Lectio divina con la liturgia (Notas sobre espiritualidad litúrgica - XIV)
De la liturgia nace el deseo de conocer mejor la Palabra de Dios en las sagradas Escrituras mediante la lectio divina, y la lectio divina favorece luego vivir la liturgia escuchando la Escritura, cantando los salmos, etc., con mayor conocimiento y fervor.
Toda la liturgia está impregnada de la Palabra de Dios; en cada oficio litúrgico se lee la sagrada Escritura, en mayor o menor extensión, y con una distribución propia. Y es que la liturgia ofrece diversos ciclos de lecturas en su liturgia para instruir y alimentar las almas:
a) El ciclo dominical en tres años (A, B y C)
b) El ciclo anual en ferias de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua
c) El ciclo bianual para la 1ª lectura y anual para el Evangelio en las ferias del tiempo ordinario
d) A lo que hay que sumar la distribución de lectura para fiestas del Señor, de la Stma. Virgen, Apóstoles y santos, etc…
e) El ciclo anual, por ahora, del Oficio de lecturas en la edición española.
f) Y aunque no son lecturas, habría que añadir los salmos de la Liturgia de las Horas distribuidos en cuatro semanas, especialmente los salmos de las Laudes, Vísperas y Oficio de lecturas.



La liturgia requiere preparación. La improvisación, la premura consigue que el alma esté impermeabilizada a la gracia de la liturgia; no puede entrar en la liturgia de forma inmediata, automáticamente. Hace falta prepararse. Dejar atrás el ruido del mundo, penetrar en el ámbito de lo divino. Apagar sensaciones, charlas, pensamientos, ruidos y distracciones. Pacificarlo todo para que se llene de Dios y su gracia.