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24.06.23

La naturaleza de la Iglesia; reflexiones sobre algo de pastoral, algo de eclesiología y algo de liturgia

Cathopic

Sin liturgia, sin vida litúrgica, la Iglesia no sería Iglesia del Señor, perdería su ser más íntimo, su tarea redentora, su función santificadora, su maternidad sacramental.

La Iglesia es litúrgica, la Iglesia vive de la liturgia, y sin liturgia, ¡nada es!, perdería su razón de ser, su naturaleza divina y humana a un tiempo, quedando reducida a los escombros, a una empresa humana y secular, con objetivos meramente humanos, sociales o políticos. La Iglesia sin liturgia es un grupo de beneficencia como mucho, si acaso, con ideales religiosos o filantrópicos: algo meramente humano, o una estructura más, con barniz ético. La fe sería un añadido insustancial; no habría necesidad alguna del Redentor ni de su Cruz ni de su gracia.

¿Correspondería esto al Vaticano II, a su “aggiornamento”, a su “espíritu” de modernización y adaptación al mundo? ¡En absoluto! La Iglesia posee una estructura sacramental; “es en Cristo como un sacramento, o sea signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano” (LG 1). En la santa Iglesia, Dios “estableció convocar a quienes creen en Cristo” (LG 2). Es la Iglesia-Misterio (título del capítulo I), es “el misterio de la Iglesia” (LG 5).

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17.06.23

Vida litúrgica ejemplar (Tu Catedral - VII)

Asumiendo el planteamiento del Concilio Vaticano II, en la Sacrosanctum Concilium, la vida litúrgica de la catedral de las diócesis debe ser floreciente, incluso modélica y ejemplar. Es el centro de la vida litúrgica diocesana y la catedral no puede estar muerta, resucitando para dos o tres misas en el año, nada más.

El convencimiento profundo, y por tanto con consecuencias pastorales y litúrgica, es la que la catedra es “la iglesia madre y el punto de convergencia de la Iglesia particular” (Juan Pablo II, Pastores gregis, n. 34). Y de ahí se sigue el florecimiento de la vida litúrgica diocesana, comenzando por la misma catedral: “conviene que todos tengan en gran aprecio la vida litúrgica de la diócesis en torno al Obispo, sobre todo en la Iglesia catedral; persuadidos de que la principal manifestación de la Iglesia se realiza en la participación plena y activa de todo el pueblo santo de Dios en las mismas celebraciones litúrgicas, particularmente en la misma Eucaristía, en una misma oración, junto al único altar donde preside el Obispo, rodeado de su presbiterio y ministros” (SC 41).

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3.06.23

Matizaciones sobre la participación «activa»

basilica Siendo un concepto tan capital, merece volver una y otra vez sobre él, conocerlo y matizarlo para evitar confusiones, o para que la participación activa reciba su exacto significado sin ser malinterpretado. Debe ser redescubierta, aplicada, enseñada en catequesis, formación y vida litúrgica.

La suavidad con la que escribe Ratzinger es una ayuda para profundizar y corregir las desviaciones que se han producido y su mala aplicación en la vida litúrgica. ¡Cuánto bien puede hacer esta lectura a sacerdotes, a catequistas, a formadores, a equipos de liturgia, a todos los fieles! Y luego hay que ser valientes en sacar las conclusiones prácticas y aplicarlas, corrigiendo lo que no concuerda con el espíritu y las normas de la liturgia en cuanto a la participación, intervenciones, ministerios y activismo.

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28.05.23

Sacerdocio bautismal para la liturgia... ¡y para ser santos!

santos del cielo Entendiendo bien –y es lo que vamos a tratar- el sacerdocio bautismal, comprenderemos mejor la propia vocación a la santidad, el culto a Dios y la auténtica participación plena, consciente y activa en la liturgia.

Una riqueza sin duda: el bautismo y la santa Unción de la Confirmación nos han configurado con Cristo Sacerdote, nos han hecho sacerdotes, profetas y reyes. Ungidos y consagrados, somos por el bautismo sacerdotes.

Por el sacerdocio bautismal, estamos capacitados para participar, tomar parte, en la liturgia santa, con una participación fructuosa, activa, interior y exterior. Es aquella participación plena, consciente y activa que no se reduce a meras acciones corporales, sino que involucra cuerpo y alma, haciéndolo partícipe de la acción divina en la liturgia.

La participación brota de la fe y se desarrolla según un clima de fe, se genera en el encuentro con Dios y desde ahí se despliega en palabras y gestos, en ritos y oraciones. Es expresión de la participación interior, la más importante sin duda, cuando el creyente participa de la acción salvífica de Dios.

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21.05.23

Notas, sugerencias, revisión, sobre el canto en la liturgia (para coros, sacerdotes, diáconos, etc...)

Siguiendo un artículo de A. Taulé, sacerdote y compositor (“Los cantos en las celebraciones litúrgicas. Teoría y praxis”: Phase 188 (1992), 113-123), revisemos el canto en la liturgia en nuestras parroquias, conventos y monasterios, demos pasos para intentar mejorarlo, elevarlo y corregir aquello que se haya deformado o hecho mal.

libro del salmista

1) Panorama general y cuestiones varias

Un canto es litúrgico y no simplemente “religioso” o “espiritual” si su texto o letra se adapta a la liturgia y a su estilo (letra en el plural no en singular, sin sentimentalismos, ortodoxa, inspirada en la Biblia o textos litúrgicos, etc.) y su música, su género musical, cuadra con la liturgia elevando, sin usar ritmos modernos, profanos, o adaptaciones (música de canciones populares adaptadas a letras “religiosas”). Texto y música deben servir para la liturgia por su calidad y por su belleza. No todo sirve para la liturgia, no todo vale con tal de que se cante.

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