InfoCatólica / Liturgia, fuente y culmen / Categoría: Liturgia general

26.11.22

Mirada crística a la Plegaria eucarística (celebrarla mejor - II)

Plegaria Eucarística: epiclesis

En la Última Cena, Cristo tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos. Estos cuatro momentos son reproducidos en la celebración eucarística de la Misa, revestidos de solemnidad y oraciones y gestos. Dice el Misal, recordando esas cuatro acciones del Señor:

“La Iglesia ha ordenado toda la celebración de la Liturgia Eucarística con estas partes que responde a las palabras y a las acciones de Cristo, a saber:

1) En la preparación de los dones se llevan al altar el pan y el vino con agua, es decir, los mismos elementos que Cristo tomó en sus manos

2) En la Plegaria Eucaristía se dan gracias a Dios por toda la obra de la salvación y las ofrendas se convierten en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo

3) Por la fracción del pan y por la Comunión, los fieles, aunque sean muchos, reciben de un único pan el Cuerpo, y de un único cáliz la Sangre del Señor, del mismo modo como los Apóstoles lo recibieron de las manos del mismo Cristo” (IGMR 72).

Con la Plegaria eucarística, la Iglesia con sus propias palabras, pronuncia la bendición dando gracias como hizo su Señor al instituir el Sacramento.

Leer más... »

19.11.22

Celebrar mejor la Plegaria eucarística (I)

Plegaria Eucarística: epiclesis

Las palabras de la exhortación Sacramentum caritatis deben servirnos de orientación y perspectiva:

“La Plegaria eucarística es «el centro y la cumbre de toda la celebración». Su importancia merece ser subrayada adecuadamente. Las diversas Plegarias eucarísticas que hay en el Misal nos han sido transmitidas por la tradición viva de la Iglesia y se caracterizan por una riqueza teológica y espiritual inagotable. Se ha de procurar que los fieles las aprecien. La Ordenación General del Misal Romano nos ayuda en esto, recordándonos los elementos fundamentales de toda Plegaria eucarística: acción de gracias, aclamación, epíclesis, relato de la institución y consagración, anámnesis, oblación, intercesión y doxología conclusiva. En particular, la espiritualidad eucarística y la reflexión teológica se iluminan al contemplar la profunda unidad de la anáfora, entre la invocación del Espíritu Santo y el relato de la institución, en la que «se realiza el sacrificio que el mismo Cristo instituyó en la última Cena». En efecto, «la Iglesia, por medio de determinadas invocaciones, implora la fuerza del Espíritu Santo para que los dones que han presentado los hombres queden consagrados, es decir, se conviertan en el Cuerpo y Sangre de Cristo, y para que la víctima inmaculada que se va a recibir en la Comunión sea para la salvación de quienes la reciben»” (Sacramentum caritatis, n. 48).

Ya que la Plegaria eucarística es el centro y culmen de la Misa, la gran Oración, merece atención, cuidado y solemnidad al pronunciarla y al cantar sus partes propias. Aún queda mucho por hacer para el progreso de la digna celebración de la Eucaristía a partir de la oración misma de la Iglesia. Para ello será bueno realzar la Plegaria eucarística en la celebración misma, en la teología sacramental, en la catequesis y predicación, etc.

Leer más... »

12.11.22

Verborrea en la Liturgia de la Palabra de la Misa: menos (o ninguna monición), más silencio y homilía más breve

AmbónEl grave peligro de la liturgia de la Palabra es que sobran palabras, es decir, las moniciones, muchas veces, son interminables, se añade una homilía larguísima, a veces, diálogos y preguntas, muchos cantos pero, cuando llega la preparación de los dones, el sacerdote y la asamblea aceleran, se suprime el canto del Sanctus en ocasiones, se usa la plegaria eucarística II porque es más breve, y la comunión se reparte aprisa y corriendo para que “la Misa no dure demasiado".

A esta liturgia verbalista, más pendiente de transmitir conceptos que de celebrar el acontecimiento salvador que es Cristo, tan verbalista que acaba por ahogar la Palabra verdadera, hay que ponerle freno de la forma que prevé la liturgia, es decir, con el silencio y la oración, además de un ritmo sereno y meditativo, nunca apresurado y la reducción de tantas palabras, discursos y explicaciones.

1. El silencio está previsto en diversos momentos de la celebración, es más, incluso se le llama en el Misal, “sagrado silencio” (IGMR 43; 45; 164), y también lo dice el Vaticano II en su letra (SC 30), no “en su espíritu” (que justifica cualquier cosa y ocurrencia); son pequeñas pausas de interiorización, de oración personal, que también tiene cabida dentro de la acción litúrgica. También en la liturgia de la Palabra hay momentos para el silencio. Después de la primera lectura, antes del canto del Salmo, después de la segunda y, especialmente, una pequeña pausa después de la homilía: “terminada la lectura o la homilía, todos meditan brevemente lo que escucharon” (IGMR 45). Esto hará que se pase del discurso a la oración, de muchas palabras a la interiorización.

Leer más... »

16.10.22

Eucaristía-Ofrenda y revisión de nuestros ofertorios y «ofrendas»

OfertorioSin duda aún no ha calado en la conciencia general y en la práctica litúrgica la corrección que Benedicto XVI formulara sobre la desmesurada y variopinta, hasta folclórica en ocasiones, procesión de ofrendas en la Misa.

Si se siguieran correctamente las rúbricas de la IGMR, sobrarían las “añadiduras superfluas” con que se recargan. Decía Benedicto XVI en la Exhortación Sacramentum caritatis:

“Este gesto, para ser vivido en su auténtico significado, no necesita enfatizarse con añadiduras superfluas” (n. 47).

Y exponía la razón teológica y espiritual del ofertorio de pan y de vino entregados –sin necesidad de más cosas ni ofrendas- y cómo todo estaba en ellos recapitulado, sintetizado, resumido:

“Este gesto, humilde y sencillo tiene un sentido muy grande: en el pan y el vino que llevamos al altar toda la creación es asumida por Cristo Redentor para ser transformada y presentada al Padre. En este sentido, llevamos también al altar todo el sufrimiento y el dolor del mundo, conscientes de que todo es precioso a los ojos de Dios… Permite valorar la colaboración originaria que Dios pide al hombre para realizar en él la obra divina y dar así pleno sentido al trabajo humano, que mediante la celebración eucarística se une al sacrificio redentor de Cristo” (Ibíd.).

Leer más... »

8.10.22

El valor del «Yo confieso ante Dios»: ni cátaros ni puros ni perfectos

Confiteor

Fórmula medieval, recitada por el sacerdote en voz baja como preparación para la Misa y cuyo uso se fue extendiendo también para los fieles; en el Misal romano de 1962, después del sacerdote, al pie del altar, lo rezan los acólitos (y fieles) y de nuevo, otra vez, mientras el sacerdote comulga lo rezan los fieles preparándose para la comunión.

En la Misa ahora es la 1ª fórmula del acto penitencial para que juntos, sacerdote y fieles, se dispongan a celebrar dignamente, santamente, los sagrados misterios. También, en la fórmula B del sacramento de la Penitencia (celebración comunitaria con confesión y absolución individual), se recita estando todos de rodillas o profundamente inclinados (RP 27; CE 628), antes de acercarse a los sacerdotes para la confesión individual.

Tiene algunos aspectos interesantes que se deben considerar.

En primer lugar el “Yo”, “yo confieso”, personal, concretísimo, sin generalizaciones en las que esconderse o difuminar la propia responsabilidad (“todos somos pecadores”, “la Iglesia-institución es pecadora y necesita reformarse”, y excusas semejantes).

Leer más... »