (III)

Virgen de Guadalpue

–¿Puede ser verdad tanta belleza?

–Puede. En el artículo siguiente, Dios mediante, comprobaremos que es verdad.

Juan Diego ha recibido de la Virgen una gran señal: las perfumadas rosas crecidas en invierno. Y su ánimo se ve así reconfortado para persistir en su visita al señor Arzobispo, y pedirle la construcción de una iglesia.

        

Martes, 12

«Después que la Señora del Cielo le dio su consejo, se puso en camino por la calzada que viene derecho a México: ya contento y seguro de salir bien, trayendo con mucho cuidado lo que portaba en su regazo, no fuera que algo se le soltara de las manos, y gozán­dose en la fragancia de las variadas hermosas flores».

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22.05.18

(494) Evangelización de América –37. México. Guadalupe y Juan Diego (II)

Virgen de Guadalpue

–«Lo bueno, si breve, dos veces bueno», dice un refrán muy antiguo.

–Más antiguo es el de Jesús: «No dar lo santo a los perros».

Dejamos a Juan Diego, después de su primer encuentro con la Virgen María en el cerro Tepeyac, caminando derecho a México, según Ella le había mandado, para hablar con el Sr. Arzobispo. Y seguimos leyendo aquellos diálogos asombrosos entre la Virgen María, una doncella jovencita, y Juan Diego, vecino de un pueblo próximo a la capital, viudo de 57 años… ya un anciano, en aquellos tiempos.

 

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15.05.18

(493) Evangelización de América –36. México. Guadalupe y Juan Diego (I)

Virgen de Guadalupe

–¿Y nos va a transcribir el relato completo de las apariciones de la Virgen en Guadalupe? Es muy largo.

–Tranquilo. Lo voy a dar íntegro, con el favor de Dios, pero en atención a gente como usted, lo daré en cómodos plazos.

–Canonización de San Juan Diego, testigo de la Virgen de Guadalupe

    Las maravillas de gracia que recibió en Guadalupe (1531) el indio Juan Diego (1474-1548), muy poco después de la primera evangelización de México, constituyen una de las apariciones de la Virgen más hermosas y ciertas de la historia de la Iglesia. Su historicidad se fundamenta principalmente en la santidad del testigo vidente y oyente, Juan Diego Cuauhtlatoatzin. Beatificado por San Juan Pablo II el 6 de mayo de 1990, fue canonizado como santo por el mismo Papa en la ciudad de México el 31 de julio de 2002. La homilía que predicó en la Misa es preciosa. 

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5.05.18

(492) Evangelización de América –35. México. Santos indios mexicanos

Niños mártires de Tlaxcala

–Perdone, pero los que cita no todos son santos canonizados, pues algunos son beatos.

–Pero los cristianos beatificados por la Iglesia son personas santas ¿no?… Pues eso.

 

–Precocidad de la santidad cristiana en México

Ya hemos referido cómo en 1520, antes de la conquista de México, los cuatro señores de Tlaxcala –siendo uno de ellos, Xicohtencatl–, apadrinados por Hernán Cortés, recibieron el bau­tismo. También sabemos que, llegados en 1524 los franciscanos a la ciudad de México, en seguida Fray Martín de Valencia, que permaneció en la capital con cuatro frailes, envió a los otros doce, de cuatro en cua­tro, a fundar casas en Texcoco, Tlaxcala y Huejotzingo. Y conoce­mos también que el padre Motolinía estuvo de guardián en la ciudad de Tlaxcala de 1536 a 1539, cuando, según él informa, ya «hay en ella [además del convento franciscano] un buen hospital y más de cincuenta iglesias pequeñas y medianas, todas bien aderezadas» (III,16, 435). Pues bien, de ese tiempo procede esta historia, bien significativa, que él re­fiere:

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