24.06.18

La Palabra del Domingo. 24 de junio de 2018

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 Lc 1, 57-66. 80

 

“57 Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz, y tuvo un hijo. 58 Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor le había hecho gran misericordia, y se congratulaban con ella. 59     Y sucedió que al octavo día fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, 60 pero su madre, tomando la palabra, dijo: ‘No; se ha de llamar Juan.’ 61 Le decían: ‘No hay nadie en tu parentela que tenga ese nombre.’ 62       Y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase.63  Él pidió una tablilla y escribió: ‘Juan es su nombre.’ Y todos quedaron admirados. 64 Y al punto se abrió su boca y su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. 65 Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la montaña de Judea se comentaban todas estas cosas; 66 todos los que las oían las grababan en su corazón, diciendo: ‘Pues ¿qué será este niño?’ Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él.

 

80 El niño crecía y su espíritu se fortalecía; vivió en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel.

 

COMENTARIO

  

Juan el Bautista, el último profeta del Antiguo Testamento

  

La historia de la salvación no había quedado establecida por Dios como si fuera cosa de poca importancia. No. Es, ciertamente, al revés la verdad: cada momento debía cumplirse cuando debía cumplirse y eso iba a pasar, justamente, con el más importante de todos: el del cumplimiento de la mayor promesa hecha por el Creador al hombre: enviar al Mesías, al Salvador, a Quien habría de venir para bien de la humanidad que lo aceptase como tal. 

Está más que claro que la historia de la salvación de la que hablamos arriba ya llevaba muchos siglos, digamos, cumpliéndoseY es que Dios conocía más que bien el corazón de sus hijos los hombres y tenía más que claro que, en determinado momento, les debería echar una mano o, mejor, las dos. 

Eso iba a llegar cuando el pueblo elegido por Quien todo lo creó y mantiene estaba desviándose de lo que estaba establecido para sí. Y es que la Ley de Dios había llegado a ser, por decirlo así, incrementada por muchos preceptos y había muchos hijos de Dios que, según parecía, se habían alejado de Quien los había creado. 

Y debía hacerse algo. 

Es bien cierto que Dio

.s podía haber hecho las cosas, sencillamente, como le hubiera dado la santa gana que, para eso, era Quien todo podía hacerlo. Pero lo hizo como lo hizo: para el hombre, poco a poco; para Él, según su santa voluntad. 

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23.06.18

Serie “Al hilo de la Biblia- Y Jesús dijo…” – ¡Cuiadado con la piedra del molino!

Sagrada Biblia

Dice S. Pablo, en su Epístola a los Romanos, concretamente, en los versículos 14 y 15 del capítulo 2 que, en efecto, cuando los gentiles, que no tienen ley, cumplen naturalmente las prescripciones de la ley, sin tener ley, para sí mismos son ley; como quienes muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón, atestiguándolo su conciencia, y los juicios contrapuestos de condenación o alabanza. Esto, que en un principio, puede dar la impresión de ser, o tener, un sentido de lógica extensión del mensaje primero del Creador y, por eso, por el hecho mismo de que Pablo lo utilice no debería dársele la mayor importancia, teniendo en cuenta su propio apostolado. Esto, claro, en una primera impresión.

Sin embargo, esta afirmación del convertido, y convencido, Saulo, encierra una verdad que va más allá de esta mención de la Ley natural que, como tal, está en el cada ser de cada persona y que, en este tiempo de verano (o de invierno o de cuando sea) no podemos olvidar.

Lo que nos dice el apóstol es que, al menos, a los que nos consideramos herederos de ese reino de amor, nos ha de “picar” (por así decirlo) esa sana curiosidad de saber dónde podemos encontrar el culmen de la sabiduría de Dios, dónde podemos encontrar el camino, ya trazado, que nos lleve a pacer en las dulces praderas del Reino del Padre.

Aquí, ahora, como en tantas otras ocasiones, hemos de acudir a lo que nos dicen aquellos que conocieron a Jesús o aquellos que recogieron, con el paso de los años, la doctrina del Jristós o enviado, por Dios a comunicarnos, a traernos, la Buena Noticia y, claro, a todo aquello que se recoge en los textos sagrados escritos antes de su advenimiento y que en las vacaciones veraniegas se ofrece con toda su fuerza y desea ser recibido en nuestros corazones sin el agobio propio de los periodos de trabajo, digamos, obligado aunque necesario. Y también, claro está, a lo que aquellos que lo precedieron fueron sembrando la Santa Escritura de huellas de lo que tenía que venir, del Mesías allí anunciado.

Por otra parte, Pedro, aquel que sería el primer Papa de la Iglesia fundada por Cristo, sabía que los discípulos del Mesías debían estar

“siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza” (1 Pe 3, 15)

Y la tal razón la encontramos intacta en cada uno de los textos que nos ofrecen estos más de 70 libros que recogen, en la Antigua y Nueva Alianza, un quicio sobre el que apoyar el edificio de nuestra vida, una piedra angular que no pueda desechar el mundo porque es la que le da forma, la que encierra respuestas a sus dudas, la que brota para hacer sucumbir nuestra falta de esperanza, esa virtud sin la cual nuestra existencia no deja de ser sino un paso vacío por un valle yerto.

La Santa Biblia es, pues, el instrumento espiritual del que podemos valernos para afrontar aquello que nos pasa. No es, sin embargo, un recetario donde se nos indican las proporciones de estas o aquellas virtudes. Sin embargo, a tenor de lo que dice Francisco Varo en su libro “¿Sabes leer la Biblia? “ (Planeta Testimonio, 2006, p. 153)

“Un Padre de la Iglesia, san Gregorio Magno, explicaba en el siglo VI al médico Teodoro qué es verdaderamente la Biblia: un carta de Dios dirigida a su criatura”. Ciertamente, es un modo de hablar. Pero se trata de una manera de decir que expresa de modo gráfico y preciso, dentro de su sencillez, qué es la Sagrada Escritura para un cristiano: una carta de Dios”.

Pues bien, en tal “carta” podemos encontrar muchas cosas que nos pueden venir muy bien para conocer mejor, al fin y al cabo, nuestra propia historia como pueblo elegido por Dios para transmitir su Palabra y llevarla allí donde no es conocida o donde, si bien se conocida, no es apreciada en cuanto vale.

Por tanto, vamos a traer de traer, a esta serie de título “Al hilo de la Biblia”, aquello que está unido entre sí por haber sido inspirado por Dios mismo a través del Espíritu Santo y, por eso mismo, a nosotros mismos, por ser sus destinatarios últimos.

Por otra parte, es bien cierto que Jesucristo, a lo largo de la llamada “vida pública” se dirigió en múltiples ocasiones a los que querían escucharle e, incluso, a los que preferían tenerlo lejos porque no gustaban con lo que le oían decir.

Sin embargo, Jesús decía lo que era muy importante que se supiera y lo que, sobre todo, sus discípulos tenían que comprender y, también, aprender para luego transmitirlo a los demás.

Vamos, pues, a traer a esta serie sobre la Santa Biblia parte de aquellos momentos en los que, precisamente, Jesús dijo.

 

¡Cuidado con la piedra del molino!

 

Resultado de imagen de mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar

 

Y Jesús dijo… (Mc 9, 42)

 

“’Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar.”

 

No sólo es terrible lo que aquí dice el Hijo de Dios sino que nos muestra, en efecto, el camino a seguir. 

Cristo había estado hablando, instantes antes, de los niños y de la importancia que tiene ser como ellos para entrar en el Reino de los Cielos. Pero también de aquellos que auxilian a los discípulos de Cristo. Y luego viene, como aviso, lo que viene…

De todas formas, podemos entender extendido el grupo de personas creyentes a los que se refiere el Maestro. Y es que no sólo se refería a los niños, digamos, por edad sino a todo aquel que fuera sencillo en la fe y que podía muy bien, ser engañado o llevado por el mal camino.

Antes hemos dicho que este texto es terrible. Y lo es porque, por decirlo suavemente, no deja títere con cabeza.

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22.06.18

Serie “De Ramos a Resurrección” - El ansia de Pedro y Juan

 

 

De-ramos-a-resurrección

En las próximas semanas, con la ayuda de Dios y el permiso de la editorial, vamos a traer al blog el libro escrito por el que esto escribe de título “De Ramos a Resurrección”. Semana a semana vamos a ir reproduciendo los apartados a los que hace referencia el Índice que es, a saber:

Introducción                                        

I. Antes de todo                                           

 El Mal que acecha                                  

 Hay grados entre los perseguidores          

 Quien lo conoce todo bien sabe               

II. El principio del fin                          

 Un júbilo muy esperado                                       

 Los testigos del Bueno                           

 Inoculando el veneno del Mal                         

III. El aviso de Cristo                           

 Los que buscan al Maestro                      

 El cómo de la vida eterna                              

 Dios se dirige a quien ama                      

 Los que no entienden están en las tinieblas      

 Lo que ha de pasar                                 

Incredulidad de los hombres                    

El peligro de caminar en las tinieblas         

       Cuando no se reconoce la luz                   

       Los ánimos que da Cristo                  

       Aún hay tiempo de creer en Cristo            

IV. Una cena conformante y conformadora 

 El ejemplo más natural y santo a seguir          

 El aliado del Mal                                    

 Las mansiones de Cristo                                

 Sobre viñas y frutos                               

 El principal mandato de Cristo                         

       Sobre el amor como Ley                          

       El mandato principal                         

Elegidos por Dios                                    

Que demos fruto es un mandato divino            

El odio del mundo                                   

El otro Paráclito                                      

Santa Misa                                             

La presencia real de Cristo en la Eucaristía        

El valor sacrificial de la Santa Misa                   

El Cuerpo y la Sangre de Cristo                 

La institución del sacerdocio                     

V. La urdimbre del Mal                         

VI. Cuando se cumple lo escrito                 

En el Huerto de los Olivos                              

La voluntad de Dios                                        

Dormidos por la tentación                        

Entregar al Hijo del hombre                            

       Jesús sabía lo que Judas iba a cumplir       

       La terrible tristeza del Maestro                  

El prendimiento de Jesús                                

       Yo soy                                            

       El arrebato de Pedro y el convencimiento   

       de Cristo

Idas y venidas de una condena ilegal e injusta  

Fin de un calvario                                   

Un final muy esperado por Cristo              

En cumplimiento de la Sagrada Escritura

        La verdad de Pilatos                        

        Lanza, sangre y agua                      

 Los que permanecen ante la Cruz                   

       Hasta el último momento                  

       Cuando María se convirtió en Madre          

       de todos

 La intención de los buenos                      

       Los que saben la Verdad  y la sirven          

VII. Cuando Cristo venció a la muerte        

El primer día de una nueva creación                 

El ansia de Pedro y Juan                          

A quien mucho se le perdonó, mucho amó        

 

VIII. Sobre la glorificación

 La glorificación de Dios                            

 

Cuando el Hijo glorifica al Padre                       

Sobre los frutos y la gloria de Dios                  

La eternidad de la gloria de Dios                      

 

La glorificación de Cristo                                

 

Primera Palabra                                             

Segunda Palabra                                           

Tercera Palabra                                             

Cuarta Palabra                                               

Quinta Palabra                                        

Sexta Palabra                                         

Séptima Palabra                                     

 

Conclusión                                          

 

 El libro ha sido publicado por la Editorial Bendita María. A tener en cuenta es que los gastos de envío son gratuitos.

  

“De Ramos a Resurrección” - El ansia de Pedro y Juan

 

 

Aunque no se nos dice nada del lugar donde se encontraban los 11 Apóstoles (junto con María, suponemos, y otros discípulos de Cristo) lo bien cierto es que, habiendo pasado tan poco tiempo desde la muerte de Jesús, es más que probable que aun estuviesen en la casa donde habían celebrado la Última Cena. Se le atribuye la propiedad de la misma al padre de Marcos, uno de los Apóstoles del Señor.

Lo que sí sabemos, porque lo dice el texto bíblico (cf. Jn 20, 19) es que estaban escondidos por miedo a ser perseguidos por los mismos que habían conseguido, a fuerza de perseverancia maliciosa, la muerte del Maestro. Allí acudió María Magdalena (que habría llegado la primera de aquellas mujeres que acudieron al sepulcro pues ella misma dice, en plural, que no saben dónde han puesto el cuerpo de Jesús) para dar la terrible noticia de que no estaban, allí donde los habían dejado, los restos del Maestro.

Luego diremos más de esto pero digamos ahora que el pensamiento de aquella María, de quien Jesús había hecho salir muchos demonios, no puede estar más aterrado. Si se habían llevado el cuerpo ¿dónde encontrarlo? ¿Qué hacer, ahora?

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21.06.18

El rincón del hermano Rafael - "Saber esperar" - Lo que es el mundo

“Rafael Arnáiz Barón nació el 9 de abril de 1911 en Burgos (España), donde también fue bautizado y recibió la confirmación. Allí mismo inició los estudios en el colegio de los PP. Jesuitas, recibiendo por primera vez la Eucaristía en 1919.”

Esta parte de una biografía que sobre nuestro santo la podemos encontrar en multitud de sitios de la red de redes o en los libros que sobre él se han escrito.

Hasta hace bien poco hemos dedicado este espacio a escribir sobre lo que el hermano Rafael había dejado dicho en su diario “Dios y mi alma”. Sin embargo, como es normal, terminó en su momento nuestro santo de dar forma a su pensamiento espiritual.

Sin embargo, San Rafael Arnáiz Barón había escrito mucho antes de dejar sus impresiones personales en aquel diario. Y algo de aquello es lo que vamos a traer aquí a partir de ahora.

             

Bajo el título “Saber esperar” se han recogido muchos pensamientos, divididos por temas, que manifestó el hermano Rafael. Y a los mismos vamos a tratar de referirnos en lo sucesivo.

 

Lo que es el mundo

 

“En la tierra hace frío, es el frío de la vida mortal…, es el frío del peregrino sin casa ni hogar, en una ‘tierra desierta e intransitable’.”

 

Es bien cierto que Dios, cuando nos creó a cada uno de sus hijos, nos puso en el mundo. Es decir, estamos aquí y vivimos, nos movemos y existimos en un determinado lugar donde convivimos con otras personas y, en fin, donde nos formamos como  personas, esperamos, de bien. Y eso ha de querer decir que no podemos olvidar que el mundo es “nuestro” mundo. Pero hay más, claro está.

El hermano Rafael que, como cada uno de nosotros, también vivía en el mundo y bien que lo sabía, reconoce, de todas formas, la verdad.

Que el mundo puede ser bueno no es falso ni mentira. Sin embargo, tampoco lo es que, también, puede ser negro y más que negro.

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20.06.18

Serie “Un selfie con la Virgen María - 4- ¿Cómo nos presentamos al selfie?

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 Un selfie con la Virgen María                         Un selfie con la Virgen María

No podemos negar que muchas veces nos sorprenden los inventos que el hombre, con la ayuda inestimable de los dones de Dios, es capaz de llevar a cabo. Por eso estamos donde estamos en este siglo XXI y no nos hemos quedado quietos en aquellos primeros momentos de nuestra creación. Podemos decir, y no nos equivocaremos, que el Padre nos dio un corazón, además de limpio (aunque luego pasó lo que pasó) muy proclive a hacer rendir las neuronas. 

Haciendo de esto algo de humor negro, hasta el pobre Caín hizo algo impensable con una quijada de animal. Le dio uno uso que, con toda seguridad, no era el que tenía destinado a tener. Y es que el hombre, hasta en esto, es capaz de hacer algo nuevo con lo viejo. 

Esto, de todas formas, lo dejamos escondido (esto sí), bien escondido, debajo de algún celemín para que se vea lo mínimo posible y no dar malas ideas a nadie… 

En fin. El caso es que, como decimos, somos capaces de inventar lo inimaginable. Hasta hay quien dice que algunos tratan de descubrir la inmortalidad. Y es que esto ha sido, desde que el hombre es hombre, el sueño inalcanzable de todo aquel que no sabe dónde tiene su límite y, sobre todo, el de quien ignora, al parecer, que el único que es eterno de toda eternidad es Dios quien, no por casualidad, nos ha creado a cada uno de nosotros con el concurso de nuestros asustados padres terrenos. 

De todas formas, todo lo que, al ser inventado, sirva para el bien de la humanidad ha de tener en refrendo, la aprobación, de todo aquel que se sabe hijo de Dios y quiere, como es lógico, que las cosas vayan mejor si es que eso supone que vayan por el camino trazado por Dios para su descendencia humana. Y es que hay quien, inventando, no hace más que equivocar parte de la senda y se sale de ella con algún que otro mal pretexto de egoísmo personal. Pero a tales personas no va dirigido esto, aunque, bien pensado, a lo mejor podrían cambiar el rumbo y volverse a situar en el camino de ladrillos como si se tratase del mítico Mago de Oz sabiendo, eso sí, que su destino es mucho mejor que la de aquel grupo escaso de amigos bien extraños. 

Cuando en la famosa zarzuela se dice aquella famosa frase de “es que las ciencias avanzan que es una barbaridad” no nos sorprende nada que quisiesen referirse a inventos puramente humanos. Y es que aquellos, en aquellos antiguos tiempos, aún tenían mucho que conocer y cada apertura del conocimiento era como abrir una ventana hacia un futuro que, cada día, se presentaba más sorprendente. Sin embargo, nosotros no nos referimos a eso sino a otro tipo de inventos que tienen todo de espiritual aunque pudiera parecer que no hacemos, sino, uso de algo que está echando su cuarto a espadas en cuanto acercamiento entre personas o, simplemente, acontecimientos en los que queremos estar presentes de una forma tan directa que pareciera que no queremos perdernos ninguno de ellos. 

Nos referimos, claro está, a la utilización de la técnica fotográfica para dejar constancia de nosotros mismos en tal o cual situación. Y sí, nos referimos al palabro inglés que, de uno mismo, un en sí mismo, hace una realidad presente: el selfie. 

Alguien puede decir que estamos algo equivocados porque ¿qué tiene que ver con la fe cristiana, aquí católica, esto de tal tipo de imágenes? 

Sin embargo, no queriendo contrariar tal pensamiento, podemos decir que podemos hacer uso de tal avance de la técnica para hacernos, eso, un selfie, pero con alguien muy especial para nosotros. Y es que si hay alguien que no esté de acuerdo en hacerse uno con la Madre de Dios, digamos, en directo, que levante la mano y lo diga. Y no decimos que tire la primera piedra porque siempre puede haber quien tenga afición a echar, sobre los demás, sus culpas propias… 

Todo lo dicho hasta ahora, ahí arriba, es para animarnos a usar tal técnica pero aplicándola a una hipotética sesión fotográfica que, de improviso, nos pudiera surgir. Y no queremos referirnos a ningún tipo de aparición de la Virgen María (la Madre sabe qué hacer a tal respecto) sino a una imaginaria situación que se nos pudiese presentar sin nosotros haberlo esperado. 

De todas formas, no podemos negar que nuestra Madre del Cielo estaría más que dispuesta a tal tipo de situación pues ¿qué mejor para Ella que siempre nos quiere cerca que tenernos a tan escasa distancia del alma? 

Por cierto, si un selfie, ordinariamente, se hace, digamos, de improviso, casi sin pensarlo (como decimos arriba), aquí vamos a hacer uno que, en esto, es totalmente innovador: vamos a pensar más que bien qué supone el mismo, cómo nos presentamos nosotros ante la cámara del alma y cómo, por fin, se presenta la Virgen María con su Niño en brazos. Y es que en esto, también Ella nos permite hacer cosas distintas…

4 - ¿Cómo nos presentamos al selfie?

 

Seguramente, nadie que pueda leer esto se presenta a una sesión fotográfica de cualquier forma sino que lo hace lo mejor que puede. Es decir, como es lo natural querer aparecer de forma adecuada. Lo mejor es que acudamos, entonces, de forma adecuada y presentable. 

Sin embargo, cualquiera podría argumentar que en el selfie las cosas no son así. Y queremos decir, que suele ser un “aquí te pillo, aquí te mato” y que, por lo general, no se prepara una toma de imágenes de tal jaez. 

El caso es que este selfie es muy especial. Tan especial es que estamos preparando lo mejor posible el mismo. Por eso hemos visto cómo acude la Virgen María y, también, que la misma se muestra muy cercana a nosotros, sus hijos. Y que eso, además, es más que bueno para este tipo de técnica fotográfica. 

Pero es que, por si eso no fuera ya suficiente, hemos comprobado que existen unas causas más que fundadas que nos hacen anhelar aparecer junto a la Madre de Dios. 

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19.06.18

Un amigo de Lolo – "Lolo, libro a libro"- Regalos de Dios – y 9 - Dios como regalo y como don

<style="font-size: 13.6px;">Presentación

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Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

 

Resultado de imagen de El sillón de ruedas

Continuamos con el traer aquí textos del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Lo hacemos ahora con “El sillón de ruedas”.

Durante unas semanas, si Dios quiere, vamos a dedicar el comentario de los textos de Lolo a un apartado particular del libro citado arriba de título “Recuento de beneficios” donde hace indicación de los beneficios de la relación del Beato con el Todopoderoso.

Recuento de beneficios – y 9 -Dios como regalo y como don

 

“Regalo, por último, el de Dios mismo, con su Ideario y su Carne, positivando la inutilidad y dándola al revoleo de la Verdad, de la Caridad, de la Fe y de la Esperanza.”

 

A lo largo de las pasadas semanas hemos ido viendo que, para el Beato Manuel Lozano Garrido, más conocido como “Lolo” ser conscientes de lo que Dios nos da y entrega nos viene la mar de bien porque es una forma más que certera de saber que lo que lo somos es gracias a Dios.

La única forma que tenía de terminar esta relación de beneficios y recuento que hace a lo largo de las páginas de su libro de título “El sillón de ruedas” es la que es. Ni podía ser otra ni podía esperarse otra cosa de parte del Beato de Linares (Jaén, España).

Esto lo decimos porque nos habla, por último (y dice por último porque sabe que los últimos han de ser los primeros) de Dios, de Dios mismo.

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17.06.18

La Palabra del Domingo. 17 de junio de 2018

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Mc 4, 26-34

 

“26 También decía: ‘El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; 27       duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo. 28 La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga. 29 Y cuando el fruto lo admite, en seguida se le mete la hoz, porque ha llegado la siega.’ 30 Decía también: ‘¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos? 31 Es como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra; 32 pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo anidan a su sombra.’ 33    Y les anunciaba la Palabra con muchas parábolas como éstas, según podían entenderle;    34 no les hablaba sin parábolas; pero a sus propios discípulos se lo explicaba todo en privado.”

      

 

COMENTARIO

 

La semilla de la fe

 

La instrucción de Jesús es sencilla. Utiliza ejemplos de la vida ordinaria. Sabe que sus interlocutores no son sabios sino gente sencilla. No tienen conocimientos de la Palabra de Dios excesivos sino los comunes que pudiera tener cualquiera. Necesitan que se les diga todo de forma que pueda ser entendido. 

El Hijo de Dios conoce el corazón de los hombres. Por eso cuando habla lo hace de forma inteligente y se adapta a la capacidad de cada cual. Por eso habla como habla. No lo hace porque crean que aquellos que le escuchan no sean capaces de entenderle. Él, Maestro entre los sabios, enseña con autoridad que se basa en conocer  y reconocer cómo debe hablar. Pero a sus discípulos, a los que van con Él, a sus Apóstoles, todo aquello que explica en parábolas, les explica de forma más profunda. Ellos deben comprender más y mejor. 

Debe explicar, ahora, qué es la fe. No lo que significa creer sino cómo es en cada uno de los hijos de Dios. Y esto es lo elemental porque sólo a partir de comprender cómo es se puede creer y puede, la misma, crecer en el corazón del creyente. 

¿Y cómo es la fe? 

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16.06.18

Serie “Al hilo de la Biblia- Y Jesús dijo…” – Como un niño; ser como un niño

Sagrada Biblia

Dice S. Pablo, en su Epístola a los Romanos, concretamente, en los versículos 14 y 15 del capítulo 2 que, en efecto, cuando los gentiles, que no tienen ley, cumplen naturalmente las prescripciones de la ley, sin tener ley, para sí mismos son ley; como quienes muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón, atestiguándolo su conciencia, y los juicios contrapuestos de condenación o alabanza. Esto, que en un principio, puede dar la impresión de ser, o tener, un sentido de lógica extensión del mensaje primero del Creador y, por eso, por el hecho mismo de que Pablo lo utilice no debería dársele la mayor importancia, teniendo en cuenta su propio apostolado. Esto, claro, en una primera impresión.

Sin embargo, esta afirmación del convertido, y convencido, Saulo, encierra una verdad que va más allá de esta mención de la Ley natural que, como tal, está en el cada ser de cada persona y que, en este tiempo de verano (o de invierno o de cuando sea) no podemos olvidar.

Lo que nos dice el apóstol es que, al menos, a los que nos consideramos herederos de ese reino de amor, nos ha de “picar” (por así decirlo) esa sana curiosidad de saber dónde podemos encontrar el culmen de la sabiduría de Dios, dónde podemos encontrar el camino, ya trazado, que nos lleve a pacer en las dulces praderas del Reino del Padre.

Aquí, ahora, como en tantas otras ocasiones, hemos de acudir a lo que nos dicen aquellos que conocieron a Jesús o aquellos que recogieron, con el paso de los años, la doctrina del Jristós o enviado, por Dios a comunicarnos, a traernos, la Buena Noticia y, claro, a todo aquello que se recoge en los textos sagrados escritos antes de su advenimiento y que en las vacaciones veraniegas se ofrece con toda su fuerza y desea ser recibido en nuestros corazones sin el agobio propio de los periodos de trabajo, digamos, obligado aunque necesario. Y también, claro está, a lo que aquellos que lo precedieron fueron sembrando la Santa Escritura de huellas de lo que tenía que venir, del Mesías allí anunciado.

Por otra parte, Pedro, aquel que sería el primer Papa de la Iglesia fundada por Cristo, sabía que los discípulos del Mesías debían estar

“siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza” (1 Pe 3, 15)

Y la tal razón la encontramos intacta en cada uno de los textos que nos ofrecen estos más de 70 libros que recogen, en la Antigua y Nueva Alianza, un quicio sobre el que apoyar el edificio de nuestra vida, una piedra angular que no pueda desechar el mundo porque es la que le da forma, la que encierra respuestas a sus dudas, la que brota para hacer sucumbir nuestra falta de esperanza, esa virtud sin la cual nuestra existencia no deja de ser sino un paso vacío por un valle yerto.

La Santa Biblia es, pues, el instrumento espiritual del que podemos valernos para afrontar aquello que nos pasa. No es, sin embargo, un recetario donde se nos indican las proporciones de estas o aquellas virtudes. Sin embargo, a tenor de lo que dice Francisco Varo en su libro “¿Sabes leer la Biblia? “ (Planeta Testimonio, 2006, p. 153)

“Un Padre de la Iglesia, san Gregorio Magno, explicaba en el siglo VI al médico Teodoro qué es verdaderamente la Biblia: un carta de Dios dirigida a su criatura”. Ciertamente, es un modo de hablar. Pero se trata de una manera de decir que expresa de modo gráfico y preciso, dentro de su sencillez, qué es la Sagrada Escritura para un cristiano: una carta de Dios”.

Pues bien, en tal “carta” podemos encontrar muchas cosas que nos pueden venir muy bien para conocer mejor, al fin y al cabo, nuestra propia historia como pueblo elegido por Dios para transmitir su Palabra y llevarla allí donde no es conocida o donde, si bien se conocida, no es apreciada en cuanto vale.

Por tanto, vamos a traer de traer, a esta serie de título “Al hilo de la Biblia”, aquello que está unido entre sí por haber sido inspirado por Dios mismo a través del Espíritu Santo y, por eso mismo, a nosotros mismos, por ser sus destinatarios últimos.

Por otra parte, es bien cierto que Jesucristo, a lo largo de la llamada “vida pública” se dirigió en múltiples ocasiones a los que querían escucharle e, incluso, a los que preferían tenerlo lejos porque no gustaban con lo que le oían decir.

Sin embargo, Jesús decía lo que era muy importante que se supiera y lo que, sobre todo, sus discípulos tenían que comprender y, también, aprender para luego transmitirlo a los demás.

Vamos, pues, a traer a esta serie sobre la Santa Biblia parte de aquellos momentos en los que, precisamente, Jesús dijo.

 

Como un niño; ser como un niño

 

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Y Jesús dijo… (Mc 9, 37 )

 

“El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha enviado”.

 

Es bien cierto que, en este texto del Evangelio de San Marcos, muchas cosas tienen relación porque muchas cosas son importantes

Muchas veces se ha dicho que, en tiempos de Jesucristo, había dos grupos de personas que, en general, no eran tenidos muy en cuenta: el niño y la mujer. Y son muchos los ejemplos que las Sagradas Escrituras prueba que eso era así. Y es que era la forma de ser de aquellos tiempos y, en tal caso, poco podía hacerse para cambiar tal mentalidad aunque el Hijo de Dios hizo mucho. 

En este texto del Evangelio de San Marcos, Jesucristo hace lo que debía hacer quien debía enseñar y, en su predicación, enseñaba. 

La consideración, puede, del niño, no era muy buena. No se tenía en cuenta, en general, su opinión o lo que el mismo pudiera decir al respecto de las cosas ordinarias de la casa. Pero Jesucristo sabe que el niño es más que importante.

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15.06.18

Serie “De Ramos a Resurrección” - El primer día de la nueva Creación

De-ramos-a-resurrección

En las próximas semanas, con la ayuda de Dios y el permiso de la editorial, vamos a traer al blog el libro escrito por el que esto escribe de título “De Ramos a Resurrección”. Semana a semana vamos a ir reproduciendo los apartados a los que hace referencia el Índice que es, a saber:

Introducción                                        

I. Antes de todo                                           

 El Mal que acecha                                  

 Hay grados entre los perseguidores          

 Quien lo conoce todo bien sabe               

II. El principio del fin                          

 Un júbilo muy esperado                                       

 Los testigos del Bueno                           

 Inoculando el veneno del Mal                         

III. El aviso de Cristo                           

 Los que buscan al Maestro                      

 El cómo de la vida eterna                              

 Dios se dirige a quien ama                      

 Los que no entienden están en las tinieblas      

 Lo que ha de pasar                                 

Incredulidad de los hombres                    

El peligro de caminar en las tinieblas         

       Cuando no se reconoce la luz                   

       Los ánimos que da Cristo                  

       Aún hay tiempo de creer en Cristo            

IV. Una cena conformante y conformadora 

 El ejemplo más natural y santo a seguir          

 El aliado del Mal                                    

 Las mansiones de Cristo                                

 Sobre viñas y frutos                               

 El principal mandato de Cristo                         

       Sobre el amor como Ley                          

       El mandato principal                         

Elegidos por Dios                                    

Que demos fruto es un mandato divino            

El odio del mundo                                   

El otro Paráclito                                      

Santa Misa                                             

La presencia real de Cristo en la Eucaristía        

El valor sacrificial de la Santa Misa                   

El Cuerpo y la Sangre de Cristo                 

La institución del sacerdocio                     

V. La urdimbre del Mal                         

VI. Cuando se cumple lo escrito                 

En el Huerto de los Olivos                              

La voluntad de Dios                                        

Dormidos por la tentación                        

Entregar al Hijo del hombre                            

       Jesús sabía lo que Judas iba a cumplir       

       La terrible tristeza del Maestro                  

El prendimiento de Jesús                                

       Yo soy                                            

       El arrebato de Pedro y el convencimiento   

       de Cristo

Idas y venidas de una condena ilegal e injusta  

Fin de un calvario                                   

Un final muy esperado por Cristo              

En cumplimiento de la Sagrada Escritura

        La verdad de Pilatos                        

        Lanza, sangre y agua                      

 Los que permanecen ante la Cruz                   

       Hasta el último momento                  

       Cuando María se convirtió en Madre          

       de todos

 La intención de los buenos                      

       Los que saben la Verdad  y la sirven          

VII. Cuando Cristo venció a la muerte        

El primer día de una nueva creación                 

El ansia de Pedro y Juan                          

A quien mucho se le perdonó, mucho amó        

 

VIII. Sobre la glorificación

 La glorificación de Dios                            

 

Cuando el Hijo glorifica al Padre                       

Sobre los frutos y la gloria de Dios                  

La eternidad de la gloria de Dios                      

 

La glorificación de Cristo                                

 

Primera Palabra                                             

Segunda Palabra                                           

Tercera Palabra                                             

Cuarta Palabra                                               

Quinta Palabra                                        

Sexta Palabra                                         

Séptima Palabra                                     

 

Conclusión                                          

 

 El libro ha sido publicado por la Editorial Bendita María. A tener en cuenta es que los gastos de envío son gratuitos.

  

“De Ramos a Resurrección” - El primer día de la nueva Creación.

 

“El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro. echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: ‘Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.’ Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó, pues hasta entonces no habían comprendido que según la escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos. Los discípulos, entonces, volvieron a casa. Estaba María junto al sepulcro fuera llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y ve dos Ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Dícenle ellos: ‘mujer, ¿por qué lloras?’ ella les respondió: ‘Porque se han llevado a mi señor, y no sé dónde le han puesto.’ Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dice Jesús: ‘mujer, ¿por qué lloras? ¿a quién buscas?’ ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: ‘señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré.’ Jesús le dice: ‘María.’ ella se vuelve y le dice en he- breo: ‘Rabbuní’ - que quiere decir: ‘Maestro’ -. Dícele Jesús: ‘No me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios.’ Fue María magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras. al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo:‘La paz con vosotros’”

(Jn 20, 1-28). 

El primer día de una nueva creación

 

En el Tropario del día de Pascua de la Liturgia bizantina se dice que

 

“Cristo ha resucitado de los muertos, con su muerte ha vencido a la muerte. Y a los muertos ha dado la vida.”

 

Cuando Dios creó al hombre a su imagen y semejanza (cf. Gn 1, 26) esperaba del mismo un comportamiento digno de tal naturaleza. Era, pues, voluntad de Dios que su criatura tuviera con- ciencia de quién era y, por eso mismo, actuara conforme a lo que su creador tenía previsto para ella. Por eso se reveló a Abrahám y lo llevó por caminos desconocidos para aquel incipiente pueblo. Pero el hombre, a lo largo de la historia relacionada con el conocimiento del Todopoderoso, se fue desviando del camino que había trazado aquel que lo había creado. Y se necesitó algo tan portentoso como fue que Dios se hiciera hombre. Si el pecado, que entró en el mundo por la ambición ciega de nuestros Primeros Padres, rompería el lazo que unía a Dios y hombre y delimitaría un antes y un después de la creación, algo nuevo debía pasar, algo que el ser humano siquiera era capaz de imaginar.

A largo de las páginas de estas meditaciones hemos visto lo que tuvo que pasar el Hijo del hombre para que sus hermanos se redimieran, para que fueran rescatados de la fosa en la que habían caído o les habían hecho caer aquellos que debían haberles cuidado, como pastores de aquellas las ovejas que Dios les había confiado.

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14.06.18

El rincón del hermano Rafael - "Saber esperar" - En Dios hay esperanza

“Rafael Arnáiz Barón nació el 9 de abril de 1911 en Burgos (España), donde también fue bautizado y recibió la confirmación. Allí mismo inició los estudios en el colegio de los PP. Jesuitas, recibiendo por primera vez la Eucaristía en 1919.”

Esta parte de una biografía que sobre nuestro santo la podemos encontrar en multitud de sitios de la red de redes o en los libros que sobre él se han escrito.

Hasta hace bien poco hemos dedicado este espacio a escribir sobre lo que el hermano Rafael había dejado dicho en su diario “Dios y mi alma”. Sin embargo, como es normal, terminó en su momento nuestro santo de dar forma a su pensamiento espiritual.

Sin embargo, San Rafael Arnáiz Barón había escrito mucho antes de dejar sus impresiones personales en aquel diario. Y algo de aquello es lo que vamos a traer aquí a partir de ahora.

             

Bajo el título “Saber esperar” se han recogido muchos pensamientos, divididos por temas, que manifestó el hermano Rafael. Y a los mismos vamos a tratar de referirnos en lo sucesivo.

 

En Dios hay esperanza

 

“Tú, Señor, llenas el alma de amores, y al mismo tiempo nos ayudas a esperar; Tú habitas nuestro corazón, que quiere volar al Cielo, y nos sostienes aún pegados a la tierra.”

 

Claramente podemos ver, en estas palabras del hermano Rafael, dos mundos distintos, dos intenciones y, sobre todo, un anhelo.

 

Aquí y allá

Lo que el Creador quiere para sus criaturas es, sin duda, es lo mejor. Y es que como no puede engañarse ni engañarnos no cabe en cabeza humana que el Padre quiera otra cosa que no sea lo mejor para cada uno de sus hijos, criaturas humanas.

Pues bien, San Rafael Arnáiz Barón sabe muy bien que el Todopoderoso, queriendo eso que decimos arriba, procura, para nosotros, los amores más excelsos y los bienes mejores que pueda dar Quien todo lo ha creado.

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