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5.08.17

¿Autocomulgar? ¡Imposible!

Una mala comprensión del misterio de la Eucaristía se tradujo en una praxis, en una práctica, que era un abuso absoluto. Hace años era muy frecuente que se dejase la patena y el cáliz sobre el altar y que cada fiel pasase y comulgase directamente por sí mismo, una forma de self-service ajena por completo a la tradición eclesial, mientras el sacerdote permanecía sentado. O también se hacía otra variante, la de pasar de mano en mano la patena y luego el cáliz estando todos sentados.

La concepción sacramental que había detrás es de una gran pobreza. Se consideraba el santísimo sacramento de la Eucaristía como una simple comida de fraternidad, y se quería realizar de modo que fuese semejante a una comida de amigos, llena de igualitarismo y de informalidad. Pero, ¿acaso la Eucaristía es comida de amigos? ¿Lo que Jesucristo realizó al instituir la Eucaristía en la Última Cena era una comida de colegas, sin más? ¡Es evidente que no! Estas son concepciones nuestras, que hemos secularizado totalmente la persona de Cristo y sus acciones. Son concepciones de una teología liberal, del modernismo, que niegan la divinidad de Cristo y naturalizan todo lo que Él es y realizó.

Esa forma de autocomunión se hizo común en Misas para grupos reducidos en convivencias y encuentros, en campamentos juveniles, en Misas domésticas para “comprometidos”, y en algunos casos incluso en las Misas parroquiales. Pero es un completo abuso, es una aberración ante el Misterio de la Eucaristía.

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31.07.17

Solemnidad y dignidad (Sacralidad - VIII)

Es evidente que el modo, el estilo, de celebrar la liturgia un obispo o un sacerdote va marcando a los fieles poco a poco, influye en la manera en que todos los demás van a vivir la liturgia porque, insensiblemente, a la larga, el modo de un sacerdote va educando al pueblo cristiano.

  Por eso es tan primordial que sacerdotes y obispos celebren bien, centrados en el Misterio, siguiendo las prescripciones de los libros litúrgicos sin quitar nada, cambiar o añadir, sumergiéndose en Dios con espíritu de fe y sin estar distraídos.

 

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18.07.17

Reverencia y dignidad (Sacralidad - VII)

Mucho depende de la unción con la que sacerdotes y obispos celebren la santa liturgia. Si adquieren un hábito celebrativo lleno de piedad, de reverencia, conscientes ante Quién están y de Quién son su mediación (in persona Christi), facilitará –sin hieratismo, sin esteticismo, sin posturas forzadas- que en la liturgia brille el Misterio.

  El sacerdote es la mediación visible del Liturgo invisible, Jesucristo sumo y eterno Sacerdote. La persona entera del sacerdote debe ocultarse, hacerse transparente, servidor del Misterio, desterrando la tentación de convertirse en protagonista, en showman simpático que acapare todo para lucirse. Es imprescindible una gran dosis de humildad para oficiar los misterios divinos y un alma muy sacerdotal, llena de unción, para dejarse atrapar por el Misterio y vivirlo.

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5.07.17

Orar con la Hora litúrgica de Vísperas

  • Ha transcurrido la jornada. En el atardecer –con un margen amplio de tiempo- la Iglesia reza Vísperas. ¿La Iglesia? Sí, tú y yo, y muchas comunidades de religiosos, de sacerdotes, de seglares. Te toca a ti también sumarte a esa Oración de todos. Que sí, tú también, y deja de justificarte pensando que Vísperas y la Liturgia de las Horas es algo clerical, porque no lo es, ¡es eclesial!

 

  • Las Vísperas serenan el alma a la caída de la tarde. Cantamos a Cristo, Sol que no conoce el ocaso; hacemos memoria de su resurrección –y de las apariciones al atardecer-; miramos al cielo con deseos de eternidad; damos gracias por la jornada y la ofrecemos entera para gloria del Padre.

 

  • Primero hay que apaciguarse, recogerse, para orar con la liturgia y que lo que pronuncia la boca concuerde con la mente.

 

  • Luego comenzamos invocando la gracia de Dios, porque su gracia nos hará recitar digna, atenta, devotamente, esta Hora de Vísperas: “Dios mío, ven en mi auxilio. Señor, date prisa en socorrerme”. Es petición de gracia.

 

  • El himno da el colorido, la tonalidad a la Hora litúrgica. También, en los tiempos fuertes, en vez de hacer referencia a la hora, al atardecer, se enmarca en los contenidos generales del tiempo litúrgico… y realmente servirían igual en Laudes que en Vísperas en este caso.

 

  • Con la salmodia, hemos de prestar atención. Cristo canta en cada salmo. Hemos de reconocer en cada salmo la voz de Cristo cantando al Padre… o la voz de la Iglesia Esposa cantándole a Cristo, su Cabeza y Esposo. No soy tanto “yo” el que canta el salmo, cuanto que Cristo lo canta por mi voz al Padre. ¡Fíjate, hazlo así, y hallarás más sabor a los salmos!

 

  • Los dos primeros salmos (o un salmo más extenso dividido en dos partes) mantienen un tono sapiencial, son suaves, meditativos, confiados, muy acordes con la paz y el recogimiento del final de la jornada.

 

  • El tercer salmo es un cántico del NT, que sin ser estrictamente un salmo, sigue la estructura orante de los salmos y que los hallamos en las cartas paulinas, en la carta de San Pedro y en el Apocalipsis. Son las alabanzas que la primitiva Iglesia compuso para alabar a Dios por la redención de Cristo.

 

  • Como ya, con el cántico, hemos pasado al NT, la lectura breve deberá seguir siendo del NT y no retroceder al AT. Es un pensamiento, una idea, una nota espiritual, para ser acogida en el silencio orante. La Palabra de Dios sigue resonando viva y eficaz para nosotros.

 

  • El evangelio propio de Vísperas es el Magnificat. Es su cántico evangélico. Nos ponemos de pie, nos signamos con la cruz… otorgándole la importancia debida. Con la Virgen María, glorificamos al Señor; con los sentimientos y el corazón de la Virgen María, proclamamos la gloria del Señor. Una vez más, cada día, hemos visto la acción de Dios y su misericordia y cómo nos ha mirado con amor. ¡Su fidelidad es eterna e inquebrantable! Un día más lo hemos podido comprobar.

 

  • Las preces de Vísperas son distintas de las de Laudes; si éstas son de santificación y consagración de la jornada, las preces de Vísperas son de intercesión por los demás, por la salvación de los demás y sus necesidades. Se pueden añadir otras peticiones además de las del formulario del día, pero la última petición siempre será por los fieles difuntos, por las almas del purgatorio.

 

  • Las preces prosiguen con la oración dominical, el Padrenuestro. Si tres veces al día se determinó rezar el Padrenuestro en la Iglesia, ahora es la tercera vez, después de rezarlo en Laudes y en la Misa. El Padrenuestro es la oración de los hijos adoptivos de Dios. El Padrenuestro es el gran salmo cristiano. El Padrenuestro es el compendio del Evangelio.

 

  • Termina la oración litúrgica de Vísperas con una oración conclusiva que alude al momento final de la jornada, a la acción de gracias, etc., excepto en los tiempos fuertes y domingos de tiempo ordinario que la oración final es la misma oración colecta del día.

 

  • Quien se acostumbra a orar cada día con la Liturgia de las Horas, va adquiriendo familiaridad con la sagrada Escritura, se acostumbra a orar con textos litúrgicos, dilata su corazón a la medida de la Iglesia entera. ¡Es un gran bien!

 

  • De verdad, necesitamos mucha más liturgia en nuestra vida espiritual; es muy conveniente que la liturgia de la Iglesia marque nuestro espíritu más que las devociones de aquí y de allá o los gustos de unos y de otros. ¿Te decides? ¿Te lanzas a ello? ¿Harás de Laudes y Vísperas el eje de tu jornada ante el Señor? ¿Te animarás a dar un paso más en tu vida interior? ¡¡Seguro que lo agradecerás más adelante!!

 

1.07.17

Sin condenar, Oración de los fieles - y VII

El tono desafiador del lenguaje y su juicio despectivo sobre la realidad es otra variante de los lenguajes secularizados que se pueden encontrar en las intenciones que se proponen a la oración de los fieles en la Santa Misa.

Con este lenguaje condenatorio, marcadamente secularizado con una ideología de moda, más que orar, se emiten juicios de valor:

“Para que nuestra sociedad, injusta e hipócrita, que busca lo que la escandaliza y fomenta lo que luego condena, asuma su culpa y procure el remedio” (Libro de la Sede, Domingo V Cuaresma);

“por nuestra sociedad satisfecha y autosuficiente: para que reconozca su necesidad radical de Dios” (Libro de la Sede, Viernes III Pascua).

La economía –da igual el sistema o su justa distribución- es llamada “demonio”:

“Pedimos por nuestro mundo, roto por los demonios de la economía, la guerra y la sinrazón, para que crezcamos en orden a favorecer la vida de todos”.

Este lenguaje condenatorio, muy frecuente en ciertos ámbitos, emite constantemente juicios de valor negativos y suele añadir un sentido de culpabilidad a los que oran, convirtiendo en exhortación imperativa lo que debería ser una oración.

“Por nosotros, que hacemos injustamente distinción de personas, que clasificamos y ponemos al margen, que rehusamos el trato y condenamos al aislamiento” (Libro de la sede, Dom. VI T. Ord).

“Por nuestra sociedad mal pensante, como Simón, el fariseo; para que sea capaz de comprender y respetar” (Libro de la sede, Dom. XI, T. Ord.).

“Para que nuestra sociedad, que fomenta el pecado y se muestra intransigente con los culpables…” (Libro de la sede, Dom. XXIV, T. Ord., ciclo C).

“Para que nuestra sociedad, cuyo incentivo es el lucro, sepa valorar el trabajo, como fuente de realización y promoción humana, personal y social” (Libro de la sede, Dom. XXV, T. Ord., ciclo A).

“Para que nuestra sociedad, caracterizada por la hipocresía, reaccione ante la crítica de los inconformistas” (Libro de la sede, Dom. XXXI, T. Ord., ciclo A);

además del juicio de valor sobre la sociedad, piensa el redactor que la crítica de los inconformistas, de por sí, es buena, con lo que introduce tanto la demagogia como el populismo; ser inconformista no es un valor o cualidad, porque puede nacer de la arrogancia y de la soberbia, no de la búsqueda del Bien y la Verdad.

A veces no es una petición aislada, sino todo el conjunto de intenciones el que, con un lenguaje descriptivo negativo, pretende catequizar en una dirección ideológica muy concreta:

“En un mundo en el que predomina la ambición y el poder: para que la Iglesia procure ser signo de Cristo…

En un mundo en el que se busca sobre todo la eficacia: para que los más débiles en la sociedad no se vean despojados de sus derechos…

En un mundo en el que se medra a costa de los demás: para que se valore la honradez, la austeridad, la sinceridad, la autenticidad…

En un mundo en el que la figura de Cristo inquieta: para que cuanto nos preciamos de ser discípulos suyos entendamos sus palabras…” (Libro de la sede, Dom. XXV, T. Ord., ciclo B).

Este lenguaje, que algunos calificarían de “denuncia profética”, no es propio del lenguaje orante ni del lenguaje para la liturgia, porque fácilmente se deslizan la ideología y la mentalidad secularista. Si hubiéramos de seguir los tres ejemplos anteriores, habría que transformarlos aproximadamente así: “para que la Iglesia sea signo luminoso de Cristo en la sencillez”, “para que los más débiles y los pobres sean ayudados y confortados”, y, dentro de lo que cabe, el tercer ejemplo sería “por nosotros, para que crezcamos en las virtudes cristianas de la honradez y la austeridad”.

Al menos, al mirar el mundo, que nuestra mirada no sea de reprobación absoluta, sino de amor de Cristo viendo su realidad y su necesidad de salvación.

El lenguaje litúrgico no es condenatorio, sino expositivo; no es ideológico (ni pura ideología), sino orante. Las preces que he puesto como ejemplo ilustrativo jamás se podrían considerar lenguaje litúrgico, sino pura ideología, abofeteando a los presentes y al mundo en el que viven.

He de aclarar que “el libro de la sede” es un libro oficioso, no OFICIAL. En España lo “fabricó” la Comisión episcopal de liturgia (o el Secretariado Nacional, no lo recuerdo bien ahora), y en las preces los redactores estuvieron muy, muy desafortunados. Es un libro que necesita una urgente revisión en ese punto y otros más (acto penitencial, invocaciones al Kyrie y moniciones).

Se usa por su carácter oficioso y no de un autor con nombre y apellidos.

La oración de los fieles (exceptuando el Viernes Santo) no posee un formulario fijo. Hay que fabricarlo o buscarlo, o adaptar los que se tengan. De ahí que se busque una publicación mensual o un libro con formularios ya preparados. Pero hay que mirarlos bien…

Lo de leer sacando un papelito doblado, simplemente, es de un mal gusto que rechina. ¡Y la liturgia debe ser bella, es bella!

Con esto terminamos un amplísimo recorrido, exhaustivo desde luego, sobre la Oración de los Fieles. ¡Ojalá nos inspirásemos siempre en los modelos de la tradición litúrgica al orar y no en las formas secularizadas que hemos visto!