(130) Y otro micropost más, ahora contra la justificación extrínseca y la inutilidad de la gracia
Cuán horrorosa será la mancha del pecado, que necesita de Sangre para lavarla y “que salga”. Y es que el alma en gracia no puede convivir con el mal ni su tiniebla. Necesita Sangre de Dios para ABORRECER el mal y resistirlo de hecho. Y entonces, hay dos opciones:
o resiste por gracia el pecado, para no volver a la inmundicia de la enemistad con Dios (Trento, ses. VI),
o concierta sin gracia con el pecado, tolerándolo pasivamente, reclamando una imputación meramente externa, formal, judicial, de la justificación, que no vale para nada.
Es entonces cuando no importa el pecado.
Es la falsa solución luterana: la gracia como una manta arrojada sobre un muerto. No se ven los gusanos devorando el cuerpo de pecado, se ve sólo una manta que lo cubre. Pero aquí todo es aparente, todo es ficticio, todo es una ilusión, una mera imputación judicial, una manta de justicia, pero no la justicia.
Hay buenos cristianos que desconocen esta doctrina, porque se ha minusvalorado y no se ha predicado salvo excepciones. Hay buenos sacerdotes, laicos, catequistas, diáconos, evangelizadores, que a lo mejor, seguro que con buenísima voluntad, no se dieron cuenta de ello.
En la pregunta al P. Chus Villarroel y su correspondiente respuesta hay algo de esto.
«¿Cómo se vive la gratuidad en el día a día?
La gratuidad trae consigo que el Espíritu Santo te hace ver que no es tu obra, sino que es obra de Dios. Una consecuencia es que se te quita el peso de la salvación, no lo llevas tú. (…). ¿Pero qué importancia tiene tu pecado cuando vives en compañía de Aquel que ha muerto gratuitamente por ese pecado? Aunque lo vuelvas a cometer, por tu debilidad, ya no es lo mismo.»
En primer lugar, sí que es nuestra obra, en cuanto causa segunda subordinada. Cuanto más movida la voluntad, más auténticamente actúa, más suya es su obra, más actúa por sí misma, como enseña el Angélico.
En segundo lugar, sí que llevamos el peso de la salvación, aunque no lo llevamos en cuanto causa primera, sino en cuanto causa segunda subordinada, como decimos.
En tercer lugar, sí que tiene importancia el pecado, porque por el pecado fue necesaria la muerte del Hijo Primogénito.
Por el pecado se esclaviza el ser humano, por el pecado puede morir para siempre, por el pecado puede frustrar el fin para el que fue creado, por el pecado entró la muerte en el mundo y deformó el universo entero, difundiendo el mal y el principado del maligno. Luego el pecado sí es importante en la vida cotidiana. Como escribe certeramente Luis Fernando Pérez Bustamante en reciente post,
«La gracia no se nos da para que nos creamos seguros, sino para que podamos vencer al pecado en nuestras vidas. Y al pecado se le vence… dejando de pecar. Sí, por gracia. Pero dejándolo.»
Porque, ¿qué sentido tiene la gracia, si no aleja del pecado, si no santifica, si no transforma?
«procuren su salvación con temor y temblor, por medio de trabajos, vigilias, limosnas, oraciones, oblaciones, ayunos y castidad: pues deben estar poseídos de temor, sabiendo que han renacido a la esperanza de la gloria, mas todavía no han llegado a su posesión saliendo de los combates que les restan contra la carne, contra el mundo y contra el demonio; en los que no pueden quedar vencedores sino obedeciendo con la gracia de Dios »
7 comentarios
Lo diga Trento o su prima hermana, si Dios necesita (o elige, que me da lo mismo) que le temamos para salvarnos es un Dios mediocre (y de hecho si lo elije más que mediocre sería un Dios rastrero)
Y como Dios no puede ser mediocre (ni rastrero), lo que dice Trento debe ser lógicamente falso
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A.G.:
Anda ya hombre...
La vida de los santos contemplada de esa manera sólo puede llevarnos a una conclusión: la facilidad conque son santos porque la Gracia actúa en ellos. Nadie que haya leído vidas de santos saca la conclusión de que tuvieron vidas fáciles, a pesar de la ayuda del Espíritu Santo.
Dios no nos ha creado en esta situación calamitosa de esclavos del pecado. Nos han venido encima, como en avalancha, todas las desgracias imaginables a causa, justamente, del rechazo de su gracia.
Dios, no queriendo dejarnos "tirados", planea una redención que le costará "sangre", literalmente.
Haciendo un juego de imaginación podríamos decir: Dios crea el universo y establece las "reglas del juego", y entre esas reglas está que él mismo debe respetarlas, pudiendo no ser así, por supuesto, pero que las respeta porque su creación NO ES UN JUEGO, y nosotros somo "hijos" antes que juguetes a quienes nos propone practicar la Ley del Amor como salvoconducto para entrar en el Reino y vivir eternamente en su presencia... y ya que abandonar el pecado es imposible para nuestras pocas fuerzas, ÉL MISMO NOS AYUDA A VENCERLAS. ¡Ese es mi Dios! Y ojalá sea el tuyo también.
Entonces qué, ¿también vas a descalificar la Sagrada Escritura? Si lo haces, te quedas ya con tu propio diosecillo, creado a imagen y semejanza tuya. Antes te conviene entender mejor la Escritura, la Tradición y el Magisterio; te conviene hacerte humilde y pequeño, porque sólo a ellos el Padre quiere revelarles los misterios de la salvación.
La confesion y mucha oraci9n nos la devuelven.
No entiendo al P.Chus:la importancia del pecado cuando eestàs en presència de Cristo es que esa presència
desaparece no?
A mi estas cosas me confunden...
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A.G.:
Con el pecado mortal se pierde el estado de gracia. Para recuperarlo hay que confesarse. Lo que afirma el P. Chus puede no reflejar su verdadera intención, pero es erróneo, tal y como está dicho, de hecho, es luteranismo.
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