Perdonavidas
Las palabras tienen su magia y, a veces, nos hacen sucumbir a su hechizo. Un término que encuentro particularmente afortunado es el de “perdonavidas”. Designa a quien presume de lo que no es, a quien se jacta de bizarro y va por ahí, con su actitud, como indultando a los demás. Un sinónimo de “perdonavidas” es “baladrón”; es decir, fanfarrón y hablador que, siendo cobarde, blasona de valiente.
Tanto en la vida real como en la virtual nos encontramos con “perdonavidas”. Una manifestación de esa singular disposición de ánimo se hace ostensible en la facilidad con la que el perdonavidas cree adivinar las verdaderas intenciones de los demás, sus resortes ocultos, sus aspiraciones inconfesas.
En un debate, el perdonavidas no atiende a razones. Simplemente se limita a contestar con el desprecio de quien se sitúa más allá del bien y del mal. No va a lo que se dice, sino que desprestigia a quien lo dice. Y el ataque es periférico, circunstancial, anecdótico, porque - se sobreentiende - no está él para perder el tiempo, no tanto con banalidades, sino con seres insustanciales que están muy por debajo del nivel en el que él, sin fundamento alguno, cree estar.