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5.07.17

Orar con la Hora litúrgica de Vísperas

  • Ha transcurrido la jornada. En el atardecer –con un margen amplio de tiempo- la Iglesia reza Vísperas. ¿La Iglesia? Sí, tú y yo, y muchas comunidades de religiosos, de sacerdotes, de seglares. Te toca a ti también sumarte a esa Oración de todos. Que sí, tú también, y deja de justificarte pensando que Vísperas y la Liturgia de las Horas es algo clerical, porque no lo es, ¡es eclesial!

 

  • Las Vísperas serenan el alma a la caída de la tarde. Cantamos a Cristo, Sol que no conoce el ocaso; hacemos memoria de su resurrección –y de las apariciones al atardecer-; miramos al cielo con deseos de eternidad; damos gracias por la jornada y la ofrecemos entera para gloria del Padre.

 

  • Primero hay que apaciguarse, recogerse, para orar con la liturgia y que lo que pronuncia la boca concuerde con la mente.

 

  • Luego comenzamos invocando la gracia de Dios, porque su gracia nos hará recitar digna, atenta, devotamente, esta Hora de Vísperas: “Dios mío, ven en mi auxilio. Señor, date prisa en socorrerme”. Es petición de gracia.

 

  • El himno da el colorido, la tonalidad a la Hora litúrgica. También, en los tiempos fuertes, en vez de hacer referencia a la hora, al atardecer, se enmarca en los contenidos generales del tiempo litúrgico… y realmente servirían igual en Laudes que en Vísperas en este caso.

 

  • Con la salmodia, hemos de prestar atención. Cristo canta en cada salmo. Hemos de reconocer en cada salmo la voz de Cristo cantando al Padre… o la voz de la Iglesia Esposa cantándole a Cristo, su Cabeza y Esposo. No soy tanto “yo” el que canta el salmo, cuanto que Cristo lo canta por mi voz al Padre. ¡Fíjate, hazlo así, y hallarás más sabor a los salmos!

 

  • Los dos primeros salmos (o un salmo más extenso dividido en dos partes) mantienen un tono sapiencial, son suaves, meditativos, confiados, muy acordes con la paz y el recogimiento del final de la jornada.

 

  • El tercer salmo es un cántico del NT, que sin ser estrictamente un salmo, sigue la estructura orante de los salmos y que los hallamos en las cartas paulinas, en la carta de San Pedro y en el Apocalipsis. Son las alabanzas que la primitiva Iglesia compuso para alabar a Dios por la redención de Cristo.

 

  • Como ya, con el cántico, hemos pasado al NT, la lectura breve deberá seguir siendo del NT y no retroceder al AT. Es un pensamiento, una idea, una nota espiritual, para ser acogida en el silencio orante. La Palabra de Dios sigue resonando viva y eficaz para nosotros.

 

  • El evangelio propio de Vísperas es el Magnificat. Es su cántico evangélico. Nos ponemos de pie, nos signamos con la cruz… otorgándole la importancia debida. Con la Virgen María, glorificamos al Señor; con los sentimientos y el corazón de la Virgen María, proclamamos la gloria del Señor. Una vez más, cada día, hemos visto la acción de Dios y su misericordia y cómo nos ha mirado con amor. ¡Su fidelidad es eterna e inquebrantable! Un día más lo hemos podido comprobar.

 

  • Las preces de Vísperas son distintas de las de Laudes; si éstas son de santificación y consagración de la jornada, las preces de Vísperas son de intercesión por los demás, por la salvación de los demás y sus necesidades. Se pueden añadir otras peticiones además de las del formulario del día, pero la última petición siempre será por los fieles difuntos, por las almas del purgatorio.

 

  • Las preces prosiguen con la oración dominical, el Padrenuestro. Si tres veces al día se determinó rezar el Padrenuestro en la Iglesia, ahora es la tercera vez, después de rezarlo en Laudes y en la Misa. El Padrenuestro es la oración de los hijos adoptivos de Dios. El Padrenuestro es el gran salmo cristiano. El Padrenuestro es el compendio del Evangelio.

 

  • Termina la oración litúrgica de Vísperas con una oración conclusiva que alude al momento final de la jornada, a la acción de gracias, etc., excepto en los tiempos fuertes y domingos de tiempo ordinario que la oración final es la misma oración colecta del día.

 

  • Quien se acostumbra a orar cada día con la Liturgia de las Horas, va adquiriendo familiaridad con la sagrada Escritura, se acostumbra a orar con textos litúrgicos, dilata su corazón a la medida de la Iglesia entera. ¡Es un gran bien!

 

  • De verdad, necesitamos mucha más liturgia en nuestra vida espiritual; es muy conveniente que la liturgia de la Iglesia marque nuestro espíritu más que las devociones de aquí y de allá o los gustos de unos y de otros. ¿Te decides? ¿Te lanzas a ello? ¿Harás de Laudes y Vísperas el eje de tu jornada ante el Señor? ¿Te animarás a dar un paso más en tu vida interior? ¡¡Seguro que lo agradecerás más adelante!!

 

1.07.17

Sin condenar, Oración de los fieles - y VII

El tono desafiador del lenguaje y su juicio despectivo sobre la realidad es otra variante de los lenguajes secularizados que se pueden encontrar en las intenciones que se proponen a la oración de los fieles en la Santa Misa.

Con este lenguaje condenatorio, marcadamente secularizado con una ideología de moda, más que orar, se emiten juicios de valor:

“Para que nuestra sociedad, injusta e hipócrita, que busca lo que la escandaliza y fomenta lo que luego condena, asuma su culpa y procure el remedio” (Libro de la Sede, Domingo V Cuaresma);

“por nuestra sociedad satisfecha y autosuficiente: para que reconozca su necesidad radical de Dios” (Libro de la Sede, Viernes III Pascua).

La economía –da igual el sistema o su justa distribución- es llamada “demonio”:

“Pedimos por nuestro mundo, roto por los demonios de la economía, la guerra y la sinrazón, para que crezcamos en orden a favorecer la vida de todos”.

Este lenguaje condenatorio, muy frecuente en ciertos ámbitos, emite constantemente juicios de valor negativos y suele añadir un sentido de culpabilidad a los que oran, convirtiendo en exhortación imperativa lo que debería ser una oración.

“Por nosotros, que hacemos injustamente distinción de personas, que clasificamos y ponemos al margen, que rehusamos el trato y condenamos al aislamiento” (Libro de la sede, Dom. VI T. Ord).

“Por nuestra sociedad mal pensante, como Simón, el fariseo; para que sea capaz de comprender y respetar” (Libro de la sede, Dom. XI, T. Ord.).

“Para que nuestra sociedad, que fomenta el pecado y se muestra intransigente con los culpables…” (Libro de la sede, Dom. XXIV, T. Ord., ciclo C).

“Para que nuestra sociedad, cuyo incentivo es el lucro, sepa valorar el trabajo, como fuente de realización y promoción humana, personal y social” (Libro de la sede, Dom. XXV, T. Ord., ciclo A).

“Para que nuestra sociedad, caracterizada por la hipocresía, reaccione ante la crítica de los inconformistas” (Libro de la sede, Dom. XXXI, T. Ord., ciclo A);

además del juicio de valor sobre la sociedad, piensa el redactor que la crítica de los inconformistas, de por sí, es buena, con lo que introduce tanto la demagogia como el populismo; ser inconformista no es un valor o cualidad, porque puede nacer de la arrogancia y de la soberbia, no de la búsqueda del Bien y la Verdad.

A veces no es una petición aislada, sino todo el conjunto de intenciones el que, con un lenguaje descriptivo negativo, pretende catequizar en una dirección ideológica muy concreta:

“En un mundo en el que predomina la ambición y el poder: para que la Iglesia procure ser signo de Cristo…

En un mundo en el que se busca sobre todo la eficacia: para que los más débiles en la sociedad no se vean despojados de sus derechos…

En un mundo en el que se medra a costa de los demás: para que se valore la honradez, la austeridad, la sinceridad, la autenticidad…

En un mundo en el que la figura de Cristo inquieta: para que cuanto nos preciamos de ser discípulos suyos entendamos sus palabras…” (Libro de la sede, Dom. XXV, T. Ord., ciclo B).

Este lenguaje, que algunos calificarían de “denuncia profética”, no es propio del lenguaje orante ni del lenguaje para la liturgia, porque fácilmente se deslizan la ideología y la mentalidad secularista. Si hubiéramos de seguir los tres ejemplos anteriores, habría que transformarlos aproximadamente así: “para que la Iglesia sea signo luminoso de Cristo en la sencillez”, “para que los más débiles y los pobres sean ayudados y confortados”, y, dentro de lo que cabe, el tercer ejemplo sería “por nosotros, para que crezcamos en las virtudes cristianas de la honradez y la austeridad”.

Al menos, al mirar el mundo, que nuestra mirada no sea de reprobación absoluta, sino de amor de Cristo viendo su realidad y su necesidad de salvación.

El lenguaje litúrgico no es condenatorio, sino expositivo; no es ideológico (ni pura ideología), sino orante. Las preces que he puesto como ejemplo ilustrativo jamás se podrían considerar lenguaje litúrgico, sino pura ideología, abofeteando a los presentes y al mundo en el que viven.

He de aclarar que “el libro de la sede” es un libro oficioso, no OFICIAL. En España lo “fabricó” la Comisión episcopal de liturgia (o el Secretariado Nacional, no lo recuerdo bien ahora), y en las preces los redactores estuvieron muy, muy desafortunados. Es un libro que necesita una urgente revisión en ese punto y otros más (acto penitencial, invocaciones al Kyrie y moniciones).

Se usa por su carácter oficioso y no de un autor con nombre y apellidos.

La oración de los fieles (exceptuando el Viernes Santo) no posee un formulario fijo. Hay que fabricarlo o buscarlo, o adaptar los que se tengan. De ahí que se busque una publicación mensual o un libro con formularios ya preparados. Pero hay que mirarlos bien…

Lo de leer sacando un papelito doblado, simplemente, es de un mal gusto que rechina. ¡Y la liturgia debe ser bella, es bella!

Con esto terminamos un amplísimo recorrido, exhaustivo desde luego, sobre la Oración de los Fieles. ¡Ojalá nos inspirásemos siempre en los modelos de la tradición litúrgica al orar y no en las formas secularizadas que hemos visto!

24.06.17

Sin autocelebrarnos (Sacralidad - VI)

Hay un desplazamiento secularista en la liturgia que manipula lo sagrado y lo sustituye por el “nosotros”; se quita a Cristo y se coloca la comunidad-grupo en su lugar. La liturgia se vuelve la seña de identidad del grupo para fortalecer los lazos humanos, transmitir unas consignas humanas y valores y repetir, cansinamente, que “vamos a hacer una sociedad más justa y solidaria”.

 Esto se nota en los acentos humanos, didácticos, y muy moralistas, de las moniciones y la homilía (ésta larguísima, un mitín); se nota en el tipo de cantos durante la liturgia que procuran tener ritmo y provocar la emotividad y lo sentimental; se nota, igualmente, en la forma de multiplicar elementos para que muchos intervengan subiendo al presbiterio (una monición a cada momento, un lector por petición… o incluso la lectura de un manifiesto o “compromiso”). Esa liturgia lo centra todo en el grupo concreto.

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18.06.17

Lenguajes secularizados, Oración de los fieles - VI

En otros casos (siguiendo lo visto a lo largo de esta serie de artículos sobre la Oración de los fieles), es el lenguaje el que demuestra la pobreza y la ignorancia al proponer las intenciones de la plegaria universal. Se entremezclan con la oración la ideología al pedir o también pequeños discursos que adoctrinan “para que tomemos conciencia de algo”. Son elementos extraños al lenguaje de la liturgia.

“Por la Iglesia y todos los que la formamos, para que con la ayuda del Espíritu, sepa ser una Iglesia viva y atenta a todas las necesidades sociales que nos rodean. Roguemos al Señor”.

¿Esa es la misión de la Iglesia? ¿Estar atenta a las necesidades sociales? ¿Una nueva ONG? 

O un lenguaje que, más o menos sutilmente, critica la realidad de la Iglesia:

“Por la Iglesia; para que incesantemente se reforme en sus instituciones y se renueve en sus miembros” (Libro de la sede, Domingo II Cuaresma).

¿Constante reforma de las instituciones? ¿Qué se está pidiendo en realidad? Se inculca el pluralismo y la variedad de “opciones”, que responden no a la realidad carismática del Cuerpo eclesial, sino al lenguaje secularista:

“Para que la pluralidad de caminos y opciones dentro de la Iglesia no rompa la unidad en la fe y en la caridad” (Libro de la sede, Viernes V Pascua).

“Pidamos por toda la Iglesia y por todos los que la formamos, para que sea en el mundo un testimonio vivo del Mensaje de Jesús, trabajando por hacer posible un mundo más justo y solidario, y ayudando especialmente a los pobres y marginados para que puedan salir de las situaciones que les crea la pobreza y marginación. Roguemos al Señor”.

Otro ejemplo más del lenguaje secularizado, otro ejemplo más de la secularización interna de la Iglesia: todo se reduce a vivir un “Mensaje”, como si Cristo y el Evangelio se pudieran reducir a un “Mensaje” o un “Manifiesto”. Y la vida de la Iglesia en clave secularizada, limitada a “hacer posible un mundo más justo y solidario”. Es un discurso secularizado en lugar de una intención litúrgica, cuando aquí no caben ni los discursos ni los conceptos secularizados. Por eso es fácil encontrar expresiones así:

“Para que el Espíritu sugiera a la Iglesia recrear nuevas formas de expresión del mensaje cristiano” (Libro de la sede, Sábado VI Pascua);

¿está hablando de publicidad, imagen, marketing?

“Para que la Iglesia sepa presentar el mensaje cristiano atrayente para todos” (Libro de la sede, Dom. XXXII T. Ord., ciclo C):

¿cómo? ¿Rebajándolo, disimulándolo, acomodándolo a lo que el mundo vive? ¿Qué es hacerlo atrayente, dando por hecho, por el tono de la petición, que la Iglesia hoy no sabe presentar ese “mensaje cristiano”? ¿Presentamos un “mensaje atrayente” o llevamos a la Persona de Cristo Salvador?

El lenguaje secularista referido a la Iglesia refleja la ideología de cada momento, de cada época, y se pide a Dios con marcados tintes ideológicos, de donde resultan palabras talismanes, como “solidaridad”, “respeto”, etc.:

“Para que la Iglesia, como ciudad puesta en lo alto de un monte, sea para todos ejemplo de convivencia, de respeto, de comunicación, de solidaridad” (Libro de la sede, Dom. V T. Ord.).

“Por la Iglesia; para que en su legislación se transparente siempre el mandamiento nuevo de Cristo” (Libro de la sede, Dom. VI T. Ord.).

“Por nosotros, aquí reunidos; para que, superando el individualismo, aprendamos a vivir en solidaridad” (Libro de la sede, Dom. XXVIII T. Ord., ciclo C).

“Finalmente, pidamos por todos nosotros, para que tomemos conciencia de que Jesús nos envía al mundo para infundir el Espíritu y seamos testigos de Él allí donde estemos. Roguemos al Señor”.

“Tomar conciencia”: un nuevo lenguaje moralista. Esto más que orar es adoctrinar.

“Para que la Eucaristía nos ayude a tomar conciencia de la responsabilidad que tenemos por nuestro pecado y por el pecado del mundo” (Libro de la Sede, Viernes I de Cuaresma).

“Por todos nuestros hermanos misioneros, personas que sintiendo una llamada especial del Espíritu, han dejado las comodidades de nuestro mundo para acompañar y ayudar a salir de la pobreza a tantas personas de países pobres y subdesarrollados. Para que el Espíritu siga animándoles cada día en esta importante misión que realizan y para que sigan surgiendo entre nosotros vocaciones misioneras. Roguemos al Señor”.

Otro ejemplo más de un lenguaje que no es cristiano: la misión, las misiones y los misioneros ya no son evangelizadores, sino que, única y exclusivamente van “para acompañar y ayudar a salir de la pobreza”. ¿Esto es un lenguaje para la liturgia? ¿Además no mandó Cristo a evangelizar, “id y proclamad el Evangelio, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado y bautizad…”?

 O este otro formulario:

“1. Por toda la Iglesia, para que no se centre tanto en ella misma, sino que se ponga a la escucha del Espíritu. Oremos.

 2. Por la humanidad actual, sometida a un sistema cultural y económico que idolatra el tener, el poder y el consumir, y genera deshumanización y pobreza. Oremos”.

Tampoco esto es precisamente proponer una intención para la oración sino un discurso ideologizado: se afirma que la Iglesia se centra en ella misma, con lo cual es una crítica y un juicio; en la segunda petición, se descalifica un sistema económico en lugar de orar “por la humanidad actual”. Por ejemplo: ¿alguien se imagina orando a la primitiva Iglesia “por el despiadado Nerón que se idolatra a sí mismo, para que se convierta”? ¿Con esos adjetivos y esa descripción?

Ante esto, a veces es preferible incluso no orar, no llegar a contestar o cantar “Te rogamos, óyenos". Hay que estar atentos para saber qué nos proponen para nuestra oración y hay que ser delicados y cuidadosos al escribir estas intenciones (¡si es que realmente hay que escribirlas para ser tan originales!)

El lenguaje secularista en las intenciones para la Oración de los fieles no sólo desfigura la presentación del Misterio de la Iglesia, sino la forma de hablar del mundo, de la sociedad, de la cultura actual. Se tratan o se quieren respaldar con la oración los principios y presupuestos del secularismo, aceptados acríticamente, y forman un discurso que de cristiano no tiene nada, y sí del tono secularizado de la New Age o de determinadas ideologías políticas.

Los ejemplos, tomados de formularios reales encontrados en un sitio y otro, analizados así, nos harán palpables estos lenguajes para, lógicamente, evitarlos en el futuro.

“Presentemos a nuestra Madre Tierra, que cada vez presenta más signos de que se haya enferma porque no la cuidamos y sólo la contaminamos. Para que desde nuestras pequeñas acciones cotidianas hagamos un uso y consumo responsable de todo lo que ella gratuitamente nos regala y seamos ejemplos para los demás de que es necesario cuidar nuestro Medio Ambiente. Roguemos al Señor”.

¿Qué decir? ¿Esto es proponer una intención para orar o presentar una reflexión del ecologismo secularizado, de lo políticamente correcto hoy? Además, en lugar de orar, muy en general “por la tierra”, se incluye un discurso culpabilizador: “porque no la cuidamos y sólo la contaminamos”. Llamarla, además, “Madre tierra", da un sabor muy ecologista, con el panteísmo de la New Age.

O también al orar –supuestamente- por otras realidades de la vida social:

“4. Por todas las personas víctimas de la violencia, para que no lleguemos nunca a acostumbrarnos a este delito contra los derechos humanos, y para que trabajemos cada día por ser instrumentos de paz, allí donde nos toque vivir cada día. Roguemos al Señor.

5. Por los pobres y marginados, por todos aquellos que viven pasando necesidad: para entre todos seamos capaces de construir una sociedad más justa y más solidaria, que sepa repartir con justicia los recursos que la naturaleza nos regala. Roguemos al Señor”.

Fijémonos en varios detalles: 

 1) lenguaje secularizado del buenismo de hoy: derechos humanos, sociedad más justa y solidaria… 

 2) Aunque enuncia “por”, en realidad casi no se ora por ellos, sino que la intención (el “para que”) es por los presentes con cierto moralismo: “para que trabajemos… para que seamos capaces…”

Los ejemplos se pueden multiplicar, con tal de ver con claridad, lo ideologizado de ciertos lenguajes:

-Sobre el ecologismo reinante: 

 “Por los movimientos interesados en la conservación de la naturaleza y en la preservación del medio ambiente; para que perseveren en la llamada de atención a la responsabilidad de todos” (Libro de la Sede, domingo I de Cuaresma).

O sea, que no realizan estos movimientos ecologistas trabajos reales, sino campañas de concienciación… De nuevo un moralismo que busca “concienciar” en lugar de rezar, en todo caso, por quienes de verdad cuidan la naturaleza, veterinarios, guardas forestales, etc.

O la demagogia secularista sobre la juventud, con un optimismo absoluto de los valores (ojo, no de las virtudes) de la juventud y se reza para que sus protestas, sean las que sean porque no se matiza más, se tomen en serio: 

 “Por la juventud de nuestro tiempo, insatisfecha, inquieta; para que sus intuiciones, protestas, ideales, esfuerzos, razonamientos, sean tomados en serio, en diálogo respetuoso con los mayores” (Libro de la sede, Dom. XXII T. Ord., ciclo B).

Estas intenciones de oración son un exponente del secularismo, aptas para un mitín político de cualquier partido hoy en día (porque todos hablan igual), pero se aleja del lenguaje cristiano orante, mensurado, pausado, sobrio.

 

11.06.17

Rezar Laudes

 

  • No, no va dirigido este artículo a los sacerdotes y religiosos. ¿Por qué piensas que rezar Laudes es cosa de sacerdotes y de consagrados nada más? ¡No! ¡Error! Es oración de la Iglesia y la Iglesia la entrega a todos los bautizados. Algunos tienen la misión-obligación de garantizar que se rece siempre (sacerdotes y religiosos) pero no es una oración clerical: ¡también es para ti!

 

  • ¿Acaso los fieles seglares se tienen que conformar con migajas espirituales, un libro de algún pseudo-teólogo de moda releyendo el Evangelio a su modo? ¿O conformarse con dos oraciones vocales y pensar que ya es suficiente? ¿Acaso la liturgia no es vida espiritual para todos? ¡Pues rezar Laudes es cosa de todos!

 

  • Otra excusa muy difundida: ¡es que es muy complicado manejar el libro, el Diurnal! Vale, de acuerdo. Pero hoy puedes rezar Laudes cada mañana en páginas webs que te la ofrecen, como http://www.eltestigofiel.org/?idu=lt_liturgia  y con la edición argentina: http://liturgia.mrobot.eu/ . También hay aplicaciones que se descargan fácilmente. Te lo dan hecho. No hay que pasar páginas ni buscar nada. ¡Un problema resuelto!

 

  • ¿Qué son las Laudes? (En castellano es palabra femenina: las Laudes… no se dice: “Los Laudes"). La oración de la mañana que entona la Iglesia. Alaba a Dios, le bendice por el nuevo día y hace memoria de la resurrección del Señor, aquella bendita mañana de Pascua; también santifica toda la jornada, la consagra al Señor y hace el ofrecimiento de obras: ¡todo por Ti y para Ti, para tu gloria, Señor!

 

  • Vamos a ir paso a paso, y verás cómo todo tiene sentido en Laudes. Comienza por una invocación a Dios mientras nos santiguamos: “Dios mío, ven en mi auxilio. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre y al Hijo…” Pedimos que Dios nos auxilie, es decir, nos dé gracia suficiente para rezar con devoción, con fervor, con sentido interior. ¡Que podamos cantar siempre santamente sus alabanzas!

 

  • Después un himno. Suele hacer alusión o a la hora del día, la mañana, una nueva jornada, o al tiempo litúrgico (tonalidad de Adviento o de Navidad o de…).

 

  • Un primer salmo, llamado “matutino”, que suele hacer referencia a la mañana, o a un nuevo día, o a entrar en la presencia del Señor. Al principio cuesta orar con los salmos porque nos falta familiaridad con la Escritura. Cuando pasa el tiempo, nos vamos acostumbrando al lenguaje bíblico. También es un aliciente para coger una Biblia e ir estudiando cada salmo con las notas y comentarios. O tomar algún comentario patrístico a los salmos… Hay que pensar, al rezar cada salmo, que Cristo lo reza al Padre y le prestamos nuestra voz… o que la Iglesia-Esposa se lo dirige a Cristo, su Esposo. ¡Le encontraremos mucho más sentido!

 

  • Un cántico del AT, que tiene la forma de oración y plegaria, pero que no se encuentra en el libro de los salmos, sino en otros libros del AT.

 

  • El tercer salmo es un salmo de alabanza, bendiciendo al Señor en la mañana.

 

  • Después una lectura muy breve, apenas unos versículos, del AT o del NT –no del Evangelio, nunca del Evangelio- como un breve pensamiento espiritual que ilumine la jornada que comenzamos. El responsorio es nuestra respuesta a la Palabra de Dios. Vale la pena dejar una pausa de silencio aquí… aunque –no se nos pase por alto- también entre salmo y salmo se puede hacer una pausa de silencio y que el salmo cale en el corazón y lo meditemos brevemente.

 

  • Después el cántico evangélico: “Bendito sea el Señor, Dios de Israel…”, el Benedictus, que entonó Zacarías en el nacimiento de san Juan. Cada día, cada jornada, es un nuevo día de gracia y salvación donde nos visita Cristo, Sol que nace de lo alto. Al rezarlo, confiamos que la salvación de Dios siga avanzando, que su luz destruya toda tiniebla en nuestro mundo.

 

  • Las preces, a continuación, son la consagración del día. No intercedemos por los demás ni por el mundo; su tono es más bien el del ofrecimiento de obras al Señor.

 

  • El Padrenuestro corona las preces. Ya la Didajé, documento cristiano del siglo I, decía que el Padrenuestro se rezaba tres veces al día; así lo hace hoy la Iglesia: en Laudes, en Vísperas y en la Eucaristía.
  • Una oración final cierra el conjunto. Esta oración, en el tiempo ordinario, hace alusión al nuevo día que comenzamos; en los tiempos fuertes, sin embargo, es la oración propia del día, la oración colecta de la Misa.

 

  • Y después de esto, ¿qué? ¿Seguirás sin rezar Laudes? Cuando rezamos Laudes formamos parte de un coro inmenso, el de toda la Iglesia, que ese día va a rezar así, todos juntos, lo mismo, al Señor. Somos una pequeña partecita de la Iglesia. ¡Vale la pena! Así nuestra oración se hace oración litúrgica, con la Iglesia, modelada por la Iglesia, siendo educados espiritualmente por la Iglesia. ¡Atrévete a ello!