La unidad es una petición habitual en la plegaria eucarística, un deseo que se ruega a Dios, autor de la pax Ecclesiae, de la unidad de la Iglesia.
Aguardamos la unidad consumada y plena cuando venga el Señor en gloria y majestad, al final de los tiempos; pero ahora, en este tiempo, para esta Iglesia peregrina, rogamos la unidad, para que los muchos que comulgan un solo Pan formen un solo Cuerpo, el Cuerpo de Cristo.
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“¡Qué hermoso ver a los hermanos unidos!” (Sal 132) reza un salmo, y el deseo de Cristo es “que todos sean uno” (Jn 17,21). La unidad y la concordia son las notas de los miembros del Cuerpo de Cristo para que éste no sea lacerado en sus miembros, dividido en partes.
El fruto de la Eucaristía es la unidad entre todos los miembros de la Iglesia; la Eucaristía crea la unidad de la Iglesia vinculándonos a la caridad de Cristo, que se difunde y extiende por todos aquellos que son de Cristo.
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