Sacramento versus contrato basura
La sentencia
Recientemente el tribunal constitucional de España (TCE), ha resuelto que la ley 13/2005 que modificaba la naturaleza de los contrayentes del matrimonio no es inconstitucional.
El gobierno había declarado que modificaría o no la ley en función de esa sentencia. Dado que fue elegido por los miembros del Grupo Parlamentario Popular (de corte liberal-conservador en su mayoría), y que varios miembros del mismo habían presentado el recurso de inconstitucionalidad, muchos católicos votantes del mismo- ilusamente- confiaban en su criterio para anular dicha ley.
Nada hacía presagiar que tal fuese el fin. En primer lugar, el gobierno no necesita ninguna sentencia para modificar una ley, sólo la mayoría de las dos cámaras parlamentarias, y el Partido Popular la tiene. Al igual que con el aborto o el divorcio, no ha faltado legitimidad, sino voluntad. En segundo lugar, el TCE es un órgano totalmente elegido por los grupos parlamentarios. Era vox populi desde hace tiempo que todos los mayoritarios estaban de acuerdo en no modificar la ley. Ninguna sorpresa en que su dictamen respondiera a los deseos de los partidos políticos dominantes.
Para servir al objeto que se le había marcado, El TCE se excusa en “la lectura evolutiva de la ley”, o sea, del texto constitucional que dice literalmente que “el hombre y la mujer tendrán derecho a contraer matrimonio”. La lectura evolutiva consiste en aceptar los “cambios sociales” que sancionan (“según datos estadísticos”) una ley de 7 años de antigüedad. O sea, que como la mayor parte de la población no la ha rechazado, el TCE se la traga. Con este argumentario, que supedita todo a una supuesta “aceptación social” de la cual hemos de entender que únicamente se hace portavoz el legislador, el TCE elimina a la constitución de 1978 como norma fuente de decisiones jurídicas, dado que se puede obviar sus indicaciones sin necesidad de modificar el texto. Y, ya que estamos, también elimina la necesidad del propio tribunal, ya que su única función parece ser la de corroborar lo que el legislativo decida a expensas de la “aceptación social”. Para ese razonamiento no necesitamos un TC.
Por si el lector no se ha apercibido, esta sentencia establece el principio que la constitución queda supeditada al poder legislativo (en vez de este a las normas dictadas por aquella, que teóricamente es “ley fundamental”). Es un absurdo jurídico del que cualquiera se puede apercibir, como muy bien señala la nota de prensa de la junta de gobierno de CTC. Dado que el poder ejecutivo es elegido por el parlamento, como también el gobierno del poder judicial, y que el jefe del estado no es más que notario mayor de las leyes, nos queda la lógica conclusión de que nos hallamos en un estado donde el poder legislativo domina todos los resortes, sin cortapisas; vivimos en un sistema de dominio cuatrienal sufragista de los dos grupos parlamentarios mayoritarios (liberal conservador y liberal progresista, básicamente), que están de acuerdo en grandes temas como la moral relativista que inspira toda la legislación. La partitocracia, por si alguien todavía no se ha caído del guindo.
_
La degradación del matrimonio civil
A dicha modificación se le ha llamado erróneamente “matrimonio gay”, porque la razón aducida para la misma era el supuesto “derecho al acceso al matrimonio” que demandaban los grupos homosexualistas (llamados en un anglicismo importado “movimientos gay”) para las personas con inclinación isosexual.
No me cansaré de repetir que ese es un error gramatical con hondas consecuencias conceptuales. Al igual que en todas las leyes anteriores, en la actual ley de 2005 no se pregunta ni se inquiere al contrayente acerca de sus inclinaciones sexuales. Los artículos del código civil que son modificados por esta ley (un total de 16), se limitan a sustituir “marido” y “mujer” por “cónyuges”, y las palabras “padre” y “madre”, por progenitores. Es un cambio léxico que deja intactos el resto de obligaciones y derechos de los contrayentes matrimoniales.
Lo que está haciendo la ley de 2005 es, sencillamente, modificar la naturaleza última del matrimonio civil. Es más que obvio que la institución matrimonial fue creada para engendrar y criar a los hijos en el entorno más natural y estable: los padres de las criaturas unidas por un contrato que otorgaba a la familia solidez. Los diversos códigos civiles no han hecho sino proteger y reforzar ese vínculo, considerándolo un bien social. Posteriormente, y sobre todo por influencia cristiana, las leyes y costumbres en Occidente han tendido a exigir el amor, el respeto y la cooperación mutua ("el afecto"), como bienes necesarios al mismo.
El matrimonio es la institución social por excelencia, antecedente a todo código civil que cualquier sociedad se haya proporcionado (en el código de Hammurabi se cita como algo preexistente), como bien ha recordado el vicepresidente del TCE, Rodríguez Arribas. La misma palabra matrimonio significa “oficio de madre”. Por tanto, no es una ley positiva la que “concede” o no el matrimonio; se limita a regular los términos de acceso y corresponsabilidad de los cónyuges.
Como para tener hijos es preciso al menos un hombre y una mujer, es obvio que el matrimonio debe ser heterosexual, y a ningún código civil del mundo se le había ocurrido jamás entrar a debatir sobre este extremo. La ley 13/2005 elimina la naturaleza reproductora del matrimonio. Desde ese momento, en puridad, el “matrimonio civil” deja de regular a la institución matrimonial, para regular otra cosa. Veamos qué.
En su preámbulo, declara que “la relación y convivencia en pareja, basada en el afecto, es expresión genuina de la naturaleza humana”, y esta es la única razón por la que es fuente de “orden político”, “paz social” y por ende, merecería ser objeto de regulación jurídica. Por tanto, engendrar y criar a los hijos ya no es motivo por el que se deba regular jurídicamente un matrimonio. Al reducir a la “relación” y convivencia basada en el afecto, como algo propio de la naturaleza humana- por lo visto tener hijos no es propio de tal naturaleza- los términos de lo que el poder (legislativo, ejecutivo y ahora también judicial en su única instancia consultada) considera regulable, se modifica en su raíz toda la relación del ordenamiento legal con la institución. Y lo hace en el sentido de adulterarla: el código civil regula una cosa que se podrá llamar “convivencia en pareja basada en el afecto”, pero no matrimonio, puesto que ha roto con su naturaleza intrínseca.
La base sobre la que se asienta el nuevo concepto de “matrimonio” civil es tan endeble, la ruptura con la antropología matrimonial es tan bestial, que automáticamente genera nuevas reflexiones y abren la puerta a infinitos debates: en primer lugar, ¿por qué una pareja? ¿Acaso un hombre y tres mujeres no se pueden tener una “convivencia basada en el afecto”, o viceversa? ¿qué razones da el legislador, por tanto, para no permitir la poligamia, o la poliandria? O, ya que estamos, la vida en comunidad: ¿acaso las hermanitas religiosas que viven en un convento no tienen relación de afecto y convivencia? ¿por qué no pueden ser matrimonio, según los términos de la ley? La limitación por número se antoja caprichosa y sinsentido.
Como muy bien señala monseñor Lombardi, tampoco se entiende la limitación por razón de parentesco. ¿Dónde queda el “derecho” de los hermanos a casarse? ¿por qué no, ya que estamos, se podrían casar tíos y sobrinos, abuelos y nietos o incluso padres e hijos? ¿es que no tienen relación de convivencia y afecto? ¿Acaso los términos de la nueva ley no dejan totalmente obsoletas las prohibiciones al matrimonio incestuoso?
_
Los ataques a la familia
Esta sentencia, y la ley que la inspira, son los últimos eslabones de una cadena de ataques al matrimonio civil, tendentes a degradarlo: la ley del divorcio de 1981, la ley del repudio del mismo 2005, y esta que anula su vinculación antropológica con la institución matrimonial natural. Continuamente se ha ido rebajando el nivel de compromiso y las características tradicionales del matrimonio, así como la seguridad jurídica de los contrayentes. Actualmente el llamado “matrimonio civil” en España carece de condiciones objetivas (más allá de poder ser contraído únicamente por dos personas) y es más fácil de romper que un contrato de alquiler inmueble. No pasa de ser una especie de “acuerdo de convivencia”, o unión civil, y de escaso calado, por cierto.
Resulta evidente que el objetivo de toda esta cadena de leyes que aumentan la inseguridad jurídica es desalentar a los ciudadanos a contraer matrimonio; ya se están viendo los efectos, sobre todo a nivel patrimonial: los contrayentes se casan en régimen de separación de bienes o firman capitulaciones matrimoniales privadas, dada la poca solidez de la legislación. Con el aumento de los divorcios, se firmarán también pactos prematrimoniales sobre “reparto” de manutención y tiempo de los hijos. La consecuencia lógica es que cada vez menos parejas decidirán casarse, esperando el legislador que a base de rebajarla jurídicamente, se acabe extinguiendo la institución.
¿Por qué atacar de ese modo al matrimonio? Parece ser la principal iniciativa de un intento de disolver la fortaleza de la gran institución social resultante del matrimonio natural: la familia. Las leyes del aborto, de la fecundación artificial, de la experimentación con células madre, de la educación moral estatalizada, de la emancipación anticipada… incluso algo tan aparentemente poco relacionado como el incremento del impuesto de transmisiones patrimoniales, van todas en la misma dirección: debilitar la unión de parentesco. Tras estas medidas se halla principalmente el pensamiento liberal progresista, y también el socialismo y la socialdemocracia.
¿Quién impulsa todo esto, y por qué? A mi juicio, esta ideología busca aislar al individuo frente al estado, eliminando la última institución que protege a las personas de un poder externo, por eso es tan característica de pensamientos estatistas y totalitarios. Detrás de esto hay mucha gente, la mayoría defensores de estas ideas de buena fe, engañados por la propaganda de “los derechos individuales por encima de todo”, en la que no se profundiza mucho ni en las raíces ni en las consecuencias de esta legislación. El señuelo de “mi voluntad es ley” (que evoca al “seréis como dioses”) es demasiado seductor para la sociedad actual, sobre todo cuando se le han removido sus cimientos morales y se le ha alentado a la ignorancia. Otros muchos no están de acuerdo, pero callan por temor a lo “políticamente correcto”. Una minoría (pero muy poderosa), en fin, sabe perfectamente porqué impulsa lo que impulsa. Todo problema político encierra en su sustancia una controversia teológica, como decía Donoso Cortés.
_
¿Qué hemos de hacer los católicos ante esto?
En este sentido, me gustaría distinguir en dos sentidos:
1) Como comunidad apostólica. Como discípulos de Cristo, los católicos tenemos la suerte- de la que carecen los alejados de la Iglesia- de contar con un matrimonio, el canónico, sólido como la roca sobre la que se apoya. No sólo de acuerdo con la institución natural del matrimonio, sino bendecido por el propio Jesucristo con unas características especiales, que lo elevan al nivel de sacramento: para un cristiano, el matrimonio es mucho más que un contrato, es una vocación de vida al mismo nivel que la sacerdotal o la religiosa. Es convivencia vital, fuente de nueva vida, servicio social y camino de salvación. Mucha, mucha riqueza para no estar dichosos de contar con ella. Debemos apoyarnos en el sacramento, y vivirlo con verdadera fe. Se hace imperativo no permitir que los matrimonios cristianos se vean influenciados por los malos hábitos y ligerezas de las uniones civiles que sufren los todavía mal llamados “matrimonios” civiles. Esto se hace particularmente patente en aquellos casos en los que un cónyuge es creyente y el otro apóstata nominal o de facto. Dejar bien claro a los contrayentes que el sacramento del matrimonio tiene poco que ver con aquello que recibe el mismo nombre en las leyes es obligación de todos, pero muy especialmente de los sacerdotes oficiantes. En cierto modo, hay que “regresar a las catacumbas” y mantener saludablemente apartado nuestro tesoro sobrenatural del contrato basura legal.
2) Como grupo social. Los católicos somos comunidad que peregrina por la tierra en busca de nuestro verdadera patria más allá de este mundo. Pero mientras estemos en él, formamos parte de una sociedad. Y en nuestra sociedad, dejando de lado que un 50% de españoles- de forma escandalosa-, se declara católico siendo incoherente con su fe, existe una minoría, pero minoría importante (aproximadamente un 25% de la población) que sí sigue las indicaciones de la Iglesia en temas de moral, incluyendo el matrimonio. Se hace imperativo mantenernos unidos, y participar en la vida pública, también en este aspecto. El gran error del grupo social de los católicos es callarse, mantenerse al margen, apartarse del camino y dejar hacer las leyes a los enemigos de la fe. Las constituciones pastorales del Concilio Vaticano II alientan muy claramente a los católicos a manifestar su fe en la vida pública, a lo cual tienen derecho según el ordenamiento jurídico español vigente. Debemos ser fermento de conversión, no sólo individual, sino también social. No aceptemos las mentiras de nuestros enemigos, que nos quieren silenciar. Los católicos debemos proponer nuestra cosmovisión a la hora de informar las leyes y la acción de gobierno. Los enemigos de la Iglesia nos acobardan con la falacia de que eso es “imposición”. No es imposición que los grupos ecologistas, libremercadistas, colectivizadores, sindicalistas, antitabaco, feministas u homosexualistas, por decir sólo unos pocos, hagan toda la presión que puedan para que sus puntos de vista tengan hueco en las decisiones políticas. Con mayor razón los católicos, por nuestro número, y sobre todo por estar respaldados por la ley divina y natural, estamos en la obligación de proponer el modo de vida cristiano para nuestra legislación. No hacerlo así no es “democratismo”: es comodidad y cobardía.
De empeorar las cosas, la disyuntiva final que nos queda, como dice la nota de CTC arriba citada, es la de segregar radicalmente el sacramento matrimonial del contrato basura que recibe el mismo nombre en el código civil actual. Esa iniciativa puede conducir a la ruptura de nuestra vinculación, como comunidad política, con el actual ordenamiento jurídico español. Son precisamente las instituciones naturales las que definen a un grupo social, y entre ellas la familia es nuclear. Eso sería malo: malo para el estado español, que perdería la identificación con su proyecto de casi un cuarto de la población; malo para los católicos, que emprenderíamos un camino hacia la autoexclusión social. No sería bueno, y no es lo que deseamos, pero es obvio que cuando la sociedad y sus leyes se alejan de Cristo, la Iglesia no puede permanecer cerca de esa sociedad, sino cerca de Aquel que le da palabras de vida eterna.
_
Se jacta el impío de sus caprichos, el avaro blasfema, desprecia a Yahvé. El impío, en su orgullo, le hace burla: “¡No hay Dios!”, es todo lo que piensa. Torpe es su proceder en todo tiempo, muy altos quedan Tus juicios para él; de todos sus rivales hace burla. Dice en su corazón “¡Yo no vacilo, seré siempre feliz, nunca en desgracia!”.
Salmo 10, 2-4
__
_
Se permite la reproducción (inmodificada) parcial o total de este artículo, siempre que se haga de forma libre (lo que gratis recibisteis, gratis dadlo) y se haga constar el nombre del autor, la bitácora y el portal que lo aloja.
46 comentarios
Un cordial saludo y gracias por tan interesante artículo.
-------------
LA
En efecto, Ana, los problemas insolubles dentro del matrimonio pueden acabar siendo resueltos por un código civil inspirado en principios acristianos. Algunos de esos problemas (como la legitimidad de los hijos) están bien resueltos por el código de derecho canónico, pero otros (como los repartos patrimoniales) no, puesto que la enseñanza cristiana siempre alienta a resolver las diferencias entre los cónyuges, y recuperar el amor primero, en claro seguimiento de las enseñanzas de Cristo.
Esa es una buena razón para que los católicos no nos retraigamos de participar en la vida pública y procuremos que los códigos de leyes que nos rigen se inspiren en las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia.
Un cordial saludo.
La única solución es la vuelta al gheto cultural, reforzar la propia identidad y esperar que escampe. Si conseguimos fundar familias solidamente cristianas, recuperaremos influencia social por ser los únicos con hijos.
La jerarquía tenía que proponer matrimonios cristianos, entre cristianos, más que una evangelización imposible de los apóstatas.
Y olvidarnos de influir en sus leyes mientras solo representemos el 1 por ciento, o el uno por mil de los menores de 60 años.
----------
LA
Uno por mil es excesivamente pesimista, no importa que grupo de edad hablemos. Y por supuesto, los ancianos son tan hijos de Dios y ciudadanos de España como los jóvenes. No hay razón para excluirlos y, de hecho, en algunos aspectos son más fiables (por ejemplo, los ancianos es más improbable que cambien de creencias que los jóvenes).
Bien a favor de fundar familias cristianas y reforzar nuestra identidad. No estoy de acuerdo con "esperar que escampe". Nadie nos hará nuestro trabajo, y Dios ayuda a los que se ayudan.
La influencia social no depende del número. Muy al contrario: la realidad social está influida por grupos pequeños bien organizados y motivados, no por grandes mayorías, que suelen ser indolentes y se dejan llevar. Que se lo digan a los grupos homosexualistas, o a los masones.
O, ya que estamos, véase las propias primeras comunidades cristianas.
Una clásica definición jurídica del matrimonio es la de que es la relación de un hombre y una mujer para formar una comunidad de vida plena y, en principio, perpetua, base de una nueva familia.
Las reformas de julio de 2005 han atacado a estos caracteres de la institución hasta el punto de que la han hecho absolutamente irreconocible. Hemos pasado a una institución sin vinculación alguna con la transmisión de la vida, y que puede disolverse por una de sus partes, unilateralmente y sin causa, en un plazo mínimo de tres meses. Por tanto, carece no ya de indisolubilidad, sino de la más mínima estabilidad.
La supresión de las causas de separación y divorcio implica que los efectos personales del matrimonio, que son los deberes de fidelidad, convivencia y mutuo auxilio, queden prácticamente sin sanción jurídica de su incumplimiento.
Mi conclusión es que el legislador (por llamarlo de algún modo) "se ha pasado de frenada". Si hubieran permitido contraer "matrimonio" a dos hombres, y ese "matrimonio" fuera indisoluble, sería una especie de caricatura diabólica del matrimonio. Igualmente, si en un matrimonio rigurosamente monogámico y heterosexual, se introduce el divorcio exprés, ello supone también un ataque claro a una institución digna de protección.
Sin embargo, sumados y consumados con éxito todos los ataques, el resultado subversivo es, a mi juicio, menos espectacular que el deseado por sus perpetradores. El resultado no es un matrimonio "descafeinado", como pudo ocurrir tras la ley del divorcio de 1981, sino la total erradicación del matrimonio de la legislación civil. Repito, erradicación total.
-------------
LA
Gracias por la corrección. Y por la opinión.
La primera es la de los que, por razón de cargos públicos, puestos de funcionario, jueces, etc., tienen que lidiar con el matrimonio civil, y ahora también con el gaymonio. Convertido el "matrimonio" civil en contrato basura por el legislador, podrían desaparecer los motivos para alegar objeción de conciencia, al tratarse dicho "matrimonio" de un acto jurídico tan neutro como un arrendamiento de local de negocio o un usufructo.
Ello sería posible si el funcionario católico, con su conducta durante el evento de formalización del acto jurídico pseudomatrimonial, deja claro, sin lugar a dudas, que nada tiene que ver con el matrimonio rectamente entendido. ¿Aceptaría un notario la presencia de "invitados" en su sobria notaría para asistir a la firma de un préstamo hipotecario? Pues eso.
En segundo lugar, nos presenta a los cristianos la posibilidad de que, con nuestras vidas y nuestro ejemplo, seamos verdadera muestra de lo que es el matrimonio: uniones permanentes, estables y fecundas, abismalmente alejadas del modelo a que responde la actual redacción del Código Civil sobre el "matrimonio".
En este sentido, la pelota está en nuestro tejado. En el de los fieles, que tenemos esta motivación suplementaria, y totalmente perentoria, para ser especialmente observantes con las leyes de la Iglesia sobre el matrimonio, y con la virtud de la castidad.
Pero también el tejado de nuestra jerarquía, que creo debería, de una parte, denunciar los Acuerdos con el Estado que dan, de manera automática y obligatoria, efectos civiles al matrimonio canónico; y, de otra, aumentar los controles para evitar que apóstatas fácticos accedan al sacramento del matrimonio por razones estéticas o (cada vez menos) de convención social. Por no hablar del escándalo de las nulidades, que demasiadas veces se dan como divorcio que no se admite por la puerta pero que entra por la ventana.
Un saludo.
------------
LA
Me parece muy interesante y "sabrosa" tu aportación, Javier. Sin duda, la comunidad católica debe abrir un periodo de reflexión sobre nuestro fracaso como grupo de fe coherente, y como ejemplo atractivo de fe para los no creyentes/no practicantes.
Tal vez no se han hecho bien las cosas a nivel global. Tal vez deberíamos fijarnos en aquellos grupos eclesiales (que los hay) que sí han conseguido organizarse, lograr conversiones y vivir su fe de modo dinámico, activo, público y verdaderamente evangélico en medio de una sociedad que da la espalda a Dios y abomina de la Iglesia. Tal vez nos puedan dar las claves para servir de instrumento a la voluntad del Señor de forma más eficiente.
--------
LA
Gracias por el consejo. Mientras no blasfeme ni ofenda a nadie...
Su actitud me despierta una reflexión: teniendo en cuenta que el único comentarista obviamente divergente con la cantidad de cosas que afirmo en el artículo (alguna de ellas, cuanto menos, "llamativa" para lo políticamente correcto), lo único que se para a discutir es una diferencia del 5% entre cifras... en fin, no puedo evitar sentir el acceso de vanidad de pensar que mi argumentación es solidísima.
Que Dios me perdone esa vanidad.
---------------------
LA
El axioma último del liberalismo político genuino es que la Asamblea de hombres es la soberanía suprema, y su legislación se halla por encima de cualquier otra ley supraconvencional, incluyendo la ley natural, o la ley divina.
Nuestro sistema legislativo es coherente con ese axioma. Y cuantos aceptan la legitimidad de esa legislación, aceptan aquel axioma.
Pues no, no resulta evidente.
Para empezar unos datos del INE (Instituto Nacional de Estadística): el nº de matrimonios en España empezó a descender desde 1976 (290.974) hasta 1982 (no llega a 200.000), luego empezó a repuntar hasta principios de los noventa (en 1989 son unos 221.000), sigue una recaída y luego otra subida desde mediados de los noventa a principios de este siglo (en el 2000 son 216.451).
(fuente: nupcialidad pdf de www.ine.es)
Tenemos por tanto que curiosamente cuando se aprueban las leyes del divorcio (1981) y aborto (1985), es cuando el nº de matrimonios en España se recupera.
A mí me parece más bien que el descenso y aumento de matrimonios tiene que ver con las etapas de crisis y recuperación económica, si se fijan bien. Así a finales de los setenta y principios de los ochenta todavía sufríamos los efectos de la crisis del petróleo, luego vino la recuperación, a principios de los noventa otra crisis, de la que salimos a principios de este siglo, etc.
Entiendo que para uds. es muy atractiva la idea de que los masones conspiran continuamente para destruir a la Iglesia y a la humanidad, pero no deberían olvidar que se producen cambios sociales sin necesidad de conspiraciones y que hay muchos fatcores, especialmente los econonómicos, que son determinantes.
----------------
LA
El tema estadístico del divorcio lo traté en un artículo anterior. De él entresaco estos dos párrafos:
"En 1981 se tramitaron 9.487 divorcios (mas aproximadamente otros 7.000 tramitados con anterioridad y pendientes de la ley). En 1989, 23.063; en 1993, 28.857; en 1997, 34.147; en 2001, 39.242. Durante esos años el número de matrimonios civiles y canónicos osciló en torno a 200.000 por año. En 2004 se produjo un incremento del 20% con respecto a la tendencia anterior, al producirse ese año 51.000 divorcios."
"A partir de la ley de 2005, los divorcios se han multiplicado por 2.5. Ese mismo año la cifra de divorcios fue de 141.000 divorcios, de 122.000 en 2008 y de 106.000 en 2010. No olvidemos que la cifra de matrimonios ha descendido (pese al incremento de población, en 45 millones de habitantes actualmente) desde los 209.000 de 2005 hasta los 172.500 de 2010, por lo que el porcentaje de divorcios con respecto al de matrimonios no ha hecho sino aumentar."
Dado que la población española ha oscilado en diversos momentos de nuestra historia reciente (al igual que las condiciones económicas a las que aludes), lo más práctico es calcular la tasa de divorcios por matrimonios (divorcios/matrimonios al año), redondeando a la centésima:
1981: 09483/202037. 0,05
1982: 21463/193319. 0,11
1983: 19306/196155. 0,10
1984: 17656/197542. 0,09
1985: 18291/199658. 0,09
1986: 19487/207929. 0,09
1987: 21126/215771. 0,10
1988: 22449/219027. 0,10
1989: 23063/221470. 0,10
1990: 24236/220533. 0,11
1991: 27224/218121. 0,12
1992: 26757/217512. 0,12
1993: 28857/201463. 0,14
1994: 31522/199731. 0,16
1995: 33104/200688. 0,16
1996: 32571/194084. 0,17
1997: 34147/196499. 0,17
1998: 35834/207041. 0,17
1999: 36101/208129. 0,17
2000: 37743/216451. 0,17
2001: 39242/208057. 0,19
2002: 41621/211522. 0,20
2003: 45448/212300. 0,21
2004: 50974/216149. 0,24
2005: 72848/208146. 0,35
2006: 126952/203453. 0,62
2007: 125777/201579. 0,62
2008: 110036/194022. 0,57
2009: 98359/172540. 0,57
2010: 102933/167247. 0,62
2011: 103604/163085. 0,64
fuente: elaboración propia a partir de www.ine.es
Esta forma de valorar los datos es muy plástica, y además permite ver con claridad las verdaderas influencias sobre el divorcio, más allá de asuntos coyunturales como crisis o movimientos migratorios (que afectan por igual a matrimonios y divorcios).
Vemos como el primer año de legalización del divorcio (1981), presenta una tasa de 0.05, o sea, un 5% de divorcios sobre el total de matrimonios. A partir de 1982 la tasa es del 10%, con escasas oscilaciones, durante una década. A partir de 1992 comienza un lento crecimiento que sitúa la tasa en el 20% al final de otra década. En 2003, la tasa es del 21% de divorcios sobre matrimonios, en 2004, de 24%. En 2005, año de la promulgación de la ley del repudio, la tasa sube al 35%. A partir de 2006, cuando la ley ya es vigente los 12 meses del año, la tasa de divorcios/matrimonio se ha situado en torno al 60% (rango 57-64) hasta la fecha actual.
Con todo respeto, decir que la legislación no influye en la cantidad de divorcios, y que las razones son económicas o demográficas, no es situar el problema adecuadamente. Menos a la vista de datos tan evidentes: las facilidades para romper el vínculo legal del matrimonio civil a partir de la ley de 2005 multiplicó por 2,5 la tasa de divorcios en sólo dos años. Añadamos que la tendencia natural, independientemente de la legislación, ha sido la de incrementarse lentamente la tasa año a año, de forma casi lineal. Una modificación restrictiva tal vez lograría frenar o revertir la situación, pero aparentemente cualquier modificación, actualmente, va en la dirección de facilitar todavía más (si es que es posible) la ruptura del vínculo, con lo cual la proyección lógica es que en un momento futuro dado se producirán tantos divorcios como matrimonios.
Veo que mis comentaristas ateos (por conocidos) están francamente interesados en el aspecto estadístico. No tengo ningún problema en hablar de ello, pero les recuerdo que también pueden debatir sobre principios o valores, si así lo desean.
Creo que el matrimonio "canónico" no debe tener ya reconocimiento en la legislación civil de España, debemos ir por libre, hasta aquí podíamos llegar.
--------------
LA
Dentro de la Iglesia también hay quién propone que el matrimonio canónico tenga reconocimiento civil, pero no como el "matrimonio" civil, sino como figura jurídica aparte, que reconozca su apertura a la vida y su indisolubilidad.
1)Por ejemplo, me resulta gracioso este párrafo del post:
"Como muy bien señala monseñor Lombardi tampoco se entiende la limitación por razón de parentesco. ¿Dónde queda el "derecho" de los hermanos a casarse? ¿por qué no ya que estamos se podrían casar tíos y sobrinos...?".
Y la razón de que me resulte gracioso es que cualquiera que sepa un poquito de Historia, recuerda que por ejemplo Felipe II se casó con su sobrina Ana de Austria, hija de Maximiliano II (primo a su vez de Felipe), y de María de Austria (hermana de Felipe y por lo tanto prima de su esposo), con el consentimiento de la Iglesia, institución que contibuyó como nadie a la decadencia de los Hasburgo gracias a múltiples matrimonios consanguíneos.
¿A qué viene ahora rasgarse las vestiduras ante hipotéticas leyes que permitan el incesto?, ¿es malo el incesto consentido por el estado pero es bueno cuando lo sanciona el papa?.
2) La gente se divorcia porque quiere. Que la UCD, cuyos diputados venían casi todos del franquismo aprobara la ley de divorcio no responde a ninguna conspiración masónica, sino a dar respuesta a una necesidad social.
Los españoles decidieron que era necesario facilitar el fin de la convivencia cuando los contrayentes creen que ya no es posible continuarla. Un marido no tiene por qué aguantar toda la vida a una esposa infiel, ni una mujer tiene por qué soportar a un esposo maltratador. Cierto que no todos los casos de divorcio se deben a esos extremos, pero no tiene sentido que siga una relación donde ya no hay amor, ni compromiso, ni tan siquiera respeto.
Muchas veces ocurre que esa persona maravillosa a la que conociste resulta ser completamente distinta después de años de matrimonio.
Me parece muy bien que los cristianos intenten por todos los medios seguir unidos, pero no se puede obligar a todo el mundo.
Parece que uds. piensen que el divorcio es la causa del divorcio. Algo así como que si se prohibe morirse se acabará la muerte. Yo en ese sentido soy marxista, de los de Groucho: "el matrimonio es la principal causa de divorco".
3)El matrimonio no es para tener hijos. Si así fuera la Iglesia no casaría parejas estériles, sin embargo el código de derecho canónico deja bien claro que la esterilidad no es causa de nulidad matrimonial (aunque la impotencia sí, curiosamente).
El matrimonio civil es para que la sociedad reconozca una unión de dos personas y reciban un tratamiento especial (derecho a recibir herencia, derecho de pagar impuestos conjuntamente, etc).
---------------
LA
"con el consentimiento de la Iglesia, institución que contibuyó como nadie a la decadencia de los Hasburgo gracias a múltiples matrimonios consanguíneos"
Gringo, una cosa es la ley, y otra las dispensas. Las dispensas son concedidas de forma excepcional, no marcan una tendencia legislativa (les excepciones confirman la regla). El discurso de que "las uniones consanguíneas provocaron la decadencia de los Habsburgo (y por ende del Imperio español)" es decimonónico, y proviene de una historiografía superada, que atribuía el vigor o debilidad de los estados de forma directamente proporcional a la debilidad o vigor de sus regentes. El único deficiente mental y físico de la dinastía Austria fue el pobre Carlos II. Tanto su abuelo como su padre, los Felipes III y IV no tenían ninguna tara física, sino que eran indolentes: tara moral que no va en los genes. Desde el descubrimiento del genoma sabemos que la consanguinidad es un factor únicamente en la transmisión de enfermedades congénitas autosómicas recesivas, no en la supuesta inteligencia o su carencia.
De todas formas, viene usted a darme la razón con este argumento: efectivamente, desde el punto de vista del código civil, al persistir en la prohibición de los matrimonios incestuosos, a la luz de los principios que establece la ley de 2005 para contraer matrimonio, se está "violentando el derecho de los parientes a casarse".
"La gente se divorcia porque quiere
Claro que la gente se divorcia porque quiere, del mismo modo que el que incumple un contrato mercantil lo hace porque quiere. Contrato civil es el matrimonio civil. Si se deja sin penalizar legalmente su incumplimiento, se favorece la ruptura de esos contratos. Es tan obvio que no debería necesitar explicación: toda acción legalizada tiene a hacerse más frecuente.
"Que la UCD, cuyos diputados venían casi todos del franquismo aprobara la ley de divorcio no responde a ninguna conspiración masónica, sino a dar respuesta a una necesidad social."
La mayoría de los diputados de UCD votó en contra de esa modificación legal, que salió adelante con los votos del PSOE y otros partidos minoritarios, y de una pequeña parte de la UCD, la suficiente para sancionarlo. La mayoría de los diputados de esa pequeña parte, al disolverse la UCD poco después, pasaron al PSOE.
En cuanto a "necesidades sociales", me permito traer otro párrafo del artículo que le cité anteriormente, ya que en él traté el tema de la historia del divorcio con cierta profundidad:
"Según una encuesta del CIS de 1979, citada por Inés Alberdi (Historia y sociología del divorcio en España, CIS, Madrid, 1979, pag 128), ese año el 55% de los españoles estaban a favor de legalizar el divorcio si concurrían circunstancias graves, el 37% se oponían en cualquier caso, y sólo el 8% de los que contestaron la encuesta aceptaban el divorcio por mutuo consenso."
Fue precisamente el divorcio por mutuo consenso el que fue aprobado, es decir, el que demandaba sólo el 8% de la población según una encuesta del CIS. ¿Dónde está esa "demanda social"? La legislación no responde, dirige. En efecto, diez años después la mayor parte de los españoles estaba de acuerdo con el modelo de divorcio legalizado.
En cuanto a la ley del repudio de 2005, la demanda social era nula (no hay ni encuestas anteriores sobre ese punto, que yo sepa), y su incidencia ha sido que en 2 años (de 2004 a 2006), la tasa de divorcios por matrimonio pasó del 24% al 64%. Los datos son meridianamente claros.
"Un marido no tiene por qué aguantar toda la vida a una esposa infiel, ni una mujer tiene por qué soportar a un esposo maltratador. Cierto que no todos los casos de divorcio se deben a esos extremos, pero no tiene sentido que siga una relación donde ya no hay amor, ni compromiso, ni tan siquiera respeto."
Lo que es poco conocido es que durante el régimen franquista la ley no permitía el divorcio, pero sí la separación legal (por cierto, que el código de derecho canónico también permite la separación, aunque desde luego temporal). Es decir, un cónyuge no estaba obligado legalmente a convivir con su esposa infiel o su esposo maltratador. El índice de separaciones legales era ínfimo. No creo, sinceramente, que los casos de convivencia insoportable como los que cita usted se hayan convertido en 40 años en el 64% de los matrimonios contraídos. Es obvio que los divorcios no se producen por esos motivos en su inmensa mayoría, como usted mismo reconoce.
"Cierto que no todos los casos de divorcio se deben a esos extremos, pero no tiene sentido que siga una relación donde ya no hay amor, ni compromiso, ni tan siquiera respeto.
Muchas veces ocurre que esa persona maravillosa a la que conociste resulta ser completamente distinta después de años de matrimonio."
Por desgracia esto es cierto. Por eso existen los cursillos prematrimoniales en el matrimonio canónico (y poco desarrollados, para mi gusto), para que los futuros contrayentes sepan en qué consiste el matrimonio, y no lo contraigan si la otra persona no es la adecuada. Si se ha establecido un noviazgo consciente y maduro, la persona, con el paso de los años no se convierte "en otra completamente distinta", sino que la relación entre los cónyuges se modifica y, por desgracia, en muchos casos se deteriora. Los cristianos apostamos por arreglar lo que se estropea, en vez de tirarlo y comprar otro nuevo, pensando que así se soluciona el problema.
"El matrimonio no es para tener hijos. Si así fuera la Iglesia no casaría parejas estériles, sin embargo el código de derecho canónico deja bien claro que la esterilidad no es causa de nulidad matrimonial (aunque la impotencia sí, curiosamente)."
La institución matrimonial natural sí es para tener hijos (en todas las culturas, en todas las épocas). Así lo reconoce el código de derecho canónico en su artículo 1096:
"1096 § 1. Para que pueda haber consentimiento matrimonial, es necesario que los contrayentes no ignoren al menos que el matrimonio es un consorcio permanente entre un varón y una mujer, ordenado a la procreación de la prole mediante una cierta cooperación sexual."
Pero el sacramento del matrimonio, aunque incluya al matrimonio natural, lo desborda, pues añade otro tipo de cualidades, el amor, el respeto, la donación mutua, etc. La impotencia, por ejemplo, solo invalida el sacramento si es "antecedente y perpetua".
La ruptura de la ley de 2005 no es sólo con el matrimonio canónico, sino con la institución matrimonial natural.
"El matrimonio civil es para que la sociedad reconozca una unión de dos personas y reciban un tratamiento especial (derecho a recibir herencia, derecho de pagar impuestos conjuntamente, etc)."
Efectivamente. ¿Por qué la sociedad, y las leyes en su nombre, deberían de conceder un tratamiento especial a dos personas que se casan? ¿únicamente porque tienen "afecto y convivencia"? ¿En que beneficia eso a la comunidad social para recibir tratamiento fiscal o legal privilegiado? La razón por la que tradicionalmente la ley daba un tratamiento especial a los matrimonios era el bien social que constituía el nacimiento y crianza de los hijos.
Ciertamente, leyendo los Salmos uno descubre cómo hablan al corazón del hombre de todos los tiempos. Has traído uno que parece escrito para nuestro mundo occidental:
”Se jacta el impío de sus caprichos, el avaro blasfema, desprecia a Yahvé. El impío, en su orgullo, le hace burla: “¡No hay Dios!”, es todo lo que piensa. Torpe es su proceder en todo tiempo, muy altos quedan Tus juicios para él; de todos sus rivales hace burla. Dice en su corazón “¡Yo no vacilo, seré siempre feliz, nunca en desgracia!”.
Salmo 10, 2-4
Y siempre el hombre, cuando vive una pequeña racha de abundancia, se vanagloria de su propia fuerza, sea dinero, ciencia o poder, y se engríe ante Dios, olvidándose de su Ley, y ”comiendo del árbol de la ciencia del bien y del mal”, hace de sí mismo un dios que decide sobre lo bueno y lo malo, sobre la vida y la muerte.
Y ahora estamos en plena marea de ateísmo materialista, con gobernantes y personajes influyentes, ebrios de arrogancia, a los que se les ha indigestado la ingente tecnología disponible, fruto de una ciencia y un conocimiento cuya validez y seguridad desconocen, pero que pueden manejar, como nuevos ricos, en el empeño de reconstruir al ser humano y al mundo a su antojo, con su firma, sin limitaciones morales, ni de vínculos, ni siquiera naturales. Como no hay Dios, no hay alma inmortal, ni vida eterna, ni paraíso, ni infierno “donde la llama no se extingue y el gusano no muere”.
Y, muerto Dios, no queda otra realidad que este mundo, ni otro sentido de la vida que una libertad sin límites para cumplir mis deseos y disfrutar de los placeres. Y en este contexto, la vinculación matrimonial, el compromiso de fidelidad y amor para toda la vida, es un límite inaceptable que se rompe con mayor frivolidad cada vez.
Pero no nos llamemos a engaño, aún considerando el ”efecto pedagógico de la ley”, los españoles se divorcian porque quieren y los gobernantes que han destruído el matrimonio civil han puesto en manos de los ciudadanos las leyes que querían tener una gran mayoría de ellos, es decir, son tal para cual.
En varias ocasiones he expresado en mis comentarios que el avance del ateísmo práctico dominante ha superado ”líneas rojas” enormemente graves para nuestra moral católica, que no podemos aceptar, sino que debemos resistir de forma pacífica, pero clara y decidida, a través de nuestro testimonio.
El matrimonio civil español, herido de muerte en 1981, había muerto ya en 2005 y el TC ahora sólo ha decretado la incineración o el enterramiento de su cadáver. Si los españoles y sus leyes consideran que cualquier unión es matrimonio civil, incluso del mismo sexo, y que un matrimonio civil se puede romper por cualquier motivo, o sin él, los católicos debemos declarar que nuestro matrimonio sacramental no tiene nada que ver con el matrimonio civil, no es igual y no debemos admitir que se trate de igual, en el mismo saco.
Un católico debe poder casarse por la Iglesia y negarse a casarse por lo civil. De este modo puede dar testimonio de que no son una misma cosa. Éste sí es un modo de resistencia pacífica, pero firme: No aceptar las leyes que vulneran gravemente la moral cristiana.
Por cierto Luis, he visto que en tu blog ofreces vínculos de libros sobre temas de moral. He publicado recientemente uno titulado “Aborto: Yo también fui cómplice”, en el que he tratado de ofrecer una visión completa de la realidad del aborto en España, de los mitos en los que pretende justificarse, de qué es y de cómo se practica y de sus verdaderas motivaciones. Está dirigido a los católicos, sacerdotes, párrocos y fieles, es decir, a la Iglesia. La descarga es gratuita y lo puedes encontrar en:
http://www.bubok.es/libros/217237/Aborto-Yo-tambien-fui-complice
Me parece pretencioso pedirte que lo incluyas en las referencias, pero, en fin, si puedes descárgatelo y si lo crees oportuno, pues lo divulgas.
Como este comentario entrará en “edición” previa a su publicación, te dará tiempo a ver este último párrafo con el anuncio del libro. Si no lo crees adecuado bórralo después de leerlo y no me lo tengas en cuenta :)
Saludos.
---------------
LA
Gracias, Winston, por tu participación, y tus elogios. Por supuesto el enlace puede quedarse aquí. Como todo lo que escribes, recomiendo leerlo, pues siempre guarda interés.
De acuerdo con tus comentarios, salvo el de "los españoles se divorcian porque quieren y los gobernantes que han destruído el matrimonio civil han puesto en manos de los ciudadanos las leyes que querían tener una gran mayoría de ellos, es decir, son tal para cual." que ya he comentado en una respuesta a gringo, pues la objeción era similar.
Saludos.
Ya, ya sabemos lo que las decían a ellas..que aguantaran por el bien de los hijos...Sí, debe ser un bien maravilloso ver como el ...machaca a la mujer, debe ser el no va más...Y luego vienen dando nulidades por estupideces, y la machacada que aguante, y si se separa que solo sea durante un ratito...¡En fin!, en estos casos, que son de integridad física, divorcio instantaneo. Sin más.
Un cordial saludo.
-----------
LA
El código de derecho canónico (CDC) no exige cooperación sólo a un cónyuge, sino a los dos. Precisamente las causas de separación (art 1151-1155 CDC) incluyen, entre otras, el maltrato:
1153 § 1. Si uno de los cónyuges pone en grave peligro espiritual o corporal al otro o a la prole, o de otro modo hace demasiado dura la vida en común, proporciona al otro un motivo legítimo para separarse, con autorización del Ordinario del lugar y, si la demora implica un peligro, también por autoridad propia.
Maltratar al cónyuge (en el matrimonio canónico, y en el civil cuando está inspirado en aquel) es incumplir con la obligación de respeto y amor mutuo. Por tanto, merece sanción. Y así lo recoge el CDC. Asimismo recoge la protección debida a la cónyuge maltratada y a la prole, siendo causa de separación.
A lo que tu aludes entra dentro de un cierto concepto social ajeno al cristianismo (en los votos matrimoniales cristianos se recoge expresamente que es obligación amar y respetar al esposo). En ese sentido, probablemente insistir en el noviazgo consciente y maduro es prioritario para prevenir y así no tener que curar. Muchos expertos en maltratos coinciden en que en muchos casos, ya antes del matrimonio el maltratador muestra signos que permiten preveer su comportamiento: desprecios públicos y privados por su pareja, celotipia patológica, maltrato psicológico en ocasiones apenas disimulado... todo ese elenco de signos deben ser prevenidos antes para que la víctima rompa esa relación y no se case.
Un cordial saludo.
La separación legal del franquismo no permitía a las personas rehacer sus vidas ni buscar una nueva pareja.
Y puesto que las mujeres seguían legalmente casadas con sus maridos, seguían dependiendo de ellos.
Hast 1958 el código civil establecía que el hogar conyugal era la casa del marido, y existía la figura de "el depósito de la esposa", es decir, en caso de separación la mujer se marchaba del hogar y debía ser "depositada" en casa de sus padres o ¡en un convento!. Era el amrido el que se quedaba con el hogar.
Además para que un juez autorizase la separación se debía buscar a un "culpable", no había separación por mutuo acuerdo, de tal forma que si la culpable resultaba ser la mujer, no tenía derecho a administrar ni los bienes propios ni la mitad de los gananciales.
Incluso tras varias reformas, el código civil hasta 1975 calificaba a las mujeres casadas como "incapaces", personas a la altura de los menores, o los sordomudos analfabetos, que debían estar tuteladas por otra persona, en este caso sus maridos.
Sin el permiso del esposo una mujer no podía abrir una cuenta corriente, sacarse el pasaporte, firmar un contrato laboral ni ejercer el comercio.
Por no tener, hasta 1970 las mujeres no tenían ni la patria potestad compartida, pues el marido podía dar a los hijos en adpoción sin el consentimiento de la esposa.
¿Cómo entonces van las mujeres a pedir la separación si en la práctica van a seguir dependiendo del marido, el cual les puede negar el pan y hasta les puede amenazar con quitarle a los hijos?.
Muchísimas mujeres se limitaban a aguantar sin rechistar.
La separación legal era un instrumento ineficaz para resolver los problemas conyugales y además jugaba siempre en favor de una de las partes, con lo cual era tremendamente injusta.
-----------
LA
Lo común es que las mujeres volvieran a casa de sus padres. La legislación franquista era imperfecta, pero a mi juicio no por los motivos que usted aduce. Las separaciones que se producían entonces, desde luego, sí eran por razones verdaderamente justificadas.
¿Porqué esa fijación en los maltratos conyugales? Estamos en 2012, el 64% de los matrimonios se rompen. Los maltratos conyugales (sólo si los practica el varón, que es lo más frecuente) están tipificados como delito especial. No podemos hablar de la excepción para justificar un cambio en la regla. Es obvio que la aplastante mayoría de los divorcios no conllevan maltrato de por medio (como usted antes ha reconocido), y sin embargo seguimos enredándonos en los casos dramáticos para dar carta de validez a un matrimonio civil tan devaluado que es irreconocible.
Has hecho un trabajo magnífico y laborioso. Digno es de reconocer y agradecer, pues la información que has dado nos puede resultar útil a muchos.
No deja de llamarme la atención cómo los comentaristas que defienden la actual situación legal del matrimonio civil adoptan una actitud de exigencia estadística rigorista frente a los datos sociológicos que aportas, y que avalan el derecho de los católicos a defender su modelo de matrimonio indisoluble, y con qué facilidad se olvidan de ese rigor e invocan situaciones estadísticamente irrelevantes, pero sentimentalmente manipuladoras, cuando se trata de defender su modelo de matrimonio de usar y tirar: ¿Malos tratos machistas e infidelidades de las mujeres son la causa principal, aunque haya otras, de las decenas de miles de divorcios anuales en España? ¡Venga ya! Exactamente la misma estrategia que cuando alguien condena los más de cien mil abortos anuales, sus defensores te hablan de violación.
No juegan limpio, no les interesa razonar porque, en realidad, no se trata de algo razonable. Simplemente no encuentran motivo para no hacer lo que les venga en gana en cada momento y situación de sus vidas. ¿Que después de 5, 10, 15, ... años me apetece jugar a los enamorados con otra mujer mucho más joven y guapa que mi esposa? Pues me voy y que la zurzan. ¿Que tengo hijos? Pues que los zurzan también a ellos, que rompo su familia y hago lo que a mí me conviene, que sólo se vive una vez. Para eso vivimos en el Engendro de Bienestar, para tener derecho a todo lo que me apetece y que otros paguen los vidrios rotos.
Es tal la aversión que el legislador español tiene por los compromisos y promesas de fidelidad para toda la vida que no sólo ha reducido el matrimonio a un contrato, el único, sin derecho a indemnización por incumplimiento unilateral, sino que además lo penaliza “de facto” mientras dura, si se compara con los beneficios que reciben por una u otra vía, todas las formas “modernas” que pretenden sustituirlo. Se conocen casos de matrimonios que se divorcian sólo “legalmente”, porque como divorciados tienen acceso a ayudas que se les niegan como familia “normal”. También son conocidos los de parejas que conviven pero no se casan porque la condición de “familia monoparental” de la progenitora A con sus hijos les permite, incluso, el acceso a una vivienda social que estando casados se les negaría.
Pero esta “borrachera” de libertad que se mide por su capacidad de romper vínculos se pagará, sin duda. Pero para muchos, todo horizonte que supera un período electoral simplemente no existe.
El desmantelamiento de la institución matrimonial, el abandono por parte de los poderes públicos de su tutela privilegiada y positivamente discriminada como fuente de derechos, en razón de ser considerado como base fundamental y necesaria para la renovación y supervivencia de la sociedad, tendrá, y tiene ya, consecuencias calamitosas que hoy los políticos camuflan con la mala situación económica.
La primera consecuencia de la forzada decadencia del matrimonio es la drástica reducción de la natalidad, pues, obviamente, los hijos atan para toda la vida y no voy a tenerlos en una relación de usar y tirar. Lo cierto es que el número de hijos por mujer en su vida fértil está ya por debajo de 1,4 cuando, según sabrán los amantes de la estadística, el valor de renovación neutra está en 2,2 hijos por mujer.
Uno de los mayores engaños del fraude piramidal del Engendro de Bienestar es hacernos creer en la ficción de que no necesitamos a los demás, ni a Dios, para nada, que el Engendro dispone de recursos inagotables de todo tipo para abastecerme de todo lo que necesite para mi Bienestar presente y futuro, que yo no tengo responsabilidad con mi modo de vida sino que el Engendro la asume por mí.
Sin embargo, a poco que uno piense, a partir de los 65 años, todos viviremos de nuestros hijos, sea en su casa como en la antigüedad, o a través de sus cotizaciones a la S. Social, como en el Engendro. ¿Y el que no tenga hijos? Pues de los hijos de los demás, que deberán contribuir al sostenimiento de sus padres y el de los que no quisieron tener hijos. Porque si no se tienen por alguna imposibilidad o por una renuncia altruista a la propia familia entregando la vida a los demás, pues para eso estamos, para ayudarnos, pero si la razón es simplemente haber elegido un modelo de vida que huye del compromiso y los vínculos porque se oponen a sus deseos de hacer lo que le venga en gana y coartan su libertad y disfrute, pues alguien tendrá que explicar a los españoles de mañana por qué, en contraposición, ellos tendrán que soportar un fardo tan pesado de mantener. Todas las opciones “libres” de los hombres de hoy serán cadenas para los de mañana. Y todos los derechos que unos disfrutan y otros no podrán, dejan de ser derechos y se convierten en privilegios. ¿Qué justicia hay en ello?
Y no vale decir: ¡Oiga, que yo he cotizado toda mi vida! Este simplismo es más falso que “una escopeta de caña” Y seguro que mejor que yo puede explicarlo cualquiera de los amantes de la estadística que han escrito comentarios. Con las cotizaciones del trabajador, más las de su empresa, a la S. Social durante, pongamos, 36 años de vida laboral, si las hubiera guardado en un banco de los que no quiebran, podría recibir su pensión completa SÓLO durante 12 años, si no hubiera tenido que contribuir al gasto sanitario nacional y al desempleo. Descontando éstos, pues es obligación de todos, le quedaría una pensión completa para SÓLO 9 años. Si la esperanza de vida es hoy de 85 años, podría mantenerse con su cotización SÓLO desde los 76. Los que vienen detrás tienen que poner lo que falta y lo propio.
Pero esto es sobre la cantidad total a percibir. En cada momento, en cada mes, en cada actualización del cobro de pensión mensual, necesito 3 cotizantes, pues la cotización es aprox. un tercio, (27% la empresa y 6% el trabajador, “grosso modo”, lo digo por los puristas), y un cuarto para el gasto sanitario y el desempleo. Es decir, 4 cotizantes por jubilado... Y, ¿dónde estarán dentro de unos años? Dentro de unos 15 años llegarán a la ancianidad los que confundieron democracia con libertad para romper el matrimonio y la fidelidad, la base de la familia. A partir de entonces pasarán a depender de los hijos que no tuvieron... y tendrán que mantenerlos los hijos nacidos en la institución familiar que tanto denostaron y despreciaron.
Ya me he extendido demasiado y no quiero aburrir. Si alguien quiere conocer la patética perspectiva que se de una vuelta por “Notas de prensa del INE” de 19/11/12. No tiene desperdicio.
¿Quién le exige responsabilidades a los “vendedores de humo libertario” que SIEMPRE han sabido esto, y no sólo lo han permitido sino que lo han promovido?
Y, ¿cuándo vamos a reconocer cada uno, humildemente, que cuando nos alejamos de Dios nos hacemos daño a nosotros mismos?
Saludos.
¿Estas diciendo que cuando alguno sea infiel, se le mande a la cárcel, o que la mujer que huye de la casa sea devuelta a rastras?. Luis, ¿estas proponiendo una vuelta a la legislación franquista?. Es que si es así...
Un cordial saludo.
------------
LA
No, Ana, no estoy diciendo nada de lo que afirmas, y no está así reflejado en el artículo. La frase que señalas indica una obviedad: los contratos están para cumplirlos. Si no establecemos ninguna sanción al que los incumple, el incumplimiento pasa a ser legal, y por tanto, la fortaleza del contrato desaparece.
Un cordial saludo.
Desde luego este comentario no hace falta que lo publiques...pero es que ya les vale...
-----------
LA
Esa expresión está sacada literalmente del Código de Derecho Canónico que rige el enjuiciamiento de la comunidad cristiana.
Para conocer bien la legislación en este sentido, el marco y el contexto, te invito a que leas los artículos a propósito del tema (cann 1055 y subsiguientes). Son el producto de 20 siglos de experiencia en la aplicación de las Enseñanzas de Cristo y la Tradición apostólica.
http://www.vatican.va/archive/ESL0020/__P3T.HTM
Acerca de la supuesta necesidad social de una ley del divorcio cuando ésta se aprobó, me permito poner este enlace, de mayo de este año:
http://www.elsemanaldigital.com/articulo.asp?idarticulo=121761
De él, referido a un libro de anécdotas de diputados y senadores, solamente interesa en esta materia este párrafo, que paso a reproducir:
"El libro ofrece un dato sociológico curioso. Cuando en 1980-81 se tramitó la Ley de Divorcio, estaban separados de hecho veinticinco de los quinientos diputados y senadores (un 5%), y todos eran de izquierdas salvo un par de ellos. Hoy la proporción se ha multiplicado hasta mucho más allá de la media de la población general, y se reparten por igual los divorcios entre las bancadas de todos los partidos."
Ya lo he dicho antes: las leyes sobre el matrimonio las han perpetrado quienes no creen en él, sino en el amor libre.
Una pareja, tras un tiempo apropiado de noviazgo, decide casarse, por ejemplo dentro de un año. Inician los trámites en la iglesia donde se celebrará la boda, celebración que se anuncia a los invitados, a la familia, en general al círculo social de los novios, y repito que todo para dentro de un año.
Pero, en ese mismo momento inicial, contraen, sin otras formalidades que las mínimas exigidas por el Código Civil, y con pompa nula, matrimonio civil. Durante todo ese año de espera de la boda, están "casados" por lo civil, su círculo social lo sabe, pero se tratan públicamente (y privadamente, se entiende), como novios. No viven juntos, no viajan juntos, sus relaciones están presididas por el respeto y la continencia que caracterizan al noviazgo cristiano. Les queda un año para su boda, pero ya están casados por lo civil. Y todos lo saben.
Durante ese año, ese hombre y esa mujer católicos están demostrando con sus propias vidas que el pseudomatrimonio civil no las afecta ni cambia en absoluto. Porque no significa nada.
He aquí una posibilidad que no está sancionada por la legislación del Estado (nadie puede prohibir a quien está casado por lo civil que tiempo después se case por la Iglesia, a diferencia del caso contrario), y que me parece podría resultar una manera de establecer nítidamente lo que es el matrimonio y lo que no lo es.
-----------
LA
Bien está que busquemos fórmulas para dejar clara la separación entre matrimonio civil y canónico, pero no sé si añadir complejidad al tema o (porqué no decirlo) elevar la exigencia de santidad de los novios cristianos es la respuesta.
Aunque me parece una propuesta original e interesante, para el que la pueda cumplir.
Un cordial saludo.
--------------
LA
Ese es un tema interesante, y que merece debate y análisis reflexivo.
Pero hay fórmulas, siempre que partamos de la base de que el matrimonio civil considera un bien social la fidelidad matrimonial, y por supuesto dejando claro que esa infidelidad está probada.
Por ejemplo, que una parte de sus bienes vayan al patrimonio propio del cónyuge ofendido. O que se le prohiba volver a contraer matrimonio (en el caso de que el código siguiera permitiendo el divorcio) durante un tiempo... o de por vida.
De todas formas, como católico, me interesa más infundir al matrimonio como institución, los principios cristianos de amor correspondido (que incluyen la paciencia mutua y por supuesto la fidelidad) que articular un catálogo de sanciones.
Pero vamos, que posible es, por supuesto.
La cuestión es querer... o no querer.
Un cordial saludo.
1)¿Que la legislación franquista era "imperfecta"? ¿ese es el adjetivo que se te ocurre?.
Mira, el matrimonio en la España franquista no era un contrato entre iguales que pasaban a tener los mismos derechos y deberes, era que una persona se convertía en dependiente jurídicamente de otra.
La esposa necesitaba el permiso del marido prácticamente para cualquier actividad económica o trámite administrativo, el hogar conyugal era del merido, ni tan siquiera la patria potestad era compartida, hasta los niños eran solo del marido ¡hasta después de muerto!, pues una mujer viuda y vuelta a casar podía perder la custodia de los niños si los familiares del difunto los reclamaban.
El adulterio era un delito pero no tenía el mismo tratamiento según el sexo, un solo desliz servía para condenar a la esposa, pero el hombre debía tener una relación estable con otra mujer. Y por supuesto en caso de "uxoricidio", el pillar a la parienta en la cama con otro era un eximente ¡para qué necesitas el divorcio si la puedes quitar de enmedio!.
¿"Imperfecta"? ¡no! llamemos a las cosas por su nombre: machista.
2)El divorcio sí era una reclamación social, lo cual no significa que el primer año estuvieran esperando para divirciarse en tromba millones de españoles, eso es absurdo. La sociedad tiene su forma de comportarse. Recuerdo una entrevista a una política del PP que fue de las primeras mujeres de derechas en divorciarse y decía que todas sus amigas dejaron de hablarle... y al final todas acabaron divorciadas.
Es evidente que todavía había mucha presión en contra del divorcio. Pero a la vista está que en pocos años el divorcio traspasó ideologías políticas y capas sociales.
3)Los malos tratos son una realidad. Por mi trabajo conozco el ambiente de los juzgados y compañeros míos funcionarios de justicia me han contado casos en que una mujer literalmente se orinaba encima en cuanto veía a su marido entrar por la puerta del juzgado, de tanto miedo que le tenía.
También conozco el caso de una mujer que creía tener el mejor novio del mundo, hasta que en la misma noche de bodas le dió la primera bofetada. ¿Y qué va hacer esa mujer, aguantarse para el resto de su vida con alguien que la tenía engañada?.
Los malos tratos justifican el divorcio, no solo la separación, porque esas mujeres tienen derecho a rehacer sus vidas. ¿El divorcio debería ser más exigente y no concederse tan a la ligera? puede, pero de todas formas tendría que existir, que es lo que no quereis. Vosotros quereis erradicarlo. Pues no lo vais a conseguir.
------------------------
LA
1) El matrimonio canónico estipula la igualdad de obligaciones y derechos de ambos cónyuges en el matrimonio o en el caso de separación. Ese es el modelo sobre el que yo trabajo, y por medio de este artículo espero que los católicos españoles que me lean también.
No me interesa una legislación de hace 53 años, derogada hace 35. A mí me interesa la de 2005 que ha convertido un matrimonio civil ya herido en una caricatura.
2) La demanda social (55% según la encuesta que le citaba) estaba a favor del divorcio en casos graves (maltrato, infidelidad... las cosas que usted ha señalado como motivos para romper el vínculo), una importante minoría (37%) se oponían en cualquier caso. La ley, por tanto, no respondió a ninguna demanda social, sino a una minoría: el 8% que pedía divorcio por mutuo consenso.
3) Los malos tratos son una realidad, pero no podemos extraer conclusiones de las experiencias personales: por mi trabajo he sido llamado en tres ocasiones a un juicio como perito por malos tratos de marido/novio/compañero. Las tres veces, a la puerta del juzgado, la víctima perdonó al agresor y retiró los cargos.
Como le decía antes, los cristianos intentamos arreglar lo que se deteriora. Y si no, existen medidas que garantizan la seguridad del cónyuge agredido y la prole. En cualquier caso, lo más importante es la prevención. No es la función de este artículo, pero en muchas ocasiones de maltrato conyugal se establecen relaciones de dominio por una parte y, aunque parezca increíble (en nuestra época, al menos), de dependencia por la otra. Hay que educar a la gente en lo que es una relación de verdadero amor, que jamás incluye falta de respeto o maltrato.
No sería mala idea que, si alguna vez el legislador se plantea devolver al matrimonio civil algo de su dignidad, se introdujera una especie de cursillo prematrimonial. Y se enseñara en las escuelas que el amor, el respeto y la cooperación mutuas son las bases de una relación sentimental auténtica. La impresión que da es que actualmente los planes de estudio se preocupan mucho más de enseñar pornografía y métodos anticonceptivos.
Un cordial saludo.
Por otra parte, es como dices; lo normal es que existan suficientes indicios durante el noviazgo para saber como resultará el otro. Eso, por lo común, se ve venir, pero aunque se corte esa relación a la primera falta de respeto, llevártela, te la llevas.
Totalmente de acuerdo en que el novizgo es una etapa fundamental, y más vale estar con los ojos bien abiertos y la cabeza fría, no sea que después vengan las sorpresas.
Un cordial saludo.
Por otro lado sería anacrónico tener una legislación con un divorcio restringido rodeados de otros países con libertad de divorcio, ¿no les parece? ¿otra vez reserva espiritual de occidente?
-------------
LA
Yo personalmente quiero tener la mejor legislación posible. Si los de alrededor intentan lo mismo o prefieren otras cosas, es asunto secundario. Carezco de complejos frente a otras naciones, de las que copio lo que enjuicio como bueno y me libro de hacerlo de lo que me parece malo.
Por otra parte, ya hace un tiempo que se están dando cursos de prevención contra maltratadores, dirigidos a mujeres que se pudieran encontrar en situación de riesgo por su nivel económico, social (aunque esto ocurre en todas las capas sociales, la agresión física es más frecuente en las de menos medios económicos. Otra cosa es la psicológica, que habría que ver...).
Bueno, solo era apuntar lo anterior y recomendar la obra que he señalado.
Un cordial saludo.
----------
LA
No olvidemos (aunque me arriesgo a que no te agrade lo que voy a decir) que tampoco la solución es demonizar genéricamente a un grupo social y olvidarnos de él. Está demostrado que la mayoría de los maridos maltratadores han sido niños maltratados y/o se han criado en ambientes donde el abuso era norma aceptada. Son verdugos pero, en parte (porque, como es obvio, la libertad no se pierde nunca, pero puede verse condicionada), también han sido víctimas.
Cabe una enseñanza generalizada del respeto y amor matrimoniales y familiares; con esas bases, por sí mismos irán reduciéndose los casos: habrá menos maltratadores, y habrá menos mujeres que liguen su vida a los que las maltratan.
Y los maltratadores, sin perjuicio de que la justicia se asegure de que no dañen a nadie, también merecen una oportunidad de conversión, arrepentimiento y rehabilitación, antes de arrojarlos al pozo de la condena. Se hace hasta con los peores criminales.
El cristianismo es redención. Hay más alegría en el Cielo por un pecador que se convierte que por cien justos que se salvan.
Una anécdota al respecto, estaba intentando encontrar el título de una película española sobre una pareja española que intenta contraer matrimonio con posibilidad de divorcio en la España de Franco con extrañas peripecias... No lo he conseguido, pero navegando he visto una página de cine para católicos, con escudo Vaticano incluido, ¿sabe cual la publicidad que aparece en cabecera? Exactamente... ¡bufetes de abogados matrimonialistas!
---------------
LA
Créame que yo he vivido en otros países, y no considero que carezca de sentido práctico. Los matrimonios mixtos de toda la vida se han regido por el código civil del país donde se contrajeron, salvo que ambos contrayentes se naturalicen de algún modo en otro país y estén de acuerdo en acogerse a esa legislación. Asimismo, existen acuerdos entre naciones para reconocerse de algún modo los respectivos códigos legales.
No creo en el "devenir de los tiempos" (esa versión moderna de los "destinos irreversibles") y similares expresiones de verborrea ideológica. La moral y costumbre sociales, "los tiempos", no "devienen", sino que son "devenidos" por comunidades políticas concretas y con frecuencia por grupos humanos con intereses muy concretos.
Si España se descatoliza, mi obligación como cristiano no es "aceptar el devenir de los tiempos", sino "cristianizar el devenir de los tiempos".
"¿Hay posibilidades de que un niño criado en un ambiente violento no caiga, de adulto, en el mismo mal?
De hecho, la mayoría de los que viven en um ambiente violento NO SON LUEGO AGRESORES. La razón es que muchas personas tienen "factores protectores" que compensan las experiencias de violencia: su temperamento amable, su autocontrol, su capacidad de relacionarse positivamente con los demás, etc.".
Y más adelante:
"¿Se mata por amor o "la mate porque era mia"?
Ningún agresor de mujeres ama de verdad a su pareja. Más bien es un deseo de poseer enfermizo, una forma de apuntalar una autoestima muy baja (en el caso de agresores dependientes) o una forma de expresar deseo de dominio, manipulación y control (en el caso de los agresores psicópatas)".
Y es que también entre los agresores existen los psicópatas, y que son más de los que parecen (y por cierto, también en esto existen grados).
http://www.elmundo.es/encuentros/invitados/2001/04/247/
Bueno, que de verdad recomiendo el libro; es muy, muy bueno.
Y sí, toda la oportunidad de conversión y arrepentimeinto que quieras, pero lejos, muy lejos de las víctimas; cuanto más lejos, mejor (un psicópata ni se arrepiente, ni se convierte. Es muy peligroso engañarse con ellos).
Un cordial saludo.
----------
LA
Te agradezco la bibliografía, veré de leerla.
Con todo, maltratador y psicópata no son sinónimos.
Un cordial saludo.
Y es obvio que para muchos, el franquismo, o su obsesión franquista, es un fantasma que mediatiza y sirve de continuo referente, constituyéndose en centro de gravedad del pensamiento. Y cuando invocan al fantasma ya toda discusión termina por ser franquismo, sí; franquismo, no.
En la España de la primera mitad del siglo pasado, como en todos los lugares del mundo, existían unos roles masculino y femenino derivados de la tecnología disponible y de la actividad económica necesaria para la supervivencia. Esto ha sido así siempre, hoy también lo es y, asimismo, mañana habrá modificaciones de ambos roles por la evolución de las mismas causas tecnológicas y económicas. Yo no voy a proyectar un juicio histórico categórico de una época pasada desde la mentalidad y condiciones de vida que tengo hoy, aparte de injusto es erróneo en sus conclusiones y sólo sirve para crear fantasmas, pero esos roles que ahora identificamos como “machismo” y que entonces compartían y transmitían a sus hijos e hijas, los hombres y, muy en gran medida, las mujeres, se mantuvieron hasta que se volvieron inútiles y perdieron la valoración social.
Entonces, ahora y mañana, los roles vigentes en cada momento histórico matizan absolutamente la convivencia, la conducta y la moral de hombres y mujeres, que no conocen otras y que siempre miran como superadas las de épocas anteriores.
Con esto quiero decir que esos roles lo impregnan todo y conforman una visión característica de las relaciones hombre-mujer: el matrimonio, por supuesto, pero también la paternidad y la maternidad; el orden jurisdiccional; el trabajo; el parentesco; la amistad...
en definitiva, todo el mundo afectivo y social enmarcado en esa visión.
Es decir, es esa visión la que produce un tipo de relación interpersonal determinado en el matrimonio y también respecto de los padres, hijos, abuelos... y no al revés. No es el matrimonio la institución que genera esos roles sino que los hombres y mujeres lo acomodan a ellos.
Y hoy, cuando pretendemos defender el matrimonio como vinculación entre hombre y mujer por el mutuo compromiso de fidelidad para toda la vida, como base fundamental de la sociedad que debe ser mimada y protegida, adecuado a los roles masculino y femenino vigentes hoy, se contesta que como en la sociedad “machista” se casaban, el matrimonio debe disolverse. Absurdo.
Y es que muchos, detrás del barniz de “progresismo” están realmente anclados en un pasado del que parece no poder desatarse, un pasado que ya no volverá salvo en forma de fantasmas.
Saludos.
Y bueno, ya señala Garrido que existen dos tipos, el agresor dependiente (que es el de los casos que después se llegan a suicidar), y el agresor psicópata. Luis, un psicópata siempre es un maltratador, y no solo de mujeres, ahí tienes los casos de mobbing, por ejemplo. Lo es en sentido amplio, ya que los demás solo existen como instrumento, sea en el terreno que sea: hogar, trabajo, amistad, (recordemos a cierto sujeto...religión). No tienen ninguna bondad.
Como dice Garrido, son la muestra de lo que sería el mundo si Dios no existiera; y yo cada vez estoy más convencida de ello.
Un cordial saludo.
1)Si la Iglesia legisla su propio matrimonio, y si vosotros no reconoceis la validez del matrimonio civil, hasta el punto de que un hombre casado por el juzgado y divorciado luego puede casarse con una segunda mujer por lo religioso, todavía no entiendo por qué estais tan ofuscados por lo que el estado pueda legislar sobre ese mismo matrimonio civil.
Es que no tiene sentido por un lado despreciarlo y llamarlo "concubinato", y por otro apreciarlo tanto que parece que si se permite el divorcio o el matrimonio homosexual el matrimonio de uds. se degrada.
Es que no lo entiendo. Bueno, en el fondo sí que lo entiendo. Para vosotros la sociedad solo va a funcionar si se basa en vuestros valores.
Yo no cuestiono que vosotros querais a vuestras esposas, pero resulta que como estoy casado por lo civil tengo que agunatar que para vosotros mi mujer es solo una concubina, una que tengo para entretenerme y a la que no amo de verdad, y se supone que no he adquirido con ella un compromiso de por vida.
Y mira por donde mi matrimonio ya dura más que otros que se hicieron ante el altar para tener un bonito video que enseñar a las visitas.
2)Si no te importa el código civil de hace 35 años ¿por qué ha de interesarnos una encuesta de hace 35 años?.
Pregunta ahora si hay o no demanda social sobre el divorcio. ¿Quieres un referendum a ver qué sale?. ¿O pretendes invalidar las leyes del divorcio basándote en una encuesta de cuando yo mismo aun no había nacido?.
¿Y si solo el 8% de la gente estaba de acuerdo con el divorcio por mutuo consenso por qué a los pocos años tanta gente se divorciaba, incluidos muchos de los que antes no querían el divorcio? ¿Era culpa de la masonería?.
3)Los cursillos prematrimoniales no van a solucionar la realidad postmatrimonial.
Las leyes también son preventivas, no es cuestión solo de divorciarse cuando hay malos tratos, sino de poder rehacer tu vida antes de que esos malos tratos puedan aparecer.
----------------
LA
1) "todavía no entiendo por qué estais tan ofuscados por lo que el estado pueda legislar sobre ese mismo matrimonio civil."
En primer lugar, los católicos tenemos el matrimonio canónico, pero formamos parte de la sociedad civil, a la que aportamos nuestro esfuerzo y parte de nuestra renta (como todo el mundo), conservando por tanto nuestros derechos a participar en la toma de decisiones legislativas. Por otra parte, el matrimonio canónico no está reconocido como tal en el ordenamiento jurídico español, sino que este permite que los sacerdotes oficiantes del mismo ejerzan de funcionarios y lo convaliden. A todos los efectos civiles, los católicos casados, ante la ley, se regulan por el código civil del matrimonio civil (de ahí que algunos católicos soliciten que exista legalmente un doble matrimonio a efectos civiles, el puramente civil y el canónico, cada uno de los cuales se regiría según su propio ordenamiento). Dos buenas razones para que a los católicos sí nos interese, y mucho, la forma en que se regule ese matrimonio civil.
"Es que no tiene sentido por un lado despreciarlo y llamarlo "concubinato", y por otro apreciarlo tanto que parece que si se permite el divorcio o el matrimonio homosexual el matrimonio de uds. se degrada."
Concubinato es un término religioso, y hace alusión a los que conviven sin estar casados sacramentalmente, o cuando uno de ellos está casado legítimamente con otra persona. Naturalmente, los que lo practican sin cargo de conciencia no creen o les importa poco la valoración religiosa, pero, al menos en mi caso, ese término no conlleva carga despectiva, sino simplemente descriptiva. Como me dirijo fundamentalmente a católicos, creo que entienden la palabra en su justa medida. Por si algún agnóstico lee ese término, pues quede claro que no pretendo ofender personalmente a nadie, como siempre he procurado en esta bitácora.
De hecho, me preocupa mucho más que no hayan encontrado a Cristo, o lo hayan rechazado, a que convivan juntos, no siendo esto último correcto.
"Yo no cuestiono que vosotros querais a vuestras esposas, pero resulta que como estoy casado por lo civil tengo que aguantar que para vosotros mi mujer es solo una concubina, una que tengo para entretenerme y a la que no amo de verdad, y se supone que no he adquirido con ella un compromiso de por vida. Y mira por donde mi matrimonio ya dura más que otros que se hicieron ante el altar para tener un bonito video que enseñar a las visitas."
Gringo, yo no creo en absoluto que tengas a tu mujer "para entretenerte" y no dudo que, si así lo afirmas, la quieras con todo tu corazón. Y me alegro sinceramente. Como es lógico, creo que sería mejor si dejaseis que Dios guiara vuestra vida matrimonial, pero no pongo en duda que vuestro matrimonio (que por lo que dices no es canónico) no esté fundado en un amor genuino.
Tal vez la confusión venga de asimilar la misma palabra a las costumbres existentes en otras culturas, como la árabe o la china, donde los hombres poderosos, junto a su esposa o esposas legítimas, tenían en otras estancias de la casa, mujeres a las que habían tomado como simple diversión u objeto sexual, y cuyo apelativo, cuando se traducía al castellano, era precisamente "concubina". Por supuesto, ni remotamente asimilo tu matrimonio a eso. Y si a algún lector quedaba alguna duda, la disipo positivamente.
Y sí, por desgracia hay mucho matrimonio canónico "social" (celebrado sin aceptar plenamente su significado). Estoy de acuerdo, y pocos articulistas habrá en este portal que estén más en contra de seguir celebrando ese tipo de sacramentos, que son potencialmente sacrílegos, y lamentablemente muy numerosos.
2) "Si no te importa el código civil de hace 35 años ¿por qué ha de interesarnos una encuesta de hace 35 años?."
Básicamente, porque hablábamos de la demanda social en torno al divorcio hace 35 años.
"Pregunta ahora si hay o no demanda social sobre el divorcio. ¿Quieres un referendum a ver qué sale?. ¿O pretendes invalidar las leyes del divorcio basándote en una encuesta de cuando yo mismo aun no había nacido?."
No necesito ninguna encuesta: es obvio que la inmensa mayoría de la gente acepta el divorcio. Mi tesis es que las leyes no actúan según la "demanda social" sino que la crean.
A mi juicio, si se permitiera la esclavitud legal (con inmigrantes desesperados, pongamos por caso), con algunas garantías para el esclavo, habría mucha contestación social. Luego, una pequeña proporción de la gente tendría esclavos y, conforme se aceptara socialmente la existencia de esclavos, la cifra iría creciendo, y a la vuelta de 35 años, la aceptación social de la esclavitud sería amplia.
La moral que debe regir vida y legislación no se debe basar en mayorías, sino en un sistema de valores que tienda objetivamente al Bien, lo cual nos saca del mundo de la demoscopia, para meternos en el de la filosofía. Esa es la diferencia principal con el pensamiento postmodernista.
3) "Los cursillos prematrimoniales no van a solucionar la realidad postmatrimonial."
Disiento. Pueden influir, y en ocasiones mucho más de lo que podamos pensar. Recuerdo una charla con un catequista matrimonial, que impartía junto a su esposa ciertos cursillos prematrimoniales muy solicitados y concurridos en mi ciudad (creo que todavía los hace). Me dijo que estaban orgullosos de la cantidad de matrimonios robustos que habían plantado sus raíces en lo que aprendieron en sus cursillos, pero todavía más orgullosos de los matrimonios endebles que habían logrado evitar disuadiendo a novios poco compatibles o comprometidos.
"Las leyes también son preventivas, no es cuestión solo de divorciarse cuando hay malos tratos, sino de poder rehacer tu vida antes de que esos malos tratos puedan aparecer."
Bien. Sí, son preventivas, pero normalmente el divorcio sigue al maltrato, y no al revés. La verdadera prevención consiste en evitar el matrimonio cuando la contraparte es abusadora, manipuladora, irrespetuosa, egoísta, desleal, etc, etc. La prevención es que los novios, antes de casarse, sepan qué derechos y obligaciones conlleva un compromiso de esa envergadura. Se puede discutir mucho, y sin duda yo no tengo la varita mágica, pero me da la impresión de que en la inmensa mayoría de los casos a la persona se le conoce lo suficiente durante un noviazgo responsable y maduro como para advertir signos suficientes.
No se puede generalizar, gringo, y sin duda existirán casos de convivencia imposible, que deben terminar en separación definitiva; pero como te he dicho antes, no debemos establecer la regla en base a una excepción. Ese cociente/tasa de 64 divorcios por cada 100 matrimonios al año que hay en España, todos sabemos muy bien que es por una actitud irresponsable hacia el matrimonio: no preocuparse de conocer a la otra persona lo suficiente, precipitarse, acudir al enlace con ideas preconcebidas erróneas o distorsionadas, falta de compromiso, egoísmo (algunos matrimonios que conozco son puras sumas de dos egoísmos, que duran lo que duran), incapacidad para la paciencia o el perdón hacia el otro, (cada vez más) concepto de matrimonio como algo poco durable... Ese es el problema fundamental del fenómeno del divorcio hoy en día. La legislación facilita cada vez más la disolución como única salida. Eso hace un daño terrible a los cónyuges, a las familias colaterales y, sobre todo, a los niños.
Y como ves, no he citado a los masones. Creo que es un hecho evidente, y que los estudios que se lleven a cabo con el tiempo, señalarán a la legislación de 1981, y sobre todo la de 2005, como dos detonantes necesarios de la ruptura familiar en España.
El matrimonio cristiano trata de prevenir, y luego de resolver, las dificultades que aparezcan. Tenemos nuestras soluciones y los católicos debemos proponerlas al matrimonio civil, tanto como evangelización cuanto cuerpo social importante con sus derechos políticos.
No tienes porqué estar de acuerdo, pero no nos niegues nuestro derecho a decirlo.
1)Parece que no entendeis una cosa fundamental, que el prohibir que un matrimonio se divorcie no significa evitar la ruptura familiar.
Una familia donde ya no hay amor, es una familia rota. ¿Para qué mantenerla artificialmente unida?. ¿De qué sirve que una pareja viva bajo el mismo techo si llevan años durmiendo en camas distintas?.
Es que estais empeñados en la idea de que el divorcio es la causa de la ruptura familar, y es al revés, el divorcio es la consecuencia de esa ruptura.
Ahora no me seais legalistas, porque no se haya firmado un papel no quiere decir que esa familia siga existiendo.
Precisamente la reforma del 2005 el llamado "divorcio express", lo único que pretendía era facilitar los trámites de algo que ya es inevitable.
Antes para divorciarse había que ir a juicio y encontrar a un culpable, de tal forma que se daba la esperpéntica situación de que en una pareja que se divorciaba de mutuo acuerdo, tenían que decidir cuál de los dos se declararía culpable ¡sin tener culpa de nada, simplemente como una formalidad!.
2)Repito que por mucho que creas conocer a una persona luego puede resultar ser otra completamente distinta. Y además el tiempo lo va desgastando todo. Por mucho que te creas preparado para el matrimonio ¿cómo te enfrentas a la primera infidelidad, o a la primera bofetada?. O simplemente ¿cómo te enfrentas al desgaste?.
Oigan, tan sencillo como que la gente a veces deja de amarse y quieren empezar una nueva vida con otras personas.
La separación no es la solución porque no rompe el vínculo legal y no permite buscar una nueva pareja legal. la cuestión es que si el vínculo amoroso ya se rompió, el legal no tiene sentido mantenerlo.
Dices Luis que no hay que generalizar. Pues no generalicemos, porque lo cierto es que los matrimonios que se quieren toda la vida son las excepciones. Y si todas las personas tuviéramos dinero y juventud suficiente a lo largo de nuestras vidas, los divorcios serían aun más frecuentes.
-------------------
LA
Este último mensaje traslada tu visión del matrimonio, que me atrevería a decir que es muy frecuente en las generaciones jóvenes. Es una visión pesimista, que da por supuesto que cuando la relación cambia, siempre es a peor, e irresoluble: "facilitar los trámites de algo que ya es inevitable", "el tiempo lo va desgastando todo", "¿cómo te enfrentas al desgaste?", "tan sencillo como que la gente a veces deja de amarse". La frase "si todas las personas tuviéramos dinero y juventud suficiente a lo largo de nuestras vidas, los divorcios serían aun más frecuentes" resumen cuál es la actitud ante el compromiso. Las leyes españolas que facilitan progresivamente el divorcio ejercen pedagogía en ese sentido.
Para los cristianos el asunto es completamente distinto: el matrimonio es una aventura que dos personas que se quieren emprenden, sabiendo que habrá dificultades, pero que se pueden superar con amor mutuo y la ayuda de Dios. Y en ocasiones se puede necesitar ayuda externa (no es ninguna vergüenza).
Extraigo varias frases del libro "El amor inteligente", de Enrique Rojas, catedrático que fue de psiquiatría, y que tuvo una consulta de terapia matrimonial con notable éxito durante muchos años: "La palabra amor está falsificada; su abuso y manipulación la han ido degradando. A cualquier cosa se la llama amor". "El mejor amor se echa a perder si no se cuida a base de pequeños detalles". "Para estar con alguien es preciso estar primero con uno mismo". "El amor inteligente tienes tres notas básicas en su sinfonía: corazón, cabeza y espiritualidad, sin olvidar que lo cotidiano nunca es banal ni insignificante".
Hay un adagio clásico que refleja creo el contraste de ambas visiones: "el amor perfecto no se encuentra, se construye".
Luis, tampoco estoy de acuerdo con tu afirmación de que ”el divorcio sigue al maltrato, y no al revés”
Hay estadísticas que nunca se hacen porque van en contracorriente con la ideología dominante, que quiere el divorcio como un acto de libertad, simple y llanamente. Pero a estas alturas de la “película”, todos hemos leído ya muchas notas de prensa, y aunque siempre tratan de emplear un lenguaje eufemístico y de corrección política, y a pesar de que el INE no quiera meter las narices en ello, resulta de todo punto obvio que la mayoría de los casos de maltrato se producen, o bien tras la ruptura de relaciones sentimentales de uniones no matrimoniales, o después de divorcios no aceptados por el hombre. Es decir, el divorcio actúa como detonante de los malos tratos, no como prevención y las uniones de “usar y tirar”, también. Pero eso no se quiere decir.
Además, insisto, traer a colación el maltrato cuando se habla de divorcio es querer jugar con la emotividad para justificarlo. Repito, la ley española no establece el divorcio con el único supuesto de solución al maltrtato, lo establece como un acto de libertad, y además, unilateral. Si quiero, rompo el vínculo matrimonial con mi cónyuge y a la ley le importa un bledo el motivo. Simplemente me da el derecho a hacerlo. Por otro lado, la ley equipara la unión homosexual al matrimonio, dándole, por tanto, el derecho de adopción, sin que nadie haya hecho, si quiera, una mínima evaluación de las consecuencias sobre la personalidad del niño que tal asociación puede tener. A la ley sólo le importa el acto de libertad que ello implica, aunque pueda hacer daño a otros, en este caso a un niño.
En la práctica, esta equiparación lo que ha hecho es devaluar el matrimonio, que queda reducido a una unión cuyo rasgo principal es la práctica de sexo, lo único común en las uniones que la ley admite al matrimonio civil. Así, la apertura a la procreación, que implica la unión de un hombre y una mujer, ya no es relevante para el actual matrimonio civil, pues dos personas del mismo sexo pueden casarse civilmente. El vínculo afectivo, tampoco lo es, pues dos hermanas que conviven, un padre y su hija, dos amigos, no son matrimonio civil. ¿Qué es lo único que tienen de común para serlo, o que no tienen, para no serlo? Práctica sexual.
Mi matrimonio no es equiparable a ése. Si la ley lo equipara, yo no. Y no hablo para nada de concubinatos. Simplemente, es radicalmente diferente.
Saludos.
-----------------
LA
Bueno, a mi me da la impresión de que los malos tratos después de la separación son los que salen en las noticias, pero que en realidad abusos o maltratos menos aparatosos se han producido antes, y con frecuencia han sido el desencadenante del propio divorcio.
Saludos.
La primera etapa es siempre el maltrato psicológico que efectivamente empieza en el noviazgo, pero va poco a poco...por eso, a la primera falta de respeto, fuera. Ni lágrimas, ni perdones, ni cuanto me arrepiento, ni cuantro te quiero, ni blablabla, que es así como las acaban convenciendo para que lo dejen pasar, y lo dejen pasar una y otra vez, y ellas cada vez metidas en ese círculo infernal.
Es todo un mecanismo psicológico el que se monta, Luis; es terrible. Son el demonio, de verdad, el mismísimo demonio.
Un cordial saludo.
PD.- Cuando ellas son jóvenes, y si los padres son inteligentes y realistas, son una gran ayuda para avisarlas, aún en el caso de no haberse dado ninguna falta de respeto aún. Algo, en la conversación, en el talante, un no sé...algo, avisa a ese padre que su hija ha ido a dar con un depredador. Por eso, siempre, siempre que se lo presenten al padre, que le escuchen, tengan muy, muy en cuenta lo que está diciendo y estén con el ojo abierto. A la primera, fuera; es lo mejor que se puede hacer.
Estas completamente equivocado; el maltrato no se da como consecuencia del divorcio, ni mucho menos. Como ya he dicho, comienza en la etapa de noviazgo, en la forma de maltrato psicológico, y te aseguro que puesde ser un noviazgo de lo más tradicional. Después, durante el matrimonio, es cuando ya se da el maltrato físico. El divorcio es la única salida que tiene la mujer cuando ya no puede más, y no siempre lo hacen, ni tan siquiera se atreven en muchas ocasiones a denunciar, y en otras, retiran la denuncia. Lo que en esos casos provoca el divorcio o la ruptura del noviazgo, incluso del más tradicional, ante la más mínima falta de respeto -y hablo por experiencia- es que se desate una especie de ira por parte del sujeto y que se pase a la agresión física, si antes no la había, o que se incremente la que ya había, en los casos de los matrimonio o parejas. A mí no me vengas con historias Winston, que sé de lo que estoy hablando, y a las malas bestias, ni agua, es que ni agua. Y bastante sangrante es el tema, como para que ahora se intente distorsionar por motivos que nada tienen que ver con esa terrible y desgraciada realidad.
Un cordial saludo.
1)Nadie se vuelve maltratador a consecuencia de un divorcio. El primer grito, el primer insulto, la primera amenaza, la primera bofetada, siempre se han producido antes de la separación.
Aguantar a un maltratador por miedo a que con el divorcio te acabe matando es soportar un chantaje.
2)Los malos trato son un ejemplo de que hay casos en los que es necesario el divorcio, por muy restrictivas que pudieran ser las leyes en un futuro.
Y no solo los malos tratos. También por ejemplo los abusos. ¿Qué se supone que debería hacer una mujer que descubre que su marido abusa de sus hijas?¿no tiene derecho a divorciarse, a romper cualquier vínculo legal con su marido, a quitarle la patria potestad y a rehacer su vida casándose con otro y fundando otra familia?.
3)Lo que caracteriza al matrimonio no es el sexo, sino el amor. Cuando yo me casé con mi esposa por lo civil no prometí ante el juez mantener relaciones sexuales, sino amarla. Por eso interpreto que cuando se acaba el amor ya no tiene sentido seguir con el matrimonio.
En cuanto al ejemplo de las dos hermanas, pues como hay varios tipos de relaciones hay varios tipos de "afectividades" como las llamas, y no es lo mismo la afectividad entre yo y mi hermana que entre yo y mi esposa, así que no me puedo casar con mi hermana.
Aunque, obviamente, hay situaciones que pueden complicar mucho la convivencia en un matrimonio, la legalidad del divorcio unilateral en España, (la ley del repudio, como bien dice Luis), no se establece específicamente para ellas, sino como el reconocimiento de libertad para romper todo tipo de vínculo, compromiso o promesa de fidelidad, con independencia del daño moral y sicológico que pueda causarse al cónyuge y los hijos. Se trata, pues, de un derecho que cada cual usará como y para lo que le convenga.
Al valor supremo de la fascinación por una libertad destructiva se une la mentalidad divorcista que se pone de manifiesto muy claramente aquí:
”Y además el tiempo lo va desgastando todo. Por mucho que te creas preparado para el matrimonio ¿cómo te enfrentas a la primera infidelidad, o a la primera bofetada?. O simplemente ¿cómo te enfrentas al desgaste?.
Oigan, tan sencillo como que la gente a veces deja de amarse y quieren empezar una nueva vida con otras personas.
La separación no es la solución porque no rompe el vínculo legal y no permite buscar una nueva pareja legal. la cuestión es que si el vínculo amoroso ya se rompió, el legal no tiene sentido mantenerlo...
...si todas las personas tuviéramos dinero y juventud suficiente a lo largo de nuestras vidas, los divorcios serían aun más frecuentes.”
Como se ve, las premisas de lo que ha quedado del matrimonio civil español son: desconfianza en la fidelidad del cónyuge, agotamiento inevitable de la relación y amor con fecha de caducidad.
Por contra, el matrimonio indisoluble implica apostarlo todo por la otra persona, la entrega recíproca total y confiada, la promesa de fidelidad para toda la vida y un amor que se traduce en decisión y empeño de la voluntad en mantenerse y crecer, en revalidarse diariamente: Un marido no puede prometer a su esposa que no va a enfermar, o que no morirá antes que ella, porque no depende de él, pero sí puede prometerle fidelidad para toda la vida, porque eso sí depende de su voluntad. Y una vida vale otra vida, y la vida que mi esposa me entrega sin reservas no puede ser correspondida en menos que con mi propia vida.
Y la seguridad personal, emocional y afectiva que viven los cónyuges en este matrimonio no tiene nada que ver con el inevitable sentimiento de provisionalidad, inseguridad e inestabilidad que impregnan el alma por la desconfianza y la idea del posible abandono y la traición en cualquier momento en el matrimonio de usar y tirar. De forma más o menos consciente, o inconsciente, la relación en éste se plantea “a la defensiva”, preparados para el fin, y la entrega y la vivencia matrimonial se limitan, se resienten inevitablemente.
Muchísimas veces, el divorcio produce daños devastadores, estragos y gran dolor en uno de los cónyuges, habitualmente la mujer, que sufre el abandono de un marido que se marcha a otra cama que le gusta más, tirando por la borda 5, 10 ó 15 años de su vida, que lo sufre con una gran carga de culpa, una enorme frustración que corroe su amor propio y que destruye la confianza en ella misma... Una tortura moral y sicológica que, curiosamente, nadie llama maltrato. ¿Y los daños a los hijos?
La mujer es, sin duda, la gran perdedora del divorcio, un divorcio que ha establecido la sexualidad impulsiva masculina como modelo dominante y está obligando a la mujer a reeducar su propia afectividad, rindiéndose a la supuesta evidencia de que el hombre no es monógamo y de que los hijos son sólo cosa suya.
Un campo lleno de amargas experiencias, vidas tristes y desengañadas, soledad y vacío, eso es lo que está dejando el divorcio por doquier.
Si mi libertad sólo sirve para hacer daño, ¿para qué la quiero?
Si mi libertad sólo se mide por lo que rompe, ¿para qué me sirve?
Cada vez que el hombre se aleja de Dios, cada vez que olvida su Ley, se hace daño, a sí mismo y a los que le rodean. ¿Cuándo tendrá la humildad de reconocerlo?
Sexto Mandamiento: No cometerás adulterio.
”Abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. Y lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.”
Saludos.
Aguantar a un maltratador por miedo a que con el divorcio te acabe matando es soportar un chantaje".
Así es, de la misma manera que tampoco se puede aguantar a uno que te falte el respeto por miedo a que el iondividuo pase a más. Para ser sincera, mejor muerta que el panorama que en esos casos se vislumbra (y que si se tiene información, se sabe con certeza lo que te espera si te llegas a casar. Mejor muerta, de verdad).
Un cordial saludo.
Cuando se intentan reformar las leyes que se consideran lesivas para instituciones valiosas, como el matrimonio, en parte se quiere volver a una sociedad que no existe, a una situación que es de imposible retorno. Si consideramos la sociedad actual no cumple ninguna de las características antes citadas y seguramente hay más diferencias, luego la 'persistencia' de matrimonios necesariamente va a ser distinta.
-----------------
LA
Las leyes se sustentan, o son informadas, por unas bases morales concretas. No hablo de "volver" a ninguna parte, ni a ninguna sociedad que yo añore. Hablo de sentar otras bases morales para la legislación española. No se trata de nostalgia, se trata de conversión.
Y eso vale para la sociedad de hace 50 años y para la de ahora.
"...habitualmente la mujer, que sufre el abandono de un marido que se marcha a otra cama que le gusta más, tirando por la borda 5, 10 ó 15 años de su vida, que lo sufre con una gran carga de culpa, una enorme frustración que corroe su amor propio y que destruye la confianza en ella misma... Una tortura moral y sicológica que, curiosamente, nadie llama maltrato".
Con todo lo serio que sea -y de hecho es- el tema del abandono, estas trivializando otra realidad mucho peor que es el maltrato físico y psicológico de forma continuada y que su finalidad es dominar, someter y anular a la otra persona, su dignidad y su personalidad, su alma, su ser. Muchísimo peor el maltrato que el abandono; no se puede ni comparar.
Un cordial saludo.
No estoy trivializando nada, estoy tratando de ceñirme al artículo, "Sacramento versus contrato basura" y a sus consideraciones sobre el matrimonio civil en la actual legislación, su repercusión sobre la afectividad y la vida del hombre y la mujer y sus consecuencias sobre el bien común, todo ello comparado con el matrimonio católico como promesa de amor y fidelidad para toda la vida.
La primera mención al tema del maltrato la introdujo Gringo en su comentario de 24/11/12 9:25 PM, pretendiendo romper toda argumentación en defensa del matrimonio indisoluble invocando la emotividad de los casos dramáticos, estrategia de sobra repetida para romper la ley moral por la vía de los hechos, como muy bien señala Luis con el ejemplo de la esclavitud, y como ha ocurrido de hecho con la aceptación del divorcio y del aborto en nuestra sociedad, a partir del "efecto pedagógico de las leyes que invocan casos límite". Han sido intencionadamente utilizadas en régimen de fraude de ley, simplemente, como una vía para imponer la normalización de lo que muchos españoles consideraban inmoral.
Con independencia de la gravedad de un problema como el maltrato de mujeres, que sin duda, podría ser merecedor de mil artículos para su análisis, la ley del divorcio, (o del repudio, "el contrato basura"), española no tiene nada que ver con eso. Simplemente establece que el matrimonio civil no es ya una unión específica de un hombre y una mujer y que se puede romper en cualquier momento y de forma unilateral por cualquiera de los cónyuges y sin necesidad de motivo.
Luis pone de manifiesto que esta concepción del matrimonio es, además de una degradación de la institución, de todo punto incompatible con el matrimonio cristiano y plantea también preguntas sobre la actitud de los católicos al respecto.
Gringo, obviamente divorcista y contrario al matrimonio para toda la vida, ha querido reducir el debate y el análisis al silencio, provocando la emotividad victimista por el maltrato y la infidelidad para socavar el matrimonio indisoluble.
Por lo demás, y en relación con tus recomendaciones, sólo decirte que las comparto.
Saludos.
Sinceramente, no veo yo ningún interés en Gringo por romper el diálogo; es más, gracias a Gringo se puede establecer un debate sobre el tema, ya que por parte de los católicos de sobra es sabido que todos vamos a repetir lo mismo; es la doctrina, así que...no se puede decir otra cosa, es lo que manda.
Por otra parte, es normal que una persona no creyente tenga otra visión distinta a la de un cristiano sobre el tema del divorcio; lo raro es que fuera la misma.
Respecto a la frase "provocando la emotividad victimista por el maltrato (y la infidelidad)", ninguna "emotividad victimista", a no ser que el tema traiga al pairo, que todo podría ser y que, por cierto, salvo excepciones, no parece importar demasiado por ciertos lares católicos (en mi tampoco despierta ninguna "emotividad" lo que no me importa y me trae al fresco). Pero bueno, no pasa nada, todo concuerda y encaja (y es que he debido estar dormida...).
Un cordial saludo.
---------------
LA
La doctrina católica es clara en ese tema: los cónyuges están obligados al amor y respeto mutuo. Es bueno (y no tan normal) que los católicos repitamos lo que manda la doctrina: lo correcto debe ser la norma.
Y si los ateos se atuvieran a esa norma, como deben hacerlo los cristianos, no habría mucho debate, sólo aplicar la regla.
Te agradecería que aclararas qué quieres decir con lo de que "en ciertos lares católicos no parece importar demasiado" (el maltrato). No se pueden insinuar algunas cosas, de cierta gravedad, sin dar nombres.
Un cordial saludo.
¿Lo he puesto yo en duda?. No, en ningún momento, así que no sé a cuento de qué viene tal observación, aunque ya que lo mencionas, resulta cuanto menos chocante lo de que estar "obligados al amor" (lo del respeto es distinto). A nadie se le puede obligar a amar a otra persona; es absurdo.
"Es bueno (y no tan normal) que los católicos repitamos lo que manda la doctrina: lo correcto debe ser la norma".
Claro, es lo que se tiene que hacer, y sí, desde luego para los católicos lo que es lo católicamente correcto debe ser la norma. Eso se llama coherencia.
"Y si los ateos se atuvieran a esa norma, como deben hacerlo los cristianos, no habría mucho debate, sólo aplicar la regla".
Los ateos no se pueden atener a esa norma debido a que sin fe en Dios no se sustenta por ningún lado lo que es un contrato civil y que como cualquier otro contrato, se puede romper.
"Te agradecería que aclararas qué quieres decir con lo de que "en ciertos lares católicos no parece importar demasiado" (el maltrato). No se pueden insinuar algunas cosas, de cierta gravedad, sin dar nombres".
Me refiero a las actudes de ciertos católicos e incluso de grupos católicos.
----------------------
LA
"resulta cuanto menos chocante lo de que estar "obligados al amor" (lo del respeto es distinto). A nadie se le puede obligar a amar a otra persona; es absurdo."
No, no se puede obligar a amar. Tampoco se puede obligar a casarse.
Un debate que subyace a la reflexión que haces, y que no había salido hasta ahora, es el de cómo definimos al amor (conyugal, se entiende). Una discusión muy interesante, y sobre la que Winston ha resumido muy bien en los mensajes que siguen a este.
Si definimos al amor únicamente como un sentimiento irracional que escapa a nuestro control (me enamoro sin poder evitarlo, dejo de amar sin poder evitarlo), que es a lo que alude gringo, o más bien preferimos actuar positivamente y somos conscientes de que el sentimiento irracional sólo es un primer paso para una relación madura y comprometida, y que no sólo no agota, sino que ni siquiera profundiza al nivel del amor conyugal auténtico (compromiso, donación mutua, cooperación, respeto, etc, etc). A ese respecto, te recomiendo encarecidamente el libro "el amor inteligente", de Enrique Rojas, al que aludí en un mensaje anterior a Gringo.
"Los ateos no se pueden atener a esa norma debido a que sin fe en Dios no se sustenta por ningún lado lo que es un contrato civil y que como cualquier otro contrato, se puede romper."
Ateos como gringo (el único que está debatiendo sobre este tema en este hilo) sí consideran al amor el cimiento sobre el que basar un matrimonio:
"La separación no es la solución porque no rompe el vínculo legal y no permite buscar una nueva pareja legal. la cuestión es que si el vínculo amoroso ya se rompió, el legal no tiene sentido mantenerlo."
Por tanto, sí le puedo invitar a seguir las reglas morales del matrimonio cristiano, aunque no tenga fe en Dios.
Cito a Gringo porque representa aquí la visión del ateísmo práctico sobre el matrimonio civil, un ateísmo que, de sobra es sabido, repite sus premisas una y otra vez y, además, las ha hecho ley en una sociedad que mayoritariamente se comporta, decide y actúa desde ese ateísmo práctico. El matrimonio civil es ya una unión inespecífica de dos personas de igual o distinto sexo, que se rompe cuando uno quiera, sin necesidad de motivo, y cuyas premisas, descritas por él pero conocidas por todos, son la desconfianza en la fidelidad del cónyuge, el agotamiento inevitable de la relación y el amor con fecha de caducidad.
Obviamente, el fundamento del matrimonio cristiano es bien diferente, como todos sabemos. Nace del mandato divino del Génesis, es la unión del hombre y la mujer y fue ratificado por Nuestro Señor como indisoluble. Implica, por tanto, apostarlo todo por el otro cónyuge, la entrega recíproca total y confiada, la promesa de fidelidad para toda la vida y un amor que se traduce en decisión y empeño de la voluntad en mantenerse y crecer, en revalidarse diariamente.
Hasta aquí, dos concepciones del mundo, de la vida y del ser humano radicalmente opuestas, una que asume a Dios y su Ley para definir el bien y el mal, y otra que niega a Dios y pone al hombre en su lugar. Opciones que cada uno incorpora desde su libre elección, más o menos matizada por las circunstancias que a cada cual le toca vivir.
A nivel individual no hay mucho más que decir. Ahora bien, tanto en el artículo como en los comentarios se plantean las consecuencias sociológicas derivadas de ambas concepciones de matrimonio, sus efectos sobre el bien común y se pone de relieve que, con independencia de las creencias religiosas, el matrimonio indisoluble es la base de la familia estable, que es el mejor ámbito para la natalidad y, por tanto, para la necesaria renovación generacional y la supervivencia en el futuro. Porque, ¿de qué servirá una Seguridad Social sin cotizantes suficientes el día de mañana? ¿Cómo se mantendrán los ancianos dentro de 15, 20 o 25 años?
Por ello, desde el punto de vista del bien de todos y sin necesidad de referencias religiosas, los poderes públicos deberían promover un matrimonio civil estable, protegerlo y ayudar a su mantenimiento, favorecerlo como opción preferente de convivencia, en la seguridad de que todos saldremos ganando con ello como conjunto solidario de ciudadanos que no sólo reciben beneficios de lo común, sino que también contribuyen a sostenerlo en el tiempo.
La situación, sin embargo, es diametralmente opuesta. Al legislador español sólo le preocupa una cosa: la libertad del ciudadano para hacer lo que le venga en gana, para romper el matrimonio unilateralmente cuando y como quiera, sin consideraciones de daños a terceros, y su propia libertad de legislador, que pretende reconstruir al ser humano, sus relaciones y su naturaleza, redefiniendo un matrimonio que ya no es unión específica de hombre y mujer. Y le da igual las consecuencias, es más, es que ni se las plantea. Sólo cuenta la fascinación libertaria como valor supremo. Sólo cuenta el egoísmo, convertido en fuente de derecho.
Gringo, que sabe todo esto porque es su propia ideología, que había manifiestado la desconfianza, el agotamiento inevitable de la relación y la caducidad del amor, se muestra después a sí mismo como referente para defender el matrimonio civil y dice que el suyo dura más que otros que pretendían ser indisolubles, y cuando justifica el divorcio, destaca el maltrato y la infidelidad del otro sin citar que lo que la ley promueve escandalosamente, y hasta parece premiar, es la propia infidelidad y el abandono del cónyuge, olvidando interesadamente el peso estadístico de los motivos que aduce en los miles y miles de divorcios que se producen cada año. Y se acabó, para Gringo el matrimonio no tiene proyección alguna sobre el bien común o no le interesa. De eso no habla.
En su actual fase de desarrollo, la ruptura moral y de vínculos de referencia, el divorcio cumple una función de primer orden. Y está produciendo muchos daños, principalmente a las mujeres. Los ejemplos que aquí cito se reproducen masivamente por toda la geografía española y muestran la forzada reeducación de sus propios sentimientos, que muchas mujeres se ven obligadas a realizar, en contra de su naturaleza, incapaces de enfrentarse a unos tiempos que les perjudican íntimamente, obligadas a asumir roles impuestos por otros, pero convencidas de que son propios.
Verónica Blume, modelo de 34 años, con un hijo, sin pareja, asegura estar aprendiendo a ser más realista y menos soñadora en el amor, declara:
”Yo crecí, convencida, de que al hacerme mayor aparecería un hombre maravilloso, tendríamos un montón de hijos y seríamos felices para siempre...
...Confiesa que lo que más le molesta, “tanto que puede llegar a indignarme, es el aspecto animal de la sexualidad masculina y su incapacidad para el compromiso. Ahí es donde la Vero soñadora sufre más. He llegado a aceptar que el hombre no es monógamo, pero me duele.”
María Pujalte, actriz de 44 años, dice:
”Si es que hay cosas que no cambian, pero por lo menos desde que estamos en democracia si no aguantas a tu marido te divorcias y en paz. Ya sé que hay mucha polémica con esto de que vivimos muy de prisa y que igual hay relaciones que se podría haber reparado si las hubiéramos encarado con más paciencia, pero no sirve querer imponerse a los tiempos. Y ahora se vive así.”
Para mí, el matrimonio es, sin duda, la institución más importante tanto desde el punto de vista de la felicidad y desarrollo personal del hombre y la mujer, como desde el punto de vista del bien común, en la medida que constituye la mejor garantía de futuro, por ser el mejor de los ámbitos para la crianza de los hijos. Este es el testimonio que quiero dar. Legislar en su contra es, simplemente, suicida.
Saludos.
------------------
LA
te agradezco, Winston, muy sinceramente, tu participación en mi bitácora. En estos dos últimos mensajes, además, te felicito. Me parece un resumen muy fundamentado de lo que es el amor cristiano y su oposición al amor-kleenex contemporáneo.
http://infocatolica.com/blog/cura.php/1303031030-upyd-la-cabra-siempre-pero-si#comments
Como verás ahí la única que dice algo soy yo, pues aunque el padre Jorge intervino en el primer comentario, después...nada (supongo que debido a la gripe). Es tristísimo que ante algo tan grave, nadie diga nada, y ya se sabe que el que calla, otorga.
Realmente, y en vista del personal que forma tal comunidad (aunque no todos sean iguales), me estoy planteando muy seriamente el continuar siendo católica. Tengo muy poco que ver con vosotros.
"...el canonista Jaume Riera decía que «la jurisprudencia canónica ha incorporado la doctrina de que los malos tratos son causa de nulidad y acepta que los malos tratos en la convivencia matrimonial ponen de relieve un trastorno de la personalidad ya latente en el tiempo de casarse, por lo cual de ello puede derivarse una declaración de nulidad». El Dr. Bueno, juez eclesiástico, insistía en que puede demostrar una persona violenta que «en su estructura mental, está hecha de tal manera que plantea y entiende la relación afectiva o de pareja con violencia. Entonces es muy probable que se trate de una psicopatología y por lo tanto el matrimonio es nulo», o bien plantea una relación matrimonial que niega los bienes propios del matrimonio, y por lo tanto no hay verdadero matrimonio. Como decía el Cardenal Carles, la Iglesia no puede disolver un verdadero matrimonio y por lo tanto lo que hace el derecho es investigar si éste es o no verdadero; y en este sentido si la violencia demuestra un trastorno que ya existía cuando se contrajo el matrimonio, es causa de nulidad".
http://www.ideal.es/granada/20081028/opinion/violencia-matrimonio-20081028.html
"...habrá que examinar si hubo malos tratos antes de contraer matrimonio y éstos llevaron a una de las partes a contraer matrimonio para librarse de ellos, pues entonces sería causa de nulidad por violencia o miedo (canon 1103). También habrá que examinar, aunque no haya habido malos tratos antes del matrimonio o éstos no fueran causa del miedo grave a que nos hemos referido, si hubo por parte de uno de los contrayentes dolo provocado para obtener el consentimiento de la parte que después sufre los malos tratos, porque estaríamos ante otra causa de nulidad (canon 1098). Y en todo caso, quizá hubo un engaño en una cualidad de la persona: puede que una de las partes suponía que se casaba con una persona amable y tranquila. Si esta cualidad la pretendía directa y principalmente, también sería nulo el matrimonio (canon 1097)".
http://es.catholic.net/familiayvida/159/313/articulo.php?id=7213
Por lo que parece la Iglesia sí es sensible al sufrimiento de sus hijas, pese a que algunos de sus hijos consideren tal sufrimiento como "emotividad victimista" e incluso cosas peores, como el anterior.
Le doy gracias a Dios, por darme una respuesta (El siempre escucha y se hace cargo de la justicia que se le debe a las víctimas, frente a la indiferencia y el corazón de piedra de algunos de sus hijos, que no dudan incluso en decir que quienes denuncian alguna injusticia, están ensuciando a la comunidad de fieles).
-------------------
LA
Los comentarios a otros bloggers, en sus bitácoras. Está bitácora no se empleará para contestar artículos de otros blogs del portal.
Dejar un comentario