12.12.20

Eutanasia, oración y ayuno

“¿Por qué no pudimos echarlo nosotros?” preguntaron los discípulos a Jesús a propósito de un muchacho poseído por un espíritu inmundo. Jesús respondió: “Esta especie solo puede salir con oración y con ayuno”.

Es inevitable evocar esta página del Evangelio al leer la nota de la Conferencia Episcopal Española ante la previsible aprobación en el Congreso de los Diputados de la Ley Orgánica de regulación de la eutanasia.

Estamos ante una especie de mal muy difícil de combatir: “Es una propuesta que hace juego con la visión antropológica y cultural de los sistemas de poder dominantes en el mundo”, dice la nota.

Unos pocos cristianos frente a los sistemas de poder. David frente a Goliat. La convicción de la fe y de la razón frente a la fuerza aplastante de la propaganda y de la mentira, la debilidad de lo verdadero frente a la potencia de lo falso disfrazado de verdad. La impotencia de la piedad frente a la falsa piedad.

Unos pocos, tildados de fanáticos, en contra de la dictadura de lo políticamente correcto. Unos pocos, defensores de la vida, en contra de la “cultura de la muerte”. La sociedad “alimenta la «cultura de la muerte», llegando a crear y consolidar verdaderas y auténticas «estructuras de pecado» contra la vida”, decía san Juan Pablo II.

La oración y el ayuno son actos de confianza en Dios. Lo que nosotros no podemos lograr, Él sí puede hacerlo. Y son, igualmente, acciones de protesta frente a lo que no debe ser; son acciones que ponen límite al mal, que lo señalan como mal, que le quitan la máscara con la que se presenta.

Todo lo que rodea la cultura de la muerte es siniestro y oscuro, lleno de doblez. El mal no muestra abiertamente su rostro, sino que se viste de compasión. Todo se teje durante la noche: “La tramitación [de la ley] se ha realizado de manera sospechosamente acelerada, en tiempo de pandemia y estado de alarma, sin escucha ni diálogo público”, dice asimismo la nota de los obispos.

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29.11.20

Buda y las tiendas de decoración

Todos los días intento caminar durante una hora. Es un propósito que cumplo a rajatabla, rigurosamente. Y es un propósito que me gusta cumplir – no tanto otros -.

En este paseo puedo ver, casi de refilón o más detenidamente, muchos escaparates de tiendas. Me gustan mucho las que están dedicadas a la decoración. Una casa, una morada, gana mucho si resulta agradable para vivir en ella.

Los meses de confinamiento, o de semi-confinamiento, quizá nos hayan hecho más sensibles a la importancia de nuestro entorno más inmediato, que no es el bosque más cercano, sino la propia habitación.

Mi sorpresa, que no es nueva, viene de una evidencia: En todas estas tiendas suele haber un busto o algo similar de Buda. No creo que la población española se haya vuelto, de ayer para hoy, budista. Más bien tiendo a pensar que poner una imagen de Buda en casa es un signo de modernidad, de “espiritualidad”, de algo tolerado e incluso bien visto.

La población española, mayoritariamente, no se ha vuelto budista, sino atea. Y casi diría que también ignorante. Los que ponen un Buda en su casa, ¿qué saben de Buda o del Budismo? En su inmensa mayoría, tiendo a pensar que nada.

Pero cada cual pone en su casa lo que quiere. Me dirijo ahora a los cristianos, me dirijo a mí mismo. Y pienso en la necesidad que tenemos de imágenes de Cristo, de los misterios de la vida de Cristo

La fe nos dice que “la Encarnación del Hijo de Dios inauguró una nueva economía de las imágenes”. No hay nada de malo en las imágenes sagradas, en los iconos sagrados. No solo no hay nada de malo, sino que ese “visto bueno” a las imágenes ha propiciado los mayores logros de la historia del arte.

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21.11.20

Una escuela peor

En España ya estamos acostumbrados a los vaivenes de las leyes sobre educación. Duran muy poco estas leyes. Y convencen a muy pocos, dejando a parte a quienes las elaboran y las aprueban.

Habría que aspirar a algo más que a la (escasa o amplia) mayoría parlamentaria. Habría que aspirar a la verdad y al bien. Parece obvio que, estas últimas, son aspiraciones demasiado elevadas en relación con lo que vemos cotidianamente.

Estoy convencido de lo conveniente que es para los alumnos la enseñanza religiosa escolar. Me refiero a la clase de Religión. Y hablo de la religión católica, sin excluir la enseñanza de otras religiones que tengan acuerdos con el Estado y demanda por parte de los ciudadanos.

Mi experiencia como alumno y estudiante de Religión fue muy buena. Tanto en la escuela pública como en la escuela privada. Siempre tuve la convicción de que en esa asignatura – Religión – se aprendían cosas interesantes. Durante muy poco tiempo fui docente de esta materia, primero en un colegio público y luego en otro privado. Me esforcé en cumplir con mi obligación de enseñar la asignatura lo mejor que supe, con la certeza de que en algo beneficiaría a los alumnos.

La enseñanza de la Religión no desaparece de la escuela, en teoría, pero en la práctica se sitúa en una posición muy difícil. Se ofrece esa enseñanza, pero no habrá materia alternativa y la nota no contará para casi nada. Decirle a los alumnos que una asignatura pueden cursarla o no y, encima, que en caso de cursarla, dará lo mismo la nota que tengan es más o menos como decirles que esa asignatura no vale para nada.

En esta irrelevancia de la asignatura de Religión veo el desprecio del que es objeto mi propia especialidad, la Teología. En España, y en otros países, mi especialidad no existe como titulación universitaria. En muchos otros, sí. En España, las titulaciones en Teología tienen efectos genéricos. Uno es reconocido por el Estado, genéricamente, como licenciado o doctor si tiene el título de licenciado o doctor en Teología. Hoy sería más exacto hablar de grado, máster, doctor…

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Rey del Universo

Jesucristo, Rey del Universo, lleva a su consumación el plan salvador de Dios. Él es el supremo Pastor, Rey y Juez de todos los hombres, tal como había profetizado Ezequiel (cf Ez 34,11-17).

Jesucristo nos acompaña todos los días de nuestra vida; nos guía por el sendero justo y nos conduce a la casa del Padre (cf Sal 22).

Él es el Rey del mundo y el Señor de la historia. Quiere reinar en el mundo reinando en nuestros corazones. “Nosotros, y solo nosotros, podemos impedirle reinar en nosotros mismos y, por tanto, podemos poner obstáculos a su realeza en el mundo: en la familia, en la sociedad y en la historia", comenta Benedicto XVI.

Nuestra salvación personal, pero también la salvación del mundo, depende de nuestra correspondencia a la gracia, que se traduce de modo concreto en la decisión de practicar la justicia y no la iniquidad, de abrazar el perdón y no la venganza, el amor y no el odio.

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7.11.20

25 personas

En el “Diario Oficial de Galicia” del miércoles 4 de noviembre de 2020 el Presidente de la Xunta, entre otras medidas, dispone “limitaciones a la permanencia de personas en lugares de culto”. Como máximo, cincuenta personas, sin poder utilizar el exterior de los edificios ni la vía pública para la celebración de los actos de culto.

No obstante, el límite máximo previsto será de veinticinco personas en algunos ayuntamientos y ámbitos territoriales. Entre estos, las principales ciudades gallegas. Vigo, una de ellas.

Es decir, en la Misa, sea diaria o dominical, no puede permitirse un aforo que supere las 25 personas. Da igual que el templo tenga capacidad para cuatrocientas o quinientas. 25. Solo 25. Y eso que esas mismas disposiciones advierten que “las limitaciones previstas en los puntos anteriores no podrán afectar en ningún caso al ejercicio privado e individual de la libertad religiosa”.

Yo no sé qué idea tienen nuestros gobernantes sobre la “libertad religiosa”. Que en ningún caso, al menos para un católico, puede restringirse al “ejercicio privado e individual”. Somos la Iglesia de Jesucristo; somos congregación, comunidad, comunión.

No se podrá decir que la Iglesia Católica en España no ha sido solidaria y responsable a la hora de abordar la crisis del coronavirus. En las parroquias hemos obedecido en todo: gel hidroalcohólico, mascarillas, desinfección. Hemos compartido los momentos duros del confinamiento de marzo y abril sin ninguna queja, a pesar de lo doloroso de las medidas entonces adoptadas.

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