Estudios Eclesiásticos
La “Carta a los seminaristas” de Benedicto XVI, en su punto quinto, aborda con densidad y con relativa extensión – proporcionada a la totalidad del documento – la cuestión de los Estudios Eclesiásticos, que los candidatos al sacerdocio han de realizar como capacitación para su ministerio.
El Papa insiste en algunos elementos que merece la pena tomar en consideración. No se trata de novedades, pero sí de acentos significativos. La primera frase de este punto no por obvia deja de tener relevancia: “El tiempo en el seminario es también, y sobre todo, tiempo de estudio”. Hay muchas dimensiones que han de cultivarse en la formación de los futuros sacerdotes: la dimensión humana, espiritual, académica, comunitaria y pastoral, entre las principales. Sin embargo, en tiempo, en dedicación de horas, la primera ocupación es el estudio. Podríamos decir que en esa tarea consiste el “trabajo” de un seminarista.
La razón de esta prioridad en lo que al cómputo del tiempo se refiere deriva de un elemento nuclear de la fe: “la fe cristiana tiene una dimensión racional e intelectual esencial”. La Teología como “ciencia de la fe”, como “fides quaerens intellectum”, no es un añadido opcional al movimiento que brota del creer, sino un elemento intrínseco del mismo. El Papa aporta dos razones: para el bautizado existe un “modelo de doctrina” – es decir, la fe no es mero sentimiento, sino asentimiento que tiene que ver con la verdad – y el bautizado tiene la obligación de estar dispuesto a dar razón de su esperanza (cf 1 Pe 3,15). La dimensión teológico-fundamental, la preocupación por “dar razones”, así como el estatuto epistemológico de la Teología, son cuestiones justamente destacadas por Benedicto XVI.
El Papa llama la atención sobre una tentación que puede asediar a los seminaristas, a sus profesores y - ¿por qué no? – también a los obispos: el pragmatismo. No todo es “hacer”. También está el “comprender”. No todo es cubrir, de hecho, las plazas vacantes en una diócesis, sino pararse a pensar cuál es “la estructura interna de la fe” a fin de que se convierta, en profundidad, “en una respuesta a las preguntas de los hombres”. En cierto sentido, los estudios – y me refiero a los estudios en general - tienden a enfocarse excesivamente hacia lo práctico, hacia la adquisición de “competencias” – palabra sagrada en el vocabulario de Bolonia - . Pero, como dice Jesús, no sólo de pan vive el hombre. La verdadera cultura es irreductible a la inmediata aplicación práctica, lo que no quiere decir que no ayude a la vida concreta cada ser humano.