Jubileo: el cuerno de carnero y el perdón
En el Antiguo Testamento una misma palabra hebrea, “jobel”, designaba a la vez el sonido del cuerno de carnero que anunciaba un acontecimiento extraordinario y el acontecimiento extraordinario anunciado en sí mismo; es decir, el año jubilar, que se celebraba cada cincuenta años. Con la antigua versión griega de la Biblia, conocida como la “Septuaginta”, la palabra hebrea “jobel” fue traducida al griego como “áphesis”, que significa “remisión”, “liberación” o incluso “perdón”. Con esta traducción griega, se pasa, como explica el cardenal Ravasi en un artículo en “L’Osservatore Romano”, de un dato cultual y sacral – la celebración del año jubilar que comienza con el toque del cuerno de carnero en una fecha cercana a la solemnidad del “Kippur”, de la Expiación por el pecado de Israel – a un concepto ético, moral y existencial: la remisión de las deudas y la liberación de los esclavos. Lo ritual no se puede separar, por consiguiente, de lo existencial.
¿Qué elementos comportaba el jubileo veterotestamentario? Fundamentalmente tres: El descanso de la tierra, la condonación de las deudas y la restitución de las tierras, y, en tercer lugar, la liberación de los esclavos. Dejar reposar la tierra en el año jubilar equivale a no sembrarla y a no recoger sus frutos para recordar que la tierra es un don y que los ciclos de la naturaleza dependen no solo de la obra del hombre, sino sobre todo del Creador, de lo trascendente. Condonar las deudas y restituir las tierras enajenadas o vendidas al propietario original equivalía a reconstruir el mapa de la tierra prometida, tal como Dios la había querido, dividiendo las tierras entre las tribus de Israel. En cuanto a las deudas, sucedía lo mismo: todo era esencialmente común y se distribuía según las distintas tribus. El jubileo era el año de la liberación, de la redención, el año en que el pueblo volvía a ser el pueblo del éxodo, libre de la esclavitud y de la discriminación.