13.11.19

Un amigo de Lolo - “Lolo, libro a libro” - Lolo ha dado en el clavo

Presentación

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Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

 

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Continuamos con el traer aquí textos del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Lo hacemos ahora con “El sillón de ruedas”.

Lolo ha dado en el clavo

 

“A una Cruz no se la puede medir por su intensidad, sino por su familiaridad y su destino alcanzados.” (El sillón de ruedas, p. 110)

 

Reconocemos, antes de empezar, que las palabras que hemos traído, salidas del corazón del Beato Manuel Lozano Garrido no son fáciles. Y no lo son porque determinan, digamos, el grado de intensidad que podamos tener de la fe que decimos acoger en nuestro corazón. Y sí, eso no siempre es fácil, como bien sabemos.

 

EXCURSUS

 

Gracias a Dios, un problema informático hizo que lo que había escrito sobre estas palabras del Beato Lolo desapareciera y no pudiera recuperarlo. Y es que, según veo ahora, estaba equivocado al escribir de nuestras cruces y no de Su Cruz, o sea, la de Cristo. Y eso es lo que voy a hacer ahora.

 

FIN DEL EXCURSUS

 

Cuando el Beato de Linares (Jaén, España) escribe acerca de la Cruz de Cristo lo hace porque, en algo de eso, la ha compartido en su vida ordinaria que, como sabemos, fue dura si hablamos de lo físico aunque muy gozosa si nos referimos a lo espiritual.

Es bien cierto que nosotros, los simples seres humanos, no podemos ser capaces de comprender lo que supuso la Cruz para Quien la llevó desde Jerusalén hasta el monte llamado Calvario. Y, como mucho, podemos teorizar sobre tal cosa sin, en fin, llegar a comprender, como decimos, qué fue aquello.

Sabemos, de todas formas, según lo escrito en los Santos Evangelios, que no fue nada agradable lo que sucedió entre aquellos dos maderos y Quien allí estaba colgado. Y sabemos eso y, por lo mismo, nos hacemos cruces (en el sentido que le damos a eso ahora) al apreciar lo que tuvo que soportar Jesucristo.

Sin embargo, es cierto y verdad que aquí no importa aquello, es decir, la “intensidad” de la Cruz porque, como decimos, está muy lejos de nuestro alcance espiritual (y no digamos físico…). Y no importa porque Cristo la soportó con gozo aunque eso pueda parecer extraño e, incluso, preocupante. Pero, el caso es que sí, Jesucristo sabía a lo que iba cuando se dejó prender, se dejó abofetear, se dejó escupir y, al fin, se dejó juzgar injusta e ilegítimamente y, al final, se dejó matar. Y es de suponer, sí, que sufrió mucho en aquel auténtico calvario y Calvario (por lo que pasó y en aquel montículo) pero que conocía más que bien que aquello debía pasar… y pasó.

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10.11.19

La Palabra del Domingo - 10 de noviembre de 2019

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Lc 20, 27-38

 

“27 Acercándose algunos de los saduceos, esos que sostienen que no hay resurrección, le preguntaron: 28 ‘Maestro, Moisés nos dejó escrito que si muere el hermano de alguno, que estaba casado y no tenía hijos, que su hermano tome a la mujer para dar descendencia a su hermano. 29 Eran siete hermanos; habiendo tomado mujer el primero, murió sin hijos; 30 y la tomó el segundo, 31        luego el tercero; del mismo modo los siete murieron también sin dejar hijos. 32 Finalmente, también murió la mujer. 33   Esta, pues, ¿de cuál de ellos será mujer en la resurrección? Porque los siete la tuvieron por mujer.’       34 Jesús les dijo: ‘Los hijos de este mundo toman mujer o marido; 35       pero los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, 36      ni pueden ya morir, porque son como ángeles, y son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección. 37    Y que los muertos resucitan lo ha indicado también Moisés en lo de la zarza, cuando llama al Señor = el Dios de  Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. = 38 No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos viven.’”

        

COMENTARIO

 

La eternidad de Dios y la vida eterna del hombre

 

En este texto del Evangelio de San Lucas el Hijo de Dios dice mucho acerca de la vida eterna, de cómo es y de qué se ha de esperar de ella. Pero antes debía manifestar mucho a los que querían tenderle una trampa. 

En realidad, aquellos hombres, saduceos, debían querer burlarse de Jesucristo. Por eso le preguntan eso que le preguntan.

Sí, en efecto, resulta manifestación de burla preguntar acerca de la resurrección sin creer en ella. Por tanto, lo que preguntaran llevaba el marchamo de chanza y, además, intención malsana de querer coger al Maestro, como ellos lo llaman, en un renuncio espiritual. Y le preguntan esperando una respuesta que sea de su gusto… por eso aquello de la mujer que tantas veces contrajo matrimonio. 

Ciertamente, el tema era peliagudo. Y es que los saduceos no creían en la resurrección y, por lo tanto, les debía parecer de todo menos serio aquello de volver a la vida. Sin embargo, lo que no comprendían era que no se trataba de lo que ellos creían y, sobre todo, no comprendían, para nada, la naturaleza de Dios Padre Todopoderoso: es Dios de vivos. 

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8.11.19

J.R.R. Tolkien - Ventana a la Tierra Media – La Comarca de Tolkien – Un mundo personal demasiado aislado

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El que esto escribe, es más que posible, esté más que equivocado en esto que va a escribir. De todas formas, siendo cierto o no lo que diga… en fin, es una forma propia de entender las cosas. Es, además, una sensación que tiene.

Bueno. Vayamos, por tanto, con la cosa.

Al conocer a Tolkien, padre, y, sobre todo, a la obra que dejó escrita en vida (y luego, la que ha aportado a la humanidad lectora su hijo Chistopher, a uno le da la sensación de que ha entrado en un mundo nuevo donde todo lo bueno es posible pueda acaecer pero, ¡Ay!, todo lo malo está a la vuelta de la esquina.

Es cierto que la lectura personal, muy personal, de J.R.R. lo llena a uno de gozo y sabe, a ciencia y corazón ciertos lo sabe, que ha de haber muchas otras personas que llenen su alma con lo que los personajes de nuestro autor llevan a cabo, viven, existen y mueren.

Hay algo, sin embargo, que, tristemente, sucede a nuestro humilde entender.

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7.11.19

Un amigo de Lolo - “Lolo, libro a libro” - Sufrir; el sufrimiento de cada uno

Presentación

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Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

 

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Continuamos con el traer aquí textos del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Lo hacemos ahora con “El sillón de ruedas”.

Sufrir; el sufrimiento de cada uno

 

“Aunque tuviéramos delante todas las crucifixiones del mundo como un camposanto inacabable, habría que rendirse a la verdad de la que no hay copia cuando dos leños sencillos se le enlazan a un hombre con un sentido de Pasión.” (El sillón de ruedas, pp. 109-110)

 

Nosotros tenemos calificado, porque lo es, al sufrimiento que habitó en el corazón del Hijo de Dios, como un ejemplo de fortaleza, de honor y de dignidad. También lo tenemos como ejemplo exacto de hasta dónde se puede llegar si se quiere cumplir la misión que a uno se le ha dicho que debe hacer.

Nosotros tenemos, porque lo es, a la forma de sufrir de Jesucristo como una, digamos, forma tan especial que sabemos que seríamos incapaces de alcanzar, siquiera, como se suele decir, la suela de las sandalias que en su Pasión debió llevar puestas el Hijo de Dios.

Nosotros tenemos, porque lo es, a la forma de encajar las malas palabras, los escupitajos, los golpes, por parte del hijo de María y putativo de José como expresión del amor en grado sumo, de la Voluntad (que es de Dios por ser Cristo Dios hecho hombre) de perdonar y de pedir perdón. Y sabemos que es más que posible que nosotros no seríamos capaces de un tal comportamiento.

Nosotros tenemos, porque creemos que lo es, como una expresión sin palabras (dijo pocas entonces: aquellas siete, ya, en la Cruz colgado y a punto de morir al mundo y en el mundo) de qué es lo que debe hacer quien se considera hijo de Dios y sabe, porque lo es, que no hay otra forma de asentir que se ama al Todopoderoso que seguir el camino que hay delante, es mejor, sí, en silencio y, en todo caso, recordando Su silencio, Su Amor, el todo de Jesucristo en Su entonces.

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3.11.19

La Palabra del Domingo - 3 de noviembre de 2019

Dies Natalis del Beato Manuel Lozano Garrido

 

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Lc 19, 1-10

 

“Entró en Jericó y cruzaba la ciudad. Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí. Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: ‘Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa.’ Se apresuró a bajar y le recibió con alegría. Al verlo, todos murmuraban diciendo: ‘Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador.’ Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: ‘Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré cuatro veces más.’ Jesús le dijo: ‘Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abrahán, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.’” 

 

COMENTARIO 

Ansiosos como Zaqueo debemos ser

 

Resulta ser síntoma de haber cambiado mucho el hecho de que aquel hombre, Zaqueo, se arrepintiese de tanto en tan poco tiempo. 

Todo el mundo sabe que Zaqueo era publicano o, lo que es lo mismo, recaudador de impuestos. Y no era sólo eso sino que era jefe de publicanos. Y no sin cierta sorna nos dice el texto bíblico que era, además, “rico”. 

Que fuera rico no era nada extraño porque, al parecer, existía la costumbre, bien arraigada, de quedarse con parte de los impuestos recaudados para el Imperio Romano. Y, a lo mejor, hasta se cobraba más para poder quedarse con tal dinero… 

Digamos, por eso, que Zaqueo no podía ser bien visto por ninguno de sus vecinos sobre los que hacía caer la larga mano de la ley recaudatoria. 

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1.11.19

Santos, todos los que son

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Cada año, cuando llega la fecha del 1 de noviembre, vienen, a nuestra memoria, la vida y hechos de aquellas personas que, por su comportamiento y cumplimiento de la Palabra de Dios son un ejemplo para el resto de los católicos. 

Es cierto que, a lo largo del año celebramos a muchos santos, pero la Iglesia entiende que es importante dedicarles un día para que, al menos, tales 24 horas, sirvan para tener una conciencia, en conjunto, de aquellas personas que son, además, muy amadas por Dios aunque no estén propuestas por la Iglesia como ejemplos de vida cristiana porque, simplemente, eso resulta de todo punto imposible. 

De aquí que San Juan Pablo II, en la Homilía que sobre esta festividad de Todos los Santos del año 1997, dijera que 

“Durante todo el año celebramos la fiesta de muchos santos famosos. Pero la Iglesia ha querido recordar que en el cielo hay innumerables santos que no cabrían en el calendario”.

 

Sin embargo, no deberíamos creer que la fecha del 1 de noviembre es, exclusivamente, para que no olvidemos a los Santos sino que va mucho más allá porque va dirigida, tal fecha, a recordarnos la vocación a la santidad que cada persona creyente tiene. 

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30.10.19

Un amigo de Lolo - “Lolo, libro a libro” - La Cruz en nosotros

Presentación

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Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

 

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Continuamos con el traer aquí textos del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Lo hacemos ahora con “El sillón de ruedas”.

La Cruz en nosotros

 

“Se me ocurre, y escribo, que la Cruz bien puede ser la huella dactilar del alma.“ (El sillón de ruedas, p. 109)

 

Pudiera parecer, según las mismas palabras del Beato Manuel Lozano Garrido, que lo que ahora escribe y aquí traemos que se trata de una ocurrencia o algo así como lo que le pueda parecer en un momento determinado. Vamos, como una cosa que no tiene importancia.

Sin embargo, no es el caso.

El Beato de Linares (Jaén, España) nos tiene que decir algo que es muy importante y que tiene que ver, como tantas veces, con nuestra salvación eterna.

El caso es que lo escribe, Lolo lo escribe, para que aquellos que pudiera leer lo escrito, lo tengan en cuenta. Y es que era sabedor que realidades espirituales como las que ahora ponía sobre el papel, podían hacer mucho bien a quien llegara a tener conocimiento de ellas. Y por eso, cuando se le ocurre esto, lo escribe.

Digamos que lo que nos dice Lolo tiene mucho que ver con lo que decimos que creemos. Y decimos (valga la redundancia) “decimos” porque una cosa es lo que sostenemos acerca de nuestra fe católica y otra, ¡Ay, por desgracia!, lo que muchas veces mostramos.

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27.10.19

La Palabra del Domingo - 27 de octubre de 2019

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Lc 18, 9-14

 

9 Dijo también a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, esta parábola: 10 ‘Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano. 11 El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: ‘¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. 12 Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias.’

 

13 En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ‘¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!’ 14 Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.’”

 

COMENTARIO

 

Publicanos o fariseos como ellos

 

El mensaje que Cristo nos deja en esta conversación con aquellos que le escuchan es verdaderamente terrible. Queremos decir que desnuda, pone a la luz del día, las carencias espirituales de muchas personas. Pero, sobre todo, pone los puntos sobres muchas vocales que falsean o pretenden falsear la realidad espiritual de muchos hijos de Dios. 

Al Templo acudían muchas personas. Es de suponer, imaginamos que debía ser así, para tener una conversación con Dios en la que se exponían sus cuitas y, al parecer, sus demostraciones de falta de modestia y de humidad. 

Entre aquellas personas Jesús escoge a dos. Eran ejemplo de lo que debía ser un hijo de Dios y lo que nunca se debía querer ser. 

Aquellos que estaban seguros de su fe, aquellos que creían tener la sartén por el mango e iban por el mundo alardeando de lo que eran, hacían como aquel fariseo. Estaban tan seguros de sus bienes espirituales que se atrevían a juzgar a su prójimo. Y eso es lo que hacía aquel fariseo al respecto del publicano que veía al final del templo. 

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25.10.19

J.R.R. Tolkien – Una ventana a la Tierra Media – Sobre la alegoría en Tolkien

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A Tevildo, por su oportuno arañazo que agradezco…

 

Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua (Española, se entiende) “Alegoría” es  esto que sigue:

 

1. f. Ficción en virtud de la cual un relato o una imagen representan o significan otra cosa diferente.

2. f. Obra o composición literaria o artística de sentido alegórico.

3. f. Ret. Plasmación en el discurso de un sentido recto y otro figurado, ambos completos, por medio de varias metáforas consecutivas, a fin de dar a entender una cosa expresando otra diferente.

 

Podemos, por tanto, y por resumir y hacer la cosa sencilla, que con la alegoría, quien hace uso de ella, se quiere decir algo distinto de lo que dice y derivado de la misma o, mejor, se pretende que se entienda algo diferente a lo que, en verdad, se está plasmando sobre el papel o sobre la pantalla (dados los tiempos en que vivimos…)

Es bien cierto y verdad que a nadie se le escapa que nuestro autor, el profesor de Oxford, más conocido como J.R.R. Tolkien, podía hacer más que bien, digamos, de “alegórico” porque tenía materia más que suficiente como para hacer eso y mucho más.

Así, por ejemplo, de haber querido hacer eso, nosotros entenderíamos que cuando se refería al Mal en su estado puro y exacto lo que quería decir es que las potencias malignas de su tiempo (que se manifestaban tanto en Primera como en la Segunda Guerra Mundial) eran las que eran y bien que hacían el mal como el Mal se enseñoreaba muchas veces de la Tierra Media…

Así, por ejemplo, de haber querido hacer eso, nosotros entenderíamos que cuando se refería al Bien en su estado puro y exacto lo que quería decir es que aquellos que no andaban por el camino equivocado del Mal y procuraban obrar bien, actuar bien y cumplir unas normas de conducta ejemplares… en fin, que eran el Bien que existía en la Tierra Media.

Así, por ejemplo, ¿Quién no podría pensar que la Alemania de Entonces era el vivo ejemplo de la tiniebla, de la oscuridad y de la Sombra según eran sus gobernantes?

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24.10.19

Equivocarse de redil es grave, señores obispos

 

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Es más que conocida la imagen de Jesucristo como Buen Pastor. Y es que, claro, es Bueno pero también es Pastor que lleva a sus ovejas a comer buenos pastos espirituales y, luego, las devuelve al redil de donde no deben escaparse para no acabar perdidas por los montes del mundo.

Esto, nosotros, los católicos, lo tenemos como parte muy importante de nuestra fe. Es decir, sabemos que es básico considerar a nuestro hermano Jesucristo como el Pastor que nos conduce por buenos caminos y no permite (si no queremos, claro está) que nos perdamos.

Es cierto, de todas maneras, que si nos perdemos sale a buscarnos y se alegra mucho por un pecador que se ha convertido. Pero aquí no hablamos de eso sino de otra cosa.

A sabiendas de que todo el mundo conoce el tema que está acaeciendo en el Valle de los Caídos con el cuerpo allí enterrado del Generalísimo Francisco Franco Bahamonde, nos hemos llevado una sorpresa con esto que ha pasado.

Bueno, en realidad, no ha habido sorpresa alguna porque sabemos de qué pie cojea más de uno…

El caso es que nosotros, los católicos, esperamos de nuestros pastores (llamamos así, por ejemplo, a los Obispos aunque también puede hacerse eso con los sacerdotes que no lo son) que sean buenos pastores y que lleven a sus ovejas, nosotros, a pastar en buenos pastos. Es decir, que no nos den de comer malas hierbas espirituales o no nos dejen que nos cause daño en el corazón la ingesta de agua pútrida. Y en esas estamos, al parecer.

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