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24.06.17

Sin autocelebrarnos (Sacralidad - VI)

Hay un desplazamiento secularista en la liturgia que manipula lo sagrado y lo sustituye por el “nosotros”; se quita a Cristo y se coloca la comunidad-grupo en su lugar. La liturgia se vuelve la seña de identidad del grupo para fortalecer los lazos humanos, transmitir unas consignas humanas y valores y repetir, cansinamente, que “vamos a hacer una sociedad más justa y solidaria”.

 Esto se nota en los acentos humanos, didácticos, y muy moralistas, de las moniciones y la homilía (ésta larguísima, un mitín); se nota en el tipo de cantos durante la liturgia que procuran tener ritmo y provocar la emotividad y lo sentimental; se nota, igualmente, en la forma de multiplicar elementos para que muchos intervengan subiendo al presbiterio (una monición a cada momento, un lector por petición… o incluso la lectura de un manifiesto o “compromiso”). Esa liturgia lo centra todo en el grupo concreto.

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18.06.17

Lenguajes secularizados, Oración de los fieles - VI

En otros casos (siguiendo lo visto a lo largo de esta serie de artículos sobre la Oración de los fieles), es el lenguaje el que demuestra la pobreza y la ignorancia al proponer las intenciones de la plegaria universal. Se entremezclan con la oración la ideología al pedir o también pequeños discursos que adoctrinan “para que tomemos conciencia de algo”. Son elementos extraños al lenguaje de la liturgia.

“Por la Iglesia y todos los que la formamos, para que con la ayuda del Espíritu, sepa ser una Iglesia viva y atenta a todas las necesidades sociales que nos rodean. Roguemos al Señor”.

¿Esa es la misión de la Iglesia? ¿Estar atenta a las necesidades sociales? ¿Una nueva ONG? 

O un lenguaje que, más o menos sutilmente, critica la realidad de la Iglesia:

“Por la Iglesia; para que incesantemente se reforme en sus instituciones y se renueve en sus miembros” (Libro de la sede, Domingo II Cuaresma).

¿Constante reforma de las instituciones? ¿Qué se está pidiendo en realidad? Se inculca el pluralismo y la variedad de “opciones”, que responden no a la realidad carismática del Cuerpo eclesial, sino al lenguaje secularista:

“Para que la pluralidad de caminos y opciones dentro de la Iglesia no rompa la unidad en la fe y en la caridad” (Libro de la sede, Viernes V Pascua).

“Pidamos por toda la Iglesia y por todos los que la formamos, para que sea en el mundo un testimonio vivo del Mensaje de Jesús, trabajando por hacer posible un mundo más justo y solidario, y ayudando especialmente a los pobres y marginados para que puedan salir de las situaciones que les crea la pobreza y marginación. Roguemos al Señor”.

Otro ejemplo más del lenguaje secularizado, otro ejemplo más de la secularización interna de la Iglesia: todo se reduce a vivir un “Mensaje”, como si Cristo y el Evangelio se pudieran reducir a un “Mensaje” o un “Manifiesto”. Y la vida de la Iglesia en clave secularizada, limitada a “hacer posible un mundo más justo y solidario”. Es un discurso secularizado en lugar de una intención litúrgica, cuando aquí no caben ni los discursos ni los conceptos secularizados. Por eso es fácil encontrar expresiones así:

“Para que el Espíritu sugiera a la Iglesia recrear nuevas formas de expresión del mensaje cristiano” (Libro de la sede, Sábado VI Pascua);

¿está hablando de publicidad, imagen, marketing?

“Para que la Iglesia sepa presentar el mensaje cristiano atrayente para todos” (Libro de la sede, Dom. XXXII T. Ord., ciclo C):

¿cómo? ¿Rebajándolo, disimulándolo, acomodándolo a lo que el mundo vive? ¿Qué es hacerlo atrayente, dando por hecho, por el tono de la petición, que la Iglesia hoy no sabe presentar ese “mensaje cristiano”? ¿Presentamos un “mensaje atrayente” o llevamos a la Persona de Cristo Salvador?

El lenguaje secularista referido a la Iglesia refleja la ideología de cada momento, de cada época, y se pide a Dios con marcados tintes ideológicos, de donde resultan palabras talismanes, como “solidaridad”, “respeto”, etc.:

“Para que la Iglesia, como ciudad puesta en lo alto de un monte, sea para todos ejemplo de convivencia, de respeto, de comunicación, de solidaridad” (Libro de la sede, Dom. V T. Ord.).

“Por la Iglesia; para que en su legislación se transparente siempre el mandamiento nuevo de Cristo” (Libro de la sede, Dom. VI T. Ord.).

“Por nosotros, aquí reunidos; para que, superando el individualismo, aprendamos a vivir en solidaridad” (Libro de la sede, Dom. XXVIII T. Ord., ciclo C).

“Finalmente, pidamos por todos nosotros, para que tomemos conciencia de que Jesús nos envía al mundo para infundir el Espíritu y seamos testigos de Él allí donde estemos. Roguemos al Señor”.

“Tomar conciencia”: un nuevo lenguaje moralista. Esto más que orar es adoctrinar.

“Para que la Eucaristía nos ayude a tomar conciencia de la responsabilidad que tenemos por nuestro pecado y por el pecado del mundo” (Libro de la Sede, Viernes I de Cuaresma).

“Por todos nuestros hermanos misioneros, personas que sintiendo una llamada especial del Espíritu, han dejado las comodidades de nuestro mundo para acompañar y ayudar a salir de la pobreza a tantas personas de países pobres y subdesarrollados. Para que el Espíritu siga animándoles cada día en esta importante misión que realizan y para que sigan surgiendo entre nosotros vocaciones misioneras. Roguemos al Señor”.

Otro ejemplo más de un lenguaje que no es cristiano: la misión, las misiones y los misioneros ya no son evangelizadores, sino que, única y exclusivamente van “para acompañar y ayudar a salir de la pobreza”. ¿Esto es un lenguaje para la liturgia? ¿Además no mandó Cristo a evangelizar, “id y proclamad el Evangelio, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado y bautizad…”?

 O este otro formulario:

“1. Por toda la Iglesia, para que no se centre tanto en ella misma, sino que se ponga a la escucha del Espíritu. Oremos.

 2. Por la humanidad actual, sometida a un sistema cultural y económico que idolatra el tener, el poder y el consumir, y genera deshumanización y pobreza. Oremos”.

Tampoco esto es precisamente proponer una intención para la oración sino un discurso ideologizado: se afirma que la Iglesia se centra en ella misma, con lo cual es una crítica y un juicio; en la segunda petición, se descalifica un sistema económico en lugar de orar “por la humanidad actual”. Por ejemplo: ¿alguien se imagina orando a la primitiva Iglesia “por el despiadado Nerón que se idolatra a sí mismo, para que se convierta”? ¿Con esos adjetivos y esa descripción?

Ante esto, a veces es preferible incluso no orar, no llegar a contestar o cantar “Te rogamos, óyenos". Hay que estar atentos para saber qué nos proponen para nuestra oración y hay que ser delicados y cuidadosos al escribir estas intenciones (¡si es que realmente hay que escribirlas para ser tan originales!)

El lenguaje secularista en las intenciones para la Oración de los fieles no sólo desfigura la presentación del Misterio de la Iglesia, sino la forma de hablar del mundo, de la sociedad, de la cultura actual. Se tratan o se quieren respaldar con la oración los principios y presupuestos del secularismo, aceptados acríticamente, y forman un discurso que de cristiano no tiene nada, y sí del tono secularizado de la New Age o de determinadas ideologías políticas.

Los ejemplos, tomados de formularios reales encontrados en un sitio y otro, analizados así, nos harán palpables estos lenguajes para, lógicamente, evitarlos en el futuro.

“Presentemos a nuestra Madre Tierra, que cada vez presenta más signos de que se haya enferma porque no la cuidamos y sólo la contaminamos. Para que desde nuestras pequeñas acciones cotidianas hagamos un uso y consumo responsable de todo lo que ella gratuitamente nos regala y seamos ejemplos para los demás de que es necesario cuidar nuestro Medio Ambiente. Roguemos al Señor”.

¿Qué decir? ¿Esto es proponer una intención para orar o presentar una reflexión del ecologismo secularizado, de lo políticamente correcto hoy? Además, en lugar de orar, muy en general “por la tierra”, se incluye un discurso culpabilizador: “porque no la cuidamos y sólo la contaminamos”. Llamarla, además, “Madre tierra", da un sabor muy ecologista, con el panteísmo de la New Age.

O también al orar –supuestamente- por otras realidades de la vida social:

“4. Por todas las personas víctimas de la violencia, para que no lleguemos nunca a acostumbrarnos a este delito contra los derechos humanos, y para que trabajemos cada día por ser instrumentos de paz, allí donde nos toque vivir cada día. Roguemos al Señor.

5. Por los pobres y marginados, por todos aquellos que viven pasando necesidad: para entre todos seamos capaces de construir una sociedad más justa y más solidaria, que sepa repartir con justicia los recursos que la naturaleza nos regala. Roguemos al Señor”.

Fijémonos en varios detalles: 

 1) lenguaje secularizado del buenismo de hoy: derechos humanos, sociedad más justa y solidaria… 

 2) Aunque enuncia “por”, en realidad casi no se ora por ellos, sino que la intención (el “para que”) es por los presentes con cierto moralismo: “para que trabajemos… para que seamos capaces…”

Los ejemplos se pueden multiplicar, con tal de ver con claridad, lo ideologizado de ciertos lenguajes:

-Sobre el ecologismo reinante: 

 “Por los movimientos interesados en la conservación de la naturaleza y en la preservación del medio ambiente; para que perseveren en la llamada de atención a la responsabilidad de todos” (Libro de la Sede, domingo I de Cuaresma).

O sea, que no realizan estos movimientos ecologistas trabajos reales, sino campañas de concienciación… De nuevo un moralismo que busca “concienciar” en lugar de rezar, en todo caso, por quienes de verdad cuidan la naturaleza, veterinarios, guardas forestales, etc.

O la demagogia secularista sobre la juventud, con un optimismo absoluto de los valores (ojo, no de las virtudes) de la juventud y se reza para que sus protestas, sean las que sean porque no se matiza más, se tomen en serio: 

 “Por la juventud de nuestro tiempo, insatisfecha, inquieta; para que sus intuiciones, protestas, ideales, esfuerzos, razonamientos, sean tomados en serio, en diálogo respetuoso con los mayores” (Libro de la sede, Dom. XXII T. Ord., ciclo B).

Estas intenciones de oración son un exponente del secularismo, aptas para un mitín político de cualquier partido hoy en día (porque todos hablan igual), pero se aleja del lenguaje cristiano orante, mensurado, pausado, sobrio.

 

11.06.17

Rezar Laudes

 

  • No, no va dirigido este artículo a los sacerdotes y religiosos. ¿Por qué piensas que rezar Laudes es cosa de sacerdotes y de consagrados nada más? ¡No! ¡Error! Es oración de la Iglesia y la Iglesia la entrega a todos los bautizados. Algunos tienen la misión-obligación de garantizar que se rece siempre (sacerdotes y religiosos) pero no es una oración clerical: ¡también es para ti!

 

  • ¿Acaso los fieles seglares se tienen que conformar con migajas espirituales, un libro de algún pseudo-teólogo de moda releyendo el Evangelio a su modo? ¿O conformarse con dos oraciones vocales y pensar que ya es suficiente? ¿Acaso la liturgia no es vida espiritual para todos? ¡Pues rezar Laudes es cosa de todos!

 

  • Otra excusa muy difundida: ¡es que es muy complicado manejar el libro, el Diurnal! Vale, de acuerdo. Pero hoy puedes rezar Laudes cada mañana en páginas webs que te la ofrecen, como http://www.eltestigofiel.org/?idu=lt_liturgia  y con la edición argentina: http://liturgia.mrobot.eu/ . También hay aplicaciones que se descargan fácilmente. Te lo dan hecho. No hay que pasar páginas ni buscar nada. ¡Un problema resuelto!

 

  • ¿Qué son las Laudes? (En castellano es palabra femenina: las Laudes… no se dice: “Los Laudes"). La oración de la mañana que entona la Iglesia. Alaba a Dios, le bendice por el nuevo día y hace memoria de la resurrección del Señor, aquella bendita mañana de Pascua; también santifica toda la jornada, la consagra al Señor y hace el ofrecimiento de obras: ¡todo por Ti y para Ti, para tu gloria, Señor!

 

  • Vamos a ir paso a paso, y verás cómo todo tiene sentido en Laudes. Comienza por una invocación a Dios mientras nos santiguamos: “Dios mío, ven en mi auxilio. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre y al Hijo…” Pedimos que Dios nos auxilie, es decir, nos dé gracia suficiente para rezar con devoción, con fervor, con sentido interior. ¡Que podamos cantar siempre santamente sus alabanzas!

 

  • Después un himno. Suele hacer alusión o a la hora del día, la mañana, una nueva jornada, o al tiempo litúrgico (tonalidad de Adviento o de Navidad o de…).

 

  • Un primer salmo, llamado “matutino”, que suele hacer referencia a la mañana, o a un nuevo día, o a entrar en la presencia del Señor. Al principio cuesta orar con los salmos porque nos falta familiaridad con la Escritura. Cuando pasa el tiempo, nos vamos acostumbrando al lenguaje bíblico. También es un aliciente para coger una Biblia e ir estudiando cada salmo con las notas y comentarios. O tomar algún comentario patrístico a los salmos… Hay que pensar, al rezar cada salmo, que Cristo lo reza al Padre y le prestamos nuestra voz… o que la Iglesia-Esposa se lo dirige a Cristo, su Esposo. ¡Le encontraremos mucho más sentido!

 

  • Un cántico del AT, que tiene la forma de oración y plegaria, pero que no se encuentra en el libro de los salmos, sino en otros libros del AT.

 

  • El tercer salmo es un salmo de alabanza, bendiciendo al Señor en la mañana.

 

  • Después una lectura muy breve, apenas unos versículos, del AT o del NT –no del Evangelio, nunca del Evangelio- como un breve pensamiento espiritual que ilumine la jornada que comenzamos. El responsorio es nuestra respuesta a la Palabra de Dios. Vale la pena dejar una pausa de silencio aquí… aunque –no se nos pase por alto- también entre salmo y salmo se puede hacer una pausa de silencio y que el salmo cale en el corazón y lo meditemos brevemente.

 

  • Después el cántico evangélico: “Bendito sea el Señor, Dios de Israel…”, el Benedictus, que entonó Zacarías en el nacimiento de san Juan. Cada día, cada jornada, es un nuevo día de gracia y salvación donde nos visita Cristo, Sol que nace de lo alto. Al rezarlo, confiamos que la salvación de Dios siga avanzando, que su luz destruya toda tiniebla en nuestro mundo.

 

  • Las preces, a continuación, son la consagración del día. No intercedemos por los demás ni por el mundo; su tono es más bien el del ofrecimiento de obras al Señor.

 

  • El Padrenuestro corona las preces. Ya la Didajé, documento cristiano del siglo I, decía que el Padrenuestro se rezaba tres veces al día; así lo hace hoy la Iglesia: en Laudes, en Vísperas y en la Eucaristía.
  • Una oración final cierra el conjunto. Esta oración, en el tiempo ordinario, hace alusión al nuevo día que comenzamos; en los tiempos fuertes, sin embargo, es la oración propia del día, la oración colecta de la Misa.

 

  • Y después de esto, ¿qué? ¿Seguirás sin rezar Laudes? Cuando rezamos Laudes formamos parte de un coro inmenso, el de toda la Iglesia, que ese día va a rezar así, todos juntos, lo mismo, al Señor. Somos una pequeña partecita de la Iglesia. ¡Vale la pena! Así nuestra oración se hace oración litúrgica, con la Iglesia, modelada por la Iglesia, siendo educados espiritualmente por la Iglesia. ¡Atrévete a ello!

 

 

5.06.17

Acción sagrada e inigualable (Sacralidad - V)

La grandeza de la liturgia consiste en que no es un “hacer” humano, a medida del hombre, algo que los hombres se diesen a sí mismos como una seña de identidad cristiana, o un modo de inculcar valores y recordar unos compromisos; no es un “hacer” humano, sino una actuación divina.

Ya el Concilio Vaticano II recuerda que “la liturgia es una acción sagrada por excelencia, cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia” (SC 7), por lo que nadie puede ampararse en el Concilio Vaticano II para desacralizar la liturgia o secularizarla o banalizarla. En la liturgia, la Iglesia halla su fuente y su culmen.

 Lo más santo que posee la Iglesia es el sacramento de la Eucaristía, por ser actualización del sacrificio de Cristo, Memorial de su Pascua, presencia real y sustancial del mismo Señor. Es el Santísimo Sacramento, es la mayor acción sagrada de la Iglesia. Una clara conciencia de fe lleva a adorar el Sacramento y a dignificar, con amor, la celebración eucarística.

 El reconocimiento creyente de la santidad de este Sacramento conduce a cuidar y potenciar su sacralidad, ya que

“el carácter de ‘sacrum’ de la Eucaristía, esto es, de acción santa y sagrada. Santa y sagrada, porque en ella está continuamente presente y actúa Cristo, el ‘Santo’ de Dios, ‘ungido por el Espíritu Santo’, ‘consagrado por el Padre’, para dar libremente y recobrar su vida, ‘Sumo Sacerdote de la Nueva Alianza’. Es él, en efecto, quien representado por el sacerdote, hace su ingreso en el santuario y anuncia su evangelio. Es Él ‘el oferente y el ofrecido, el consagrante y el consagrado’. Acción santa y sagrada, porque es constitutiva de las especies sagradas, del ‘Sancta sanctis’, es decir, de las ‘cosas santas –Cristo el Santo- dadas a los santos’, como cantan todas las liturgias de Oriente en el momento en que se alza el pan eucarístico para invitar a los fieles a la Cena del Señor” (Juan Pablo II, Carta Dominicae Cenae, 8),

a lo que habría que añadir también la liturgia hispano-mozárabe, tan oriental, que proclama ese “Sancta sanctis”.

 Todos los ritos y familias litúrgicas de Oriente y de Occidente, reconociendo ese “sacrum”, esa sacralidad de la Eucaristía, han cuidado el desarrollo de la liturgia, con solemnidad, con veneración, con signos exteriores, y con disposiciones internas de fe, humildad, alabanza.

 Nada se improvisa ni se vulgariza; nada se descuida ni se celebra de manera informal; nada se altera ni se añade: las distintas familias litúrgicas orientales y occidentales poseen una conciencia clarísima de la santidad de la liturgia, la reciben como un tesoro y lo preservan.

 El carácter sagrado de la liturgia le viene de Cristo mismo y no es un añadido que los hombres se hayan atrevido a colocar. La misma Cena pascual –ya lo dijimos-, la Última Cena de Cristo, fue una liturgia y no una simple comida de amigos. La Iglesia sigue así fielmente el ejemplo del Señor:

“El ‘Sacrum’ de la Misa no es por tanto una ‘sacralización’, es decir, una añadidura del hombre a la acción de Cristo en el cenáculo, ya que la Cena del Jueves Santo fue un rito sagrado, liturgia primaria y constitutiva” (Juan Pablo II, Carta Dominicae Cenae, 8).

 Esta sacralidad fue la que condujo al Concilio Vaticano II a pronunciar una afirmación que ha sido completamente ignorada enla práctica: “Nadie, aunque sea sacerdote, añada, quite o cambie cosa alguna por iniciativa propia en la liturgia” (SC 22). Es la Iglesia, en palabras del último Concilio, la que no permite que se desacralice la liturgia por los gustos o iniciativas particulares, por las modificaciones, omisiones, o añadidos, de nadie, ni equipo de liturgia ni sacerdote.

 Sin embargo, lo que se padece como una epidemia extendida, es una continua alteración de la liturgia, una desacralización, fruto de una mentalidad secularizada;

“hay que reconocer y deplorar algunas desviaciones, de mayor o menor gravedad, en la aplicación de la misma [reforma litúrgica]. Se constatan, a veces, omisiones o añadiduras ilícitas, ritos inventados fuera de las normas establecidas, gestos o cantos que no favorecen la fe o el sentido de lo sagrado…” (Juan Pablo II, Carta Vicesimus Quintus Annus, 13).

Hay también infidelidades cotidianas: alteración de los textos litúrgicos con glosas o paráfrasis; omisión de la casulla o incluso de todas las vestiduras litúrgicas; supresión de los signos de reverencia y adoración (inclinaciones, genuflexión, ponerse de rodillas en la consagración); lo poco decoroso de la ornamentación (carteles y pósters en el altar y presbiterio, flores que dificultan el paso o visión…); la proliferación de moniciones y su extensión como mini-homilías; la añadidura de un rito de acción de gracias tras la comunión con un discurso de alguien; la falta de reverencia y precipitación durante la plegaria eucaristía o el modo de distribuir la sagrada comunión…

 La desacralización deforma la liturgia y la priva de su belleza innata, aquella belleza que refleja la santidad y la gloria de Dios. Es una liturgia fea, poco significante, excesivamente vulgar y populista. ¿Eso puede ser camino glorificar a Dios? ¿Ese es camino para conducir a los fieles al encuentro con el Misterio del Dios Amor, del Dios Salvador?

“La nueva paganización está provocando la nueva evangelización, pero suavizar el evangelio para atraer a la gente es un camino equivocado, pues la peor deformación de la Liturgia es la que procede de la filosofía, y sabemos que la mentalidad del hombre secularizado se apoya siempre en las realidades que él puede controlar” (Rodríguez, P., La sagrada liturgia, 300).

  La belleza sagrada de la liturgia glorifica a Dios -¡qué distinto de lo vulgar, de lo informal, de lo descuidado o improvisado!- y la belleza sagrada de la liturgia, con su fulgor, toca al hombre en su ser más íntimo y lo conduce a Dios. Una liturgia bella, hermosa, afecta al hombre en todas las fibras de su ser y lo involucra en la liturgia, por lo que es camino de evangelización para los hombres de hoy. “En este sentido, es urgente recuperar la atractiva verdad del Evangelio y la belleza sagrada en el modo de celebrar el culto” (Id., 301).

 

30.05.17

Universal, por todos (Oración de los fieles - V)

Para que sea oración universal y los fieles oren por el mundo entero, repitámoslo, hay una serie de intenciones que deben enunciarse siempre y en un determinado orden ya que si no será algo piadoso, o sentimental, o demasiado local, pero no universal.

 “Las intenciones, una vez hecha la monición introductoria, deben comprender siempre los siguientes temas o capítulos, y por este orden:

1) La Iglesia universal y local, por ejemplo, el Papa, los obispos y pastores, la actividad misionera de la Iglesia, la unidad de los cristianos, las vocaciones sacerdotales y religiosas, las necesidades de la comunidad local, etc.

2) Las naciones y los asuntos públicos, por ejemplo, la paz, los gobernantes, el tiempo favorable para las cosechas, las elecciones, los problemas sociales y económicos, etc.

3) Los que sufren cualquier dificultad, como los pobres, los perseguidos, los parados, los enfermos y agonizantes, los presos, los exiliados, etc.

4) Determinados grupos de personas, de la misma asamblea o de la comunidad local; por ejemplo, los que se van a bautizar o los recién confirmados, y las necesidades o intenciones particulares.

De cada una de estas series se profiere al menos una intención. En alguna celebración particular, como en la Confirmación, Matrimonio o Exequias, el orden y el contenido de las intenciones pueden acomodarse mejor a la ocasión” (Orientaciones generales…, n. 10).

Sin embargo, se oyen y se proponen intenciones de oración que no salen del ámbito local, de la propia parroquia o del “nosotros” de quienes están participando en la santa Misa; la oración deja de ser universal, y pasa a ser localista y, tal vez, con un tinte de egoísmo que olvida las grandes necesidades del mundo y de los hombres para interceder exclusivamente por cosas muy concretas, muy de “casa”. Ejemplos:

“1. Por nuestra Iglesia de N., , para que abunde en ella la alegría y la ilusión de vivir la Buena Noticia del Reino que nos anunció Jesucristo. Roguemos al Señor…

2. Por las familias cristianas: para que comprendan que un hijo o una hija que se entrega por completo al Evangelio, es un regalo de Dios. Roguemos al Señor…

 3. Por todos los jóvenes: que la propuesta del Evangelio les ayude a encontrar la felicidad verdadera. Roguemos al Señor…

 4. Por nuestros seminaristas: que vivan muy unidos a Jesús, para ser así buenos servidores de la comunidad. Roguemos al Señor…

 5. Por las vocaciones sacerdotales y religiosas: para que cada día haya más jóvenes dispuestos a seguir al Señor en este camino de servicio al Evangelio y la comunidad. Roguemos al Señor…”

¿Qué le falta a este formulario? Simplemente, ser universal y no “localista”, reducido a la propia diócesis. Por ejemplo, no hay una indicación para orar por toda la Iglesia sino solamente por la diócesis; se omite la oración por las autoridades y gobernantes; ninguna intención por los que sufren de mil maneras y tampoco una petición por los fieles que están allí celebrando la Santa Misa: sólo una serie de intenciones locales por las vocaciones y lo relacionado con ellas (familias, jóvenes, seminaristas). Pues no, no es esto una oración de los fieles u oración universal para la Eucaristía y sí pueden ser unas preces para una Hora santa o un encuentro de oración.

Tampoco lo es el siguiente formulario (con un lenguaje que tampoco corresponde a la verdad de la plegaria cristiana):

“1. Te pedimos Señor por los que están en la pobreza y exclusión: para que los cristianos seamos sensibles ante esta realidad que sufren muchos hermanos nuestros. Que denunciemos esta situación injusta y se sientan acompañados. Roguemos al Señor.

2. Por todos los que padecen hambre y cualquier forma de necesidad. Roguemos al Señor.

3. Por los que viven lejos de su familia y de propio ambiente. Reguemos al Señor.

4. Por los cristianos: para que trabajemos sin descanso por instaurar en el mundo la justicia que puede llevar a una paz estable y duradera. Roguemos al Señor.

5. Por nosotros: que estamos reunidos en la celebración de esta Eucaristía  para que seamos en nuestro entorno testigos de fraternidad y generosa solidaridad. Roguemos al Señor”.

Y no es oración universal porque: no pide por la Iglesia ni su misión evangelizadora; omite la petición por los gobiernos y autoridades. Tampoco el lenguaje, cargado de moralismo y adoctrinamiento: “los cristianos seamos sensibles ante esta realidad… Que denunciemos esta situación injusta… Generosa solidaridad…”

Creo que con estos ejercicios sabremos discernir la universalidad de la oración de los fieles y su lenguaje; y si tuviéramos que componerlas por alguna razón, habremos adquirido la mens que debe inspirarlas, su sentido, sus normas y su lenguaje litúrgico-orante.

No por abundante y extendido, esta forma de proponer las intenciones responde a la naturaleza de esta plegaria u oración de los fieles: sólo se pide “por nosotros”, luego ya no es universal, y con matices moralistas, “para que nos convenzamos, seamos, etc…”.

Se suele entonces manipular las intenciones de la plegaria con breves fórmulas que sólo miran a los miembros de la asamblea y, desde el moralismo más radical, suplicar una y otra vez el “tomar conciencia” para que luego se vaya al compromiso. La liturgia se concibe como una obra catequético-pedagógica para transmitir mensajes que calen o, más simplemente, como el lugar del compromiso activo y la transformación, en el orden secular. La liturgia se vuelve pretexto, se torna antropocéntrica.

Traer algunos formularios más, nos permitirá captarlo mejor:

“Para que nos convenzamos de nuestra situación de pecadores y no nos creamos mejores que los demás…

Para que no nos engañemos a nosotros mismos, aprendamos qué significa “misericordia quiero y no quiero sacrificios” y nos convirtamos sinceramente” (Libro de la sede, Dom. X T. Ord., ciclo B).

Para que sepamos decir, con nuestra solidaridad, a todos los que sufren, quién es el verdadero consuelo…

Para que sepamos decir, con la entrega de nuestra vida, a los que yacen sin esperanza quién es la vida para el mundo…

Para que sepamos decir, con nuestro respeto y amor a todos, que la vida debe ser procurada, defendida, acrecentada” (Libro de la sede, Dom. X T. Ord., ciclo C).

Difícilmente se podría considerar que los dos anteriores formularios son universales, porque las realidades que presenta son la excusa para pedir una y otra vez por los presentes, por el “nosotros", cargado de moralismo. Porque se hace de tal forma que más que pedir, se intenta convencer a los oyentes, “adoctrinarlos” de algún modo en vez de ayudarlos a orar. El formulario anterior se tendría que haber transformado en: “para que los cristianos vivamos en humildad", “para que alcancen la conversión quienes se han alejado de Dios", “para que la vida sea respetada desde el mismo instante de su concepción hasta su muerte natural"…

El mismo soniquete repetitivo y monótono –nosotros, nosotros, nosotros- en otro formulario más, que de universal no tiene nada al mirar sólo a los presentes, y menos aún de oración litúrgica por el contenido ideologizado.

“En todos los tiempos Dios envía mensajeros que anuncien con fuerza el Evangelio y remuevan las conciencias. Para que escuchemos dócilmente la voz de los profetas –la voz del mismo Cristo-, y no se endurezca nuestro corazón.

La constante tentación de edificar nuestra vida sobre nosotros mismos. Para que descubramos al que es la piedra angular, fundamento de todo edificio.

Para que temamos nos sea quitado también a nosotros el reino de Dios, si no damos fruto a su tiempo” (Libro de la sede, Dom. XXVII, ciclo A).

¿Tres peticiones de todo un formulario, únicamente por “nosotros", para que “nosotros", a fin de que “nosotros” nos convirtamos, cambiemos, escuchemos? ¿No hay sufrimiento, dolor en el mundo? ¿No hay paro, hambre, terrorismo? ¿No necesitan de nuestra oración la Iglesia, los gobernantes, las autoridades, el mundo entero?

Pues se puso de moda ese lenguaje del “nosotros” en todas las preces y ahí estamos soportándolo; además tan moralista que repele, porque todo es “comprometerse” y “tomar conciencia".