Cultura del homicidio
Merece la pena releer la encíclica de Juan Pablo II “Evangelium vitae”. Sobre el aborto, recuerda el Papa que, entre todos los delitos que el hombre puede cometer contra la vida, reviste éste características que lo hacen “particularmente grave e ignominioso”. Realmente es, como enseñó el Concilio Vaticano II, un crimen nefando (cf “Evangelium vitae”, 58).
Un síntoma muy preocupante es la aceptación social de este delito. Personas que se movilizan por la defensa de las especies animales en peligro de extinción se muestran, en ocasiones, “tolerantes” con la práctica del aborto: “Nadie aborta por gusto”; “mejor abortar a un niño que tratarlo mal”; “no se puede ser madre a la fuerza”, etc. Siempre se pueden alegar supuestas “razones” en favor de este crimen.
Un aspecto esencial es llamar a las cosas por su nombre. El aborto no es “la interrupción voluntaria del embarazo”. El aborto procurado consiste en matar al feto; en frustrar deliberadamente su proceso natural de crecimiento. La interrupción del embarazo es una consecuencia de un acto previo: la eliminación violenta de una vida humana. Una eliminación planificada fríamente por los propios padres, con la cobertura legal del Estado y con el apoyo de los médicos.