Sobre el amor del Corazón de Cristo. Una meditación

1. La fuerte conexión
En su primer documento extenso, la exhortación apostólica “Dilexi te” – “Te he amado”-, el papa León XIV expresa, en continuidad con su predecesor en la sede romana, el deseo “de que todos los cristianos puedan percibir la fuerte conexión que existe entre el amor de Cristo y su llamada a acercarnos a los pobres”. La esencia del cristianismo – el amor de Cristo – es indisociable de esa proximidad a los más necesitados. Ambas dimensiones brotan de la misma fuente, el amor divino y humano del Corazón de Cristo, temática abordada por el papa Francisco en su última encíclica, “Dilexit nos” – “Nos amó” -.
Tal concentración en lo principal, en lo sustancial, nos sitúa, más allá de la mera beneficencia, en el horizonte de la revelación divina. No se trata solo de hacer el bien a los demás, sino de entrar en la lógica de la manifestación y comunicación que Dios hace de sí mismo a los hombres, una comunicación que llega su plenitud en Jesucristo, el Verbo encarnado, el Hijo de Dios hecho hombre. Una tentación que ronda a cualquier cristiano es la de subvertir la originalidad del Evangelio para acomodarlo a lo mundano, a los cálculos de este mundo y de este tiempo, a expectativas acerca de lo útil que no siempre dejan espacio a la generosidad y a la apertura a los demás.

Con ocasión del centenario del fallecimiento de Antonio Gaudí (Reus, 25.VI.1852 – Barcelona, 10.VI.1926) el próximo 2026 ha sido declarado “Año Gaudí”, dedicado a conmemorar el legado científico, técnico y patrimonial del famoso artista.
León XIV ha anunciado que el próximo 1 de noviembre de 2025, en el contexto del Jubileo del mundo educativo, conferirá el título de doctor de la Iglesia a San John Henry Newman (Londres 1801- Birmingham 1890), “el cual – en palabras del pontífice - contribuyó de manera decisiva a la renovación de la teología y a la comprensión de la doctrina cristiana en su desarrollo”. Con la incorporación del cardenal Newman al catálogo de doctores de la Iglesia, la lista de santos que gozan de este título ascenderá a 38. Citemos a algunos de estos maestros: san Agustín, san Anselmo, santo Tomás de Aquino, san Ireneo de Lyon, y entre los españoles, san Juan de Ávila, santa Teresa de Jesús o san Juan de la Cruz. Auténticas luminarias en la historia religiosa e intelectual del cristianismo y, por consiguiente, del mundo.
“Con la autoridad que Cristo confirió a Pedro y a sus Sucesores, en comunión con todos los Obispos —que en varias ocasiones han condenado el aborto […] —, declaro que el aborto directo, es decir, querido como fin o como medio, es siempre un desorden moral grave, en cuanto eliminación deliberada de un ser humano inocente. Esta doctrina se fundamenta en la ley natural y en la Palabra de Dios escrita; es transmitida por la Tradición de la Iglesia y enseñada por el Magisterio ordinario y universal.












