El fin de los actos humanos

En el último artículo publicado de esta serie, se explicaba que todo acto moral consta de un sujeto agente, una acción u obra, y un fin u objeto. Asimismo, que el Bien es equivalente al fin en tanto que motivo apetecible o conveniente para obrar. La Felicidad es el estado de posesión y disfrute de un Bien alcanzado.

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¿Existe un fin último para el Hombre?

Siguiendo a Santo Tomás de Aquino vamos a establecer la razón de existencia de un fin último para el ser humano.

1. Toda acción de la voluntad humana obra siempre hacia un fin. En primer lugar por razón de la voluntad: toda potencia actúa de acuerdo a su propia razón de existencia. La voluntad humana no tiene otra razón de existencia que llevar al sujeto a su propio Bien (CIC 1734). Por tanto, por su propia naturaleza, la voluntad siempre se ejerce para alcanzar un fin. En segundo lugar por razón del propio fin: el fin es causa primera de cualquier acción. El sujeto, o no obra, o si obra lo hace en función de un fin concreto. Por tanto, el propio fin es motivación del acto, y no se entiende acto voluntario sin un fin.

 

La carencia de voluntad no genera un acto; la mera existencia de un acto es prueba de voluntad; la voluntad únicamente obra por un fin.

 

El acto de levantarse de la cama por la mañana siempre se realiza con un fin, sea este orar, ir a trabajar, alimentarse, asearse, atender a necesidades fisiológicas o simplemente evitar la reprimenda materna. Si no existe ningún fin en el acto de levantarse de la cama, este no se produce.

2. Toda acción voluntaria se orienta hacia un fin último, explícita o implícitamente. El fin perseguido trata de saciar completamente el apetito de poseer un Bien. Esto se puede hacer de forma directa o, por medio de otros actos intermedios, de forma indirecta. La sucesión deactos intermedios sin un fin último (aunque sea implícito) carece de sentido, ya que la bondad de los fines provisionales se cataloga en orden o relación al fin último. El hecho de que no seamos conscientes de ese fin último no invalida su existencia. Por ello, la noción de que la mera sucesión de actos intermedios supuestamente perfeccionados por la práctica supone en sí misma un progreso moral, es errónea sin un fin último.

Podemos pensar que realizamos un trabajo concreto únicamente para poder comprar un nuevo abrigo, pero ese fin intermedio es consecuente al fin de mantenernos calientes en invierno, el cual proviene del de conservar la salud, y en último término la vida, que sería en esta serie el fin último.

3. La voluntad no puede elegir dos fines últimos simultáneos. Esto se entiende fácilmente si recordamos que el fin último sacia completamente el apetito de poseer un Bien. No pueden existir dos Bienes diversos que sacien completamente el apetito de la voluntad. Por tanto, el que de los dos sea menos saciante, se convierte en relativo con respecto al otro en orden de prelatura.

Podemos plantearnos, a la hora de elegir magistrados para el gobierno de una corporación, el dilema entre el Bien de que los electos sean honrados y el Bien de que lleven a cabo un buen gobierno, de modo que aparenta presentarse un orden de dos bienes igualmente últimos y superiores. No obstante, dado que no puede existir un buen gobierno si no hay honradez, venimos a advertir que en realidad este es fin último con respecto a aquel.

Por tanto, la voluntad humana actúa siempre, de forma directa o indirecta, para alcanzar un único fin último.

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¿Cuál es el fin último del Hombre?

Como bitácora católica que es ésta, daremos por demostrada por la razón de la existencia de Dios como ser inteligente (CIC 36, 50), formulada por el Aquinate, por formar parte de la teología dogmática o especulativa, de la que no nos vamos a ocupar (ver apartado “Definición” en “Fundamentos de teología moral”). Sobre este extremo recomiendo leer la bitácora de Néstor Martínez (por ejemplo, entre otros muchos artículos, este, este, o este).

Partiendo de la base de que la Creación refleja a su Creador, y de que en la Creación todo agente inteligente obra movido por un fin, es obvio deducir que Dios- que es Inteligencia infinita- obra por un fin último al haber creado a las criaturas de la nada (CIC 295).

¿Cuál es el fin intentado por Dios con la Creación?

Dado que el sujeto se subordina al fin que apetece su acción, y dado que Dios no se puede subordinar a nada, pues es el absoluto de Bondad y Perfección, se sigue obviamente que Dios ha creado a las criaturas teniendo como fin a Sí mismo (CIC 46, 198).

¿De qué modo (o con qué propósito) es Dios el fin de toda la Creación?

Dado que aquello que ha surgido de la creación no puede añadir nada a la propia Bondad de Dios (no la necesita), se deduce que el propósito de la Creación (el fin) no es ayudar a Dios a alcanzar el Bien último, sino precisamente llenarse ellas con el Bien último que es Dios. En este caso, tanto el sujeto como el objeto son el Bien, y por tanto el acto (la creación) no es sino una redundancia de Bien. Esto es, el propósito de Dios al crear a las criaturas es comunicarles su Bondad (CIC 293).

La manifestación de la Bondad divina (como infusión o reflejo de Dios) en las criaturas, a su vez, es expresión de la Gloria (alabanza al Honor) de Dios. Por tanto, el propósito último de Dios con la Creación es la manifestación de su Gloria (CIC 294).

¿Cómo manifiestan la Gloria de Dios las criaturas?

Cada una como manda su naturaleza. Las irracionales, por su mera existencia, reflejan la belleza del orden de las leyes divinas. Las racionales (ángeles y hombres), creadas inteligentes, a través de su libre voluntad, devolviendo a Dios su Bondad por medio de la bondad humana. Al ser humano, que posee la doble naturaleza material y espiritual, corresponde la función sacerdotal de expresar de forma inteligente la alabanza a Dios en nombre de todas las criaturas irracionales (CIC 1149).

¿Cuál es el fin último del Hombre?

Como corolario lógico, el fin último del ser humano es buscar la Gloria de Dios (sea este explícito o implícito). Asimismo, en sentido trascendente, este es también el fin absoluto, pues todos los demás fines se orientan a Él, y no admite otro fin superior. Por tanto, el fin último absoluto del Hombre es Dios (CIC 229).

Las consecuencias de esta afirmación son evidentes: el mayor Bien del Hombre es Dios y la Felicidad del Hombre es la Gloria de Dios.

Dado que todo sujeto racional tiende a su felicidad de forma necesaria (como veíamos en el artículo anterior), cuando obramos voluntariamente para mayor Gloria de Dios, ordenamos nuestras acciones para nuestra felicidad (CIC 367); cuando obramos voluntariamente para apartarnos de la Gloria de Dios, actuamos desordenadamente y contra nuestra felicidad (CIC 401). Esta es la definición filosófica del pecado mortal (CIC 1874).

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El fin secundario o relativo

Como el sujeto racional tiende a su felicidad (posesión y disfrute de los Bienes apetecibles) de forma natural, y Dios- autor de nuestra naturaleza- no puede contradecirse, se deduce que la felicidad natural del ser humano es el fin relativo de su existencia, subordinado al fin último de la Gloria a Dios (CIC 34).

Sabemos por Revelación que la muerte y resurrección de Cristo ha elevado al género humano a una suerte de divinización, al serle permitido participar de la Gloria de Dios de forma directa en el Reino de los Cielos (CIC 51, 541). Por tanto, el Hombre está llamado a un fin relativo superior que es el de la Felicidad sobrenatural (CIC 16, 260, 1726).

Toda persona está llamada irresistiblemente a la Felicidad como fin último relativo, por lo que ninguna puede renunciar a ella. El alma humana, creada naturalmente buena, está dañada por el pecado original, y es incapaz de persistir en el bien por sus propias fuerzas (CIC 415). Es por ello que la realización de actos malos o la elección de objetos malos proviene del obscurecimiento de la razón humana por el debilitamiento provocado por el pecado, y no de una búsqueda deliberada de la infelicidad (CIC 1755).

Ninguno podemos renunciar a la felicidad: la busca igual el que anhela el éxito en los negocios, el que sueña con la santidad, el que se procura placeres o incluso el que intenta suicidarse. Todos creen que el Bien que apetecen les va a procurar la Felicidad. Es el error de la Razón en la búsqueda lo que les hace tomar por Bienes los males, pues el Mal no tiene entidad propia, sino que es la ausencia de Bien.

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Resumen

Toda acción humana tiende necesariamente a un fin, porque la razón de existencia de la voluntad es alcanzar un fin con los actos, y porque la razón de existencia de un acto es el fin.

Toda acción voluntaria tiende, de forma explícita o implícita a un fin último, pues los Bienes apetecidos guardan todos una jerarquía en la que siempre hay un Bien que no tiene otro superior.

Dado que el fin último sacia completamente el apetito de Bien, no pueden existir dos fines últimos que satisfagan dicho requisito, por lo que el fin último es único.

Dios es el Bien supremo; por ello, en el acto de la Creación no puede haber buscado otro Bien que no sea Él mismo. El propósito de Dios al crear a las criaturas fue comunicarles su propio Bien (Bondad) y expresar a través de ellas su propia Gloria.

El ser humano, por su doble naturaleza espiritual y material, está llamado a expresar por su libre voluntad la alabanza a la Gloria divina en representación de todas las criaturas materiales.

El fin último y absoluto del Hombre es la Gloria de Dios, y a ese fin se ordena su mera existencia. Cuando obramos voluntariamente contra la Gloria de Dios cometemos pecado mortal.

La felicidad es el fin último relativo natural e irresistible del ser humano, pero por la Resurrección de Cristo, está llamado a un fin relativo sobrenatural, que es la felicidad sobrenatural de los llamados a contemplar la Gloria de Dios en el reino de los Cielos. Cuando el Hombre obra contra su propia felicidad no lo hace voluntariamente, sino por elección errónea del acto o el objeto escogidos libremente, que son tomados como Bienes, cuando son males. Esa elección errónea viene provocada por el obscurecimiento de la razón humana por el pecado original.

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