La naturaleza de la Iglesia; reflexiones sobre algo de pastoral, algo de eclesiología y algo de liturgia
Sin liturgia, sin vida litúrgica, la Iglesia no sería Iglesia del Señor, perdería su ser más íntimo, su tarea redentora, su función santificadora, su maternidad sacramental.
La Iglesia es litúrgica, la Iglesia vive de la liturgia, y sin liturgia, ¡nada es!, perdería su razón de ser, su naturaleza divina y humana a un tiempo, quedando reducida a los escombros, a una empresa humana y secular, con objetivos meramente humanos, sociales o políticos. La Iglesia sin liturgia es un grupo de beneficencia como mucho, si acaso, con ideales religiosos o filantrópicos: algo meramente humano, o una estructura más, con barniz ético. La fe sería un añadido insustancial; no habría necesidad alguna del Redentor ni de su Cruz ni de su gracia.
¿Correspondería esto al Vaticano II, a su “aggiornamento”, a su “espíritu” de modernización y adaptación al mundo? ¡En absoluto! La Iglesia posee una estructura sacramental; “es en Cristo como un sacramento, o sea signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano” (LG 1). En la santa Iglesia, Dios “estableció convocar a quienes creen en Cristo” (LG 2). Es la Iglesia-Misterio (título del capítulo I), es “el misterio de la Iglesia” (LG 5).