Eutanasia, oración y ayuno
“¿Por qué no pudimos echarlo nosotros?” preguntaron los discípulos a Jesús a propósito de un muchacho poseído por un espíritu inmundo. Jesús respondió: “Esta especie solo puede salir con oración y con ayuno”.
Es inevitable evocar esta página del Evangelio al leer la nota de la Conferencia Episcopal Española ante la previsible aprobación en el Congreso de los Diputados de la Ley Orgánica de regulación de la eutanasia.
Estamos ante una especie de mal muy difícil de combatir: “Es una propuesta que hace juego con la visión antropológica y cultural de los sistemas de poder dominantes en el mundo”, dice la nota.
Unos pocos cristianos frente a los sistemas de poder. David frente a Goliat. La convicción de la fe y de la razón frente a la fuerza aplastante de la propaganda y de la mentira, la debilidad de lo verdadero frente a la potencia de lo falso disfrazado de verdad. La impotencia de la piedad frente a la falsa piedad.
Unos pocos, tildados de fanáticos, en contra de la dictadura de lo políticamente correcto. Unos pocos, defensores de la vida, en contra de la “cultura de la muerte”. La sociedad “alimenta la «cultura de la muerte», llegando a crear y consolidar verdaderas y auténticas «estructuras de pecado» contra la vida”, decía san Juan Pablo II.
La oración y el ayuno son actos de confianza en Dios. Lo que nosotros no podemos lograr, Él sí puede hacerlo. Y son, igualmente, acciones de protesta frente a lo que no debe ser; son acciones que ponen límite al mal, que lo señalan como mal, que le quitan la máscara con la que se presenta.
Todo lo que rodea la cultura de la muerte es siniestro y oscuro, lleno de doblez. El mal no muestra abiertamente su rostro, sino que se viste de compasión. Todo se teje durante la noche: “La tramitación [de la ley] se ha realizado de manera sospechosamente acelerada, en tiempo de pandemia y estado de alarma, sin escucha ni diálogo público”, dice asimismo la nota de los obispos.